La forma en que los científicos publican los resultados de sus investigaciones está atravesando cambios en el mundo entero. El tradicional modelo de las revistas arbitradas a las que había que suscribirse para acceder a los contenidos está siendo revisado tanto por los investigadores como por los agentes financiadores de la investigación –universidades, agencias de ciencia y tecnología, estados– y hay quienes promueven el modelo de la publicación de artículos de acceso abierto, en el que los que pagan no son los lectores por leer, sino los investigadores o sus instituciones por publicar. Entre ambas opciones hay términos intermedios, como las revistas híbridas, que publican tanto artículos con el viejo modelo de “el que lee paga” y el nuevo, en el que quien lo hace es quien quiere que lo lean, publicaciones que son gratuitas tanto para leer como para remitir artículos, y, como si fuera poco, revistas fraudulentas que se aprovechan de la necesidad de publicar o perecer impuesta a científicos y científicas.

Con este telón de fondo, la Universidad de la República (Udelar) organizó, el miércoles 28 de agosto, el encuentro “Miradas sobre el acceso a la literatura científica”, que tuvo lugar en el aula magna de la Facultad de Información y Comunicación (FIC). La mesa de panelistas escogidos no podría ser más interesante: incluía a representantes de la editorial científica Elsevier, una de las más grandes del mundo, a argentinos de las ciencias sociales que proclaman por la libertad de la información generada por las universidades públicas latinoamericanas y, mediante videoconferencia, a la creadora de Sci-Hub, un sitio web que permite bajar cualquier artículo académico de forma gratuita, incluso aquellos por los que debería pagarse, razón por la que algunos lo consideran un sitio de piratería.

En la boca del lobo

Tras la introducción del investigador de la Facultad de Ciencias de la Udelar Daniel Pietro y unas breves palabras de la prorrectora de Investigación de la Udelar, Cecilia Fernández, quienes hicieron hincapié en la pluralidad de las miradas, el encargado de abrir el fuego fue Dante Cid, vicepresidente de Relaciones Académicas para América Latina de Elsevier. Cid, también científico dedicado al área de la inteligencia artificial, preguntó cuántos de los asistentes eran investigadores. La sala, que estaba casi colmada, se inundó de brazos en alto.

Cid entonces comenzó diciendo que Elsevier, “más que una editorial, es una empresa de información científica”, pues su campo de acción no se limita a la publicación de revistas, sino que abarca otra gran cantidad de áreas que tienen que ver con la información generada por la ciencia y quienes la hacen posible. Puesto a hacer precisiones, declaró que “el acceso abierto es un aspecto de la ciencia abierta que refiere a los artículos, mientras que la ciencia abierta incluye el software, los datos, y otros aspectos que promueven una ciencia más transparente, más inclusiva y colaborativa”. Ya en el campo del acceso abierto, hizo una breve distinción entre los distintos modelos de artículos en esta modalidad, entre los que están los modelos dorados o gold, que son abiertos desde el inicio y los que generalmente pagan un cargo a la revista que los publica; los modelos verdes o green, en los que los artículos son de libre acceso luego de un período de embargo; y el modelo diamante, en el que el acceso es abierto y no hay cargo ni para leer ni para publicar. Hecha esta distinción, Cid pasó a dar datos sobre la publicación de artículos en el modelo de acceso abierto.

Con datos de 2017, mostró que el modelo de suscripción aún es el más importante: 83% de los artículos publicados se enmarcaron en el modelo de suscripción tradicional. En la placa proyectada, los datos eran más impactantes: mientras que los artículos publicados por suscripción se estimaron ese año en 2,2 millones, los de acceso abierto fueron apenas 500.000. En su empresa de información científica se publicaron más de 430.000 artículos en 2017, de los que 27.000 fueron de acceso abierto. Sin tener que argumentar mucho más, Cid dejó en claro que si bien los artículos publicados bajo los modelos de acceso abierto vienen creciendo, la mayor parte sigue siendo publicada con el modelo de suscripción (en 2017 el país con más porcentaje de publicaciones en acceso abierto fue Suiza, que alcanzó 39%). Mostrando una captura de pantalla del portal Scopus (del grupo Elsevier), mostró que la Suiza de América tiene 2.168 artículos publicados en acceso abierto (gold o diamante), lo que representa 28% del total de artículos indexados por ese portal. Por otro lado, señaló que “Latinoamérica ha sido pionera en acceso abierto a través de las publicaciones locales, por lo que no hay mucho que nos puedan enseñar sobre el acceso a los artículos, sobre todo en publicaciones del tipo diamante”. Sin embargo, para el panelista “sí hay mucho por hacer para la ciencia abierta, en el compartir de datos”.

También señaló que su empresa ya tiene cerca de 200 revistas gold y que el resto, más de 1.800, son casi todas híbridas, es decir, revistas que tienen tanto artículos de acceso abierto como otros que sólo se leen mediante suscripción. También mostró que lo que se conoce como APC (por Cargo de Publicación del Artículo en inglés), en su empresa varía de 150 a 5.000 dólares. A propósito del Plan S, afirmó que “hoy en Europa se demanda un cambio rápido y total hacia el modelo gold. En Estados Unidos, Japón y Latinoamérica no es así; de hecho, hay una preocupación con el cambio al gold porque se teme que buenas investigaciones queden fuera de publicaciones importantes por un tema de costo, de no tener 3.500 dólares para publicar en una revista top”. Por ello dijo que en su empresa apuestan “a tener libre la elección de modelo. Que el europeo pague y que el latinoamericano no lo haga si no puede, por eso apostamos a las revistas híbridas”.

Cid dijo también que los cambios en el mundo de las publicaciones académicas no son recibidos por todos de la misma manera, y confesó que “a muchos no les gusta que haya artículos de un tipo y del otro en la misma revista”, lo que llevó a su empresa a sacar dos ediciones de la misma revista con distintos artículos, una bajo el modelo de suscripción y la otra bajo el modelo gold de acceso abierto, lo que llama “mirror journals” o “revistas espejo” en español. Como en toda época de cambios, contó que incluso en su gran empresa se están adaptando: “Hubo revistas que hicimos gold que no tuvieron sustentabilidad económica, y tuvimos que volver al formato híbrido. La aceptación de la comunidad es importancia para hacer estos cambios”, confesó, sabiendo que en el panel le tocaba el papel de ser el representante de las empresas que están siendo cuestionadas.

Una mirada más social

Tras la exposición de Cid, llegó el turno de Guillermo Banzato y Cecilia Rozemblum, ambos de la Universidad de La Plata, Argentina, y del proyecto Conocimiento Abierto en América Latina y el Sur Global (AmeliCA), una organización que promueve la publicación de revistas académicas sin fines de lucro. Como dejó claro Banzato al emular la pregunta de Cid (en lugar de cuántos investigadores, preguntó cuántos editores había en la sala, ocasión en la que se levantaron menos de una decena de manos), su exposición estaba “más orientada hacia las ciencias sociales y no tanto hacia las llamadas ciencias exactas” y también al hecho de editar revistas regionales. Banzato señaló que AmeliCA “ofrece una propuesta distinta para el acceso abierto que el Plan S”. En la placa se mostraba que hay un acceso abierto comercial “Centrado en el norte y mainstream”, mientras que ellos promueven un “acceso abierto en control de la academia, financiado por la academia y no comercial”.

Con una obsesión que gratificaría a Joaquín Torres García y su reiterada representación del continente americano con Sudamérica encima, Banzato afirmó que AmeliCA “es un esfuerzo nacido en el sur y para el sur que se abre a todas las revistas del mundo que trabajan por un ecosistema de comunicación de la ciencia inclusivo, equitativo y sostenible”. También contó que de ninguna manera aceptan en sus revistas artículos en inglés cuando no es la lengua materna de los autores, reivindicando el valor de lo local. Luego, tanto Banzato como Rozemblum se explayaron sobre el sistema de indización y los modelos de publicación para revistas editadas por universidades, e hicieron hincapié en que “el conocimiento científico generado con fondos públicos es un bien común, y el acceso a él es un derecho universal” y que “el impacto social de la ciencia es la base de la existencia del acceso abierto”. Su discurso de dar valor a las publicaciones regionales fue seductor y convincente, pero en el aire quedó flotando la duda de qué sucede con áreas y ramas de la ciencia en las que el valor no está puesto sólo en lo local y en el que hacer ciencia en la frontera de conocimiento es, justamente, dialogar con la comunidad científica mundial. Uno puede coincidir en que tal vez sea tiempo de pensar dónde y cómo se produce ese diálogo de la comunidad científica mundial, pero no parece que la solución pase por cada región publicando en su idioma en revistas de circulación local.

Ovación generalizada

La expectativa por la participación desde Rusia de Alexandra Elbakyan era enorme. En 2011 la neurocientífica creó Sci-Hub, un sitio web que permite acceder a millones de artículos científicos, la mayoría de ellos no abiertos, sin tener que pagar, razón por la que no debe de haber casi investigador en el planeta que al menos una vez no haya recurrido a su página para acceder a un artículo. Para las editoriales, Elbakyan incurre en la piratería; para investigadores y curiosos en general, la kazaja es una luchadora por la libre circulación del conocimiento y se la ve como el emergente de un sistema que está mal desde sus cimientos.

Cuando la pantalla la mostró relajada en su casa en la medianoche rusa, los asistentes la recibieron con un aplauso. Sin embargo, rápidamente la pantalla comenzó a mostrar el powerpoint que preparó para la ocasión y su voz fue reemplazada por la de la traductora. De esta manera, Elbakyan contó que Sci-Hub tiene un promedio de 400.000 visitantes diarios y cuenta con 76 millones de artículos científicos en su base de datos. Para que esto sea posible, cada vez que alguien accede a un artículo por Sci-Hub, el archivo queda respaldado en sus servidores. Para ello, Sci-Hub consigue el artículo de forma non sancta gracias al permiso de acceso de una universidad (en otros países las universidades hacen convenios de suscripción a revistas pagas como en Uruguay hizo el Portal Timbó para todo el país).

Tras decir que el código de Sci-Hub, desarrollado por ella, hoy tiene 42.000 renglones, Elbakyan dijo que las leyes son hechas por las personas. “El trabajo de Sci-Hub se considera ilegal porque infringe las llamadas leyes de copyright, que bloquea la libre circulación de libros, películas, música y artículos científicos, por lo que se afirma que ese artículo es propiedad intelectual de una editorial científica”, afirmó. Pero también señaló: “A pesar de que la ley de copyright es aceptada por todos los países, aún es discutida. Se sigue aceptando porque las corporaciones que ganan dinero con la propiedad intelectual invierten muchos fondos para mantener la ley de derecho de autor”. Dicho esto, hizo un llamado: “Es importante que los estados actúen en defensa del pueblo y no de las corporaciones. Si una empresa impide el desarrollo de la ciencia, esa ley debería ser derogada”, aunque señaló que eso es algo “que los estados deberían hacen en forma coordinada y no individual”.

Como bien dijo a la sala que la seguía con atención, “las leyes jurídicas no son como las físicas: pueden ser modificadas”. Con 400.000 visitas diarias y muchos testimonios de científicas y científicos que pudieron terminar sus tesis gracias a que accedieron sin costo a trabajos que necesitaban, la sola existencia del Sci-Hub es un indicador de que algo anda mal. “Sci-Hub es un proyecto comunista en el sentido de comunitario, que aboga por la derogación de la propiedad intelectual si esa ley representa un impedimento para el desarrollo de la ciencia”, justificó. Lejos de retractarse ante las demandas y las acusaciones de violar leyes, Elbakyan contó planes futuros para Sci-Hub: “Tenemos varios proyectos, mi mayor aspiración es que mi sitio sea totalmente legal. En la parte técnica podemos mejorar muchas cosas para que sean de forma más autónoma. Tengo pensado agregar otras funciones, como por ejemplo poder descargar los materiales adicionales de los artículos”, confesó.

La conexión con Rusia cayó unos instantes, que los organizadores del evento aprovecharon, con reflejo rápido, para proponer que los asistentes hicieran preguntas al panel. El intercambio fue provechoso y mostró que hay interés de todas las partes en debatir el tema y en pensar hacia dónde vamos. Algunos asistentes preguntaron si Elsevier estaba dispuesta a ganar menos y a transparentar sus números; algunos panelistas culparon a los biólogos de ser la causa de los altos costos que implica publicar en una revista internacional de alto impacto; todos señalaron la necesidad de cambiar la forma en que se mide el impacto de las publicaciones y cómo eso afecta a las carreras de los académicos. A pesar de que el tono y las preguntas eran por demás atractivos, cuando en la pantalla volvió a aparecer Elbakyan la sala estalló en un solo aplauso. Si acceder gratuitamente a artículos científicos publicados en revistas que cobran es un delito, la sala pareció decir: “Aquí estamos, vengan a buscarnos”.

Continuará

Aunque en un inicio fue pensado como un evento único, debido a diferencias surgidas a raíz de la participación de la creadora del Sci-Hub y a una cuestión de extensión, habrá una segunda instancia. La organización estará a cargo del Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología y llevará por nombre “Recursos públicos y publicaciones científicas: ¿hacia una política de acceso abierto?”. También tendrá lugar en el aula magna de la FIC, el 10 de setiembre, de 9.00 a 16.30. Para inscribirse hay que ingresar al sitio web www.conicyt.gub.uy.