Afortunadamente, los seres humanos, como la mayoría de los animales que tienen reproducción sexual, tenemos muchas diferencias de género. Pero si hay algo que está más que claro, es que esas diferencias no pasan ni por las capacidades cognitivas ni por el desempeño en ninguna actividad intelectual. En una sección que aborda la ciencia, esto quiere decir que a la hora de producir conocimiento, mujeres y hombres ‒sumemos allí además el abanico de identidades de género‒ no hay un sexo que prevalezca sobre el otro. No hay nada que explique que una viróloga será mejor o peor que su colega masculino, una matemática que un matemático, una ingeniera de sistemas que un ingeniero o una socióloga que un sociólogo.
Sin embargo, cuando se ven las carreras de nuestras científicas e investigadoras, algo extraño sucede. Si bien son más las mujeres que se gradúan en las carreras relacionadas con la ciencia y la tecnología que los hombres ‒al menos en muchas de ellas‒, cuando uno observa los grados académicos de unos y otras, a medida que se avanza hacia los grados más altos, ‒4 y 5‒, las proporciones se invierten. ¿Es porque los hombres son más brillantes que las mujeres? Nada de eso: es porque en la sociedad hay brechas de género, y esa desigualdad se reproduce en cualquier ámbito. La ciencia no se hace adentro de un tupper, y dado que puede definirse como el conocimiento más sólido generado por una sociedad dada, la influencia de esa sociedad a la hora de formar, recompensar, incentivar, dar poder e impulsar a científicos y científicas está lejos de ser paritaria. Esas desigualdades, a la vez que perjudican a las mujeres, también hacen que el conocimiento generado no sea todo lo sólido que podría ser.
Reconocer que hay un problema no es algo nuevo. Desde hace casi una década el tema se viene abordando en el mundo entero y también en Uruguay. En todas partes se hacen diagnósticos y se intentan tomar medidas. El informe “Las mujeres en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas en América Latina y el Caribe”, dado a conocer este martes 15 por ONU Mujeres, analiza la situación de las mujeres en las STEM (sigla que en inglés denomina a la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática) en este rincón del planeta.
Panorama regional
Si bien el informe no proporciona nueva información sobre las desigualdades que enfrentan las mujeres en las áreas científicas, tecnológicas y de ingeniería, su mayor aporte consiste en permitir una visión más global, al contrastar lo que sucede en distintos países de la región y cómo eso se inserta en lo que pasa en el mundo. De hecho, el propio informe, elaborado por Alessandro Bello, se define como “un documento analítico y comparativo sobre las principales experiencias e iniciativas implementadas en América Latina y el Caribe”.
En el prólogo, la directora regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, María Noel Vaeza, sostiene: “A pesar de su relevancia, las mujeres han estado persistentemente subrepresentadas en varios campos STEM. Los factores que conducen a los resultados desiguales para hombres y mujeres en STEM son complejos y variados y, por consiguiente, no son fáciles de abordar, y algunos pueden ser más influyentes en una etapa de la vida que otros”. Como muestra bastan unos pocos botones: según un informe del Instituto de Estadística de la UNESCO, en julio de 2019 “la tasa mundial promedio de mujeres investigadoras era de sólo 29,3%”, mientras que apenas “3% de los premios Nobel en ciencias han sido otorgados a mujeres”.
A la hora de fundamentar la importancia de acabar con estas desigualdades, Vaeza sintetiza: “Dar a las mujeres igualdad de oportunidades para desarrollar y prosperar en carreras STEM ayuda a reducir la brecha salarial de género, mejora la seguridad económica de las mujeres, garantiza una fuerza de trabajo diversa y talentosa, y evita los sesgos en estos campos y en los productos y servicios elaborados”. Un mundo más justo y una mejor ciencia. ¿Quién no quisiera algo así? El asunto es que no alcanza con quererlo, hay que pasar al campo de la acción. Y para ello, la evidencia es fundamental.
Así está el mundo
Según cifras del Instituto de Estadística de la UNESCO, con datos de julio de 2019, el informe cita que “alrededor del 27% de los países había logrado alcanzar lo que se caracteriza como ‘paridad de género’, donde las mujeres representan entre el 45% y el 55% del total de investigadores”. Pero incluso en esa pequeña porción del planeta donde hay paridad de investigadoras, se señala que “las mujeres a menudo enfrentan techos de cristal importantes” y se observa que “la representación de las mujeres se reduce a medida que avanzan en sus carreras, lo que significa que la brecha de género se amplía cuanto mayor es el nivel alcanzado en el escalafón”, lo que se tipifica como “segregación vertical”.
Pero la segregación no es sólo vertical, sino también horizontal: “Ñas mujeres también se encuentran mejor representadas en el sector de la salud que en los campos de las STEM, tanto como graduadas (especialmente al nivel de doctorado) como investigadoras profesionales, al tiempo que la brecha de género se evidencia especialmente en disciplinas como las matemáticas, la ingeniería y la informática”.
A nivel mundial, según datos de UNESCO de 2017, “las áreas educativas más dominadas por los hombres son las de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la ingeniería, cuyas tasas globales de matriculación de mujeres son del 27% y 28%, respectivamente”. Sólo “un puñado de países” logra escapar a esta tendencia: Azerbaiyán, Malasia, Mongolia y Venezuela han “alcanzado la paridad en términos de mujeres investigadoras como porcentaje del total de investigadores en el campo de la ingeniería y la tecnología”.
En cuanto a la publicación de artículos científicos, el informe señala que las mujeres publican menos, a nivel mundial, que sus colegas hombres. Al respecto da cuenta de un estudio realizado por Wang, Stanovsky y Weihs en 2019, que tras analizar 2,87 millones de artículos sobre informática publicados hasta 2018, concluye que “si la actual tendencia continúa, no se logrará alcanzar la paridad de género antes del año 2100, y esto según la proyección más optimista del estudio”. Por otro lado, las tendencias globales indican que “es menos probable que las mujeres sean las primeras o las últimas autoras de un artículo, además de que las publicaciones escritas por mujeres son menos citadas que las publicadas por hombres”.
Así está el barrio
El informe de ONU Mujeres deja claro que lo que sucede en esta región tiene sus particularidades. Si bien a nivel mundial “sólo el 35% de los estudiantes de carreras y programas del campo de las STEM son mujeres”, en esta parte del planeta la cuestión es un poco distinta: “América Latina y el Caribe es una de las dos regiones que han alcanzado la paridad en la proporción de hombres y mujeres investigadores”, ya que en la región “45% del total de investigadores son mujeres”, dice el informe.
Al desglosar por países, los que han alcanzado ya esa paridad son Argentina, Cuba, Guatemala, Panamá, Paraguay, Trinidad y Tobago, y Uruguay. Por su parte, el trabajo señala que Venezuela “ya ha logrado atravesar el umbral de la paridad, con el 60% de mujeres investigadoras”. Cinco países están cerca de alcanzar la paridad: Costa Rica (con 42,8% de investigadoras), Ecuador (41,1%), Honduras (41%), El Salvador (39,2%), Bolivia (37,5%) y Colombia (37,3%). Sobre quienes peor están enfrentando la brecha de género, el informe indica que “en Chile, México y Perú las mujeres todavía representan menos del 34% del total de investigadores”.
Pero claro, una cosa es cantidad y otra es calidad. Y no nos referimos a que las investigadoras mujeres produzcan ciencia de peor calidad, sino a la calidad de sus carreras debido a los límites y barreras que se les imponen. Por ello el trabajo alerta que a pesar de la paridad en la matrícula, “la segregación horizontal y vertical continúa siendo elevada: las mujeres investigadoras aún se encuentran subrepresentadas en los niveles más altos de las carreras profesionales y continúan siendo una minoría en muchos campos de las STEM en casi todos los países de la región”.
A ese respecto, si bien la región repite el patrón que se da en otras partes ‒que la brecha de género se vea especialmente en áreas como la ingeniería y la inteligencia artificial‒, se desataca que Uruguay, junto con Perú, son los únicos países de América Latina y el Caribe que tienen paridad en egresadas universitarias en ingeniería, manufactura y construcción, con un porcentaje de 45,9% en nuestro país y de 47,5% en el país andino. Según un reporte del Banco Interamericano de Desarrollo de 2018, citado en el informe, “los dos países que presentan las mayores disparidades en este sentido son Chile y El Salvador, donde las mujeres sólo representan el 17% del total de graduados” en ingeniería, industria y construcción, y en las tecnologías de información y comunicación.
Más allá de las graduaciones, también se reporta que según datos de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana e Interamericana, “la proporción de investigadoras mujeres que trabajan en el ámbito de la ingeniería y la tecnología en la región es mucho menor que la de los hombres”, destacándose que en 2017 “del total de investigadores en ingeniería y tecnología, solo el 36% eran mujeres en Uruguay; el 26%, en Colombia; el 24%, en Costa Rica; el 17%, en El Salvador; en Honduras el 21,5%; y en Bolivia y Perú alrededor del 19%”. Ampliando esta segregación horizontal, se informa que “las mujeres también son minoría en el campo de la agricultura y las ciencias veterinarias, mientras que en la mayoría de los países tienden a estar sobrerrepresentadas en las ciencias médicas y de la salud mental, y en las ciencias sociales”. Estas desigualdades de género se ven también en las publicaciones científicas: “Las mujeres sólo publican el 38% de los artículos de ciencias físicas y químicas, y el 30% de los de ingeniería”, indica el trabajo, refiriendo a un estudio de 2018 de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Como ejemplo de segregación vertical, el informe menciona la “proporción de mujeres afiliadas a las academias nacionales de ciencias de la región”, y lo que se desprende es alarmante. “Según la Red Interamericana de Academias de Ciencias, menos del 20% de los miembros son mujeres, con Panamá con la mayor proporción de miembros mujeres (alrededor del 40%) y Bolivia con la menor (menos del 9%). La tasa es levemente mayor en las juntas directivas de estas organizaciones, donde la proporción de mujeres ronda el 27%”.
Igualdad y políticas públicas
En el informe se analizan comparativamente las políticas públicas de los países de la región respecto de la igualdad de género en ciencia, tecnología e innovación (CTI). Para ello analizan ocho dimensiones: existencia de una política específica de igualdad de género en CTI; mención de la igualdad de género en STEM en un plan, política o estrategia nacional de CTI; mención o inclusión de alguna referencia a este tema en una ley nacional de CTI; existencia de referencias al campo de las STEM en la política nacional de igualdad de género; existencia de referencias a la igualdad de género en STEM en las leyes nacionales sobre igualdad de género; existencia de una red nacional de mujeres científicas; existencia de referencias a la igualdad de género en STEM en la política nacional de educación; mención o inclusión de alguna referencia a este tema en una ley nacional de educación. Para ello consultaron a “más de 200 políticas, documentos y leyes”.
En el gráfico que muestra los resultados, Uruguay es el único país que tiene una ley nacional de igualdad de género que incluye referencias a las STEM (aprobada en 2007). También está bien puntuando por tener una red nacional de mujeres científicas, la “sección nacional de la red internacional OWSD [Organización para las Mujeres en Ciencia para el Mundo en Desarrollo]”, establecida en 2019. Al respecto, sostiene que “Uruguay fue el primer país de Sudamérica en establecer una sección nacional de la OWSD”. Sin embargo, en las otras dimensiones, nuestro país tiene un debe notorio.
Por otro lado, se reconoce que “Argentina fue el primer país en incorporar la temática en sus políticas”, además de ser “el primer país donde se creó una red nacional de mujeres investigadoras, más de una década antes que en cualquier otro país de la región” y fue también pionero en la región en “incluir la igualdad de género en su plan nacional de CTI”.
El informe pone en blanco sobre negro las brechas de género en la ciencia, la matemática, la ingeniería y la tecnología. Lentamente se están tomando medidas para cambiar esta realidad. A todos nos toca poner lo mejor para que el siguiente informe muestre cambios sustantivos.
Informe: “Las mujeres en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas en América Latina y el Caribe”
Publicación: ONU Mujeres, 2020
Autor: Alessandro Bello.