Si algo ha quedado claro con la llegada del coronavirus es que la salud humana y la salud animal están interconectadas, y en esa relación también incide la salud del ambiente. Por avanzar sobre las selvas habitadas por los murciélagos herradura de China, por andar cazando y comiendo fauna silvestre, hoy andamos todos usando tapabocas, manteniendo distancia de la gente que queremos, perdiendo trabajos y con nuestras vidas afectadas de diversas maneras. La salud es una sola, en un mundo empeñado en homogeneizar todo. Uno lo duda, pero tal vez esto del distanciamiento físico nos ayude a entender que debería haber también cierto distanciamiento antrópico si no queremos desatar pandemias originadas en patógenos animales cada vez con más frecuencia.

Obviamente sabemos más de los patógenos que afectan a nuestras vacas, cerdos, caballos, ovejas, gallinas, perros y gatos que de los que circulan entre carpinchos, ciervos guazubirá, mulitas, caranchos y zorros. A unos les pedimos que hagan crecer nuestro producto interno bruto o que nos hagan compañía, mientras que a los otros apenas los vemos. El asunto es que varios patógenos de nuestros animales domesticados son como el coronavirus: así como este último no te pregunta si creés que las cuarentenas son útiles o no para instalarse en tu cuerpo, los primeros tampoco preguntan si sos perro o zorro. Si ven que pueden multiplicarse en vos, los virus no se andan con esos detallecitos.

Por eso la reciente publicación del artículo “Viroma del zorro de monte (Cerdocyon thous) y del zorro gris (Lycalopex gymnocercus) del sur de Brasil y Uruguay” viene como anillo al dedo en tiempos de coronavirus. Cualquiera que piense que es fácil echarles la culpa a los chinos y sus mercados húmedos tal vez deba pensar un rato cuánto sabemos sobre los virus que circulan en nuestra fauna. O, como muestra este artículo, que no sólo los virus de nuestras mascotas afectan a la fauna silvestre, sino que esa fauna, además de ser reservorio de virus que combatimos sin ponerla en la ecuación, también tiene sus patógenos propios. Si el contacto se hace cada vez más estrecho debido a la pérdida de hábitat y el avance del ser humano, al menos sepamos qué es lo que hay ahí afuera.

Dos zorros, ¿cuántos virus?

En Uruguay viven dos especies de zorro, el de monte (Cerdocyon thous), también llamado zorro perro, y el zorro gris (Lycalopex gymnocercus), también conocido como zorro de campo o de la Pampa. El primero tiene un hocico más corto y orejas menos pronunciadas, por lo que se asemeja más a un perro, aunque por lo general, cuando uno se cruza con uno, sale corriendo tan rápido que es imposible notar las diferencias. Además de que prefiere los pastizales, el zorro gris, como dice el nombre, tiene un pelaje en el que predomina ese color, pero esto tampoco permite identificarlo con facilidad (o al menos eso le pasa a uno, que es medio torpe distinguiendo zorros). Las dos especies viven también en varias regiones de Brasil, especialmente al sur, en Argentina y en otros países de Sudamérica.

Como dicen los autores del artículo, liderados por Cláudio Canal y Matheus Weber, ambos del Laboratorio de Virología de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), Brasil, “los perros domésticos (Canis lupus familiaris) y los cánidos salvajes pueden compartir patógenos virales, incluidos el virus de la rabia (RABV), el virus del moquillo canino (CDV) y el parvovirus canino 2 (CPV-2)”. Por ese motivo, se propusieron analizar el viroma de ambas especies de zorros salvajes y compararlo con el viroma que ya habían estudiado de los perros domésticos. Por viroma se entiende toda la comunidad de virus que prolifera en un organismo cualquiera. Por ejemplo, si tuviera covid-19, el SARS-CoV-2 formaría hoy parte de mi viroma. Pero hablemos de otros perros.

En el artículo, en cuya redacción también participó Luiz de Oliveira, del Instituto Nacional de Investigación Agopecuaria (INIA) de Tacuarembó, señalan que la vulnerabilidad del zorro de monte y del zorro gris “se debe en parte a la destrucción de su entorno natural, ya sea por la deforestación para extender las fronteras agrícolas o la difusión de comunidades urbanas en el entorno natural, como por la fragmentación del hábitat causada por las carreteras”. En Uruguay deberíamos agregar el efecto de la forestación con monocultivos de especies exóticas. Los investigadores también apuntan que ambos zorros “parecen ser tolerantes a las perturbaciones humanas y se ven con frecuencia en las zonas rurales y cerca de las regiones urbanas”.

Vivir cerca de nosotros y de nuestras mascotas tiene sus riesgos para los zorros. “Estos cánidos salvajes tienen hábitos de carroñeros nocturnos y viven muy cerca de los animales domésticos, lo que merece atención, ya que las especies domésticas pueden desempeñar un papel en la transmisión de agentes infecciosos a los animales salvajes”, advierten los autores. Pese a que se sabe que hay patógenos de los perros domésticos, descendientes de los lobos, que pueden afectar también a otros cánidos (los zorros no son parientes cercanos de los lobos y, por tanto, tampoco de los perros), “el conocimiento sobre las condiciones sanitarias de estos animales aún es escaso”.

Para subsanar esto, los investigadores decidieron recurrir a la “secuenciación de alto rendimiento (HTS)”, técnica que “ha facilitado la detección de virus conocidos y desconocidos”. Pero mientras que la técnica ya se ha aplicado para conocer el viroma de perros domésticos en Brasil, “los reportes de su aplicación en cánidos salvajes” seguían faltando. Hasta este trabajo. “El presente estudio tuvo como objetivo evaluar y caracterizar el viroma del bazo y los ganglios linfáticos mesentéricos de los zorros de monte y los zorros grises del sur de Brasil y Uruguay utilizando HTS. Los resultados describen los agentes virales que componen la microbiota de estos perros salvajes, ayudando a dilucidar la población viral presente en estas especies de zorros”. ¡Parabéns!

De la carretera al laboratorio

Las dos especies de zorro, si bien son abundantes, son bastante escurridizas. Así que para su estudio los investigadores decidieron aprovechar una tragedia para hacer ciencia: en lugar de salir a buscar zorros por los campos del sur de Brasil y de Uruguay, optaron por utilizar animales que aparecen atropellados en las rutas. De esta manera la sección de Patología Veterinaria de la UFRGS y la Plataforma de Salud Animal del INIA Tacuarembó recolectaron entre noviembre de 2017 y setiembre de 2019 cinco zorros grises y 17 zorros de monte atropellados en carreteras. En concreto, de Uruguay se analizaron dos zorros de monte y un zorro gris atropellados en Tacuarembó, un zorro gris atropellado en Rivera y un zorro de monte arrollado en Florida.

A los 22 animales se les tomaron muestras de bazo y ganglios linfáticos mesentéricos para, mediante la técnica de pooleo, hacer una secuenciación de alto rendimiento. ¿Qué es el pooleo? Es la misma técnica que piensa implementarse en breve para el diagnóstico de covid-19 en Uruguay: todas las muestras se unen en un único grupo (pool) y se analizan en conjunto. En este caso, secuenciaron el ADN y el ARN obtenido de todos los animales, eliminando los de bacterias, hongos y los de los propios zorros, y los compararon con las bases de datos de virus existentes.

Su trabajo dio resultado: “Se detectaron secuencias estrechamente relacionadas con las familias Paramyxoviridae, Parvoviridae y Anelloviridae, así como virus ADN circulares de una hebra que codifican Rep (CRESS)”, sostienen. Luego de estos resultados por pooleo, los investigadores procedieron al siguiente paso para obtener datos más finos: “Se realizaron análisis de PCR adicionales para identificar las frecuencias y el origen del huésped para cada virus detectado por secuenciación de alto rendimiento”. En otras palabras: ya que la secuenciación en grupo les permitió detectar qué virus había allí, luego amplificaron las secuencias de virus específicos con la misma técnica que empleamos para los test de covid-19, la famosa reacción en cadena de polimerasa (PCR), para determinar qué virus circulaban en qué especie de zorro. Veamos qué encontraron.

Del perro al zorro... y viceversa

En el caso del moquillo canino (CDV), todos los casos positivos se dieron en zorros de monte de Brasil (en cuatro de los 17). A su vez, las cepas coincidieron 99% con las detectadas en perros de Brasil. Los investigadores recuerdan que el virus del moquillo “causa altas mortalidades tanto en cánidos domésticos como salvajes”, y agregan que “el virus del moquillo ha sido identificado como la causa de muerte de zorros de monte en Brasil”, por lo que su detección en estos animales no deja de ser preocupante, tanto para la supervivencia de los zorros de monte salvajes como por la posibilidad de que sean reservorios de este virus, que puede saltar de los zorros a los perros domésticos.

Zorro gris (Psudalopex gymnocercus) cerca de Lescano, Rocha.

Zorro gris (Psudalopex gymnocercus) cerca de Lescano, Rocha.

Foto: Leo Lagos

En el caso del parvovirus canino (CPV2), una vez más los animales que dieron positivo provenían en su totalidad de Brasil. Tres de 22 zorros dieron positivo, pero esta vez las especies implicadas fueron ambas. Los autores señalan que el CPV2 es el “patógeno canino más frecuente a nivel mundial y una de las causas de diarrea severa en cachorros”. Una vez más, el contagio preocupa en las dos direcciones: no sólo los perros domésticos ponen en peligro a sus primos salvajes, sino que los zorros podrían ser reservorio de la enfermedad.

El bocavirus canino (CboV) sólo se encontró en uno de los 22 animales, un zorro gris de Brasil, pero la variante encontrada no coincide con las conocidas. En cuanto al virus de la rabia, los investigadores no lo hallaron en ninguno de los 22 zorros. Al respecto, señalan que “el sistema nervioso central es la muestra ideal para detectar el virus de la rabia, en lugar de las muestras utilizadas para el presente estudio”. O sea: habrá que verlo más en detalle con otras muestras.

Pero los investigadores no encontraron sólo virus de perros domésticos en los zorros salvajes, sino que dieron con secuencias de virus que no estaban reportadas. Es el caso de algunos Anellovirus, a los que “putativamente” denominaron “Cerdocyon thous torque teno virus”, con cuatro variantes (CtTTV-1 al CtTTV-4), y “Lycalopex gymnocercus torque teno virus”, con dos (LgTTV-1 y LgTTV-2”). También fue el caso de un virus ADN circular de una única hebra encontrado en el zorro gris (mientras que en un zorro de monte de Brasil se halló una cepa que circula en perros domésticos).

¿Están los zorros uruguayos aplicando medidas para no contraer los virus de los perros?

En caso de los virus más conocidos de los perros domésticos, los zorros de Uruguay parecen estar tomando medidas de higiene o distanciamiento físico: en ninguno de los animales atropellados en Uruguay se encontró moquillo ni parvovirus. Pero nada de sacar conclusiones precipitadas ni de decir que parecería que hasta los zorros de este lado de la frontera combaten mejor los virus.

Luiz de Oliveira está haciendo su posdoctorado en el INIA de Tacuarembó. Cuando habla queda claro que es tan brasileño como el guaraná. Se vino en 2018 junto con su novia, dejando de ser docentes de patología en la Universidad de Cuiabá, en Mato Grosso, para estudiar en Uruguay (ella es docente grado 3 en la sede Tacuarembó de la Universidad de la República). ¿Cómo terminó estudiando los virus de nuestros zorros? En primer lugar, De Oliveira fue alumno de Canal en la UFRGS. Por otro lado, colaboraba con Luciana Sonne, también autora del artículo, en el estudio de un parásito en zorros de Brasil y Uruguay. Con las mismas muestras de esos animales ahora se hizo este estudio del viroma.

De Oliveira era el encargado de recolectar los zorros atropellados en Uruguay, preparar las muestras y hacer los estudios patológicos para el parásito. Para recolectar sus cinco zorros atropellados, por suerte, tuvo que esperar unos dos años. “Es una lástima que se mueran los bichos, pero en este caso al menos podemos hacer estas colectas científicas que nos permiten saber más de ellos”, dice desde la lejana Cuiabá mientras espera para retornar y continuar con su posdoctorado.

Le comento que me llamó la atención que tanto no se encontrara moquillo ni parvovirus en los zorros atropellados en Uruguay. Aclara que es patólogo y no virólogo, y antes de sacar conclusiones precipitadas prefiere aportar cierta información que podría tener que ver con lo observado. “Es complicado decir que hay una gran diferencia entre las poblaciones uruguayas y las brasileñas, porque son poblaciones muy dinámicas, que fácilmente pueden cruzar la frontera”, dice, y uno teme que las Fuerzas Armadas uruguayas ahora también comiencen a detener a todo zorro que deambule entre ambos países.

Por otro lado, especula que de haber diferencias, no estarían entre los zorros, sino entre los humanos y sus mejores amigos: “Capaz que se podría pensar que las poblaciones de Uruguay no tienen un contacto tan próximo con los seres humanos y que en Brasil hay una densidad poblacional más grande de perros domésticos y seres humanos, que podría llegar a interactuar con la fauna silvestre”. Finalmente, hace notar que el número de animales de cada lado de la frontera es bastante desparejo: mientras que se recolectaron cinco zorros en Uruguay, en el sur de Brasil fueron 17. “Capaz que expandiendo el muestreo en Uruguay se podría llegar a un número más grande de patógenos con importancia veterinaria e incluso humana”, especula.

“Creo que tanto en el caso del moquillo como del parvavirus el cánido silvestre es el que está siendo contagiado con una enfermedad que es primariamente del perro doméstico. Pero al mismo tiempo, no podemos descartar que en algún momento los zorros puedan ser un agente transmisor a los perros domésticos”, sostiene. Es que para los perros, como para los humanos, esto se trata de una sola salud.

Porque si bien los zorros presentaron virus conocidos de los perros domésticos, también había en su viroma virus que hasta ahora no habían sido secuenciados. “Cuanto más contacto tengamos con la fauna silvestre, más fácil será que las enfermedades se contagien en uno u otro sentido. Eso es común en otras enfermedades, como es el caso de la tuberculosis, que ya está controlada en los rodeos de ganado, pero hay distintos animales salvajes que actúan como reservorios. En Uruguay, por ejemplo, el jabalí sería un posible reservorio de tuberculosis”, afirma.

Así que tanto por políticas de conservación de la biodiversidad como para la protección de la salud animal con intereses productivos, la vigilancia de los virus que circulan es relevante. “En el caso de la fauna silvestre, el problema más preocupante se presenta en las poblaciones que ya están en declinio: poblaciones muy pequeñas, ya sea por la caza, por la pérdida de hábitat, donde las enfermedades son un agravante de la situación que, en algunas ocasiones, llegan a ser la razón final para la extinción de una especie”, aporta De Oliveira, que pone el ejemplo del ébola en los gorilas en África. “Lo único positivo, si es que tiene algo positivo el coronavirus, es que nos hace reflexionar y pensar sobre la importancia de darle más valor a la conservación de especies y de entender mejor los factores determinantes de un evento como el que estamos atravesando”, sostiene. Que así sea.

Artículo: “Virome of crab-eating (Cerdocyon thous) and pampas foxes (Lycalopex gymnocercus) from southern Brazil and Uruguay”.
Publicación: Infection, Genetics and Evolution (2020).
Autores: M Weber, C Mosena, M da Silva, R Canova, C de Lorenzo, J Olegário, R Budaszewski, L Baumbach, J Soares, L Sonne, A Varela, F Mayer, L de Oliveira, C Canala.