En el mundo hace ya unos años que existen lo que se denominan Iniciativas Cerebro (Brain Iniciatives en el inglés que domina en la comunicación entre científicos): proyectos enormes que atraviesan diversas instituciones de investigación, estados, regiones, países y que, con potente voluntad política y financiación acorde, intentan empujar más allá la frontera del conocimiento sobre el cerebro y el sistema nervioso. Las Iniciativas Cerebro más conocidas tal vez sean el Human Brain Project (HBP, en español, Proyecto Cerebro Humano) de la Unión Europea y la Investigación del cerebro a través del avance de las neurotecnologías innovadoras, conocido por su sigla BRAIN, de Estados Unidos, ambos creados en 2013. Pero hay más: Japón tiene el suyo (BRAIN/MINDS, creado en 2014), así como Israel, China y Corea. La Iniciativa Cerebro más reciente se está empezando a implementar en Australia, donde se creó una Alianza para el Cerebro Australiana. Pero como dicen los organizadores del evento que se desarrolla en estos días en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, “en el mapa mundial hay un vacío en América Latina, África y Medio Oriente”. La serie de charlas, como deja bien claro su nombre, pretende justamente llenar ese vacío: “Encuentro Iniciativa LATBrain”.

“El cerebro es la estructura más compleja y, en muchos aspectos, desconocida en la naturaleza”, afirman las científicas y científicos que organizan el evento. “El cerebro es el recurso más precioso de la civilización humana. Por lo tanto, la inversión en neurociencias es una inversión en el futuro de la sociedad”, establecen y, recordando la recomendación reciente de la Academia de Ciencias G, afirman que “la odisea del descubrimiento del cerebro no debe ser un viaje solitario, sino una cooperación a nivel nacional e internacional para comprender, proteger y fomentar el desarrollo óptimo del cerebro”. El lanzamiento de la Iniciativa Cerebro latinoamericana cuenta con varios invitados internacionales, entre los que se destaca Rafael Yuste, neurobiólogo español que ideó y estuvo detrás de la iniciativa BRAIN en Estados Unidos, quien contará su experiencia armando iniciativas de este tipo y brindará su apoyo.

María Castelló y Ángel Caputi, ambos del Departamento de Neurociencias Integrativas y Computacionales del Instituto Clemente Estable, no ocultan las grandes expectativas que les genera el evento que organizan. “La idea surgió un poco de ver lo que hay en el mundo y sentir que en América Latina todavía no estamos acompasando lo que está pasando en otras partes”, inicia la conversación Castelló.

¿Qué diferencia hay entre este tipo de Iniciativas Cerebro y las redes de investigación que ya existen?

María Castelló (MC): La investigación en red ya la hacemos: colaboramos con colegas tanto dentro del país como en la región y en el mundo. Las colaboraciones existen, pero esto es algo más. Es como apostar a un polo de desarrollo en la frontera de conocimiento en el área de la neurociencia. Eso implica científicos que entiendan que pueden contribuir a desarrollar uno o varios aspectos de la neurociencia por un lado, pero también tener un apoyo de los gobiernos locales, regionales, incluso de los privados, como sucede en otras partes del mundo, para fortalecer esa área del conocimiento con esos objetivos. Todavía no tenemos bien claro cómo será nuestro modelo de Proyecto Cerebro, recién estamos lanzando la posibilidad de construir algo. El resultado dependerá de cuánta gente se ponga a pensar y colaborar.

En ese sentido son importantes la dos visitas que recibe Uruguay, la de Rafael Yuste, de la Universidad de Columbia de Nueva York, impulsor de la iniciativa norteamericana BRAIN, y la de Linda Richards, de la Universidad de Queensland, que forma parte de la iniciativa australiana se está implementando en el presente.

MC: Tenemos dos expertos con experiencia en Iniciativas Cerebro en distintos estadios, una de larga data ya instalada, como Yuste con BRAIN, y otra en pleno proceso de formación, como Richards. Además, participa en el encuentro un grupo de investigadores que representan a las neurociencias de toda la región, porque está representada una federación de sociedades de neurociencia de América Latina, que es FALAN [Federation of Latin American Caribbean Neuroscience Societies], pero además una organización mundial, la IBRO (Organización Internacional de Investigación sobre el Cerebro), en su filial latinoamericana.

María Castelló. Foto: Ernesto Ryan.

María Castelló. Foto: Ernesto Ryan.

¿En qué se diferencian todas esas instituciones y redes con un Proyecto Cerebro?

MC: Ya existen sociedades de neurociencia, pero no hay nada que nos integre en algo común que nos fortalezca, que nos diferencie y que nos haga aportar algo diferente al mundo. Este tal vez es el cambio cualitativo que estaría bueno que se diera en nuestra región: dejar de ser un montón de nodos pequeños para pensar qué podemos aportar a la frontera del conocimiento en neurociencias, en qué áreas, en qué desarrollo. Por ejemplo, Estados Unidos, como ya tiene tanta fortaleza en todas las áreas, está más enfocado al desarrollo de tecnologías para registrar lo que pasa en todas las células del cerebro en tiempo real mientras se registra el comportamiento. Otras Iniciativas Cerebro, como la canadiense, son más holísticas, ven al cerebro como una unidad. Hay muchas posibilidades, en Australia se están proponiendo crackear el cerebro, ver cómo es que funciona, por tanto está bueno que en nuestro país y en la región pensemos qué podemos hacer.

“El cerebro es un pedazo de materia capaz de comunicarse con otro pedazo de materia y que a medida que pasa el tiempo, va acumulando esa cosa que llamamos cultura”. Ángel Caputi

Ángel Caputi sigue la charla con atención y asiente acompañando a su colega. A pesar de su vasta trayectoria en las neurociencias, Castelló se refiere a él como “Angelito”. Cuando le pregunto cuál podría ser ese perfil distintivo de una Iniciativa Cerebro latinoamericana, Ángel se suma al ruedo.

Ángel Caputti (AC): No es que crea que haya que tener un perfil propio; creo que el cerebro es un pedazo de materia capaz de comunicarse con otro pedazo de materia y que a medida que pasa el tiempo, va acumulando esa cosa que llamamos cultura. Ese es el fondo de la cosa; si nuestros científicos son demasiado pocos como para poder transmitir esta idea, vamos a empezar a enfrentarnos con el hecho de que nuestra población va a tener que competir cada vez más con los robots. Porque la parte mecánica del cuerpo, la que puedo sustituir por un trasplante de corazón o una pierna ortopédica, no me cambia la individualidad, cosa que sí sucede si me cambian el cerebro. El ser humano, como parte de la realidad, pelea por su especie. Y si yo peleo por mi especie, en esta región, tengo que pelear por mi cerebro.

MC: Esa es la gran inversión, sobre eso es que tenemos que convencer.

AC: Si yo como sociedad no puedo entender el cerebro, voy a transformarme en una nueva subespecie que va a tener que competir con el robot. La cosa pasa por ahí. Para eso necesitamos tener una cultura suficiente, una educación suficiente y los científicos suficientes para que generen esa cultura. Porque la cultura viene de muchos lados, de los artistas, de los filósofos, de los científicos, de la gente que siente la necesidad de ayudar a otra gente, dado que la capacidad de tener empatía es una de las características del ser humano. No podemos dejar de tener un número suficiente de esas profesiones que nos den la posibilidad de desarrollarnos como sociedad. Dentro de ese marco grande tengo a los neurocientíficos, porque son los que se meten a tratar de entender esa cosa que nos hace humanos.

Un Proyecto Cerebro como el LATBrain que proponen requiere iniciativas supranacionales, que se traducen en fondos supranacionales, en un momento en el que el vecindario no está dando demasiadas señales de querer invertir en ciencia...

AC: Yo no diría eso. Creo que nosotros estamos muy sumergidos respecto de nuestros vecinos, y más aun en neurociencias. Por ejemplo, el estado de San Pablo tiene un porcentaje del IVA dedicado exclusivamente a la ciencia. Comparemos esa realidad con nuestro sistema científico, en el que la única forma de financiar un proyecto de investigación, si no sos de la Universidad de la República, es mediante la aplicación para un fondo de escasos 30.000 dólares cada dos años.

MC: Como hay instrumentos para manejo de datos, para sectores específicos, el sueño sería que hubiera un instrumento para las neurociencias. La idea es que cada país pueda desarrollar un instrumento específico y que pueda haber una red de apoyo a la investigación en neurociencias en la región. ¿Cómo hacés un proyecto cerebro? Con ciencia y con plata. La ciencia pasa por que los científicos nos pongamos de acuerdo sobre cuál es la mejor manera de organizarnos para trabajar en un proyecto común que haga un aporte de calidad, competitivo, y en la frontera del conocimiento. Por otra parte se necesita que estén dadas las circunstancias económicas y políticas para apoyar. Acá el cambio cualitativo se puede logra fácilmente, porque es pasar de casi nada a tener una propuesta concreta.

“Estudiar cómo se desarrolla el cerebro, cómo se logra un mejor funcionamiento, cómo se optimizan las capacidades cognitivas, ayuda a tener una mejor vida y, probablemente, a desarrollar menos enfermedades neurodegenerativas”. María Castelló

AC: Una sociedad es el conjunto de sus cerebros. Si no invertimos en eso, se nos acaba el futuro.

Hay quienes podrían decir que como el cerebro es algo que está en todos los humanos, podrían investigarlo en otra parte y aquí centrar la investigación, por ejemplo, en ver cómo aumentar la productividad de la soja o en curar enfermedades del ganado.

AC: Ese es el problema, de dónde sale la plata. La plata hoy y toda la vida salió del trabajo humano. Desde Ricardo para adelante todos los economistas saben que para generar riqueza se necesita trabajo. Y para hacer el trabajo se necesita gente. Y esa gente tiene una identidad que es su cerebro. Y cada vez más la identidad es el cerebro, y cada vez más la capacidad productiva es la capacidad del cerebro.

MC: En Estados Unidos y en Europa no apoyan las Iniciativas Cerebro sólo por la sed de conocimiento, es porque saben que tienen un retorno de varias veces lo invertido.

AC: La plusvalía sale del cerebro. El robot no genera plusvalía. Si un país se quiere desarrollarse económicamente necesita cerebros educados, y mucho más ahora. El cerebro no sólo se educa en la escuela o el liceo, se educa también insensiblemente. Si tengo gente educada voy a tener más gente educada, porque la educación se transmite de persona a persona. La educación insensible, la educación madre-hijo o padre-hijo, es la más importante. No hay educación sin empatía, esa es la clave del asunto. Si necesito empatía en la educación, necesito también un gradiente de gente educada, porque por más que el sujeto se dedique a cultivar soja, ese sujeto va a rendir más si sabe cómo funciona su cerebro, si sabe que tiene que dormir y descansar, si tiene un rato para ser feliz, para pensar en concreto qué tiene que hacer mañana.

MC: Un Proyecto Cerebro no es solamente científicos investigando y nada más. Implica grandes pilares, uno es la formación de recursos humanos. Al invertir en un Proyecto Cerebro se está invirtiendo en la formación de una nueva generación de investigadores que permitirá tener una suficiente masa crítica. Pero otro de los pilares es abrirte a la comunidad para compartir lo que se está generando acá y en el mundo. Hay una parte importante de comunicación de los conocimientos de las neurociencias justamente para cambiar o contribuir a que la gente tome conciencia de cómo es su cerbero, de cómo cuidarlo y de la importancia que tiene.

Las neurociencias, más allá de generar conocimiento valioso de por sí para entendernos, tienen que ver con la educación, con la inteligencia artificial, con la cultura y con la salud.

AC: Hay dos premios Nobel de Economía recientes cuyo trabajo fundamental consistió en tratar de entender cómo toma decisiones la gente. Esto tiene que ver con entender cómo funciona el cerebro. Obviamente que la educación es la forma en la que la cultura se recrea comunicando de cerebro a cerebro. La educación no se logra con el celular, no se logra con una tablet, se logra con el contacto empático de persona a persona. No hay máquina de educar, nuestro cerebro está hecho para comunicarse con otro cerebro. Esa es la clave de la cosa. Entonces, bloquear el desarrollo de la investigación del cerebro es conducirnos a la esclavitud.

Ángel Caputi. Foto: Ernesto Ryan.

Ángel Caputi. Foto: Ernesto Ryan.

MC: El cerebro nos da la libertad. Es el poder pensar lo que nos hace libres. Y en cuanto a la salud, es cierto que a medida que los humanos vivimos más, aumentan las posibilidades de padecer enfermedades como las neurodegenerativas. Desde el punto de vista mecanicista, inicialmente se planteaba solucionar esas enfermedades. Con el tiempo se empezó a ver que en realidad no es que envejezcamos después de los 60, lo que le pasa al cerebro cuando tenemos 50 o 70 años depende de lo que ha sucedido durante toda la vida. Entonces, si bien es importante estudiar las enfermedades neurodegenerativas, en el mundo está empezando a cambiar el enfoque. Está bueno estudiar las enfermedades degenerativas, pero también cómo se desarrolla el cerebro, cómo se logra un mejor funcionamiento, cómo se optimizan las capacidades cognitivas, porque eso ayudará a tener una mejor vida y, probablemente, a desarrollar menos enfermedades neurodegenerativas. Entonces, tal vez a lo que hay que apostar, sin dejar de lado el tratar de curar las enfermedades, es al bienestar del sistema nervioso para que no se enferme.

“No hay educación sin empatía. La educación no se logra con el celular, no se logra con una tablet, se logra con el contacto empático de persona a persona”. Ángel Caputi

Volviendo a LATBrain, estas iniciativas suprarregionales ofrecen, a países como el nuestro, grandes oportunidades.

AC: Probablemente nosotros solos no podamos llegar a una masa crítica en la gran diversidad de trabajo que hay dentro de las neurociencias. Pero si nos juntamos con Brasil, con Argentina y Chile, por decir algunos que están cercanos geográficamente pero también en su capacidad de desarrollo de las neurociencias, vamos a tener masa crítica no sólo para la articulación de proyectos, sino que tal vez para determinadas áreas se precisan centros regionales especializados en un determinado aspecto. Por ejemplo, en la parte clínica, hay patologías que se dan en muy baja proporción, por lo que uno no puede tener un centro que atienda un caso cada dos años. En esos casos, es mejor que el paciente se traslade al centro regional en vez de que cada lugar tenga un centro para su atención. Esa es una buena administración de los recursos. Lo mismo puede pasar en áreas de la investigación. Eso no implica la segregación, sino la posibilidad de usar recursos compartidos de varios países y encima de forma más racional.

MC: No somos un país subdesarrollado. Tenemos ingresos de upper income country [país de ingresos medios o altos]; Entonces, ¿por qué no nos ponemos en el lugar de que tenemos que generar conocimiento? Si apostamos a aplicar tecnologías y no a crear conocimiento, somos nosotros mismos los que nos estamos condenando. Si nos ponemos a mirar el mundo, estamos en un momento que tal vez es el adecuado. Están aceptando venir a un evento de este tipo una persona que lideró una Iniciativa Cerebro en el mundo y otra que lo está liderando.