Se registraron casos de 46 animales de nueve especies de estas aves marinas –siete de ellas amenazadas a nivel mundial– con mutilaciones en sus picos en el Atlántico sur de los tres países entre 1999 y 2019. La causa podría estar en una práctica pesquera que se realiza en Brasil.

La exageración para captar la atención no es una práctica a la que recurran únicamente los medios de prensa amarillista. También se da en instituciones científicas de la altura del prestigioso Museo de Historia Natural de Inglaterra, el más visitado de su tipo en Europa. “Aves marinas en peligro de extinción atrapadas por pescadores están siendo asesinadas o mutiladas intencionalmente”, dice el título del comunicado emitido por la prestigiosa institución británica el 17 de noviembre y que refiere a un artículo científico que saldrá publicado en la revista Biological Conservation de diciembre y cuya versión online está disponible desde este mes. Sin embargo, al leer el artículo, que además involucra a nuestro país, uno se da cuenta de que los trucos para obtener un clic fácil son tan cosmopolitas como las ratas o las palomas.

“Los albatros y los petreles son el grupo de aves más amenazado del mundo. Un nuevo estudio ha revelado el impacto que la pesca y, en particular, la pesca con palangre está teniendo sobre estas aves en peligro de extinción”, prosigue el comunicado de prensa, que agrega: “Un nuevo estudio de un equipo internacional de investigadores, incluido el doctor Alex Bond, curador principal a cargo de las aves en el Museo de Historia Natural, ahora ha documentado algunas de las horribles lesiones que los albatros y petreles están sufriendo a manos de la industria”. Sin embargo, al leer el artículo en cuestión, lo prometido por el comunicado de prensa es, en líneas generales, mucho menos suculento, y en afirmaciones particulares, como las del impacto de la pesca sobre estas aves, totalmente traído de los pelos.

Yendo a la fuente

La culpa no la tienen solamente quienes redactaron el comunicado del museo. Ya desde su título el artículo científico parece haber sido escrito para causar impacto: “Matanza intencional y manejo agresivo extensivo de albatros y petreles en el mar en el suroeste del océano Atlántico”. Leído así, uno podría pensar que las flotas pesqueras de Uruguay, Argentina y Brasil se las han ensañado con estas aves marinas que suelen seguir a los barcos de pesca para alimentarse de los descartes y carnadas, además de que, como se especializan en alimentarse de peces, confluyen con las embarcaciones en las zonas donde el recurso es abundante. Pero el asunto, si bien denuncia una práctica aberrante y condenable, no es tan así.

El artículo científico, firmado por Gabriel Canani, de Proyecto Albatroz de Brasil, y por el mencionado Bold como primer y último autor, respectivamente, incluye la participación de autores de varias instituciones de Brasil, Argentina, Inglaterra y Uruguay. Allí se mezclan varios tipos de información. Por un lado, se reporta que pescadores de línea de mano de atún en aguas del sur de Brasil fueron observados, en febrero y junio de 2006, tratando de “reducir la depredación de la carnada” con prácticas que llenan el alma de espanto: “Repetidamente golpeaban a las aves con una pieza de metal sujeta a una caña y línea, u otros objetos (por ejemplo, palos de bambú) que también se usaban para pescar, y también matando a las aves capturadas vivas en las líneas (manejo agresivo)”. Los barcos pertenecían a la “denominada ‘flota de Itaipava’, flota de pesca artesanal del sureste brasileño compuesta por alrededor de 500 barcos, mal regulados, que despliegan una variedad de artes de anzuelo y sedal en aguas pelágicas del Atlántico suroeste”.

Al respecto, los autores señalan en la discusión que se trata del primer reporte “de la matanza intencional y manejo agresivo de albatros y petreles en el mar relacionada con la pesca”, y afirman que esto “muestra que tales prácticas representan una amenaza generalizada en el mar en el océano Atlántico suroeste y tiene posibles implicaciones importantes para evaluar el impacto de la pesca en las aves marinas”. Sin embargo, los propios autores hacen dos señalamientos: por un lado, que no han vuelto a reportarse tales prácticas; por otro lado, y tal vez más relevante, al menos para la lectura desde Uruguay, que “es importante mencionar que estos artes de pesca con anzuelo y sedal se utilizan ampliamente en Brasil, pero no se utilizan en Uruguay ni en Argentina”.

Por otro lado, el trabajo reporta casos de avistamientos de albatros, petreles y otras aves marinas con picos mutilados registrados en Argentina, Brasil y Uruguay entre 1999 y 2019, ya sea fotografiados o anotados a bordo de embarcaciones o a través de varamientos de aves vivas o muertas en las costas. Es en el suministro de este material que participan en la investigación Sebastián Jiménez, del Laboratorio de Recursos Pelágicos de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara), y Philip Miller, del Centro de Investigación y Conservación Marina, ambos de Uruguay.

Los datos aportados por Jiménez y Miller consisten en 13 fotografías, obtenidas a bordo de embarcaciones, de albatros y petreles de distintas especies con sus picos mutilados, obtenidas entre el 23 de julio de 2005 y el 27 de febrero de 2019. Los 13 registros obtenidos por nuestros investigadores en 15 años de trabajo como observadores en embarcaciones pesqueras se suman a otros registros fotográficos de aves rescatadas o muertas en la costa de Brasil y Argentina, con los que se totalizan 46 casos registrados en nueve especies de aves marinas en las dos décadas comprendidas entre 1999 y 2019. Entre las especies mutiladas en el Atlántico sur aparecen ejemplares de cuatro especies de albatros que están en alguna categoría de amenaza de peligro de extinción a nivel mundial, como el real del norte (Diomedea sanfordi), el real del sur (Diomedea epomophora) y el pico amarillo (Thalassarche chlororhynchos), así como tres especies de petreles que se encuentran bajo alguna amenaza, como el gigante del sur (Macronectes giganteus) y el de anteojos (Procellaria conspicillata).

De esos 46 albatros y petreles mutilados registrados en el Atlántico, 13 se reportaron en Uruguay, como ya dijimos, 30 en Brasil y apenas tres en Argentina. La gran mayoría de los casos (44 de los 46) se reportaron entre 2009 y 2019. Los autores también consignan que las mutilaciones de la mandíbula superior “fueron significativamente más frecuentes”, abarcando 85% de los registros obtenidos. Informan también que “la mayoría de las lesiones (98%) fueron cortes planos perpendiculares a la longitud del pico”, y aunque no lo observaron directamente, estiman que fueron “probablemente causados por una herramienta de corte (por ejemplo, un cuchillo o una sierra)”. En la discusión señalan: “Aunque también se estableció contacto con investigadores de aves marinas con experiencia y esfuerzo comparables en el mar del sureste del Atlántico y del sureste del océano Pacífico, todos los registros de albatros y petreles con mutilaciones de pico se hicieron en el suroeste del océano Atlántico, lo que sugiere que el fenómeno prevalece en esta área”.

Por más que cortarle el pico a un ave para quitarla rápidamente del anzuelo o red de pesca sea una práctica espantosa y repudiable, los autores hacen una afirmación que parece no condecirse con los escasos 46 registros en dos décadas de observaciones: “Las observaciones recurrentes de aves mutiladas durante los últimos 20 años demuestran que el manejo agresivo representa una amenaza generalizada pero en gran parte indocumentada”, sostienen, dando pie a que luego los comunicadores del Museo de Historia Natural de Inglaterra publiquen su nota altisonante. Pero dado que cada uno de estas mutilaciones no debería suceder, los autores señalan algunas medidas de mitigación.

Para empezar con lo obvio, sostienen que “en el caso de manipulación letal, el primer paso es evitar la captura incidental de aves vivas”. Hay otra recomendación que también puede parecer obvia pero que apuesta al largo plazo: “La inversión en campañas de educación, concienciación y formación para los pescadores podría desempeñar un papel importante para reducir la utilización de prácticas de manipulación agresivas de las aves capturadas vivas”. Luego hay recomendaciones para algunos tipos de pesca, como las implementadas en la pesca de palangre, que no fue la que registró estas prácticas aberrantes en Brasil, que incluyen la pesca nocturna, el uso de líneas espantapájaros y pesos que hagan que la línea se sumerja rápidamente para evitar que las aves coman la carnada y terminen enganchadas en los anzuelos.

Aves con picos mutilados reportadas en Uruguay

13 ejemplares mutilados de cinco especies de albatros y petreles han sido fotografiados desde embarcaciones en Uruguay entre 2005 y 2019.

Albatros real del norte (Diomedea sanfordi): especie en la categoría en peligro (EN) de extinción. Un adulto en julio de 2005 y otro en junio de 2013.

Albatros real del sur (Diomedea epomophora): especie en la categoría vulnerable (VU). Un adulto en agosto de 2008.

Albatros ceja negra (Thalassarche melanophris): la más registrada. Cinco adultos (agosto de 2009, mayo de 2011, agosto de 2013, agosto de 2015 y octubre de 2018) y tres inmaduros (junio de 2013, julio de 2016 y junio de 2017).

Petrel de anteojos (Procellaria conspicillata): especie en la categoría vulnerable (VU). Un adulto en abril de 2017.

Petrel gigante (Macronectes giganteus): un ejemplar inmaduro en febrero de 2019.

Una posible explicación

Si bien el trabajo reporta una situación inadmisible de pescadores artesanales del sur de Brasil golpeando con palos y tubos de metal a petreles y albatros, así como realizando un “manejo agresivo”, el reporte posterior de aves con picos mutilados en Brasil, Uruguay y Argentina no puede afirmar que las aves observadas hayan resultado mutiladas como consecuencia de este tipo de pesca. Sí es significativo que el número descienda como en un gradiente desde Brasil hacia el sur, dado que en Argentina y Uruguay no se practica ese tipo de pesca.

“Nuestra participación consistió en enviarles las fotos de las aves que habíamos registrado en todo este tiempo con picos mutilados”, dice Sebastián Jiménez, biólogo de Dinara y coautor del Libro rojo de las aves del Uruguay. “Los autores solicitaron hace unos tres años a varios investigadores si tenían fotos de animales con estos picos alterados” agrega Jiménez. “Sobre las causas de esos picos mutilados no teníamos ni idea”, afirma, contando además que en muchos de los casos se percató de los picos mutilados recién al ampliar y ver las fotos con detenimiento y no mientras estaba embarcado.

Jiménez también cuenta que en un primer borrador del artículo sólo se analizaban los datos de los picos mutilados, pero que en el ínterin un autor brasileño aportó sus observaciones sobre los pescadores artesanales del sur de Brasil y sus manejos agresivos. “Ahí cambia un poco el foco del trabajo, y lo de esta pesquería de Brasil con línea de mano aporta una posible explicación sobre por qué aparecían aves mutiladas”. Jiménez recalca lo que el paper ya dice: “Lo importante es que eso que observaron en Brasil no sucede aquí ni en Argentina, porque no tenemos esas pesquerías”. Pero no lo dice porque lo sepa desde detrás de un escritorio: “En años de estar embarcado nunca vimos a nadie con un comportamiento así, de mutilar un ave”.

Jiménez dice que “el paper quedó un poco sensacionalista, porque con estos datos tampoco se puede dar una idea de la magnitud del fenómeno. Lo que sí surge de este trabajo es una posible causa de esas aves que se ven mutiladas, que para todo el Atlántico Sur occidental no llegan a la media centena de aves en dos décadas”. Sebastián agrega que reunir estas fotos le llevó su tiempo: “No es que a todos los albatros les falte el pico, es algo extremadamente raro. De hecho, nunca fotografié expresamente a un ave que le faltara el pico, sino que estaba sacando fotos y, de repente, pasaba una con el pico mutilado de la que recién me percataba al ver la foto posteriormente. Una en miles y miles de fotos”. Los casos reportados son pocos.

“Es algo muy insignificante, que no puede darnos una idea de la magnitud del problema. Tal vez es algo muy localizado, muy pequeño, propio de una pesquería muy particular, pero tampoco podemos poner las manos en el fuego de que esta sea la única causa”, reflexiona Jiménez. Para dar una idea, en Uruguay en 15 años, entre 2005 y 2019, se obtuvieron 13 registros de cinco especies de albatros y petreles con el pico mutilado. La especie con más registros (ocho) es el albatros ceja negra (Thalassarche melanophris). “La población del albatros ceja negra que llega a nuestras aguas tiene entre 400.000 y 500.000 parejas en Malvinas: estamos hablando de casi un millón de individuos. Por eso me parece que los registros fueron pocos como para decir que estamos ante un gran problema”, explica.

“Tal vez el aporte del trabajo haya sido alertar de que esto existe”, remata Jiménez, que lleva años observando a las aves marinas y trabajando en probar y poner a punto técnicas para mitigar el impacto de las pesquerías en ellas. Según su vasta experiencia, y los datos aportados por Uruguay y Argentina así lo sugieren, la mutilación de aves en la pesca local, tanto artesanal como industrial, no tienen que ver con las atrocidades observadas en el sur de Brasil. Si los 13 picos mutilados observados en 15 años tienen que ver con esa actividad en las aguas norteñas o con otra causa, habrá que investigarlo. Por lo pronto, consuela saber que al menos aquí, y al contrario de lo que dicen los comunicados de prensa sensacionalistas, esto sigue siendo una desafortunada rareza.

Artículo: “Intentional killing and extensive aggressive handling of albatrosses and petrels at sea in the southwestern Atlantic Ocean”.
Publicación: Biological Conservation (noviembre, 2020).
Autores: Dimas Gianuca, Leandro Bugoni, Sebastián Jiménez, Nicholas Daudt, Philip Miller, Gabriel Canani, Augusto Silva-Costa, Fernando Faria, Julian Bastida, Juan Pablo Seco, Oli Yates, Patricia Serafini, Alexander Bond.