El alto consumo de alcohol se ha asociado con diferentes tipos de enfermedades: cáncer, cirrosis hepática, hipertensión, arritmias, accidente cerebrovascular hemorrágico, miocardiopatía alcohólica y otras afecciones. En 2016 el Instituto de Medición y Evaluación de la Salud estimó, a partir de un estudio global, que 335.000 muertes en el mundo fueron causadas por cirrosis y otras enfermedades hepáticas crónicas debido al consumo de alcohol. Sin embargo, se ha sugerido una asociación potencialmente beneficiosa entre el consumo moderado de alcohol y la salud cardiovascular. Según datos de 2016, más de la mitad de la mortalidad es atribuible a enfermedades cardiovasculares, lo que significa más de diez millones de muertes en el mundo.

Con este prontuario, es más que relevante describir la epidemiología de los patrones de consumo de alcohol y su asociación con los diferentes estratos de riesgo cardiovascular. Justamente eso se propuso un grupo de investigadores coordinados por el Centro de Excelencia en Salud Cardiovascular para América del Sur (CESCAS) sobre la población de cuatro ciudades medianas de Uruguay, Argentina y Chile. El estudio continúa en marcha, pero esta publicación corresponde a una parte de los hallazgos de los investigadores, cuyo objetivo fue estudiar “las asociaciones entre diabetes, hipertensión, dislipidemia, riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV) y antecedentes de ECV y patrones de consumo de alcohol”, apuntan los autores en el documento.

En este equipo, que hizo un estudio de cohorte de 7.524 adultos de 34 a 75 años, participa la investigadora Jacqueline Ponzo, del Departamento de Medicina Familiar y Comunitaria de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República y presidenta de la Confederación Iberoamericana de Medicina Familiar.

La investigación se enmarca en un objetivo más amplio, contó Ponzo. Allá por 2008, el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos abrió un llamado para llevar a cabo investigaciones sobre enfermedades crónicas no transmisibles en ciudades medianas o pequeñas del hemisferio sur, porque hasta ese momento el conocimiento producido en estos países era muy escaso. “En ese entonces fue cuando las enfermedades no transmisibles pasaron a ser la primera causa de muerte en el mundo, cuando antes habían sido las enfermedades transmisibles”, sostuvo Ponzo. Si bien los avances tecnológicos como la electricidad, la potabilización del agua y las vacunas contribuyeron progresivamente al control de enfermedades infecciosas o parasitarias, al mismo tiempo “la progresiva acumulación de problemas como la diabetes, la obesidad y el tabaquismo, y el aumento de la expectativa de vida de la población, han contribuido al aumento de las enfermedades cardiovasculares, respiratorias y cáncer, lo que llevó finalmente a colocar a estos problemas como primera causa de muerte”, explicó Ponzo.

Así, la investigación tiene una aspiración mayor: “Lo que busca principalmente el estudio longitudinal epidemiológico es conocer la aparición de la enfermedad y relacionarla con ciertos factores de riesgo. Si en el punto de partida de un estudio de seguimiento tenemos identificada la situación de las personas según la presencia o no de ciertos factores de riesgo, luego, a medida que vamos identificando la aparición de la enfermedad, es más adecuado relacionar si apareció en mayor medida en los que tenían cierto factor de riesgo, o no”, manifestó Ponzo. La investigación se llevó adelante en diferentes ciudades medianas o pequeñas: Barros Blancos, Pando y Colonia Nicolich (tomados como una única urbanización) en Uruguay; Temuco en Chile; San Carlos de Bariloche y Marcos Paz en Argentina. Los autores del trabajo explicaron que las ciudades fueron seleccionadas “en función de las características de la población que reflejan los promedios de los países”.

Ponzo lideró el equipo de investigación en Uruguay, donde la muestra consistió en 1.584 adultos de ambos sexos. La médica cuenta que muchas otras ciudades del país tenían las condiciones para haber sido parte del estudio, pero las circunstancias hicieron que la propuesta de Uruguay fuese este enclave urbano. El comienzo del estudio coincidió con la instalación de una sede de la Facultad de Medicina, en particular del Departamento de Medicina Familiar y Comunitaria, en el Centro Cívico Salvador Allende, que se inauguró en Barros Blancos en julio de 2008. Paralelamente, abrió la Unidad Docente Asistencial Canelones al Este, proyecto también encabezado por Ponzo. Radicar la investigación en esta población permitiría potenciar recursos: contar con un espacio físico para uso académico en el territorio de la investigación, disponer de un equipo docente estable de referencia para la población participante y para el proyecto en su conjunto, así como asegurar permanencia y continuidad de esas condiciones, comentó la médica. Estas apreciaciones conducen a algo importante: los datos obtenidos no se pueden extrapolar porque la población estudiada no constituye una muestra representativa del país.

En cada ciudad, los investigadores recabaron los datos de población mediante visitas a los hogares de los participantes. Durante estas visitas se completaron cuestionarios sobre las características sociales, económicas y demográficas, antecedentes médicos y hábitos de vida. Durante el examen clínico se tomaron muestras de sangre para análisis de laboratorio, así como la evaluación antropométrica (peso, altura, presión arterial, perímetro de cintura). “Eso nos permitió conocer en forma muy certera las características y la presencia de los factores de riesgo en esa población”, sostuvo Ponzo.

Consumo de alcohol

Los autores clasificaron a los participantes según los niveles de consumo en cuatro grupos: nunca bebedor o ex bebedor (dejó de beber hace un año o más); moderado (hasta siete bebidas por semana para mujeres y hasta 14 bebidas por semana para hombres); bebedor en exceso (ocho bebidas o más por semana para mujeres y 15 o más por semana para hombres); bebedor compulsivo (cualquier persona que informó cuatro bebidas para mujeres y cinco bebidas para hombres, en menos de dos horas, más de una vez al mes).

Según el volumen “promedio por día” de consumo de alcohol, aplicaron otra clasificación: abstemios (nunca y ex bebedores); bebedor I (mujeres, 0 a 19,99 g de alcohol puro; hombres, 0 a 39,99 g de alcohol puro); bebedor II (mujeres, 20 a 39,99 g de alcohol puro; hombres, 40 a 59,99 g de alcohol puro); bebedor III (mujeres, más de 40 g de alcohol puro; hombres, más 60 g de alcohol puro). En los resultados del estudio, los investigadores plantean que “la mayoría (42,6%) de la población actual de bebedores” es de tipo I.

En la investigación los autores sostienen que 37% de la población estudiada “nunca bebió” y 18% informó que no estaba bebiendo actualmente. Entre quienes sí consumían alcohol, el patrón de consumo más frecuente fue el consumo moderado (24%) y le siguió el consumo ligero (12%), los atracones alcanzaron 5,6% y los episodios de consumo excesivo 2,9%. En la discriminación de patrones de consumo por sexo, los investigadores encontraron que los hombres presentaron en mayor medida un consumo moderado, en tanto las mujeres manifestaron en mayor medida no haber bebido. “Entre los hombres, la prevalencia del consumo excesivo de alcohol fue de 3,9% y la prevalencia del consumo moderado de 33,5%. Estas prevalencias fueron más bajas en las mujeres, 2% y 16%, respectivamente”, apunta la investigación.

La bebida más consumida fue el vino (51,7%), seguido por la cerveza (34,7%) y, en tercer lugar, los licores (19,7%). “La prevalencia del consumo de vino fue mayor en los grupos de mayor edad, mientras que el consumo de cerveza se informó con mayor frecuencia en los de menor edad”, sostienen los autores.

Alcohol y enfermedades cardiovasculares

La relación entre el alcohol y las enfermedades cardiovasculares no es sencilla de describir y es un vínculo mediado por diversos mecanismos fisiopatológicos. Tampoco “es sencillo establecer relaciones causales del punto de vista epidemiológico si analizamos datos en un corte transversal, como es el caso de este trabajo, que analiza los datos basales de la cohorte del estudio, al inicio de la investigación”, dice Ponzo; ¿qué fue primero: el huevo o la gallina? De todas formas, los investigadores presentan algunos resultados interesantes.

En el estudio encontraron que en el caso de las mujeres los patrones de bajo y moderado consumo se asociaron con un menor riesgo cardiovascular (20% menos que las mujeres que nunca bebieron) y menos antecedentes de enfermedad cardiovascular (50% menos de probabilidad de que las mujeres no bebedoras). En ese sentido, los autores señalan que podría existir una “asociación aparentemente protectora” entre consumo de alcohol ligero y moderado y enfermedades cardiovasculares en el caso de las mujeres. Para los hombres, en cambio, no se encontró esa asociación, aunque los autores sostienen que en la bibliografía disponible sobre el tema se ha descrito un menor riesgo de resultados cardiovasculares adversos y un consumo moderado de alcohol también para el sexo masculino. Pero lo que los investigadores sí encontraron fue que el consumo de alcohol excesivo se asoció “significativamente” con un mayor riesgo cardiovascular, así como el consumo moderado o superior se asoció con el diagnóstico de hipertensión arterial.

Ponzo advirtió que hay que tener cautela respecto de los resultados. “Este estudio lo que hace es analizar los datos en el momento de la primera foto”, dijo y agregó: “Nos muestra esta asociación cuando se toman los primeros datos, pero no nos alcanzan para concluir que esa asociación tenga un efecto de determinación en el riesgo y en la enfermedad”. No podemos sacar conclusiones contundentes, pero nos alerta y nos llama a estar atentos. “La conclusión fehaciente de eso la vamos a poder tener cuando analicemos ese dato a lo largo de los años”, agregó.

En esa asociación compleja que mencionamos antes, Ponzo señaló que existen otros aspectos asociados que pertenecen al orden biológico, que no podemos descartar. “Tal vez las personas que tienen un consumo moderado también tengan un manejo del estrés distinto del de las personas que no toman alcohol o del de las que toman en exceso”, comentó, o “tal vez las personas que tienen un consumo moderado de alcohol también tengan cierto comportamiento dietético que también resulte protector”. Por lo tanto, hay un conjunto de otras variables que pueden influir en esa “asociación aparentemente protectora”, como la llaman los autores, que no están contempladas en el estudio.

“Nosotros actualizamos los datos de los participantes para cada una de las variables cada vez que tomamos contacto para seguimiento (ya se han cumplido tres instancias luego del reclutamiento)”, dijo Ponzo y agregó: “Esa persona que tomaba una copa de vino con la cena todos los días y la sigue tomando después de seis años de seguimiento, ¿tiene menos enfermedad cardiovascular que los que no toman o que los que toman mucho? Eso lo vamos a poder decir con certeza después de 2021. Todavía el tiempo de seguimiento que tenemos es poco”. La médica repitió que los datos que se publicaron en este estudio son importantes para poner atención al desarrollo del comportamiento de esa asociación estadística a lo largo del tiempo y determinar si es causal.

Otros resultados

En la población en general, según los datos que recolectaron los investigadores, 29,7% informó ser fumador activo de cigarrillos, 40,8% tenía hipertensión, 12,4% tenía diabetes, 24,4% tenía hipercolesterolemia, 77% tenía sobrepeso u obesidad y 10% reportó antecedentes de ECV. Por otro lado, los fumadores de ambos sexos mostraron tasas más altas de consumo moderado y excesivo de alcohol que los que nunca fumaron.

En el caso de las mujeres los patrones de consumo moderado y ligero fueron más altos entre las hipertensas que entre las no hipertensas. Entre los hombres, el consumo excesivo de alcohol fue más frecuente entre las personas con hipertensión.

Uruguayos en primeros lugares

En relación con la muestra de población uruguaya que participó en el estudio, Ponzo comentó algunas particularidades respecto de las poblaciones de las ciudades restantes. La población de Barros Blancos, Pando y Colonia Nicolich presentó los valores más altos de diabetes (12,8%), Temuco (12,1%), Marcos Paz (11,2%) y Bariloche (7,8%). En hipercolesterolemia, también los uruguayos nos quedamos con el primer lugar, con 21,9%, y Bariloche volvió a quedar en el puesto más bajo, con 13,7%. En obesidad, que no incluye sobrepeso, “estamos todos mal”, dijo Ponzo. Por lo menos, en ese índice no somos los ganadores, aunque el porcentaje no sea alentador para ninguna localidad. Marcos Paz ocupa el primer lugar, con 44,3%, y en Barrios Blancos la obesidad alcanza 36,8%. La hipertensión tiene una prevalencia muy alta en todas las ciudades de los distintos países. “Los dos más altos somos nosotros, con 44,6%, y Bariloche, con 45,3%”, dijo. “Este valor es para la población de 35 a 74 años, pero si tomamos el estrato de mayor edad, de 65 a 74 años, la prevalencia sube a 74%, es decir, que tres de cada cuatro personas de ese grupo de edad son hipertensas”, agregó Ponzo.

“Una cosa muy importante del estudio es que todos los factores de riesgo, a excepción de la hipercolesterolemia, tienen un gradiente de prevalencia en relación con el estrato socioeconómico”, dijo Ponzo. La médica explicó que cuanto más desfavorecida es la situación socioeconómica, peores son los valores de los indicadores y más factores de riesgo hay. “Antes se creía que las enfermedades transmisibles eran las enfermedades de los pobres y las no transmisibles eran las de los ricos. Pero, claramente, lo que ha pasado es que los países desarrollados exportaron su patrón de consumo a nuestros países y ese patrón de consumo es el que ha instalado la alta prevalencia de enfermedades no transmisibles en Uruguay”, sostuvo. “Una vez instaladas las enfermedades no transmisibles, se comportan como ya se ha visto con la mayoría de las enfermedades: afectan más a las personas menos favorecidas económicamente”, afirmó.

Artículo: “Association between drinking patterns and cardiovascular risk: a population-based study in the Southern Cone of Latin America”.
Publicación: Journal of Public Health (03/2020).
Autores: Pablo Elías Gulayin, Vilma Irazola, Laura Gutiérrez, Natalia Elorriaga, Fernando Lanas, Nora Mores, Jacqueline Ponzo, Matías Calandrelli, Rosana Poggio, Adolfo Rubinstein, Ariel Bardach.