La industria pesquera tiene un largo patrimonio en Uruguay, y en él coexisten actividades artesanales más tradicionales y antiguas con la actividad industrial a gran escala. El conocimiento de la distribución geográfica de las zonas de pesca y las modalidades utilizadas a lo largo del tiempo son elementos centrales para identificar áreas a preservar, actividades superpuestas y políticas a implementar en tiempos en los que el sector tiene una tendencia decreciente: caída en la producción, disminución de las exportaciones y sobreexplotación de algunos recursos pesqueros.

El sector pesquero afronta “una situación complicada”, sostiene el biólogo Yamandú Marín, y describe el panorama: “Bajó el número de barcos industriales. Hace 15 años había 140, ahora hay 50, disminuyeron las capturas y, desde hace al menos cinco años, las exportaciones están complicadas”. Marín lo resume en dos frases: “Estamos en el momento de menor actividad. Todo el sistema está bastante deprimido”.

Aquí también juega un rol importante otro aspecto: el famoso cambio climático. El aumento de la temperatura de las masas de agua y el cambio en el régimen de vientos, a los que se suman los contaminantes que alcanzan los ecosistemas acuáticos, impactan sobre el normal desarrollo y supervivencia de las poblaciones marinas, y terminan repercutiendo en la pesca. Esto impone la necesidad de mejorar los sistemas de gestión y gobernanza para asegurar la sostenibilidad. Son varias las razones que condujeron al sector a su estado actual, y para comprenderlo cabalmente es necesario hacer una recorrida en el tiempo, sostiene Marín.

Precisamente, el análisis de la evolución de la pesca artesanal e industrial fue uno de los objetivos de la investigación que encabezó Marín, junto con los investigadores Sebastián Horta, Julio Chocca y Omar Defeo. Se propusieron, a partir de un conjunto de preguntas disparadoras, “mostrar en un mapa las zonas más utilizadas por los pescadores y anticipar conflictos de uso del espacio”, cuenta Marín. Esas primeras preguntas derivaron en otras: “¿A qué llamamos pesca?, ¿qué es la pesca industrial o artesanal?, ¿desde cuándo?”.

Las respuestas a esas preguntas y sus resultados fueron difundidos en el artículo “Expansión histórica y diversificación de la pesca uruguaya en el Río de la Plata y el océano Atlántico: el concepto de ‘métier’ y la identificación de zonas de pesca de alta intensidad”, publicado recientemente en la revista Ocean and Coastal Management. El estudio se centró en documentar las condiciones de la pesca en el transcurso de 58 años, desde 1960 a 2018. Los autores identificaron “93% de las actividades pesqueras” en ese período y las clasificaron en 60 métiers entre artesanales e industriales, que funcionan o funcionaron, en el Río de la Plata, la zona económica exclusiva (ZEE) en Uruguay y la zona de pesca común entre Argentina y Uruguay (ZCPAU) en el océano Atlántico. Pero, antes de entrar en los detalles: un breve repaso por la pesca en Uruguay y algunas definiciones.

La pesca uruguaya

Foto: Yamandú Marín y Julio Chocca.

Foto: Yamandú Marín y Julio Chocca.

“A principios del siglo XX, la producción pesquera uruguaya era principalmente de pequeña escala hasta que se introdujeron las redes de arrastre, que aumentaron la producción industrial destinada al consumo interno y las exportaciones”, introducen los autores. La actividad comenzó a crecer a mediados de siglo con los “cambios en las metodologías pesqueras” impulsados por las “innovaciones tecnológicas”. Además, se generaron normas, marcos institucionales regulatorios, y la información comenzó a sistematizarse más.

Ya sobre la década de 1980 se produjo un “boom de la pesca industrial”, cuenta Marín: “Había abundancia, se pescaba mucho y muy bien”. La actividad se concentraba en especies como merluza, corvina y pescadilla. El círculo de la actividad se completaba con un buen nivel de venta. “Era como la explosión de todo el sistema, que empezaba a crecer y crecer”, explica el biólogo. Esa situación de bonanza se mantuvo hasta los años 90, cuando comenzaron a escasear algunos recursos pesqueros, en especial la merluza. Como respuesta ante el nuevo panorama, dice Marín, se implementó una “diversificación” de la actividad, es decir “se empezaron a pescar otras especies y probar otras artes de pesca”. “Eso después perdió impulso, y con ello, todo lo demás. Todo el sistema se empezó a debilitar. Hubo una caída de los recursos no tradicionales, los recursos nuevos que se estaban explotando eran más bien limitados y el sistema no pudo captar que eran volúmenes chicos. Después empezó a haber problemas de mercado”, dice el investigador.

La actividad hoy: artesanales e industriales

Las pesquerías uruguayas hoy “incluyen una amplia gama de actividades donde los medidores tradicionales de pequeña escala o ‘artesanales’ coexisten e interactúan con los medidores industriales, principalmente bajo condiciones de interdependencia tecnológica”, señala el estudio. Entre los datos que presentan los autores, destacan que en 2017 “los desembarques nacionales totales alcanzaron 58.720 toneladas, de las cuales 13.742 toneladas fueron producidas por 518 embarcaciones artesanales y 48.912 toneladas fueron producidas por 52 embarcaciones industriales”.

Antes de seguir, veamos un poco las diferencias entre pesca artesanal y pesca industrial. Marín explica que en Uruguay la diferencia entre una y otra se establece por el tamaño de las embarcaciones: “Las menores de diez toneladas son artesanales, y las mayores de diez toneladas, industriales”. En esa separación técnica, se dejan de lado otras particularidades de cada uno de los tipos de pesca, como las zonas, la organización, modalidades y equipos de trabajo.

“La pesca artesanal tiene un predominio de trabajo manual, tiene otra estructura socioeconómica, y más que nada se dedica a pescar en la franja costera al oeste de Montevideo y en La Paloma”, dice Marín. En el documento los investigadores señalan que “los registros del número de embarcaciones y la captura se subestimaron históricamente hasta la década de 2000, cuando se implementó un esquema de censo y zonificación. Esos cambios mostraron desembarques crecientes de 6.488 toneladas en 2012 a 13.742 en 2017 (de 8% a 22% de los desembarques nacionales)”.

La pesca industrial “es todo lo demás”, plantea Martín, y continúa: “También es tremendamente diverso. Hay barcos desde 15 hasta 60 metros”. “La pesca industrial tiene otra capacidad. Si el barco sale más lejos puede explorar otros recursos, y además usan otras artes”, resume.

Métiers

A pesar de sus diferencias, tanto los pescadores artesanales como los industriales comparten algunos preceptos básicos de la pesca. Por ejemplo, en la definición de estrategias para la captura de las especies. “Los métodos y unidades de pesca están diseñados y construidos en función de las especies objetivo, su comportamiento y el área de operación”, sostiene Marín. Si la especie vive en cardúmenes se usa una “red de enmalle o de cerco, mientras que si los peces habitan en cuevas, se pescan cuando comen atrayéndolos con anzuelo u otra estrategia”, explica el investigador. Así se configuran diferentes artes y modalidades que identifican un tipo de pesca.

Zonas más usadas por la pesca artesanal.

Zonas más usadas por la pesca artesanal.

Para identificar y ubicar geográficamente esas actividades, Marín y sus colegas utilizaron el concepto de “métier”, que proviene del francés y que significa “oficio”. Un métier es “un grupo de operaciones de pesca dirigidas a una especie similar, utilizando artes similares, durante el mismo período del año o dentro de la misma área, y que se caracterizan por un patrón de explotación similar”, define la Comisión Europea y citan los autores en el documento. El investigador explica que el concepto es más preciso que el término “pesquería”, que pone en la misma bolsa las actividades artesanales e industriales. “El concepto de métier nos vino bien para identificar distintas actividades, para diferenciar bien una de otra”, agrega el biólogo.

Los investigadores identificaron 60 métiers en el período de estudio, 25 artesanales y 35 industriales con “duración variable” (desde menos de un año a un ritmo de operación ininterrumpida) y “extensión geográfica”, plantean en el documento. En el proceso, cuenta Marín, observaron que “muchos de esos oficios habían desaparecido” por diferentes razones: algunos se “dejaron de usar” y otros se “prohibieron”. En este aspecto también influyó la falta de mercados o la disminución de los rendimientos.

A modo de ejemplo, Marín comenta que en Solymar “había una actividad que era la pesca de pescadilla de red con una red de arrastre de playa. Ese oficio se perdió porque capturaba mucha corvina chica y generaba problemas”. Otro caso es el de la pesca de tiburón con anzuelo en Punta del Diablo, que en ese caso se abandonó porque se “pescaban hembras de tiburón trompa de cristal, especie que fue sobreexplotada”. Como estas, otras actividades desaparecieron, pero también aparecieron nuevas y otras se mantuvieron adaptándose a las condiciones de cada momento.

“La diversidad de métiers se reflejó en el uso espacial diferencial, con algunas áreas utilizadas más intensamente que otras. Las áreas utilizadas variaron con el tiempo, tanto por la evolución económica y tecnológica como por los cambios en el registro de la cobertura espacial”, explican los autores en la investigación.

Los artesanos

Los oficios artesanales fueron los más antiguos ‒nueve del total presentaron antecedentes de actividad “anteriores a 1960” ‒ y a su vez fueron los de “mayor continuidad”, escriben los investigadores. La mayoría de los métiers de este tipo (18) fueron ubicados a lo largo de la costa del Río de la Plata, principalmente en Montevideo y La Paloma. De esa cantidad, sólo permanecen activos cinco, que los autores consideran “los más importantes” y se centran en la captura de corvina blanca (Micropogonias furnieri) con redes de enmalle y palangre, brótola (Urophycis brasiliensis) con palangre; y sábalo (Prochilodus lineatus), tiburón gatuso (Mustelus schmitti) y pescadilla de red (Macrodon atricauda) con redes de enmalle.

El resto de los métiers se localizó “con mayor dispersión” hacia el océano Atlántico, donde también cinco permanecen operativos. En este caso hay dos métiers litorales, uno de ellos se dedica a la pesca de mejillón azul (Mytilus edulis platensis) y el otro a la captura de almeja amarilla (Mesodesma mactroides). Otros se dedican a la pesca de tiburón (Carcharias taurus), gatuso (Mustelus schmitti) y camarones rojos argentinos (Pleoticus mulleri). “Las unidades de pesca fueron heterogéneas, desde la recolección manual de almejas y mejillones hasta embarcaciones en el límite superior del segmento de diez toneladas (por ejemplo, el caso de métier de tiburón utilizando palangre desde el puerto de La Paloma)”, comentan los autores. Además de los diez métiers que mantienen en funcionamiento, cuatro operaron esporádicamente pero al respecto sólo se encontró “información fragmentaria”, tres están inactivos y cuatro están cerrados.

En el caso de los oficios artesanales los investigadores también encontraron casos que “operaban a una escala muy pequeña” y “tenían sistemas de datos deficientes”, por lo que no pudieron ser localizados. De todas formas, reconocen que “son parte de una economía informal de importancia local”.

Los industriales

“La pesca industrial comenzó a establecerse a principios del siglo XX con la captura de corvina blanca utilizando redes de arrastre de fondo”, plantean los investigadores. En relación a la corvina, los investigadores identificaron dos métiers operativos bajo diferentes modalidades. A estos se suman otros seis oficios activos, en un total de 35 oficios, que fueron apareciendo “con la expansión del área de operación” y se identificaron especies de “interés comercial”, explican los autores en el texto. Por ejemplo, se comenzó la captura de merluza “utilizando redes de arrastre de fondo en la plataforma”, rouget (Helicolenus dactylopterus) con redes de arrastre, merluza negra (Dissostichus eleginoides) con trampas y palangre, cangrejo rojo (Chaceon notialis) con trampa y mero cherna (Polyprion americanus) con palangre.

Zonas más usadas por la pesca industrial.

Zonas más usadas por la pesca industrial.

Entre las actividades industriales, el área más utilizada fue el talud continental frente al Río de la Plata, “el sector sur de ZCPAU” y “un área más pequeña en el norte de la ZEE uruguaya”. La mayoría de los métiers industriales hoy están inactivos. La cantidad de oficios que fueron abandonados alcanza 18 grupos. Entre ellos está la pesca de atún (Thunnus sp.) y de calamar (Illex argentinus).

Actividades superpuestas

En la construcción del mapa de las zonas pesqueras más intensas, los investigadores encontraron puntos donde se desarrollan diversas actividades económicas y se producen conflictos de interés. “Encontramos que muchas zonas importantes para la pesca también son zonas de tránsito. Es difícil la convivencia de algunas actividades”, sostiene Marín, y cuenta que a medida que fueron incorporándose actividades en torno al Río de la Plata y el océano Atlántico “empiezan las interferencias, porque se empiezan a superponer en el mismo espacio”. Por ejemplo, sostiene el investigador, “las prospecciones de petróleo se hacen en zonas donde se hacían algunos tipos de pesca, los cables submarinos se tienden en zonas de pesca, generando restricciones, las zonas de fondeo de los barcos que esperan para cargar soja y cereales en Argentina también ocupan zonas de pesca”.

Marín adelantó a la diaria que el equipo de investigadores trabaja en un nuevo estudio, específicamente sobre las zonas de conflicto. El objetivo es “ver cuáles son los conflictos y problemas entre las distintas actividades” y “cuáles son las zonas que se deberían conservar y por qué”. En todo eso la pesca es un aspecto, pero hay varios otros a considerar. En algunas zonas los autores identificaron más de “20 actividades diferentes, y muchas de esas interfieren una con otra”.

La recorrida histórica de los investigadores sin duda aporta un cúmulo de conocimiento a disposición de los tomadores de decisiones para la planificación estratégica del espacio, para preservar las zonas importantes para la pesca y evitar los conflictos entre actividades económicas. A su vez pone la sobre la mesa la necesidad de “adaptar y mejorar los sistemas de gestión y gobernanza para promover la resiliencia y la sostenibilidad” ante los impactos ambientales.

Artículo: “Historical expansion and diversification of Uruguayan fisheries in the Río de la Plata and the Atlantic Ocean: The concept of ‘métier’ and the identification of high-intensity fishing areas”.
Publicación: Ocean and Coastal Management 184 (2020).
Autores: Yamandú Marín, Sebastián Horta, Julio Chocca, Omar Defeo.