El Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) es la institución científica más antigua del país. Fundado en 1837, por poco no es uno de los museos de su tipo más antiguos del continente. En sus 182 años –el 18 de julio cumplirá 183– ha ido ampliando sus colecciones de botánica, paleontología y zoología hasta llegar a las más de 400.000 piezas que lleva ingresadas hasta hoy. A eso hay que sumarle más de 250.000 publicaciones que se albergan en su biblioteca científica. El MNHN inauguró en 2018 la primera sede propia que ha tenido en su vida centenaria, en la éx cárcel de Miguelete, junto al Espacio de Arte Contemporáneo (EAC).

Biodiversidata es “una asociación colaborativa de expertos y expertas con el objetivo de mejorar el conocimiento de la biodiversidad de Uruguay”. Dado que “los patrones de biodiversidad en el país siguen siendo poco conocidos debido a serios vacíos geográficos de información”, Biodiversidata creó un “consorcio datos sobre biodiversidad”, con el objetivo de mejorar “nuestra comprensión de la estructura de la biodiversidad y la capacidad para conservar la naturaleza”. Con la investigadora Florencia Grattarola a la cabeza, Biodiversidata pretende recabar la mayor cantidad de información posible sobre nuestros animales, hongos y plantas, y hacer que esté disponible en bases de datos abiertas y de fácil consulta.

Biodiversidata y el MNHN sumaron sus fuerzas con el cometido de conservar, compartir y divulgar la información sobre la biodiversidad, ya que acaban de anunciar que en los primeros días del año Biodiversidata se dedicó a digitalizar especímenes del herbario del museo. Como principio tienen las cosas, en esta primera etapa se digitalizaron 600 ejemplares de plantas de los más de 80.000 que posee el herbario del museo.

Diversidad de libre acceso

Biodiversidata anunció que los datos “están siendo revisados y adaptados siguiendo estándares internacionales para datos de biodiversidad” y que en breve serán sumados a los más de 10.000 registros de presencia de plantas en Uruguay que el consorcio ha puesto a disposición. No es la primera vez que esto sucede: en julio de 2018 Biodiversidata había publicado el primer set de datos abiertos de biodiversidad del país.

En aquel entonces, Grattarola y 13 investigadores e investigadoras hicieron accesibles 69.380 registros de ocurrencia que no habían sido publicados con anterioridad, correspondientes a 673 especies de animales tetrápodos autóctonos (51 anfibios, 68 reptiles, 437 aves y 117 mamíferos) recolectados tanto en registros propios de los investigadores como en literatura científica, tesis, colecciones de museos, y plataformas y bases de datos online como eBird y Global Biodiversity Information Facility (GBIF). De esta manera, el MNHN contribuía con sus registros de mamíferos en el territorio nacional.

Información preservada

Las colecciones de los museos siempre están a merced del paso del tiempo y, en algunos casos, de la negligencia que lleva a desgracias como la del incendio del Museo Nacional de Brasil, el 2 de setiembre de 2018. Las llamas y el colapso del edificio destruyeron una cifra paralizante de piezas (algunos hablaron de una pérdida de 20 millones de piezas). Si bien en caso de una tragedia de esa índole siempre habrá mucho que lamentar, la digitalización de la información de los museos permite que, al menos parte de los datos, sigan estando disponibles en su versión digital.

Javier González, director del MNHN, considera que no hace falta apelar a las desgracias para encontrarle sentido a la digitalización de la información. “Desde el punto de vista de la conservación de las colecciones, la digitalización tiene un valor importantísimo”, señala, y luego explica: “Muchas veces, sin que haya accidentes, por el mismo deterioro de manejo natural de los ejemplares, el hecho de tener la información digitalizada acompañada de imágenes de alta calidad implica no tener que estar manipulando el material, salvo casos muy concretos y puntuales”.

Pero los beneficios no acaban allí: “Tener las colecciones informatizadas permite un acceso más directo: no sólo a un ejemplar, sino a un conjunto de ejemplares para distintos estudios. Esta es otra razón importante para digitalizar las colecciones”, agrega González, que señala que si bien la digitalización “no es un sustituto del ejemplar”, sí permite que, ante el deterioro o extravío de la pieza, “la información asociada permanece como un dato concreto del valor de ese ejemplar que ya no se tiene más”.

Buscando los datos

Uno tendería a pensar que hoy en día toda la información está a un clic de distancia, pero no es así. Ni los datos se crean solos, ni la sabiduría colectiva accesible mediante internet existiría sin grandes cantidades de personas generando esa información. Grattarola es una de ellas. Después de liberar los datos disponibles de aves, reptiles, mamíferos y anfibios, Biodiversidata se puso como meta hacer lo mismo con las plantas.

“Ya llevamos reunidos unos 15.000 registros, unos 1.000 de ellos aportados por integrantes de Biodiversidata y unos 5.000 extraídos de referencias bibliográficas”, adelanta Grattarola desde el viejo continente. A eso le sumaron alrededor de diez registros provenientes de la base mundial GBIF sobre plantas uruguayas relevadas en colecciones de distintas partes del mundo. “Pensábamos llegar a colectar muchos más registros de plantas que de tetrápodos, porque son muchísimas más especies, pero no tuvimos tanto impacto entre investigadores que trabajan en plantas”, reconoce Grattarola. Pero, lejos de bajar los brazos, tras agotar las referencias bibliográficas pensaron en salir a impulsar la generación de datos. “Un paso fue promover el registro de observaciones de ciencia ciudadana mediante la plataforma iNaturalist; otro, la digitalización de especímenes de herbario”, en lo que entró en juego el MNHN.

El herbario del MNHN tiene unos 80.000 ejemplares, pero en esta instancia digitalizaron unas 600 piezas. ¿La razón? Adivinen: “La primera idea fue ir a lo grande y digitalizar miles, pero la financiación a la que apostamos no salió”, dice Grattarola. Así que, aprovechando su llegada a Uruguay por las fiestas –está estudiando en Inglaterra–, le propuso al MNHN “digitalizar todo lo que fuera posible en más o menos diez días”, dice mientras, sin bombos ni platillos, da una muestra de lo que es estar comprometido con lo que uno hace. Gracias a la ayuda de la curadora del herbario, Meica Valdivia, digitalizaron todo lo que pudieron en una semana. Vaya un dato: el escáner que utilizaron, el HerbaScan, se toma un minuto por cada foto de alta definición. A eso tuvieron que sumar y estandarizar el resto de la información: dónde se colectó la planta, quién lo hizo, en que año, en qué mes, a qué especie se atribuyó, etcétera. “La información en cada ejemplar era muy variada; algunos tenían todos los datos (especie, fecha, localización, colector e identificador), mientras que otros no tenían ninguno”, comenta.

Para Grattarola, lo más importante de estas acciones es hacer posible “que el conocimiento esté al alcance de todos”. “Si un ejemplar de una especie no se puede buscar, es probable que no se encuentre ni se estudie, a pesar de su uso potencial. Dar a conocer abre nuevos caminos”, agrega. Como no todos pueden acceder a las colecciones de los museos, Grattarola defiende la digitalización, ya que “facilita la democratización de las colecciones científicas, que luego pueden usarse con fines científicos, educativos y políticos”.

¿Qué sigue? Algo tengan por seguro: Grattarola y Biodiversidata no piensan parar. “Esperamos ampliar esta experiencia piloto y presentarnos a financiaciones nacionales o internacionales para buscar apoyo y así poder sostener este trabajo”, sostiene, y aclara que no se trata “sólo de digitalizar, sino también de mejorar el estado de las colecciones que albergan esos datos”. Crucemos los dedos y que ese dinero aparezca tanto para Biodiversidata como para el museo y para la preservación de nuestro patrimonio natural.