El pandémico 2020 no parecería ser el año ideal para andar de viaje conociendo lugares nuevos. Aunque si se lo piensa bien, el enunciado sólo se remite a los seres humanos: de hecho, 2020 fue el gran año para los traslados, sobre todo si uno piensa en el virus SARS-CoV-2, que aprovechó para expandir su conocimiento del globo más allá de algunas regiones de Asia y hoy puede decir que conoce el mundo entero, Antártida incluida. Sin embargo, no todos estos desplazamientos de 2020 son tan terribles como los del nuevo coronavirus. De hecho, hoy hay tres nuevas especies de aves que se suman a la fauna de nuestro país. No necesariamente llegaron en el correr de este año que termina, ni tampoco sabemos si se quedarán el año entero o harán visitas regulares según el calendario. De lo que sí estamos seguros es de que este año cierra con tres nuevas especies de aves reportadas para la ciencia: la revista arbitrada Achará consigna en su número de diciembre que la mosqueta corona oliva, el tuquito chico y la lavandera enmascarada son hoy parte de la fauna de Uruguay.
Achará comenzó a editarse en papel en 1998. Tras una pausa y con el advenimiento del mundo digital, renació en 2010. El número recientemente publicado es el séptimo de esta segunda etapa, y allí no sólo se da cuenta de los registros de tres especies nuevas en nuestro país, sino que se reporta el segundo registro para el país del yetapá grande (Gubernetes yetapa), que sólo se había avistado en Maldonado en 2007 (ahora apareció en Artigas); una revisión de registros de garza azul (Egretta caerulea), que de juvenil puede confundirse con la más abundante garza blanca chica (Egretta thula); y un reporte de las aves registradas en el entorno del balneario San Francisco, en Maldonado, que incluye el registro de 180 aves nativas y cuatro introducidas.
Demos la bienvenida a la lavandera enmascarada
El artículo de Sergio Saldaña, del Club de Observadores de Aves de Fray Bentos y de la ONG Aves Uruguay, y Marco Ferreira reporta los primeros registros para nuestro país de la lavandera enmascarada (Fluvicola nengeta). Por un lado Saldaña la observó el 25 de setiembre de 2019 “cerca de la desembocadura del arroyo Fray Bentos”, por la ruta panorámica del balneario Las Cañas), en el departamento de Río Negro, “a orillas de una charca temporal que se forma en días lluviosos”.
La lavandera enmascarada se mostró dispuesta a colaborar con el registro, ya que el propio Saldaña señala en la publicación que “durante 15 días consecutivos permaneció en la zona, pudiéndose observar en un radio de unos 200 metros del área de observación original”. También destaca que “a pesar de que la zona es muy transitada por vehículos y es un lugar donde concurre mucha gente, durante su estadía el ejemplar se mostró relativamente confiado permitiendo un buen acercamiento”. Por más que estuviera enmascarada, evidentemente la lavandera quería que notaran su presencia.
Marco Ferreira tuvo que esperar casi un año para volver a toparse con este pájaro en nuestro país: la vio el 20 de octubre de 2020 en el establecimiento Rincón de los Ciervos, en Artigas. “El sitio se encuentra a orillas del arroyo Mandiyú, siendo dominando por ambientes acuáticos conformados por plantas flotantes e hidrófitas, y vegetación densa de arbustos hidrófilos como sarandíes, mataojos y sauces”, reportan. Una vez más, la lavandera enmascarada no tenía prisa: “El ave permaneció en el lugar al menos tres días más. Pudo observarse en el suelo alimentándose de insectos, exponiéndose sobre troncos secos y escondiéndose en la vegetación densa”.
Los dos primeros registros de esta lavandera son los “más australes, hasta el momento, de su distribución geográfica”, es decir, nunca antes se habían observado tan al sur en ninguna otra parte. Al respecto señalan que “el primer registro se obtuvo en las inmediaciones de un centro poblado, lo cual es congruente con reportes previos”, y que el lugar donde se dio el segundo registro “se encuentra en una cuenca de producción arrocera, con numerosos embalses de agua para el riego. Al ser una especie que frecuenta ambientes acuáticos, dichas condiciones, sumadas a los procesos de deforestación en otras regiones, podrían ser factores que propiciaran la expansión de esta especie en la región pampeana”. Citando bibliografía, consideran que “tanto para F. nengeta como para otras aves de ambientes abiertos y semiabiertos, se ha hipotetizado que los cambios de uso de la tierra a gran escala en las regiones originalmente boscosas del sur de Brasil están propiciando su expansión hacia el sur”.
Finalmente, Saldaña y Ferreira proponen, y nosotros les hacemos caso, que el nombre común para este pájaro sea el de lavandera enmascarada, ya que “las especies del género Fluvicola en muchas de las guías de campo y documentos académicos de Uruguay se denominan ‘lavanderas’”, a diferencia de lo que ocurre en otras partes, que se las llama “viuditas”. Argumentan también que el término debería preferirse dada “la afinidad de las especies del género Fluvicola por los ambientes acuáticos, y en particular a los hábitos hidrófilos de Fluvicola nengeta, sobre todo para nidificar”. Y por si quedaran dudas, terminan enfatizando que lavandera enmascarada es “la traducción correspondiente al nombre común en Brasil –lavadeira mascarada–”. Si es, como piensan, que estas aves están llegando a nuestro país como consecuencia de la pérdida de hábitat en Brasil, lo menos que podemos hacer es acogerlas –las favorece el cambio, no monetario sino climático– y llamarlas por su nombre.
Bienvenida, mosqueta corona oliva
Como bien dice el artículo de José Menéndez, la mosqueta corona oliva (Phyllomyias virescens) es “endémica de la Mata Atlántica” y hasta la publicación de este número de Achará su distribución abarcaba “el sureste de Brasil (desde el sur de Mato Grosso del Sur hacia el sur de Minas Gerais y Espíritu Santo, y el sur y centro de Río Grande del Sur), sureste de Paraguay, y extremo noreste de Argentina (Misiones, y el norte de Corrientes)”. Pero todo cambia. Y en este caso ese cambio se originó hace tres años.
“El día 4 de octubre de 2017, mientras se recorría el monte ribereño asociado al río Yaguarón, en el paraje denominado Paso Paiva, aproximadamente 3 km al suroeste del Paso Centurión”, en Cerro Largo, informa Menéndez, “se detectó un canto desconocido y se procedió a grabarlo”. Reproduciendo la grabación del canto, “un pájaro con apariencia de ‘mosqueta’ se acercó vocalizando”. El pájaro, identificado como una mosqueta corona oliva, se quedó ante los observadores por unos 15 minutos, tiempo que aprovecharon para sacarle fotos, filmarla y grabar su canto.
Al constatar su presencia por primera vez en Uruguay, si bien muy cerca de la frontera con el gigante norteño, Menéndez afirma que el registro “amplía su área de distribución, siendo el más austral de la especie”. También afirma que “tomando en cuenta los múltiples registros en el sur de Brasil, es probable que se trate de una especie de presencia regular en el área de Centurión”, algo que “se podrá confirmar con nuevos registros en esta zona del país”.
En su artículo Menéndez, integrante de Aves Uruguay, agradece “a Dardo Presa, compañero de esta salida de campo, y a Francisco Giudice y Laura Magallanes por su hospitalidad en Paso Centurión”, así como “a todos los propietarios de campos y guardaparques que hacen posible el acceso a campos privados y áreas protegidas en Uruguay y la región”. En este caso, tener gente que acompañe y la buena disposición de guías, lugareños y propietarios de zonas ricas en biodiversidad permitieron desembocar en el registro de una nueva especie para nuestro país. Aplausos para todos.
Bienvenido, tuquito chico
La lavandera enmascarada y la mosqueta corona oliva fueron registradas en zonas relativamente cercanas a sus tierras natales en Brasil. El norte de Artigas y las costas del Yaguarón en Cerro Largo hacen pensar que las nuevas especies de aves esperan en lugares alejados. Pero como muestra el registro en el balneario Las Cañas de la lavandera enmascarada, la sorpresa aguarda incluso más cerca de lo que los humanos sospechamos. El primer registro del tuquito chico (Legatus leucophaius) lo deja patente: hay especies nuevas para el país en lugares tan cercanos y ajetreados como Salinas, en Canelones. Como siempre, sólo hace falta un poco de paciencia, constancia en salir a observar la naturaleza, y un golpe de suerte.
Julio Castillo y Thierry Rabau, del grupo Aves de Salinas, informan en el artículo que “El 22 de marzo de 2020, cerca de las 16.40, Julio Castillo observó un ejemplar de tuquito chico (Legatus leucophaius) en un árbol de ceibo de su jardín en el balneario Salinas”. Si la pelota busca al jugador, el pájaro busca al observador. “El ave se posó en el estrato alto del árbol, a unos 50 cm de un piojito azulado macho (Polioptila dumicola), sin entrar en interacción con él”, prosigue el relato que ocasiona el primer registro de esta especie para el país. “La observación duró diez minutos y se pudo obtener varios documentos fotográficos”, prosiguen, y dejan constancia de que Castillo notó que “el ave presenta una conformación más menuda que el benteveo rayado (Myiodynastes maculatus) y distinta también del tuquito variado (Empidonomus varius).
Una vez más, se trata del registro más al sur de un ave que, en el vecindario, se había reportado para la Mata Atlántica de Brasil, y en Argentina en “Misiones, el norte de Corrientes, el este del Chaco, el este de Formosa y las Yungas”. Por todo esto, los autores señalan que su trabajo “constituye el primer registro del tuquito chico para el Uruguay” y que “en el futuro habría que estar atento para no confundirlo con especies similares y lograr más datos sobre su presencia”.
Una revista confiable
Tal vez por su capacidad de volar y alejarse de la molestia humana, las aves probablemente sean de los animales que más se dejan ver. Esto hace que haya muchas personas aficionadas al avistamiento de aves –una actividad maravillosa– y su fotografía. Con tantos ojos, binoculares y lentes observando el cielo y sus plumas, es frecuente que alguien vea o fotografíe un ave que antes no se había registrado en determinada región del país o incluso en el país a secas. Sin embargo, una buena observación o una buena toma fotográfica no constituyen de por sí un registro que permita sostener científicamente la presencia o no de una nueva especie en un país o región determinados. A veces discriminar entre especies muy similares dificulta la tarea. Otras veces puede tratarse de un animal que estaba en cautiverio y se escapó o fue liberado.
Para que una foto pase de un registro anecdótico –valioso muchas veces– y el avistamiento se considere un registro científico válido debe ser comunicado en una publicación que asegure que la información ha sido revisada por expertos y que la o las observaciones ha sido sometidas a distintos análisis. La revista Achará, publicada por la ONG Aves Uruguay, cumple justamente con ese cometido: se trata de una revista arbitrada en la que editores y revisores analizan la información que se publica. La revista “está orientada a observadores de aves, investigadores y tomadores de decisión en temas ambientales”, dice el número que salió a fines de diciembre y cuyo objetivo es “dar conocimiento rápido y confiable sobre diversos aspectos de la avifauna uruguaya, incluyendo registros de especies nuevas para el país, ampliaciones de distribución, registros relevantes, y descripciones de las aves en sitios de interés”.
“En la revista en los últimos años hemos tratado de hacer cambios, y hoy no se puede publicar en Achará ningún registro que no tenga evidencia tangible, sean fotos, plumas, grabaciones de cantos, etcétera”, dice Washington Jones, biólogo y curador de la colección de aves del Museo Nacional de Historia Natural, quien junto a Joaquín Aldabe, Pablo Fernández, Sabina Wlodek y Sebastián Álvarez integra el equipo de editores de la publicación, indexada por el Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Latindex.
“Los observadores de aves, que muchas veces tienen gran pericia para detectar especies nuevas, tienen fotos que a veces publican en redes sociales o en sitios web como eBird o Ecoregistros, que tienen como banco de datos de fotografías. Eso está muy bien, pero no constituye una publicación científica, sino que son insumos para publicaciones científicas”, prosigue Jones. “Está fantástico que la gente dé a conocer fotos y registros de especies en estos sitios, plataformas y redes sociales. Pero no hay que asumir como una cuestión fáctica y establecida que en las listas de especies registradas en Uruguay deban ponerse esas especies porque ya aparecieron en ese tipo de espacios y redes”, agrega.
“No hay que confundir la actividad de observar aves, y aquí aclaro que hay mucha gente que se dedica a ello y es algo que me parece fantástico, con la actividad ornitológica. La ciencia, entre otras cosas, está definida por su cualidad de ser comunicable. Entonces un proceso de observación que pretenda tener carácter ornitológico debe culminar con un proceso de publicación científica. Y eso es algo que a veces se confunde”, resume.
Ciencia más allá de las observaciones
“En Uruguay la ornitología está en una etapa de desarrollo muy incipiente. No hay una cátedra fuerte constituida. Lo que sí hay son muy buenos profesionales, pero pueden contarse con los dedos de las manos”, reflexiona Jones. “Comparado con otros grupos zoológicos, es muy poca la gente que trabaja en el estudio de aves en nuestro país”, dispara, y el dato llama la atención, ya que en Uruguay hay casi medio millar de especies de aves conocidas por la ciencia. Haciendo cálculos conservadores... ¡la relación entre expertos y cantidad de especies en el país sería de 1 cada 47 especies! “Sí, llama la atención”, coincide Jones, quien dice que hay muchas más personas estudiando anfibios, peces, mamíferos o determinadas clases de insectos y arácnidos. El asunto no es de ahora.
Jones cuenta que, por ejemplo, el fundador de lo que hoy es Aves Uruguay, Raúl Vaz Ferreira, hizo grandes aportes a la ornitología, pero también estudiaba mamíferos y otros animales. “Las aves estaban dentro de otro montón de cosas que hacía. Nunca apareció en la Universidad una persona que se dedicara exclusivamente al estudio de las aves”, dice el curador de la colección de aves del Museo Nacional de Historia Natural.
Los avances en la ornitología se hicieron “en base a gente con ímpetu y esfuerzos propios, que salía y observaba”, y a veces eso culminaba con publicaciones científicas. “Luego apareció Juan Cuello, que era un autodidacta que hizo una gran labor científica en ornitología sin haber estudiado en la Universidad. Es el caso también de Rodolfo Escalante, que era médico, luego se hizo profesor de Biología y, finalmente, por su cuenta, armó su propia colección de aves y escribió obras muy importantes. Pero nunca hubo una personalidad referente en el ámbito académico. Es raro, pero es así”, recapitula Jones.
Como dijo, hoy hay una decena de investigadores e investigadoras. Publicaciones como Achará contribuyen con su granito de arena a la ornitología. Y en una era de inmediatez y exhibicionismo digital, permiten pensar en el valor de tres pájaros en la mano comparados con cientos no verificados volando en las redes.
Publicación: Achará. Revista de Estudio y Observación de Aves.
Número: 7, diciembre de 2020.
Editores: Washington Jones, Joaquín Aldabe, Pablo Fernández, Sabina Wlodek.
Descarga (gratuita): http://www.avesuruguay.org.uy/revista-achara/.