El río Uruguay nace en Brasil, en la confluencia de los ríos Pelotas y Canoas, y luego de recorrer unos 1.800 kilómetros, separando a nuestro país de Argentina, desemboca en el Río de la Plata a la altura del Rincón de Darwin, en el departamento de Colonia. A lo largo de su recorrido, que se divide en alto, medio y bajo, atraviesa varias represas hidroeléctricas, tres de ellas en el país norteño y Salto Grande en el nuestro. Varias ciudades importantes, como Salto y Paysandú, descansan sobre su orilla. Sus aguas, además de generar electricidad, permiten la pesca, tanto comercial como recreativa, son buscadas para darse chapuzones, sustentan diversos ecosistemas y, como si fuera poco, dan nombre al país en el que vivimos. Así y todo llama la atención que en pleno siglo XXI no conociéramos no tanto las especies de peces que lo habitan –hay estudios taxonómicos, descripciones de especies, etcétera– sino de qué se alimentan. Este déficit en saber quién se come a quién en el río Uruguay vino a ser saldado por el trabajo de varias investigadoras e investigadores de diversas instituciones de Uruguay y de dos universidades de Brasil.

Titulado “Dietas y estructura trófica del ensamble de peces en un río subtropical extenso e inexplorado: el río Uruguay”, el artículo fue publicado en la revista Water en julio de este año y, como señala en su discusión, “representa la primera descripción estandarizada del ensamble de peces y la clasificación trófica de las especies de todo el río Uruguay”. Participaron en él científicos del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional Este (CURE) de Maldonado, del Departamento de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias, del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, del Departamento del Agua, del Centro Universitario del Litoral Norte y de las brasileñas Universidade Federal de Santa Catarina y Universidade Federal da Fronteira Sul.

Una red para determinar otra

El muestreo de peces se hizo en 14 puntos a lo largo de todo el recorrido del río Uruguay, desde su naciente en los estados de Santa Catalina y Rio Grande do Sul hasta su desembocadura en Colonia. Para ello, en cada lugar se colocaron redes que permanecieron en el agua por 12 horas durante el otoño de 2017. Los peces capturados fueron identificados en el lugar, medidos y pesados. A su vez, para determinar la red trófica, los estómagos e intestinos de 15 peces de cada especie recolectada fueron removidos y preservados para luego ser analizados en el laboratorio.

Luego de mirar bajo el microscopio los contenidos estomacales, clasificar y someter la información a distintos métodos, los investigadores pudieron llegar a resultados que les permiten saber no sólo quiénes están en las aguas del río Uruguay, sino también de qué se alimenta cada una de las especies. En cuanto al ensamble de peces, en el artículo señalan que “cien especies se registraron en el curso principal del río Uruguay, pertenecientes a nueve órdenes”, y apuntan que todas eran especies nativas salvo una: la tilapia (Oreochromis niloticus), “que se colectó en la sección alta del río”, es decir, en su trayecto brasileño. La cantidad de especies registradas no deja de ser llamativa, ya que para la investigación sólo se llevó a cabo una jornada de muestreo en cada uno de los 14 puntos del río, cuando estudios en ríos de similar extensión de Brasil, que insumieron mayores períodos de muestreo, lograron clasificar cantidades similares de especies (101 especies en el caso del río Miranda, con dos años de muestreos, y 90 en el río Teles Pires, con un año de muestreo). Al respecto, los autores del artículo señalan que “este elevado número de taxones ilustra la alta biodiversidad del río Uruguay”, al tiempo que señalan que la riqueza de especies es “similar a la encontrada en ríos tropicales con una descarga comparable”.

En cuanto a la red trófica, que determina qué come cada una de las 100 especies encontradas, el trabajo aporta información relevante. En primer lugar, el análisis de los contenidos estomacales permitió que, por primera vez para la ciencia, se describiera la dieta de 29 especies de peces. Por otro lado el equipo de investigadores dividió a los peces en ocho categorías según qué es lo que ingerían: piscívoros (dieta dominada por la ingesta de otros peces o sus restos); piscívoros-invertívoros (además de peces comen también macroinvertebrados acuáticos y artrópodos terrestres); detritívoros (dieta dominada por detritos); omnívoro-detritívoros (combinación de fuentes animales y vegetales, con dominio de detritos); omnívoro-invertívoros (dieta en base a macroinvertebrados acuáticos y algo de material vegetal); omnívoro-planctívoros (combinación de fuentes vegetales y animales, con predominancia de zooplancton); omnívoro-invertívoros terrestres (mayoría de artrópodos terrestres y una menor inclusión de componentes vegetales) y omnívoro-herbívoros terrestres (dominio de frutas y semillas terrestres y una menor parte de artrópodos también terrestres). En algunos casos, los resultados que encontraron no coincidían con lo que la literatura científica indicaba para la dieta de esas especies de peces, lo que quiere decir que en nuestro río Uruguay algunos peces hacen uso de su gran plasticidad alimenticia e ingieren otros alimentos en relación a lo que comen en otras partes.

Dietas para engordar el conocimiento

El trabajo publicado tiene por primer autora a Anahí López, investigadora multitarea del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del CURE, del Departamento de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias y del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable. Cuando nos recibe en el laboratorio, su colega y también autora del artículo, Ivana Silva, trabaja identificando unas muestras diminutas al microscopio.

Sobre lo extraño del hecho de que no se hubiera realizado un trabajo de esta índole con anterioridad, teniendo en cuenta lo importante que es el río para nosotros, López señala que “sí se había reunido información de muestreos de diferentes zonas, pero nunca mediante un muestreo estandarizado a lo largo de los 1.800 kilómetros que tiene el río Uruguay”. También resulta extraño que de algunos peces no se supiera su dieta, y dado que encontraron 100 especies, la descripción por primera vez de la dieta de 29 especies implica que casi ignorábamos qué comía casi 30% de los peces de nuestro río azul. “Hicimos un trabajo de búsqueda bibliográfica en todo el mundo de la dietas de las especies que encontramos y, si bien había muchos trabajos, muy pocos se referían a su dieta en el río Uruguay. Lo que vimos en algunas de las dietas de las especies que registramos en otros países no era igual”. Al respecto, la investigadora explica que los peces “pueden tener una dieta bastante plástica de acuerdo al ambiente en el que están” y agrega: “Muchas de esas especies de las que no se había descrito la dieta son especies de importancia comercial. En esas especies es fundamental saber qué comen para después poder cuidar el recurso”. Por insólito que parezca, una de las especies de las que nunca se había descrito la dieta era el patí (Luciopimelodus pati), un pez conocido por los pescadores y por los amantes del pescado al plato. “Sí, es llamativo que no hubiera estudios publicados sobre la dieta de peces de gran importancia comercial, sobre todo en el río Uruguay”, reflexiona López, y agrega que aunque no hubiera trabajos científicos, algo se sabía gracias al aporte de pescadores y conocedores.

Si bien en ciencia es frecuente que lo que no sabemos de un tema sea más que lo que sí sabemos, no deja de ser llamativo que en pleno siglo XXI no supiéramos qué come un pez de importancia para la pesca que vive en un río extenso, que separa tres países. Pero además del caso del patí, hay otro llamativo: “También pasó con muchas especies de viejas de agua, que todo el mundo clasifica como detritívoras porque se alimentan en el fondo, sin que hubiera una clasificación estricta y estandarizada de qué es lo que comen. En este trabajo descubrimos que distintas especies de viejas de agua se clasifican dentro de distintos grupos tróficos”.

Patí. Foto: Iván Spajic

Patí. Foto: Iván Spajic

Viva la diversidad

“Otro de los aspectos interesantes de este trabajo es la gran diversidad de peces que pudo juntar en un sólo muestreo” dice López, que sonríe junto a Silva cuando les digo lo sospechosamente redonda que es la cifra de especies encontradas. “No alteramos ningún dato, fueron 100 las especies encontradas”, dice Silva riendo pero alejando toda sospecha. Dado que no se hicieron trabajos como este anteriormente, es difícil decir si la aparente gran biodiversidad observada habla de un río sano o, por el contrario, si las 100 especies observadas son pocas comparadas con las que en el pasado habitaban sus aguas. “Es un río que tiene una gran diversidad de ambientes, lo que afecta la cantidad de especies que podés encontrar. Esta investigación pretende ser una línea de base para futuros trabajos, sobre todo en un mundo en el que incide el cambio climático y en el que aumentan las presiones antropogénicas en los ecosistemas”, dispara López. También cuenta que en trabajos recopilatorios de varios muestreos de distintos ambientes del río Uruguay de la década de 1970 del siglo pasado se planteaba la presencia de unas 200 especies. “Lo cierto es que en el trabajo logramos maestrear una gran diversidad”, dice López. Le digo si podemos agregarle, entonces, un “aún” y concuerda. Así que allí vamos: en el río Uruguay los investigadores aún encontraron una gran biodiversidad de peces.

Si bien no era uno de los objetivos del trabajo, le pregunto si hay alguna diferencia en cuanto a las especies entre los distintos tramos del río y si la construcción de represas incide en esa distribución. “La parte alta del río Uruguay tiene dos represas seguidas que cortan la circulación de las especies. En el tramo medio hay unos 800 kilómetros sin represas, por lo que podría servir para comparar, y aguas abajo está Salto Grande. Observamos que algunas especies se pierden, pero saber cuáles y en qué medida requiere un análisis más profundo”, dice López. Sin embargo, por suerte, no tendremos que esperar mucho por esa información valiosa: “Eso es parte de mi doctorado, que trata sobre cómo las represas afectan la migración de las especies y la diversidad trófica, es decir, qué comen aguas arriba y aguas abajo de las represas”.

Invasores

No todo lo que encontraron en el río debería estar allí. Por suerte, sólo encontraron una especie de pez exótico invasor, la tilapia. “Se encontró sólo en la parte alta del río, en Brasil. Es una especie que se utiliza mucho para piscicultura y para acuarismo”, explica la investigadora, dando a entender que seguramente a alguien se le escaparon y que, encontrando condiciones acordes, empezaron a reproducirse con éxito. Sin importar si las tilapias eran inmigrantes sin papeles, los investigadores analizaron el contenido de sus estómagos como hicieron con el resto de los ciudadanos nativos del río Uruguay. Al hacerlo encontraron una diferencia: a diferencia de lo que decía la literatura científica, en nuestro río las invasoras eran detritívoras y no onmívoras.

Hablando de invasoras, el artículo hace otro aporte importante al constatar cómo el ingreso de otra especie exótica invasora, el mejillón dorado, Limnoperna fortunei, ha modificado los hábitos alimenticios de algunos peces. “El mejillón dorado llegó en el agua de lastre de los barcos, y al no encontrar una especie competidora que lo desplazara en el río Uruguay, está invadiendo todo el río” dice López con cierto pesar. “Encontramos algunas especies de peces que en otras partes de Sudamérica se alimentan de material vegetal y que en el río Uruguay se han especializado en comer mejillón”. Silva complementa: “Esas especies que pasaron a alimentarse del mejillón dorado son Leporinus striatus y Megaleporinus obtusidens, dos especies de boga. No sólo cambiaron su dieta, también cambiaron a nivel digestivo”. ¿Cómo es eso? “Se está achicando el tracto digestivo de estas especies en comparación con los de otras regiones donde no ha invadido el mejillón dorado, incluso comparado con registros de aquí mismo antes de la invasión”, explica López, que dice que si bien aún no se ha publicado, hay análisis de dieta en colecciones antes de la invasión que muestran que varió la dieta y el tamaño del tracto digestivo. Así de extraños son los cambios que produce la introducción de especies en ambientes en los que no deberían estar.

Lo que se viene

Descritas las 100 especies y su compleja red trófica, la investigación sirve de línea de base para entender qué pasa en nuestro río. “Las redes tróficas dan un resumen de todas las interacciones que se dan dentro de un ecosistema. Conociendo esa red trófica y el ensamble de peces podés conocer cómo funciona el ecosistema y, sabiendo quién está conectado con quién, saber a quiénes vas a afectar si se altera determinado punto de la red”, reflexiona López. Pero como dice la científica, este trabajo es sólo un punto de partida.

“El trabajo publicado fue un primer pantallazo, ahora vamos a dibujar la red, establecer cada una de las relaciones entre las especies y clasificar qué tan fuertes o qué tan débiles son”, adelanta López. “También se están haciendo estudios de cómo ingresan los contaminantes al curso de agua. Entonces, sabiendo quién come a quién, uno puede saber que si, por ejemplo, el contaminante ingresa y queda depositado en el sedimento, la especie que come sobre el sedimento lo va a estar incorporando, y la especie que come a esa especie puede bioacumular o incluso biomagnificar el contaminante. Luego de saber cómo funciona la red, ahora estamos viendo cómo van ingresando diferentes cosas al ecosistema” amplía.

Por otro lado, López está haciendo su doctorado sobre cómo afectan los embalses a la comunidad de peces y a las redes tróficas. “Este trabajo va a servir como línea de base, porque la idea es comparar qué pasa con la comunidad de peces aguas arriba y aguas abajo inmediatamente de los embalses, ver si cambia la disponibilidad de alimento y por tanto si cambian los grupos tróficos”, explica. “Los embalses son como una trampa de sedimentos, acumulan todo y no permiten que determinado material alimenticio para los peces vaya aguas abajo. Queremos ver si al cambiar la disponibilidad de alimento, una misma especie que esté aguas arriba y aguas abajo del embalse cambia su dieta”, relata.

Su doctorado usará estos muestreos del río Uruguay pero también otros, que ya se han hecho, en el Río Negro aguas arriba y aguas abajo de las tres represas que tiene. “Todavía no empezamos a analizar los datos, pero queremos ver cómo cambian las especies presentes y sus dietas”. Uno no puede evitar pensar que entonces esta investigación para su doctorado servirá de línea de base para para saber lo que sucedía en el Río Negro antes de que comience a funcionar la planta de celulosa de UPM. “Otras instituciones están haciendo estudios, pero sin ser la idea del trabajo, este también va a servir para eso. A mí lo que me interesaba era ver qué sucedía con los embalases. Hoy en día estamos en un momento en el que se están construyendo muchas represas, y en el contexto de la ley de riego se pueden construir muchas más que, aunque sean más chicas, cortan el flujo de agua y de organismos. Eso fue lo que me movió a plantear el proyecto de investigación”, dice López. Sus palabras son un gran ejemplo que ilustra cómo es posible que personas que estudian pececitos en un laboratorio pueden estar haciendo grandes contribuciones, no sólo al conocimiento sino también al desarrollo y la riqueza del país.

Artículo: “Diets and Trophic Structure of Fish Assemblages in a Large and Unexplored Subtropical River: The Uruguay River”.

Publicación: Water (julio, 2019).

Autores: Anahí López Rodríguez, Ivana Silva, Sunshine de Ávila-Simas, Samanta Stebniki, Rodrigo Bastian, Marthoni Massaro, Joaquín Pais, Giancarlo Tesitore, Franco Teixeira de Mello, Alejandro D’Anatro, Nicolas Vidal, Mariana Meerhoff, David Reynalte-Tataje, Evoy Zaniboni, Iván González-Bergonzoni.