Sobre algunas zonas la cuenca del río Santa Lucía, al borde del agua, se levanta un muro de árboles frondosos que apenas dejan ver a través de los troncos y de la maraña de hojas verdes. Desde lo bajo, en la cúpula de los árboles los frutos parecen puntos negros con reflejos azules, que los pájaros parecen disfrutar. Un excelente panorama para una foto. “¡Qué belleza!”, exclamaría más de una persona al ver la imagen. Pero esa expresión se vendría abajo al instante al saber que esos árboles no son autóctonos sino ligustros (Ligustrum lucidum), reconocida como una de las especies exóticas invasoras más dañinas en el mundo, y que en Uruguay es una de las que han ganado más terreno entre los bosques nativos.

Otra de las especies exóticas invasoras con mayor presencia en los bosques del país es la Gleditsia triacanthos, más conocida como gleditsia o espina de Cristo. La descripción de ambas especies y sus repercusiones en los ecosistemas que invaden formó parte del trabajo Monitoreo de especies exóticas invasoras del bosque nativo de Uruguay mediante sensoramiento remoto, de los investigadores Juan Marcos Olivera y María Eugenia Riaño, publicado recientemente en el marco del Proyecto REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación del Bosque Nativo) Uruguay. El trabajo además estableció como objetivo central la referenciación geográfica de las especies invasoras en los bosques nativos, especialmente de las dos antes mencionadas, para elaborar el primer mapa de ecosistemas boscosos altamente invadidos. A tales efectos, los autores recurrieron a la aplicación de un índice de vegetación ‒utilizado para cuantificar la cubierta vegetal‒ mediante el uso de imágenes satelitales, explicó a la diaria el ingeniero agrónomo Juan Marcos Olivera.

Bosques degradados

En Uruguay no hay aún una definición legal de degradación forestal, comentó Olivera, pero se entiende por el concepto la reducción de la calidad de los bosques “tanto en estructura, función, composición de las especies y/o productividad, que están normalmente asociadas con el tipo forestal natural en ese sitio”, sostiene el informe. A diferencia de la deforestación, la degradación puede ocurrir mientras se mantiene la cobertura arbórea de un bosque, al tiempo que las condiciones generadas por la degradación favorecen la introducción de las especies exóticas invasoras.

Los “disturbios en los ecosistemas pueden actuar como facilitadores de las invasiones ya que producen un cambio en los patrones históricos de rotación o flujo de recursos (ej: agua, nutrientes, luz) y esta heterogeneidad temporal en la disponibilidad de recursos crea una oportunidad para colonizar, que puede ser aprovechada por especies con gran capacidad de establecimiento”, plantean los autores en el texto. En esta línea, Olivera señaló que los bosques nativos uruguayos tienen “un ambiente muy propicio” para la propagación de estas especies por sus “condiciones ambientales”, como la humedad del suelo, la riqueza de materia orgánica, la protección frente agentes climáticos y, en el caso de los bosques fluviales ‒que son los más afectados, pero también lo que hay en mayor proporción‒, “la protección frente a la acción de los animales”.

Cuando una planta es invasora “logra superar los filtros bióticos y abióticos, se sustenta por sí misma en un hábitat, produce descendencia reproductiva consistente durante muchos ciclos de vida a distancias considerables de sus plantas progenitoras y, por lo tanto, tiene potencial de extenderse sobre un área considerable sin intervención humana directa”, explicó Olivera. Al ingresar en un ecosistema, las especies invasoras generan repercusiones a distintos niveles en el ecosistema, siendo tal vez la más importante la pérdida de biodiversidad nativa. Con las condiciones propicias, las invasoras van ganando terreno sobre las plantas nativas por sus altas tasas de crecimiento y reproducción, cortos períodos juveniles, adaptación a la variabilidad climática, mucha producción de semillas y mayor eficiencia en el uso de recursos. Así van eliminando a su competencia nativa y pueden llegar hasta a extinguir una especie en un sitio determinado, sostuvo Olivera.

La pérdida de especies nativas y su desplazamiento por la flora exótica afecta las funciones del bosque y puede alterar la estructura de la comunidad en toda la cadena, involucrando hasta a los insectos y microorganismos, modificar el ciclo hidrológico, el pH del suelo, la dinámica de los nutrientes, y la calidad de hojarasca en el sotobosque. “Se ven condicionadas todas las condiciones microambientales”, sostuvo el ingeniero. Pero los impactos no se quedan ahí. De acuerdo a los investigadores, la invasión de especies exóticas invasoras también tiene consecuencias económicas, al provocar “pérdidas de cosechas, bosques y campos de pastoreo”, y provoca una serie de problemas sociales, culturales y ambientales que califican de “graves”.

Gladitsia.
Foto Andrés González

Gladitsia. Foto Andrés González

Invasión silenciosa

“En Uruguay la introducción y expansión de especies exóticas invasoras han sido identificadas como un grave problema ambiental, en particular para la biodiversidad”, sostienen los ingenieros Juan Nebel y Juan Porcile y citan los investigadores en el documento. Si bien se han logrado identificar la mayoría de las especies exóticas invasoras en los bosques nativos por medio del Inventario Forestal Nacional (IFN) y se han realizado trabajos para modelar los patrones de distribución de estas especies, hasta el momento no había información cuantificada sobre el nivel de degradación de los bosques ni de su distribución espacial a nivel nacional, sostuvo Olivera.

Entre las especies “más perjudiciales” para el bosque nativo de Uruguay, además de las ya mencionadas gleditsia y ligustro, los autores mencionan a la ligustrina (Ligustrum sinense), el paraíso (Melia azedarach), el crataegus (Pyracantha coccinea), la madreselva (Lonicera japonica), el pino (Pinus spp.), la acacia (Acacia longifolia), la acacia negra (Acacia melanoxylon), el tojo (Ulex europaeus), el fresno (Fraxinus sp.), el arce (Acer negundo), la zarzamora (Rubus ulmifolius) y la morera (Morus alba). Según contó Olivera, en 2019 el IFN realizó un estudio en el que definió 1.490 parcelas de bosque nativo. En ese estudio el porcentaje de parcelas invadidas alcanzó 18,99% (283 parcelas), mientras que en otras 199 parcelas se registró la presencia de algún individuo de ligustro y/o gleditsia.

El proceso

“Desde que se comenzó a observar la superficie terrestre mediante las primeras imágenes satelitales, se ha tratado de estudiar el estado y dinámica de la vegetación a través de índices de vegetación. Un índice de vegetación es un valor obtenido de los datos de sensoramiento remoto, a través de cálculos de bandas espectrales, y es utilizado en general para cuantificar la cubierta vegetal”, explica la investigación. Si bien existen varios índices, los autores recurrieron al índice NDFI (Normalized Difference Fraction Index), que también se usa “para detectar la degradación forestal en el Amazonas causada por cortas selectivas y fuegos”, indicó Olivera. 

El investigador relató que en primer lugar comenzaron a probar cómo se comportaba el índice en imágenes satelitales de plantaciones comerciales y bosques nativos con plantas exóticas. Allí notaron que tanto el ligustro como la gleditsia respondían de forma similar a las plantaciones comerciales, lo que les permitiría diferenciar los bosques nativos invadidos de los que no lo estaban. Para el trabajo procedieron a filtrar imágenes en el período entre diciembre y marzo, ya que en verano el índice de vegetación es más alto para ambas especies, logrando así detectar los “sitios de bosque nativo con alta presencia” de estas especies exóticas invasoras.

Para la generación del mapa, los investigadores continuaron con la filtración de las imágenes obtenidas a través del satélite Landsat durante un período de cinco años, para evitar eventos que podrían haber perjudicado el índice en algún momento. “Cada imagen satelital es un conjunto de píxeles, en este caso de 30 metros por 30 metros. El índice se calcula para cada uno de esos píxeles para todo Uruguay. Nos quedamos con los que tuvieran el valor más alto”, sostuvo Olivera. Luego procesaron las imágenes sobre la cartografía de bosque nativo y eliminaron las plantaciones comerciales. Así, elaboraron el primer mapa a nivel nacional de invasión de las especies exóticas estudiadas dentro del bosque nativo para el período 2013-2018.

El mapa

“Todos los mapas construidos desde clasificación de imágenes a través de sensoramiento remoto contendrán errores”, advierten los autores. En ese sentido, Olivera manifestó que los datos obtenidos a través de la tecnología de sensoramiento remoto deben ser complementados con inspecciones de campo o imágenes de mayor resolución, porque “algunos individuos en el medio del bosque no deben de haber sido detectados por las imágenes utilizadas”. La tecnología empleada permitió detectar la invasión sobre todo en el dosel del bosque, es decir en la copa de los árboles.

Mapa de calor de concentración de especies exóticas invasoras en bosque nativo.

Mapa de calor de concentración de especies exóticas invasoras en bosque nativo.

Los investigadores determinaron que una “superficie total de 22.008,9 hectáreas de bosque nativo” está invadida por especies exóticas, especialmente por ligustro y gleditsia. “Esta superficie representaría 2,63% de las 835.349 hectáreas totales de bosque nativo para el país”. Olivera manifestó que este porcentaje puede parecer menor, pero “es mucho para Uruguay” considerando que estamos hablando de bosques con “alto grado de invasión, es decir que alguna de estas especies está dominando el ecosistema”. En ese sentido, expresó que los investigadores creen que la superficie afectada “está subestimada” y “es mayor aún”.

En la discriminación por departamento, Colonia resultó ser el que tiene la mayor superficie de bosque nativo invadido (14,21% de 26.921 ha), seguido por San José (14,24% de 20.113 ha) y Canelones (19,45% de 13.450 ha). Pero “tomando en cuenta los porcentajes de bosque nativo con invasión”, los investigadores plantean que los departamentos más afectados son: Montevideo (33,65% de 919 ha), Canelones, San José y Colonia. En cambio, los departamentos con menor presencia de especies invasoras son Tacuarembó (0,25% de 102.873 ha); Rivera (0,38 % de 56.266 ha), Artigas (0,44% de 59.113 ha) y Salto (0,49% de 56.019 ha). Olivera comentó que esta era más o menos la distribución que se esperaba y que es consistente con los resultados obtenidos del análisis del IFN. El investigador destacó que, sin mencionar a Montevideo, que tiene una superficie pequeña de bosque nativo, hay departamentos como Canelones con zonas “totalmente comprometidas”. Los resultados muestran una clara concentración de la invasión sobre el litoral oeste y sur del país.

En cuanto a los resultados por ecorregión del país, el mayor porcentaje de invasión se encontró en el Graven Santa Lucía (17,65 %). En segundo lugar está el Escudo Cristalino, con 7,20 %, y en tercer lugar la Cuenca Sedimentaria del Oeste (4,12 %). A su vez, la ecorregión con menor presencia de especies invasoras corresponde a la Cuesta Basáltica (0,37%). Estos datos también se corresponden con los presentados por el IFN. El mismo análisis, pero para el caso de las cuencas hidrográficas, determinó que la cuenca más afectada por especies invasoras es la del Río del Plata (11,77% invadido), seguida por la cuenca del río Santa Lucía (11,12%) y en tercer lugar la vertiente al océano Atlántico (2,43%). Por el contrario las menos afectadas son las cuencas del norte y del este: río Negro (0,99%) y laguna Merín (0,82%).

Desafíos futuros

“Hay un montón de desafíos”, expresó Olivera. Uno de ellos es complementar esta investigación con muestras de campo para especificar el grado de invasión a nivel nacional. El trabajo presentado brinda una base para perfeccionar los resultados en futuras investigaciones e incluso para lograr detectar la presencia de otras especies invasoras en los bosques nativos, expresan los autores en el documento.

Otro desafío que comentó el ingeniero va más dirigido a las autoridades competentes que deben tomar decisiones, y señaló que si bien se está trabajando “mucho en la temática por parte de la Dirección General Forestal y desde el Comité de Especies Exóticas Invasoras, “es necesario reforzar aún más los controles, que hasta ahora son escasos, de estas y otras especies”. “A partir de este mapa, se generó una herramienta importante para priorizar los sitios donde aplicar medidas, tanto para el control en la zona como para evitar la propagación a sitios que se encuentran menos invadidos”, sostuvo Olivera, al tiempo que expresó que debería haber más acciones de mitigación y erradicación de especies invasoras.

Pero el compromiso con el cuidado y la preservación de la biodiversidad y los ecosistemas de los bosques nativos no sólo es responsabilidad de los tomadores de decisiones e investigadores. En ese sentido, Olivera señaló que la “concientización social” ocupa un lugar muy importante a la hora de conocer las especies exóticas invasoras y sus efectos sobre los ecosistemas. La gente también es responsable, por ejemplo, al comprar estas especies invasoras, y el investigador apuntó a que no hay una normativa que prohíba a los viveros esas transacciones. Como otras posibles acciones, Olivera apuntó a sustituir el uso de la leña de árboles nativos por la de árboles exóticos, o intentar darles un uso a los frutos de ligustro, como hacen en China, donde los agregan a la ración de los cerdos con buenos resultados. Algo hay que hacer: no olvidemos que la invasión de ecosistemas por especies exóticas se considera la segunda causa de pérdida de biodiversidad a nivel mundial.

Dos invasoras peligrosas

El ligustro y la gleditsia son las especies exóticas invasoras “más extendidas y agresivas para los bosques nativos del país”, razón por la que el estudio se centró en ellas.

El ligustro es una especie arbórea originaria de China y Japón. Fue introducida en Uruguay, principalmente con “fines ornamentales”, a mediados del siglo XIX, sostuvo Olivera. Logra alcanzar unos 12 metros de altura, es de hoja perenne y en el hemisferio sur florece en primavera-verano y fructifica en otoño. Además, presenta abundantes frutos durante el invierno, “época en la que el bosque nativo tiene pocos frutos”, planteó el investigador. Estas bayas son consumidas por algunas aves, lo que favorece la diseminación de las semillas del ligustro, lo que, para Olivera, “es un gran problema”.

En la investigación los autores señalan que el ligustro tiene “alto poder germinativo, rápido crecimiento y puede prosperar bajo condiciones de sol y sombra”. Así, este árbol tiene todas las características necesarias para “desplazar competitivamente a las especies nativas y establecerse como especie dominante del bosque” y generar varios problemas en los bosques nativos: desde alterar la estructura del ecosistema en su funcionalidad, hasta en su composición, reduciendo o extinguiendo las poblaciones de algunas especies y favoreciendo a otras.

El ligustro se encuentra en todos los continentes del mundo, excepto en la Antártida, y muchos países están lidiando con esta especie y su expansión incontrolable. Cortarlo no parece una solución inteligente, porque al “abrir una entrada de luz en el bosque, la luz llega a las plántulas que crecen rápidamente y después tenés el doble de problema”, explica el ingeniero. La otra opción, que parece más exitosa, es matarlo haciendo orificios en el tronco e inyectándole herbicidas o “anillándolo”, según han podido probar investigadores de la Facultad de Ciencias, pero esas medidas van dirigidas más a los individuos adultos, dejando el desafío de “eliminar los individuos juveniles”.

La segunda especie es la gleditsia o espina de Cristo. “Es una especie leñosa originaria de la región centro sur de Estados Unidos”, dice la investigación. A diferencia del ligustro, la gleditsia es de hoja caduca, florece en primavera y fructifica desde el comienzo del verano hasta la llegada del otoño. Presenta un fruto, similar a una chaucha, que suele ser comido por el ganado. De esa forma, la planta se disemina a través de la bosta de los animales, señaló el ingeniero. Otra forma de dispersión de las semillas es a través de canales de agua.

“Algunas de las características que favorecen su rápida expansión son su alta resistencia a la sequía, a la salinidad, alta tolerancia a la contaminación, adaptación a cualquier tipo de suelo, alta velocidad de crecimiento, reproducción clonal y sexual, período juvenil corto, abundante producción de semillas, gran capacidad de germinación y la ausencia casi total de plagas y enfermedades asociadas que la afecten”, agregan los autores en la investigación.

¿Dónde podemos encontrar la gleditsia? En todos lados; “sitios bien drenados, laderas rocosas, campos abandonados, bordes de alambrados y planicies de inundación, suelos húmedos y fértiles cerca de cursos de agua”.

Informe: Monitoreo de especies exóticas invasoras del bosque nativo de Uruguay mediante sensoramiento remoto.
Autores: Juan Marcos Olivera, María Eugenia Riaño.
Publicación: Proyecto REDD+ Uruguay (2020).