Los premios Ig Nobel nacieron en 1991 para “honrar logros que hacen que la gente ría y luego piense. Parodia del sueco Premios Nobel, fueron creados por el editor de la revista satírica y de divulgación Anales de Investigación Improbable, Marc Abrahams, y “están destinados a celebrar lo inusual, honrar lo imaginativo y estimular el interés de la gente por la ciencia, la medicina y la tecnología”.

Se podría pensar que en la comunidad científica el humor escasea, pero tal afirmación sería errónea. Dado que quienes hacen ciencia son personas como cualquier otra, el sentido del humor está tan presente en investigadoras e investigadores como en cualquier otro corte profesional que hagamos en la sociedad. Prueba de ello es que los premios Ig Nobel –la traducción sería algo así como premios “In Nobel”, jugando con la palabra “innoble”, que en inglés se escribe ignoble– son entregados por reconocidos científicos y científicas, algunos de ellos incluso ganadores del premio más noble. La ceremonia se lleva a cabo todos los meses de setiembre en el teatro Sanders de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, y este año, debido a la pandemia, se realizó una ceremonia online que contó con la participación de premios nobel como Martin Chalfie (química, 2008), Jerome Friedman (física, 1990) o Eric Maskin (economía, 2007).

Como bien aclaran en el sitio de los premios, el objetivo aquí no es ridiculizar la ciencia, sino todo lo contrario: Abrahams y su equipo bucean entre los miles y miles de artículos científicos publicados buscando aquellos que puedan hacer reír o causar asombro, pero que al mismo tiempo generan conocimiento. “Los buenos logros también pueden ser extraños, divertidos e incluso absurdos”, dicen, y agregan que “mucha buena ciencia es atacada por su absurdo” y “mucha de la mala ciencia es venerada a pesar de su absurdo”.

Dado que el coronavirus afecta a todo el mundo por igual, los organizadores del Ig Nobel decidieron que la ceremonia este año fuera en diferido, lo que posibilitó que se emitiera con subtítulos en español, japonés y chino, además de contar con números musicales. La versión en español fue introducida por el científico, divulgador y ganador de un premio Ig Nobel Diego Golombek, desde el Centro Cultural de la Ciencia, Argentina (puede verse aquí: https://www.youtube.com/watch?v=1lVkZfhcNck). Veamos entonces quiénes fueron los galardonados en esta 30ª entrega de los Ig Nobel y por qué sus investigaciones y publicaciones merecen ser rescatadas del olvido para, tras entretenernos, hacernos pensar sobre el mundo que nos rodea.

Premio Ig Nobel de Acústica

El premio de acústica fue otorgado a Stephan Reber, Takeshi Nishimura, Judith Janisch, Mark Robertson y Tecumseh Fitch, por “inducir a una hembra de caimán chino a bramar en una cámara hermética llena de aire enriquecido con helio”.

El trabajo que les valió este galardón fue publicado en 2015 en la revista Journal of Experimental Biology y se titulaba “Un caimán chino en heliox: frecuencias formantes en un Cocodrilia”. Podrá parecer que colocar a un lagarto en una cámara con helio no tiene sentido, pero no es así: los investigadores buscaban “probar los formantes en las vocalizaciones de los cocodrilios utilizando reproducciones para inducir a un caimán chino hembra (Alligator sinensis) a bramar en una cámara hermética”. ¿Por qué hacerlo? Porque, como dicen, los cocodrilios (familia que engloba a cocodrilos, caimanes y yacarés entre otros reptiles) “se encuentran entre los reptiles no aviares que más vocalizan” y sus bramidos han sido poco estudiados. Los formantes, o resonancias en el tracto vocal, son un indicador del tamaño del animal que emite el bramido, y no habían sido estudiados en estos reptiles. Para hacerlo, la hembra de caimán fue puesta en una cámara donde respiraba oxígeno o una mezcla de oxígeno y helio –que llaman heliox–, lo que les permitió determinar mejor los formantes. ¿Puede hacerte reír que un caimán brame con un tono agudo y acelerado por el helio? Puede ser, pero, como dicen en su trabajo, “dado que las aves y los cocodrilos comparten un antepasado común con todos los dinosaurios, una mejor comprensión de sus sistemas de producción vocal también puede proporcionar información sobre la comunicación de los Archosaurianos extintos”. Ya ven, ciencia que hace reír y luego pensar.

Premio Ig Nobel de Psicología

Miranda Giacomin y Nicholas Rule se llevaron el reconocimiento en esta categoría por “idear un método para identificar narcisistas examinando sus cejas”. El trabajo que les valió el galardón se publicó en 2019 en la revista Journal of Personality bajo el título “Las cejas indican un narcisismo grandioso”.

En su trabajo sostienen que “aunque inicialmente encantadores y atractivos, los narcisistas a menudo se involucran en comportamientos interpersonales negativos”, por lo que señalan que “identificar y evitar a los narcisistas tiene un valor adaptativo”. En su investigación buscaron justamente si las cejas son un buen indicador para reconocer a un narcisista, ya que trabajos previos indicaban que la cara puede ofrecer pistas para que la gente “pueda juzgar” este indeseado atributo de la personalidad. Tras hacer varios test, incluso cambiando cejas de rostros de narcisistas y no narcisistas, los investigadores ahora galardonados concluyeron que “cejas distintivas revelan la personalidad de los narcisistas a los demás, proporcionando una comprensión básica del mecanismo, con una posible aplicación a la vida diaria, a través del cual las personas pueden identificar los rasgos de personalidad narcisistas”. Al recibir el premio, Rule declaró que dedicaban el premio “a todos los que hacen investigación basada en datos y se encuentran en un lugar que jamás esperaron”.

Premio Ig Nobel de Física

Los ganadores del premio de física fueron Ivan Maksymov y Andriy Pototsky por “determinar, experimentalmente, qué le sucede a la forma de una lombriz viva cuando se la hace vibrar a altas frecuencias”.

El trabajo fue publicado originalmente en el repositorio bioRxiv en diciembre de 2019, pero luego de revisado se publicó en Scientific Reports en mayo de 2020 bajo el título “Excitación de ondas corporales similares a Faraday en lombrices vivas vibradas”. ¿Qué tiene de raro pensar que, como “las células biológicas y muchos organismos vivos están compuestos principalmente de líquidos y, por lo tanto, por analogía con las gotas líquidas, deberían exhibir una serie de fenómenos no lineales fundamentales, como la aparición de ondas superficiales estacionarias” es interesante probar en lombrices de tierra que “la vibración vertical de gusanos vivos que se encuentran horizontalmente sobre una superficie sólida plana da como resultado la aparición de ondas corporales subarmónicas similares a Faraday, lo cual es posible porque las lombrices de tierra tienen un esqueleto hidrostático con una piel flexible y una cavidad corporal llena de líquido”? ¿A nadie? Pues menos mal que a los premiados sí, ya que, como dicen en su artículo, “la capacidad de excitar ondas corporales subarmónicas no lineales en un organismo vivo podría usarse para sondear, y potencialmente controlar, procesos biofísicos importantes, como la propagación de impulsos nerviosos, abriendo así vías para abordar cuestiones biológicas de impacto fundamental”.

Premio Ig Nobel de Economía

Christopher Watkins, Juan David Leongómez, Jeanne Bovet, Agnieszka Żelaźniewicz, Max Korbmacher, Marco Corrêa, Ana Fernández, Danielle Wagstaff y Samuela Bolgan se llevaron este premio por “tratar de cuantificar la relación entre la desigualdad del ingreso en diferentes países con la cantidad promedio de besos en la boca”.

“Desigualdad del ingreso nacional predice variación cultural en los besos en la boca” se llamó el artículo publicado por los ganadores en la revista Scientific Reports en abril de 2019. En ese trabajo los investigadores señalan que “los besos románticos boca a boca están culturalmente extendidos” y que pueden ser útiles para “la evaluación de la salud de la pareja y el mantenimiento de los lazos de pareja a largo plazo”. Analizando datos de 13 países, entre ellos Producto Interno Bruto e índice de Gini, comunican que “la pobreza relativa (desigualdad de ingresos) predice la frecuencia de los besos en las relaciones románticas”, y en la discusión agregan que “las personas besan más a su pareja en países donde es probable que la competencia por los recursos sea más intensa, lo que puede desempeñar un papel importante en el mantenimiento de lazos de pareja estables a largo plazo en ciertos tipos de entornos hostiles”. Así que al “no sos vos, soy yo” ahora podría agregarse “lo que pasa es que nos va demasiado bien económicamente”.

Premio Ig Nobel de Entomología

Richard Vetter se alzó con este premio por “recopilar evidencia de que muchos entomólogos [científicos que estudian insectos] tienen miedo a las arañas, que no son insectos”, sino arácnidos, aunque ambos son artrópodos.

El extraño trabajo de Vetter se publicó en 2013 en la revista American Entomologist bajo el título “Entomólogos aracnofóbicos: cuando dos patas más hacen una gran diferencia”, título que jocosamente alude al hecho de que los arácnidos, a diferencia de los insectos, tienen ocho en lugar de seis patas. Tras realizar una encuesta a 41 entomólogos, observó que no había un gran rechazo, por lo que en su artículo propone referirse a ellos más como “aracnoadversos” que como “aracnofóbicos”. Y sin bien observa que la aversión hacia las arañas entre quienes estudian insectos es similar a la de la población en general, manifiesta que “a pesar de la suposición de que los entomólogos extenderían sentimientos cálidos hacia las arañas debido a su habituación a los artrópodos en general, la aracnofobia ocurre en algunos miembros de nuestra profesión. Para estas personas, dos piernas más hacen una gran diferencia”.

Premio Ig Nobel de Medicina

Si a usted lo saca de quicio que las personas hagan ruido al comer, tal vez este premio no le parezca para nada ridículo. Porque Nienke Vulink, Damiaan Denys y Arnoud van Loon se hicieron merecedores del Ig Nobel de Medicina por “diagnosticar una condición médica no reconocida por mucho tiempo: misofonía, la angustia de escuchar a otras personas hacer sonidos de masticación”.

Su trabajo se publicó en enero de 2013 en la revista Plos ONE con el título “Misofonía: criterio diagnóstico para un nuevo trastorno psiquiátrico”, al que definen como “trastorno psiquiátrico en el que los sonidos humanos comunes, como los de golpear o masticar, provocan una intensa ira y disgusto”. Los investigadores también traen esperanza, ya que en agosto de 2017 publicaron en la revista Journal of Affective Disorders otro artículo denominado “La terapia cognitiva conductual es efectiva en la misofonía: un ensayo abierto”, donde informan que esa terapia tuvo resultados favorables en la mitad de los 90 pacientes que fueron tratados.

Premio Ig Nobel de Educación Médica

Así como hay premios nobel que no son ganados por científicos, también hay Ig Nobel que se destinan a mandatarios y figuras relevantes. En este caso el premio a la educación médica fue para los presidentes y mandatarios Jair Bolsonaro (Brasil), Boris Johnson (Reino Unido), Narendra Modi (India), Manuel López Obrador (México), Alexander Lukashenko (Bielorrusia), Donald Trump (Estados Unidos), Recep Tayyip Erdogan (Turquía), Vladimir Putin (Rusia) y Gurbanguly Berdimuhamedow (Turkmenistán) por “usar la pandemia viral de covid-19 para enseñarle al mundo que los políticos pueden tener un efecto más inmediato sobre la vida y la muerte que los científicos y los médicos”.

“Los ganadores no pudieron o no quisieron acompañarnos esta noche”, anunció el anfitrión Marc Abrahams con tono irónico. Es que, de hecho, si un investigador o investigadora se ofende con la premiación de uno de sus trabajos –se les avisa con anticipación– el premio es dado de baja sin que nadie sepa que ha sido nominado. Evidentemente, con los mandatarios se aplica otro protocolo.

Cuchillo de heces congeladas tratando de cortar grasa de cerdo. Foto Michelle R. Bebber

Cuchillo de heces congeladas tratando de cortar grasa de cerdo. Foto Michelle R. Bebber

Premio Ig Nobel de Ciencia de Materiales

No en vano este premio se dejó para el final de la ceremonia. Metin Eren, Michelle Bebber, James Norris, Alyssa Perrone, Ashley Rutkoski, Michael Wilson y Mary Raghanti se llevaron el galardón por “mostrar que los cuchillos manufacturados con heces humanas congeladas no funcionan bien”.

Puede resultar extraño que la revista Journal of Archaeological Science publicara en octubre de 2019 un artículo llamado “Replicación experimental muestra que los cuchillos manufacturados con heces humanas congeladas no funcionan”. Sin embargo, al leer el trabajo y ver que los investigadores pretendían corroborar la veracidad de un “registro etnográfico que sostenía que un hombre inuit hizo un cuchillo con sus propias heces congeladas” para carnear a uno de sus perros, la cuestión es un poco distinta. Tras completar su trabajo, los autores sugieren que, dado que la historia se ha recogido y utilizado en varios lugares, “ese registro etnográfico no debería usarse más”.

¿Se rieron? ¿Se asombraron? ¿Aprendieron algo? Para todo eso sirven los Ig Nobel. Larga vida a Marc Abrahams y a todos los hombres y mujeres de ciencia –y de cualquier otra formación– dispuestos a defender que la risa y el absurdo también son caminos para el conocimiento.