Una investigación llevada a cabo en más de 400 jugadores juveniles de Inglaterra, España, Brasil y Uruguay demuestra que más de la mitad de las lesiones se producen sin contacto con rivales o compañeros, y alerta que se dan más en los sub 14 y sub 16.
Antes que nada, esta es una nota de divulgación científica. Espero que queden lejos las chanzas, celos y resquemores que pudieran suscitarse porque en la investigación del artículo publicado en la revista Physical Therapy in Sport participó el Club Atlético Peñarol y no su tradicional rival. Tampoco es la intención que se utilice a los otros equipos deportivos que formaron parte del trabajo –el Athletic de Bilbao, el Flamengo de Río de Janeiro, y los ingleses Liverpool, Bristol City y Crewe Alexandra Football Club– para alabar o desprestigiar al equipo aurinegro. Ni es la idea dar pie a humoradas sobre la frecuencia de las lesiones del carbonero. Uno entiende que pueda haber cierto hastío hacia la falsa objetividad de mucha prensa fubtolística, pero aquí vamos a hablar sin más pasión que la de las ganas de conocer. Aclarado el punto, prosigamos.
Uno podría pensar que el principal rival de un futbolista es el contrincante que tiene enfrente. O el juez. O el suplente que quiere quedarse con su puesto. O un directivo al que no le cae en gracia. O las presiones a las que lo somete la hinchada. O el arquero que le cierra el arco. Pero no, el principal enemigo puede ser su propio cuerpo. Las lesiones, frecuentes en la competencia profesional, pueden hacer que la estrella más notoria del equipo vea una final desde el banco, que se quede meses sin jugar o que, como ya sabemos bien, no pueda estar para defender a su equipo o selección en una instancia definitoria. Y las lesiones en el fútbol profesional son tan frecuentes que son materia de estudio.
Una investigación liderada por Elliot Hall, de la Escuela de Ciencias del Deporte y del Ejercicio de la Universidad de John Moores de Liverpool y del Instituto de Deportes, Ejercicio y Salud del Colegio Universitario de Londres, ambos en Inglaterra, se propuso estudiar las lesiones en jugadores profesionales juveniles. Para ello recurrió a datos suministrados por ocho clubes de cuatro potencias del fútbol mundial: Inglaterra, España, Brasil y Uruguay. Participando por Uruguay, entre los autores está Edgardo Rienzi, integrante de la sanidad del Club Atlético Peñarol, quien a su vez invitó a participar a las formativas de Defensor Sporting, para lo que contó con la colaboración de Gustavo Huerta, médico de la institución.
Lesiones bajo la lupa
El objetivo de la investigación, dicen los autores, fue muy concreto: “identificar los tipos y ubicaciones de las lesiones más comunes en jugadores de fútbol juvenil masculino de alto nivel”. ¿Por qué hacerlo? Por la sencilla razón de que conocer más sobre las lesiones de los jugadores es la mejor forma de prevenirlas. Afirman que “una auditoría de lesiones constituye el paso principal de cualquier proceso de prevención, identificando qué lesiones ocurren, con qué frecuencia y cuál es el alcance de su impacto en un jugador o equipo”, y que “sólo después de este paso se puede considerar el diseño y la implementación de estrategias reveladoras en un intento de reducir las lesiones”. Y es que, como dicen, las lesiones tienen un gran impacto en la disponibilidad de un jugador (y aquí es cuando reiteramos que la idea de esta nota nada tiene que ver con hacer chistes sobre jugadores que se pasan más tiempo lesionados que en la cancha).
Dado que “la disponibilidad del jugador está estrechamente relacionada con el éxito del equipo”, los autores entienden que “la reducción de lesiones es importante para numerosas partes interesadas dentro del deporte”. Por tanto, en su investigación se propusieron “auditar las lesiones sufridas por jugadores juveniles de alto nivel en el transcurso de una temporada competitiva”. Los autores suponían que podían existir “diferentes estilos de entrenamiento y juego entre países y continentes, lo que puede influir en el tipo y la frecuencia de las lesiones sufridas”, por lo que buscaron “investigar por primera vez si existían diferencias entre los jugadores juveniles de alto nivel de cuatro naciones diferentes con respecto a los tipos de lesiones más comunes sufridos en una sola temporada de fútbol”.
Contaron con la participación de 624 jugadores juveniles de alto nivel desde los nueve a los 23 años, de academias de Inglaterra, España, Uruguay y Brasil. En la auditoría tomaron en cuenta el “tipo de lesión, ubicación y gravedad” durante una temporada, por jugador y por equipo” y llevaron el registro “durante las temporadas 2011-2012 y 2017-2018”, y aclaran que “el número de temporadas por club dentro de este período varió de uno a siete, incluyendo en la auditoría de lesiones a sólo una temporada por jugador”. De esta forma, en el análisis entraron los datos de lesiones de “223 jugadores de la temporada 2014-2015 (dos clubes), 17 jugadores de la temporada 2016-2017 (un club) y 384 jugadores de la temporada 2017-2018 (cinco clubes)”. Para el análisis “la gravedad de la lesión se comparó entre los grupos de edad, mientras que el tipo de lesión y la ubicación se compararon entre naciones”.
Las lesiones de los jugadores fueron registradas y diagnosticadas por el personal médico de cada club, de acuerdo con pautas que les fueron enviadas, y se preservó el anonimato. Se tomó en cuenta como lesión sin contacto aquellas en las que no hubo “un incidente claro que involucrara contacto con otro jugador, la pelota u otro objeto”. A su vez, la tasa de lesiones se calculó “dividiendo el número de lesiones por el número de jugadores participantes.
¡Fau sin pelota! ¡Y sin contacto!
La investigación, considerada un “estudio prospectivo de vigilancia de cohorte” arrojó datos interesantes.
En primer lugar, llama la atención la calidad de las lesiones: “se registraron 443 lesiones en entrenamiento o partido” lo que arroja una tasa de lesiones de 0,71 por jugador” durante la temporada, al tiempo que de los 624 futbolistas, “252 jugadores de la cohorte sufrieron al menos una lesión.
Por otro lado, la mayoría de las lesiones no fue ocasionada por la rudeza del rival sino por el propio jugador: “las lesiones sin contacto fueron más comunes (58,5%)”, dice el trabajo, al tiempo que señala que “la mayoría (75,4%) ocurrieron en las extremidades inferiores, con el músculo (29,6%) como el tejido lesionado más común”. Otro dato interesante a tener en cuenta: no sólo la mayoría de las lesiones no se produjeron por contacto, sino que además 54,4% ocurrieron en entrenamientos y no durante partidos (40,9%).
Sobre el tiempo de recuperación, señalan que la mayoría de las lesiones sin contacto se resolvieron en un lapso de entre ocho y 28 días. También puntualizan que “se perdió un total de 12.143 días por lesión, con un promedio de 28 días de ausencia por lesión individual”. Respecto del origen, el artículo comunica que 46,3% de las lesiones fueron por traumas y 26,6% por “uso excesivo”. Reportan también que las lesiones moderadas, que implicaron recuperaciones de entre ocho y 28 días, fueron las que más se dieron (44,2%), seguidas por las graves, con más de 28 días de recuperación (28,7%), las leves, con cuatro a siete días (18,3%) y, por último, las mínimas, que se solucionaron en un máximo de tres días y representaron apenas 8,1%.
Vayamos por partes
El trabajo señala, como ya han demostrado investigaciones anteriores, que la mayoría de las lesiones (75,3%) fueron “en las extremidades inferiores”. Los lugares favoritos para que el cuerpo se haga escuchar fueron “muslos, rodillas, tobillos y lumbares/sacro/pelvis”.
En cuanto a cuáles fueron las lesiones más registradas, señalan en los primeros lugares a la “tensión/rotura/calambres musculares y la lesión por esguince/de ligamento”. También encontraron que gran parte de las lesiones (54%) comprometió “tejidos blandos”, en los que “la ruptura muscular/distensión/desgarro/calambres” fue la categoría más común (54,8%), seguida por los esguinces/ligamento (37,7%) y la lesión/ruptura/tendinosis/o bursitis del tendón (7,5%).
A la hora de analizar las lesiones musculares, registraron 131 que implicaron ruptura, tensión, desgarro o calambres. La zona más proclive a resentirse fue el muslo, donde se produjo 59,5% de los casos de lesión muscular. A su vez, las isquiotibiales representaron “38,9% de las lesiones musculares y 11,5% de todas las lesiones”. Las lesiones musculares provocaron “2.285 días de ausencia y un promedio de 17 (rango 1-91) días perdidos por lesión”. De las musculares, “sólo 17,6% requirió más de cuatro semanas antes de volver a jugar”, dato que vale la pena recordar la próxima vez que uno de nuestros jugadores favoritos se lesione.
También se registraron 90 casos de esguinces y problemas de ligamentos durante la temporada, totalizando “3.251 días y un promedio de 36 días perdidos por lesión”. En cuanto a en qué momento de la temporada se produjeron más lesiones, para Uruguay se señala que “el mes 6 (julio) tuvo la mayor tasa de lesiones, con los meses 2 (marzo) y 10 (noviembre) en segundo lugar”. El trabajo no encontró diferencias significativas entre tipo de lesiones y frecuencia entre los distintos países.
¿Debilidad juvenil?
Un dato llamativo que encontraron los investigadores fue que los equipos de jugadores de las categorías sub 14 y sub 16 “sufrieron mayor número de lesiones graves” en relación con los de 12, 19, 20, 23 y reservas. Por esta razón, los autores señalan que “la proporción de lesiones graves en sub 14 y sub 16 sugiere que el riesgo de lesión depende de la maduración”.
Al respecto, los autores señalan que “esto sugeriría que los jugadores cercanos a la edad de 14 y 16 años pierden más días por lesión que otros grupos de edad. Esto es particularmente interesante, ya que son las edades en que la maduración biológica ocurre típicamente en varones adolescentes, a menudo coincidiendo con incrementos en el volumen de entrenamiento”.
Sobre este punto, señalan que es necesaria más investigación “para determinar si existe una asociación entre la maduración biológica y la gravedad de la lesión”, en particular entre los grupos señalados. De confirmarse esto, sugieren los autores, “entrenar y competir de acuerdo con la edad biológica, no cronológica, puede ayudar a reducir el mayor porcentaje de lesiones graves en los grupos de edad sub 14 y sub 16”.
Investigador local
Edgardo Rienzi, médico deportólogo de Peñarol, no aparece como autor del artículo de casualidad. “Soy amigo de Barry Drust, asesor fisiológico del Liverpool de Inglaterra”, dice Rienzi. Drust es otro de los autores del trabajo y se conoce con Rienzi desde 1995. “Ese año hicimos acá un trabajo de investigación que planifiqué para determinar el perfil morfológico del futbolista sudamericano, aprovechando que se jugaba la Copa América en nuestro país”, recuerda. En aquel entonces les hicieron estudios antropométricos a 110 jugadores de los países participantes. “Para el trabajo invité a algunos investigadores y a un fisiólogo inglés, Thomas Reilly, que para mí era quien más sabía de fisiología aplicada al fútbol”. Reilly vino con un ayudante, que no era otro que Drust, vinculado a la Universidad John Moores, en Liverpool, que se conoce como “la Universidad del Fútbol”.
“Me comuniqué con Drust porque tenía ganas de participar en una investigación, y él me puso en contacto con Robert Erskine, el último autor de ese trabajo”, cuenta Rienzi, quien adelanta que el artículo es parte de una serie de trabajos en conjunto. “Peñarol me ayudó con esto y trajimos a Erskine y a un ayudante, hace ya cerca de cuatro años”, cuenta. Los investigadores estuvieron unos 15 días y para aprovechar su venida le pidieron a Rienzi para incluir a otro equipo. “Entonces invité al club Defensor a participar, ya que su médico jefe, Gustavo Huerta, es amigo”, señala.
Como principal aporte del trabajo Rienzi destaca lo referente a la edad en la que se producen las lesiones. “Vimos que hay muchas lesiones que parecen estar muy vinculadas con el proceso de maduración de los chicos. Una de las cosas que se está cuestionando actualmente es que cada vez se es más exigente con la preparación técnica de los chicos, y se empieza cada vez más precozmente a exigirlos físicamente”, explica. “A su vez, el organismo tiene un proceso de maduración que no podés modificar, y no necesariamente la edad biológica de los chicos es igual a su edad madurativa”, señala, indicando que serían necesarios estudios para determinar la edad madurativa de los juveniles.
“Siempre me encantó la investigación, pero Uruguay no es un lugar donde te puedas desarrollar exclusivamente en ese campo”, confiesa con cierto pesar. “Si bien es imposible hacer de la investigación tu actividad única, siempre trato de hacer investigación porque me gusta y me interesa”, dice. Incluso Reilly lo había invitado a irse a trabajar en la universidad en Liverpool, pero Rienzi declinó porque “ya tenía la vida encaminada acá”. Sin emabrgo la investigación le ha traído grandes alegrías no sólo por publicar trabajos, sino porque le ha permitido conocer mucha gente a la que que valora y respeta en su área. “Pude darme cuenta de que la gente que más sabe es la más humilde, sencilla y accesible”, comenta. Y puede darse por satisfecho: alcanzó con que lo llamara para que comentara el artículo publicado. Y seguramente vuelva a tener la misma buena disposición cuando, en poco tiempo, se publique otro artículo en el que, junto con otros investigadores, buscan determinar si hay alguna relación entre la genética y la ocurrencia de determinadas lesiones.
Uno escribe de ciencia y sabe poco de fútbol. Así que no me tomen en serio futbolísticamente, pero lo de Edgardo Rienzi amerita realmente decir que el médico deportólogo de Peñarol sí juega en primera.
Artículo: “An injury audit in high-level male youth soccer players from English, Spanish, Uruguayan and Brazilian academies”.
Publicación: Physical Therapy in Sport (2020).
Autores: Elliott Hall, Jon Larruskain, Susana Gil, José Lekue, Philipp Baumert, Edgardo Rienzi, Sacha Moreno, Marcio Tannure, Conall. Murtagh, Jack Ade, Paul Squires, Patrick Orme, Liam Anderson, Craig Whitworth-Turne, James Morton, Barry Drust, Alun Williams, Robert Erskine.