Publicación liderada por el veterinario salteño Martín Altuna, del Proyecto Jabalí de la Universidad de la República, advierte sobre los problemas para la salud humana y animal, y también para la producción ganadera, de que esta especie exótica invasora sea hospedero del voraz gusano barrenador de la mosca Cochliomyia hominivorax.
Pocas veces un artículo científico, el medio que los investigadores eligen para comunicar a sus pares el conocimiento que han generado, toca múltiples temas. Por lo general, cada trabajo publicado se ciñe a determinado aspecto dentro de un campo específico. Por eso llama tanto la atención “Miasis de gusano barrenador del Nuevo Mundo (Cochliomyia hominivorax) en suinos salvajes de Uruguay: implicaciones para Una Salud y las enfermedades transfronterizas”, publicado recientemente en la revista internacional Parasites & Vectors (enero de 2021) por Martín Altuna, Gustavo Castro y Santiago Mirazo, del Proyecto Jabalí (proJAB) de la Universidad de la República, y Paul Hickner, Adalberto Pérez de León y Alex Arp, del Servicio de Investigación Agrícola del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA-ARS). En un único artículo, de menos de diez páginas, se abordan temas como una especie exótica invasora –el jabalí–, una enfermedad –la bichera o miasis provocada por el gusano barrenador del ganado– que afecta a otros animales, incluido el ser humano –una zoonosis–, el concepto de “una salud” –animales, humanos y ambiente interconectados–, problemas que afectan a la producción, el calentamiento global y los cazadores como herramienta de control sanitario y generadores de datos de sumo valor.
Como atractivo suplementario, el artículo surge del trabajo en colaboración, en Artigas, del veterinario Martín Altuna y la Asociación de Controladores de Jabalí de ese departamento; muestra el valor de que los ciudadanos recojan datos que puedan ser usados en la generación de conocimiento y, al mismo tiempo, complejiza visiones simplistas que tienden a pensar que la caza sólo presenta aspectos negativos. Con tantas aristas, pasemos a presentar a los actores necesarios de este excepcional trabajo que constata que los jabalíes y cerdos asilvestrados son afectados por la bichera, por lo que se convierten entonces en parte del ciclo vital de esta mosca que perjudica a la producción ganadera y produce miasis, la enfermedad ocasionada por larvas que devoran los tejidos, en más de 800 uruguayos al año.
Actor número 1: los jabalíes y cerdos asilvestrados
“Los suinos ferales (Sus scrofa) son altamente invasivos y amenazan la salud humana y animal en las Américas”, sostiene el trabajo. Efectivamente, los jabalíes (Sus scrofa) son una especie exótica invasora que fue introducida por el barón de Anchorena a principios del siglo pasado para jugar a la caza con sus amigos en su estancia de Colonia. Algunos de ellos se escaparon y se encontraron con chanchos domésticos traídos por los conquistadores españoles que se habían asilvestrado. Comenzaron a reproducirse con gran éxito y, dado que no tenían depredadores naturales, se extendieron por todo el territorio de Uruguay, llegando incluso al sur de Brasil a fines de la década de 1980.
Los jabalíes –y los cerdos asilvestrados– comenzaron a producir daños en la fauna y la flora nativa y a ocasionar problemas en los cultivos y en actividades ganaderas, a la vez que son portadores de patógenos de enfermedades de relevancia para la salud animal y humana. Cada una de estas tres cosas sería suficiente para que los jabalíes fueran considerados una especie exótica invasora destructiva, pero los simpáticos y belicosos hocicudos porcinos no se contentaron hasta reunirlas todas. No en vano es considerada una de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo. Por ese motivo, en 1982 fueron declarados plaga nacional y se permitió su caza.
En un trabajo publicado por la revista Plan Agropecuario, Martín Altuna, Santiago Mirazo y Gustavo Castro, miembros de proJAB y autores del artículo que origina esta nota, listaban algunos de los impactos de los jabalíes. ¿Tienen tiempo? En el sector agrícola, “consumo de cultivos (como maíz, arroz, sorgo) y frutales entre otros”; en el sector pecuario, “predación en ovinos y bovinos”; en el ambiente, “aumento de la erosión del suelo y destrucción de humedales y montes nativos”; en la fauna silvestre, “desplazamiento y depredación de especies nativas”, como el venado y el carpincho; en la sanidad animal y humana, “transmisión de enfermedades zoonóticas y de impacto económico, que afectan a la producción animal y al ser humano”. Hay más, pero las dejamos para otra ocasión, porque aquí nos vamos a centrar en las enfermedades que pueden transmitir: la tuberculosis bovina, la brucelosis, la hepatitis E, la influenza, la fiebre aftosa, peste porcina clásica y africana o la leptospirosis, entre otras. Dado que su carne es consumida por los seres humanos, y que además pueden saltar a otros animales, es de gran importancia hacer trabajos de vigilancia sanitaria.
El trabajo de Altuna y sus colaboradores es el primero en toda América del Sur en reportar casos de miasis –es decir, de larvas devorando tejidos de animales de sangre caliente, ocasionada por la mosca de la bichera– en jabalíes. Es así que pasamos al otro actor protagónico de este artículo.
Actor número 2: la bichera y la mosca devoradora de hombres
La mosca que ocasiona la bichera, cuya larva se conoce como gusano barrenador de ganado, tiene un nombre que la pinta a la perfección: Cochliomyia hominivorax, viniendo lo de homini en alusión a los humanos y vorax a que los consume. La mosca tiene un ciclo vital que resumidamente sería así: la hembra fecundada es atraída por el olor que desprenden las heridas y mucosas lesionadas de los vertebrados de sangre caliente; deposita entonces los huevos, de manera que cuando las larvas eclosionan, comienzan a alimentarse del tejido del animal con voracidad –por eso se los llama barrenadores, porque penetran cada vez más profundo en los tejidos de su huésped–; las larvas llegan a determinado estadio en el que se dejan caer al suelo, enterrándose, donde pupan para luego emerger como moscas.
Los primeros casos de humanos con miasis por esta mosca, que era endémica de América y tras su erradicación de América del Norte hoy sólo está presente en América del Sur, fueron reportados en 1858. La bichera es considerada una enfermedad olvidada o desatendida en humanos, ya que no se han desarrollado tratamientos o medicinas dado que afecta a personas de escasos recursos de países que no están entre los más poderosos. De hecho, en Uruguay la bichera es más que nada un tema de preocupación productiva, ya que causa grandes pérdidas a los productores ganaderos. Pero no debemos engañarnos: un estudio llevado a cabo por la Dirección General de Servicios Ganaderos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) en 2006 detectó personas afectadas por bichera en 0,7% de los establecimientos al año, lo que permitió estimar que en Uruguay habría unos 818 casos de bichera en humanos por año, más que nada en la población rural.
Como bien dice el artículo publicado, “la interacción entre las especies exóticas invasoras y parásitos zooníticos puede exacerbar los riesgos para la salud de humanos y animales domésticos y silvestres, así como para el ambiente”. Cuando acaba de cumplirse el año de una pandemia, queda claro que conocer los virus de los murciélagos de regiones alejadas de China es tan importante como saber qué patógenos circulan entre la fauna exótica y autóctona de nuestro país. “Una interacción que no se ha explorado es la que hay entre los suinos ferales (Sus scrofa) y el gusano barrenador del ganado (Cochliomyia hominivorax)”, dice el trabajo de Altuna, Castro, Mirazo y sus colegas estadounidenses.
Actor número 3: Altuna, los controladores y proJAB
Martín Altuna es médico veterinario sanitarista y lleva muchos años trabajando en Sanidad Animal en el departamento de Artigas. Con las miasis causadas por esta mosca realizó muchas tareas, entre las que se destaca el plan piloto por el que en Artigas se validó la técnica del insecto estéril con moscas que fueron enviadas desde México. Al ver que su colega del MGAP Gustavo Castro estaba trabajando solo en el tema del jabalí, se puso a la orden en busca de temas que lo obligaran a estudiar.
“Empezamos a muestrear y a realizar tareas de vigilancia sanitaria”, recuerda. En 2016 se propusieron organizar un seminario sobre el jabalí y en diciembre lo concretaron trayendo a referentes de Argentina y Brasil. Desde entonces no pararon las charlas, seminarios y presentaciones en distintas localidades, invitando a expertos de otras partes de América y de España, ya que el jabalí es un animal que, cuando invade un ecosistema o está fuera de control, causa perjuicios en todas partes.
Pero el trabajo de Altuna en el tema no pasa sólo por dar charlas y hacer muestreos. Luego de aquel primer seminario de 2016, estimuló la creación de una asociación de cazadores, que luego se concretó en la creación de la Asociación de Controladores de Jabalí de Artigas. De esta manera transmitió a los cazadores locales la idea de ser agentes sanitarios que notificaran lo que veían a nivel de terreno y que recolectaran distintos materiales biológicos de los animales cazados. “Vi que si bien había diversos actores en el tema, faltaban puentes que redundarían en beneficios para todos los colectivos”, sostiene.
El panorama es complejo. “Hay productores que son reticentes a los cazadores y la caza. A la Policía le preocupa la caza furtiva. Los cazadores, a su vez, tenían problemas para entrar a los predios. Y entonces me dije que ahí podía hacerse algo al respecto”, sostiene. Altuna se reunió con algunos referentes de la caza de jabalí en Artigas y sugirió la idea de formar la asociación.
“Teníamos que lograr insertar la asociación en la sociedad. Yo trabajé toda mi vida en Sanidad Animal, desde las garrapatas hasta la aftosa, entonces tengo mi nombre acá en Artigas”, confiesa. Le propuso a uno de los referentes de la caza que hiciera una lista “con los mejores cazadores, con los que tengan el mejor comportamiento y todo en regla”. Luego se fueron a visitar todas las instituciones de Artigas, como el Ministerio de Defensa Nacional o el del Interior, el Departamento de Zoonosis de la Intendencia, a los productores, a instituciones que hacen investigación, como el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias, la Universidad de la República, a la Dirección Nacional de Medio Ambiente y con quien pudiera interesarse en el tema.
Por otro lado, cuenta que el Proyecto Jabalí se remonta a 2011. “Comenzamos con la Facultad de Veterinaria, yendo a las Fiestas del Jabalí para tomar muestras, y cuando había recursos salíamos también a muestrear. Todo muy cuesta arriba”. Hoy, sin embargo, el proJAB tiene una seroteca con más de 100 sueros de jabalíes, una cantidad más que relevante. El proyecto comenzó a reunir gente interesada en el tema, y en 2019 pasó formalmente a involucrar a la Facultad de Ciencias y a la de Veterinaria.
Actor número 4: cuando las cosas se dan
Formada la Asociación de Controladores de Jabalí de Artigas con cazadores responsables aportando datos y muestras, formado el proJAB, de pronto dieron con algo importante: los controladores comenzaron a reportar casos de bichera en los jabalíes. “Llevo en el alma el tema de la bichera, y cuando obtuvimos estos datos sobre la bichera en los jabalíes, vimos que teníamos algo interesante para reportar”, dice Altuna, siempre bajando el perfil de lo que hicieron.
“Entonces me comuniqué con Adalberto Pérez de León, que en ese momento estaba en el Servicio de Investigación Agrícola del Departamento de Agricultura de Estados Unidos”. Adalberto le dijo que estaban ante una situación “win-win”. “Nosotros como investigadores necesitamos publicar y, por otro lado, estos datos no pueden quedar en un escrito así nomás”, cuenta que le dijo Pérez de León. La respuesta de Altuna fue la misma cuando lo llamé para hacerle una nota por el artículo: “Vamo y vamo”. “Entonces empezamos a trabajar junto con dos investigadores de su departamento, Paul Hickner y Alex Arp”. El resultado de todo esto es la publicación reciente del artículo.
Jabalíes y bichera
“Aquí reportamos la infestación por gusano barrenador de jabalíes capturados en el departamento de Artigas y en el norte de Salto, donde la República de Uruguay comparte fronteras con Brasil y Argentina”, dispara el artículo. Y no es un tema menor: “Según el conocimiento de los autores, este es el primer informe epidemiológico de miasis por gusano barrenador en cerdos salvajes de América del Sur”, dicen, explicando así el interés de Adalberto Pérez de León y sus colegas del norte.
618 jabalíes fueron muestreados por la Asociación de Controladores entre mayo de 2017 y abril de 2020 en Artigas y Salto. De ellos, 27 “estaban infestados con larvas de díptero”. Al examinar las larvas colectadas al microscopio, Altuna y los suyos corroboraron que todos los casos correspondían a larvas de la mosca devoradora de hombres que provoca la bichera. También vieron que la mayoría de los infestados eran machos adultos (20 de 282 jabalíes machos contra siete de 336 hembras), algo que no podía explicarse por el azar.
En el trabajo detallan las zonas donde se ubicaban las heridas infestadas de bichera: la mayoría en los hombros (19%), el lomo y las costillas (11% cada una). Como la bichera se presentaba también en los adultos más grandes, en el trabajo conjeturan que las moscas podrían aprovecharse de los enfrentamientos por dominación que se dan entre los machos, cuando con sus filosos colmillos se producen heridas. También observaron que si bien los jabalíes estaban abichados, los gusanos no llegaban tan profundo como en otros animales en su voraz camino y que la presencia de estos parásitos no parecía comprometer la salud de los animales. “El único juvenil colectado con miasis tenía la infección en la zona umbilical”, señalan, algo que es esperable, dado que las moscas buscan las heridas abiertas para poner sus huevos. No descartan que pequeños jabalíes y hembras afectadas en el parto por bichera no hayan sido colectados porque en esos casos la miasis podría producir mortandad (algo que se observa en el ganado).
Jabalíes y las fronteras
La bichera es un patógeno que afecta a los países de América del Sur. En ese sentido, el trabajo de Altuna y sus colegas enciende una luz de alerta: “Los cerdos salvajes que sobreviven a la infestación podrían desempeñar un papel importante en la diseminación del gusano barrenador”, sostienen en el artículo, agregando que “el área de distribución de un cerdo salvaje puede ser de más de 400 hectáreas, al tiempo que su distribución territorial no está limitada por ríos”. En el trabajo incluso señalan que durante las maniobras de caza de los jabalíes en Artigas, algunos ejemplares escaparon nadando por el río Cuareim hacia Brasil. Por eso dejan constancia de que “Es probable que las infestaciones del gusano barrenador adquiridas en Uruguay, Argentina o Brasil puedan ser llevadas a un país fronterizo donde las larvas se dejarían caer y puparían”, marcando así el potencial problema de enfermedad zoonótica transfronteriza que requeriría esfuerzos conjuntos para su combate. “Si uno de estos tres países comenzara un programa de control o erradicación, los jabalíes serían una fuente de reinfestación”, apuntan.
“Este no es sólo un problema de los jabalíes, sino de los animales silvestres en general. En Argentina, en el Parque Nacional El Palmar, en Entre Ríos, hicieron un plan de erradicación de jabalíes con cazadores porque no estaban teniendo rebrotes de palmeras y vieron que si no intervenían se iban a quedar sin parque. En ese marco tienen registros de ciervos axis y jabalíes cruzando el río Uruguay tranquilamente”, confiesa Altuna. “Los jabalíes cruzan los ríos limítrofes y lo que sea, no hay nada que los detenga”, ilustra.
Jabalíes, bichera y el calentamiento global
En el artículo los investigadores informan que la infestación por gusano barrenador “se correlacionó con temperaturas medias mensuales más altas y se detectaron menos casos en los meses de invierno”. Por tanto, señalan que “un aumento en las infestaciones asociadas con temperaturas más altas es preocupante, porque se ha estimado que las tendencias actuales de cambio global podrían resultar en un aumento de las temperaturas en Uruguay de hasta 3° C para 2100”. De esta forma, “el riesgo de infestación por gusano barrenador podría extenderse más durante el año”, afectando prácticas de los productores ganaderos para evitar la bichera.
Otra cosa interesante del trabajo es que observan que la mayor afectación de los jabalíes se da en los meses de mayor temperatura. El trabajo habla de una especie exótica invasora, de una zoonosis que produce enfermedad humana y de animales, afectando a la producción, evidenciando un caso de el concepto de “una salud”, pero además, como si fuera poco, le agrega el aderezo del calentamiento global. Es que dicen que hay prácticas ganaderas de, por ejemplo, castrar, poner caravanas o marcar en invierno, porque hay menos chances de que el ganado se abiche, pero con el calentamiento global se perderá esa ventana de evitar que los gusanos se alojen en las heridas.
“En el invierno baja la incidencia de estas moscas, pero no desaparecen”, explica Altuna. “Por eso hay manejos que implican heridas, como el marcado y la castración, que se trasladan para el invierno. Con el calentamiento global los inviernos cada vez se van a volver menos crudos y más cortos. De cierta manera, nos estamos paraguayizando, entonces la bichera, como los mosquitos y otros vectores, van a ir estirando su presencia a lo largo del calendario, al tiempo que expanden su distribución”, apunta.
Cazadores y ciencia ciudadana
Por lo general, cuando se hace una investigación científica se parte de una hipótesis, que en este caso podría haber sido que podría haber bichera en los jabalíes. Pero aquí sucedió al revés: el trabajo surge a partir de que cazadores reportan miasis en estos animales. En el artículo se habla de la importancia de este tipo de ciencia ciudadana, de datos que son aportados por gente que no se dedica a la investigación pero que está en contacto con los fenómenos y que hace aportes que pueden generar conocimiento.
“Los cazadores llegan y ven cosas que el Estado no vio, no ve y no verá. Entran en lugares que a veces ni los productores o los propios dueños de los establecimientos conocen”, dispara Altuna. “Y eso es algo que se está aprovechando no sólo aquí, sino a nivel mundial. Por ejemplo, en España funciona una fundación que puso en práctica la aplicación Observatorio Cinegético, que en manos de cazadores responsables, comprometidos y colaboradores, que son las tres condiciones que tiene que tener un buen cazador, es algo muy valioso”, añade.
“¿Por qué le pusimos Asociación de Controladores? Porque la palabra cazador genera rechazo, mientras que un controlador de plagas, no. Pero encima, además de controlar la plaga, colectan muestras, aportan datos de cosas que la gente tal vez no sabe de sus propios establecimientos, desde un alambrado caído, una vaca en el arroz, un animal muerto, contaminaciones ambientales, especies exóticas invasoras vegetales o animales, o, como sucedió hace poco, de la presencia de especies como el puma. Esa persona, responsable, comprometida y colaboradora, puede ser los ojos del Estado o incluso del productor en muchísimas cosas. Hay lugares inexpugnables donde ellos se meten, y si en la mano tienen una aplicación buena y potente, se podría tener una gran cantidad de datos que serían muy útiles para varias instituciones”.
Altuna dice que la caza genera rechazo en parte de la sociedad. “Pero si los cazadores están capacitados, son responsables y comprometidos, se da una situación win-win, es decir, en la que todos ganan. Si lográramos capacitar a los cazadores como agentes sanitarios, como hacen en España, sería una oportunidad sensacional”, anota, y añade que si los dueños de los campos dejan entrar a gente responsable y de confianza, se disminuye a la vez el tema de la caza furtiva. “Por lo general, los cazadores respetan sus códigos y no se meten donde otro está cazando. Hay que cambiar el chip, dejar entrar gente de confianza y que da garantías, y eso puede ayudar a controlar el furtivismo”, declara.
Un investigador a su pesar
Le pregunto a Altuna si, dado que trabaja en Sanidad Animal, el interés por los jabalíes surgió a partir de que son reservorios de zoonosis. “Me interesó el jabalí como un reservorio de zoonosis, como animal que se enferma y por muchas otras cosas. El impacto que tiene el jabalí, por ejemplo en la parte medioambiental, es incalculable”, contesta. Y pone un ejemplo: “Haciendo relevamientos en Artigas, les preguntamos a los productores si tenían jabalíes en sus predios. El 29% de los más de 1.000 productores consultados tenía. Cuando les preguntamos cuál era el principal impacto, si el medioambiental, el ganadero, el agrícola o en las instalaciones, nos sorprendimos porque el ambiental era el más señalado”. A continuación aclara: “Ojo, es Artigas. Capaz que ese mismo relevamiento se hace en Soriano, donde hay mucha actividad agrícola, y el resultado es otro”.
Para despedirme lo vuelvo a felicitar por el artículo, que, como dije al inicio, reúne una gran variedad de temas de una forma amena, original y sumamente valiosa. Le digo que como investigador debe estar satisfecho. “De investigador no tengo nada”, dice con franca humildad. “Soy un veterinario de campo”, complementa. Le discuto. Altuna con su pasión por conocer genera conocimiento que se desprende de datos y evidencia. Investigador, veterinario, periodista. Son apenas palabras. Lo que haga cada cual es lo que las llena de significado. Reportar sobre un maravilloso trabajo, originado en Artigas, que parte de la colaboración de cazadores –controladores de plagas– y la interacción con un veterinario experto en sanidad animal con llegada en muchas instituciones, gran capacidad de generar trabajo colaborativo y talento para rodearse con otros, me hace sentir que estoy dándole valor a la expresión “divulgador científico”. Si el trabajo además junta en unas pocas páginas una especie exótica invasora, zoonosis, salud humana y animal, afectaciones productivas, vigilancia sanitaria, calentamiento global, problemas transfonterizos y una novedad para todo un continente, como le dijo Pérez de León, estamos en una situación win-win.
Acepta lo de investigador a regañadientes. “A todo el mundo le digo que trate de hacer aquello para lo que tiene vocación. La sanidad animal la llevo en la sangre, no sirvo para otra cosa, no sé cambiar ni una bombita de luz”. Cambiar bombitas es una cosa; encenderlas, como hace este artículo, es otra tanto o más valiosa.
Artículo: “New World screwworm (Cochliomyia hominivorax) myiasis in feral swine of Uruguay: One Health and transboundary disease implications”.
Publicación: Parasites & Vectors (enero de 2021).
Autores: Martín Altuna, Paul Hickner, Gustavo Castro, Santiago Mirazo, Adalberto Pérez de León, Alex Arp.