¿Cuándo y cómo nace la idea de empezar a desarrollar test serológicos?
La historia es así: la enfermedad se empieza a describir en diciembre, el 30 de diciembre sale el primer trabajo, en el que muestran que el causante es un coronavirus, y el 15 de enero investigadores en China secuencian su genoma completo. A partir del genoma, nosotros tenemos la información de cuáles son las proteínas que expresa ese virus en particular y qué secuencias tenían, algo que antes no conocíamos. Recién a partir de ahí conocimos, desde el punto de vista molecular, cómo estaba estructurado ese virus. Entonces en marzo, cuando empezó a trabajar este grupo multiinstitucional, con la Cátedra de Inmunología de la Facultad de Química, el Departamento de Inmunobiología de la Facultad de Medicina, grupos del Hospital de Clínicas, el grupo de Bioquímica Analítica y otros de la Facultad de Ciencias y varios del Institut Pasteur, conocido el genoma y sabiendo cuáles eran las proteínas importantes, salimos a diseñar construcciones para expresarlas.
Diseñar construcciones implica la producción de proteínas recombinantes, es decir, introducir los genes del virus que producen las proteínas deseadas, como la proteína spike, en organismos conocidos de laboratorio para que expresen en ese organismo esa misma proteína.
Para producir proteínas recombinantes lo que se necesita es tener la información, y a partir de ella diseñar las construcciones. Es algo que hacíamos frecuentemente con otros propósitos, y eso es parte de la ventaja, si se quiere, de tener capacidades ya instaladas, recursos humanos formados y equipamientos adecuados.
Y ustedes trabajaron rápidamente, antes incluso de que el virus llegara oficialmente a nuestro país.
Sí, ya en la semana del 13 de marzo se estaban diseñando las construcciones, con un aporte grande de la gente que trabaja en bioinformática, que analizó las secuencias del genoma seleccionando qué partes sintetizar. A fines de marzo ya se enviaron a sintetizar unas 15 construcciones al extranjero. La proteína spike fue una, ya que es una proteína muy importante porque es la que se une al receptor de las células del huésped, es como la llave que abre la puerta para entrar a la célula. Otra proteína importante es la del núcleo cápside, y a su vez se exploraron diferentes sistemas de expresión, es decir, distintos organismos que expresaran las proteínas recombinantes.
Leí que exploraron la expresión en bacterias, células de mamífero, de insectos y de parásitos como Leishmania.
¿Por qué salimos así, en forma de abanico? Porque la expresión de las proteínas recombinantes tiene ciertas características que no conocemos del todo y que se relacionan con el éxito final. A veces funciona y a veces no. El proceso de producción lo conocemos, sabemos qué es lo que tenemos que hacer, pero hay veces que hay proteínas que en determinadas células, por ejemplo, son tóxicas, por lo que terminan matando a la célula que queremos que la exprese. O a veces la proteína empieza a expresarse pero no queda soluble, se precipita en una especie de coágulo que tampoco nos sirve. Y eso no lo podemos predecir con mucha certeza. Por eso apostamos a varios números.
Como timberos calculadores, fueron recompensados.
Tenemos varias construcciones que están funcionando muy bien, como la expresión de la proteína RBD en mamíferos. En eso también tuvimos la cooperación internacional de algunos laboratorios que empezaron a intercambiar plásmidos y tecnología.
¿Qué diferencias tiene el test serológico desarrollado aquí con otros desarrollados en otras partes?
A nivel de la estrategia global, nuestro test no es una cuestión de híperinnovación. Esto es lo que nosotros llamamos “innovación abierta”, en el sentido de que es una innovación que está más centrada en resolver un problema, que en este caso tenía un país, utilizando conocimientos relativamente maduros. Si bien las proteínas del virus no las conocíamos, porque eran nuevas, sí conocíamos bastante bien el resto de la tecnología para hacer estos test. Tiene algunas diferencias, sí, pero son cosas chicas, como los sistemas de expresión, pero desde el punto de vista conceptual fuimos hacia lo que más o menos están haciendo el resto de los países.
Pese a no ser esa “súper innovación”, el desarrollo local tiene muchas ventajas.
Sí. La principal ventaja es que nosotros somos dueños de esta tecnología, nos apropiamos de la tecnología en todos sus componentes, porque producimos la proteína, armamos el test diagnóstico y tenemos los sueros en el país como para hacer la validación. Entonces para nosotros es una tecnología abierta, no sólo la podemos modificar en caso de que sea necesario. Es como la diferencia entre un software cerrado y un software abierto: esto lo tenemos abierto para modificar, y también para eventualmente pasar a otros formatos.
Trabajaron en colaboración con la comunidad internacional, y a su vez a nivel local, colaborando en distintas instituciones del sistema científico. Todas esas redes, que se construyen con el tiempo, ¿son un activo importante para llegar a tener estos test en un período tan breve?
Es un sistema científico que se formó durante mucho tiempo, en forma no siempre visible, gracias a los programas de posgrado, como los del Pedeciba [Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas] y otros, que apoyaron fuertemente la formación de maestrías y doctorados, lo que es el gran sistema de formación de científicos. También ayudó la existencia de un programa central a nivel de la investigación científica en Uruguay, que es el programa de Dedicación Total de la Universidad de la República. Si yo tuviera que decir cuál es el programa más importante, diría casi seguro que es el de Dedicación Total, porque es ahí donde se financian mayoritariamente los salarios de los científicos de Uruguay. También en esa construcción del sistema contribuyó la ANII [Agencia Nacional de Investigación e Innovación], con su capacidad financiadora. En estos proyectos en particular y en esta situación específica se necesitaban respuestas rápidas.
Hoy esa respuesta rápida es una realidad.
En este proceso hay como tres etapas. La inicial es una etapa autogestionada, donde cada grupo de investigación puso lo que tenía. En esa etapa todos los grupos arrancaron con la financiación que tenía cada laboratorio, pequeños fondos o reservas de dinero para reactivos. Pusimos todo arriba de la mesa, porque no podíamos esperar a que se hicieran llamados a proyectos. Luego salió el desafío de la ANII con fecha de entrega en julio, que concluye entregando kits para 50.000 determinaciones ELISA para el Ministerio de Salud Pública mediante el consorcio Udelar, Institut Pasteur y la empresa ATGen. En paralelo, porque uno lo cuenta como secuencial, pero fueron todas cosas que se dieron en simultáneo, el instituto en 2011 había generado un proyecto financiado por el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur [Focem] en biomedicina. Ese proyecto estaba finalizando y entonces, cuando aparece la pandemia, se decide desde el Focem dirigir un fondo extra a los test serológicos, con lo cual se financiará la producción de 200.000 determinaciones para Uruguay, 100.000 para Argentina y 80.000 para Paraguay. Lo que fue un proyecto de investigación y desarrollo inicial adquiere entonces un rol importante en lo que es el manejo de la epidemia a nivel nacional y un apoyo para lo que se está haciendo en Argentina y Paraguay.