El viernes 12 de noviembre, a las 10.00, la veterinaria Lourdes Casas estampó su firma en varios documentos legales, sellando así la compra de un terreno de 1.070 metros cuadrados ubicado en Maldonado. El trámite significó el fin de una odisea de seis meses para la Sociedad para la Conservación de la Biodiversidad de Maldonado (Socobioma), el centro de rescate y rehabilitación de fauna nativa que Casas dirige desde 2006.

A mediados de mayo de este año, el futuro se veía bastante oscuro para la organización, que rehabilita cerca de 600 animales nativos por año y brinda charlas y talleres en centros educativos. Hasta entonces, Socobioma funcionaba en un terreno prestado en Maldonado, pero a comienzos de mayo se les informó que el predio sería vendido y que disponían de dos meses para encontrar un nuevo lugar y reubicar a los animales. Algunos de ellos estaban en condiciones de volver a su hábitat, tras el proceso de recuperación, pero para la mayoría esto no era una posibilidad. Muchos de los ejemplares que llegan a Socobioma tienen lesiones que hacen imposible reinsertarlos en su ambiente natural, o han pasado demasiado tiempo en manos de particulares como para poder valerse por sí mismos en la naturaleza.

No era la primera vez que Socobioma, una organización que funciona con el aporte de voluntarios y la dedicación no renumerada de sus integrantes, debía interrumpir sus operaciones por falta de recursos. En 2013, cuando llevaban ya siete años como centro de rescate habilitado por la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) también debieron detener sus actividades, un impasse que duró poco más de tres años. Desde esa fecha funcionaban en el terreno ya mencionado, que debieron abandonar finalmente en setiembre.

En julio, la Intendencia de Maldonado les ofreció un espacio en el antiguo zoológico del Parque Quinta de Medina, en San Carlos, una propuesta que tenía algunos pros y varios contras. No debían pagar servicios de luz y agua, por ejemplo, pero sí necesitaban unos 20.000 dólares para construir la infraestructura adecuada (sin contar la mano de obra). Además, instalarse allí los obligaba a trabajar muy lejos del agua, toda una dificultad logística para una organización que se dedica en buena parte a rescatar animales marinos.

Lo que ocurrió desde entonces fue un proceso que a Casas le parece “increíble”. La organización apeló al apoyo voluntario para conseguir el dinero necesario para seguir funcionando, pero quienes respondieron al pedido no fueron empresas o el gobierno, sino miles de voluntarios, que con pequeños aportes fueron tejiendo una red solidaria para detener lo que parecía una caída segura. Socobioma logró juntar en ese plazo 65.000 dólares.

“Es la parte más increíble de todas. Esto se logró literalmente gracias a cada uruguayo que se solidarizó y entendió que lo que pedíamos era necesario para el país. No fueron personas muy adineradas ni grandes empresas, sino voluntarios que de a 200 o 300 pesos ayudaron para llegar a la cifra necesaria. Es una cantidad enorme de gente la que ayudó”, cuenta Casas a la diaria.

La firma de Casas, con la colaboración honoraria del escribano Manuel Díaz, aseguró a la organización un terreno que costó 40.000 dólares, ubicado a seis cuadras de la playa en Solanas. Ahora llega para la ONG una segunda parte igualmente ardua, que es la construcción de un lugar armonioso con el entorno y que cuente con las facilidades necesarias para cuidar a los animales nativos.

Volver a empezar

Socobioma surgió hace más de 15 años como una “necesidad”, cuenta Casas, al ver la cantidad de animales silvestres que aparecían con problemas y sin posibilidad de ser tratados adecuadamente. Al comienzo trabajaban con especies mayoritariamente marinas, como pingüinos y lobos marinos. “A medida que fue pasando el tiempo fuimos entendiendo toda la problemática y gravedad de la fauna en general y la carencia de organizaciones que la ayuden”, apunta Casas. Decidieron entonces ampliar sus actividades y recibir también animales de monte, lo que obviamente multiplicó el trabajo y la necesidad de especialización y capacitación.

Garza bruja rescatada por Mauricio Silvera.

Garza bruja rescatada por Mauricio Silvera.

Foto: Gentileza Mauricio Silvera

Casas puso en esta tarea todo su conocimiento y rigurosidad como veterinaria, pero Socobioma también debió formarse para los desafíos específicos que plantea nuestra fauna nativa. Recibieron ayuda de técnicos de Brasil para capacitarse en el tratamiento de animales empetrolados, intercambiaron información con organizaciones y científicos de otros países y apelaron al conocimiento de expertos locales. En algunos casos puntuales trabajaron con la Unidad de Extensión de la Facultad de Ciencias, más específicamente con la bióloga Diana Szteren, especialista en animales marinos. Con ella y la colaboración de otros grupos crearon la Red de Varamientos de Fauna Marina, proyecto destinado a estandarizar los procedimientos de rescate de animales y relevar lo que acontece en nuestras costas.

En 2020, la organización recibió y trató a 670 animales, un “número enorme”, según admite la propia Casas. Los ejemplares que llegan más comúnmente son las aves marinas costeras. Por ejemplo, especies de gaviotas que al subir las temperaturas aparecen con “síndrome de parálisis”, una afección cuyas causas están aún bajo estudio pero que deja a los animales débiles, deshidratados y casi sin poder moverse. Otros ingresos comunes entre la fauna marina son los lobos marinos y los pingüinos.

Dentro de los animales de monte el número mayor corresponde a comadrejas y rapaces como caranchos y gavilanes, aunque también suelen aparecer lechucitas de campo, tamborcitos y lechuzas de campanario. En menor número pueden verse en Socobioma zorros, manos peladas, tatúes y mulitas, e incluso ocasionalmente algún margay, ese esquivo felino arborícola que se mueve silenciosamente en nuestros bosques. Este año incluso recibieron a un tamanduá, aunque cuando llegó al centro se encontraba ya muerto.

En 98% de los casos, según Casas, los animales sufren algún daño provocado por la actividad humana, una cifra que la lleva a insistir en la necesidad de “reforzar la educación ambiental y la divulgación”.

Cuando la organización tuvo que abandonar el terreno en el que se encontraba, en setiembre de este año, se encontró con otro desafío tan complicado como conseguir 40.000 dólares en poco tiempo: decidir qué hacer con los animales de sus instalaciones, obligados a una mudanza tan intempestiva.

Como ocurre también con los seres humanos cuando se produce un desastre con poco aviso, los animales debieron ser realojados temporalmente en hogares, incluyendo el de la propia Casas y los espacios de su veterinaria. Esta situación, como ella misma aclara, no es la correcta, porque la fauna nativa no debe mantenerse en domicilios de particulares, pero la disyuntiva no daba mucho lugar a las dudas: o se hacía eso, o se condenaba a los animales a la muerte. De allí la urgencia por mudarse cuanto antes.

¿Cómo colaborar?

Socobioma inicia ahora una nueva etapa para llevar a cabo las obras necesarias en su nuevo terreno. Quienes estén interesados en colaborar económicamente o con su tiempo y dedicación pueden contactarse al 092 727 317, el mail [email protected] o el sitio web www.socobioma.org, en el que figuran con claridad las vías de apoyo.

Casa nueva, vida nueva

Ahora, Socobioma inicia una carrera contrarreloj para tener listas lo antes posible las instalaciones para los animales. La organización hizo un llamado a arquitectos y paisajistas para que colaboren con el diseño de un lugar armonioso con el entorno, en el que puedan quedarse por un largo tiempo.

Eso, obviamente, “va a implicar más dinero y una nueva forma de recaudar, o de trabajar para recaudar”. Con el dinero reunido hasta ahora se aseguraron la construcción del cerco perimetral y la bomba del pozo de agua, fundamental para las piscinas de los animales marinos. Luego llegará la hora de planificar nuevas campañas o buscar apoyos para la realización de las nuevas instalaciones.

Lo más costoso es la construcción de la vivienda en sí, y justamente por eso quedará para el final; las urgencias de los animales (no humanos) van primero. La veterinaria espera, con optimismo, tener para diciembre el cerco perimetral y los primeros recintos, siempre con la idea de que los animales permanezcan el menor tiempo posible en casas de particulares.

“Lo que buscamos es que los animales sean libres y tengan su chance en la naturaleza, no que sean mascotas. Y esa es la parte que es difícil que alguna gente entienda; no es sólo darles de comer y beber, sino que hay un entrenamiento previo a la liberación, como acondicionarles la alimentación y que sepan cazar, que es lo que buscamos al rehabilitar. Y pasar estas pautas a los demás no es tan fácil”, dice Casas. Ergo, es necesario que el lugar vuelva a funcionar lo antes posible para que la rehabilitación de estos animales no quede en manos de impulsos bien intencionados pero, por lo general, carentes de conocimientos técnicos.

“Más aún cuando se trata de crías que se acostumbran a los olores y sonidos de seres humanos; por eso es importante contar con un lugar agreste, simular lo mejor posible el lugar donde van a vivir luego. Y en fauna marina esto es aún más caro y complicado”, advierte Casas.

El nuevo centro de Socobioma tendrá dos piscinas, una para lobos marinos y otra para pingüinos, así como un espacio separado para las gaviotas. Se hará un buen manejo de las aguas, que serán tratadas con enzimas y reusadas luego para riego. En el predio se plantará casi exclusivamente vegetación nativa, a tono con los montes psamófilos de la zona.

Los animales que necesitan sus recintos con más urgencia son los zorros, gatos monteses y comadrejas, por lo que los esfuerzos de Socobioma estarán enfocados primero en ellos.

Cría de comadreja.

Cría de comadreja.

Foto: Gentileza Mauricio Silvera

Con una ayudita de mis amigos

Casas todavía no puede creer que en sólo unos pocos meses miles de colaboradores hayan transformado un final triste en un nuevo comienzo. “Lo pensamos e imaginamos, pero saber que ahora es real y que no vamos a tener que preocuparnos por andar moviéndonos, y que esto, aún cuando nosotros no estemos, lo podrán usar otras personas que sigan con el proyecto, me parece increíble. Creo que no caímos aún en la realidad de algo tan lindo que logramos”, cuenta.

Espera ahora que esta nueva etapa abra otras posibilidades de trabajar en conjunto con la Facultad de Ciencias y la Facultad de Veterinaria, ya que actualmente Socobioma cuenta, gracias al trabajo con los animales, con “un montón de información, de material para procesar y generar investigación”. No disimula, sin embargo, su desilusión con la respuesta institucional que hubo a la crisis de la organización. Lo que espera es que desde el gobierno al menos “se brinde educación, se activen las leyes y se proteja el ambiente y la fauna, porque eso facilitaría la tarea de todos”.

Casas asegura que desde el Estado no llegó la respuesta que esperaban, si bien mantuvieron reuniones con el ministro de Medio Ambiente, Adrián Peña, y el subsecretario Gerardo Amarilla. Desde la cartera ofrecieron ayudar a Socobioma con 2.000 dólares si firmaban el comodato con la intendencia y el Municipio de San Carlos para instalarse en el exzoológico del Parque Quinta de Medina, pero según Casas no es claro ahora si contarán con esa suma. Que es, por cierto, menos de 3% de lo recolectado por medio de donaciones de amigos y ciudadanos sensibilizados por su trabajo.

“Sería fantástico contar con el apoyo ministerial, pero no es la realidad”, señala Casas. Haber comprado el terreo con aportes voluntarios, sin embargo, “genera una independencia que no tiene precio”, porque no dependen de los tiempos de los organismos públicos, “que muchas veces no son los de las urgencias de los animales”.

“Nos parece bueno seguir generando recursos que nos permitan ser independientes”, dice la veterinaria, que recuerda que tampoco hubo aportes significativos de empresas. “Fue la gente, y creo que ese es un mensaje muy lindo. Capaz que desde los ámbitos de los que esperábamos respuesta no la hubo, pero la comunidad sí demostró que le interesa la fauna, el proyecto, los animales, el medioambiente. El mensaje de la comunidad fue muy fuerte. El otro lo dejamos en el debe”, concluye.

La experiencia de rescatar animales

Mauricio Silvera tiene 19 años y se desempeña como rescatista de Socobioma desde 2019. En estos dos años pasaron por sus manos principalmente gaviotas cocineras, pingüinos y comadrejas, pero también varias especies de tortugas dulceacuícolas, algún mirasol chico, garza bruja, gaviota capucho café, macá grande y benteveos, entre otras aves. No todo lo que hace tiene que ver con nuestros parientes emplumados; le tocó monitorear y hacer guardia de varias especies de mamíferos marinos, como el lobo marino común, el león marino, el lobo marino antártico y el elefante marino.

Estos rescates requieren a veces de mucho sacrificio, cuyo motor es la pasión que siente por los animales. Cuando le avisaron que en Neptunia habían hallado una garza bruja con tanzas en las patas y las alas, por ejemplo, recorrió varios kilómetros en su bicicleta bajo un diluvio y se la trajo con él, como un Noé de bajos recursos. La hidrató, la curó y la trasladó hasta Socobioma, donde la garza terminó el tratamiento y fue liberada tres o cuatro días después.

De paso, además de ayudar, se lleva una experiencia que no tendría de otra forma. “Como conocedor y aficionado de la naturaleza lo que me aporta Socobioma es increíble. En mi caso, cuando salgo a sacar fotos u observar la biodiversidad, los momentos que tengo para contemplar los animales son sumamente cortos, sólo al cruzarlos brevemente. En cambio, en Socobioma no hay más remedio que intervenir. Siempre cuidando de no generar impronta humana, porque son animales salvajes y deben seguir siéndolo, hay que auxiliarlos y alimentarlos, lo que te permite acercarte a ellos de una forma totalmente distinta; ves conductas y comportamientos muy ricos que de otra manera no podrías apreciar”, cuenta. En ocasiones es, además, una forma de conocer especies poco comunes.

Ayudar en los rescates “es una mezcla inmensa de sentimientos, sobre todo por la variabilidad de los casos”, cuenta Mauricio. Hay veces en que “es todo alegría”, como cuando los animales están sanos y sólo hay que sacarlos de una casa o liberarlos de algún lugar para que sigan su camino. Hay otras, como le ha ocurrido a Mauricio, en las que debe auxiliar a gaviotas con la mitad de la cabeza abierta tras ser atacadas por perros o sacar a las crías vivas del marsupio de una comadreja atropellada. “Hay que tener la cabeza fría porque se viven muchas cosas, pero siempre hay que quedarse con el pensamiento de que ayudaste o intentaste ayudar, y de que estás haciendo lo mejor por los animales”, explica.

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