La dictadura fue un período oscuro y triste para gran parte de la sociedad. A los atropellos de derechos humanos, políticos y financieros, hay que agregarle daños graves a la cultura. La ciencia, como una más de las actividades culturales, también sufrió sus embates. Con el regreso de la democracia, en 1985, el panorama científico era bastante desolador. La persecución ideológica y la intervención militar de la Universidad de la República tuvieron consecuencias nefastas que, entre otras cosas tal vez aún más graves, implicaron un atraso enorme de la ciencia realizada en Uruguay comparada con la de otros países del mundo y, aun, de la región.

Hacer ciencia es mucho más que dominar algún campo del conocimiento, algo que si bien nunca se alcanza por completo, podría decirse que se conquista con la obtención del grado en una carrera. Por ejemplo, en física, una estudiante podrá culminar su carrera de grado, obteniendo así su Licenciatura en Ciencias Físicas, algo que podrá lograr por ejemplo tanto en la Facultad de Ciencias como en la Facultad de Ingeniería. Sin embargo, hacer ciencia es justamente participar en la creación del conocimiento. A esa etapa creativa la conocemos como investigación científica, y por lo general, comienza a afianzarse durante los cursos de posgrado, es decir, las maestrías y los doctorados (estos últimos, en líneas generales, otorgan la capacidad de liderar investigaciones).

Al retornar la democracia a nuestro país, la posibilidad de hacer aquí posgrados científicos estaba, salvo alguna excepción puntual, fuera del horizonte. Sin doctorados o posdoctorados no había quién pudiera organizar cursos de maestría. Sin cursos de maestría no había cómo hacer avanzar nuestra producción científica. Porque hay algo que es evidente: la formación de investigadoras e investigadores, además de buscar generación de conocimiento, tiene como “subproducto” la formación de más investigadoras e investigadores. La ciencia es una construcción colectiva a lo largo del tiempo en la que, de salir bien, los y las estudiantes se paran en los hombros de quienes los van formando. Para subsanar este problema que aquejaba a las ciencias uruguayas, nació entonces el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba), que hoy lleva 35 años de exitosa existencia.

Creado en octubre de 1986, mediante un acuerdo entre la Universidad de la República y el Ministerio de Educación y Cultura, con apoyo del gobierno para acceder a fondos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Pedeciba comenzó a organizar cursos de posgrados científicos que sirvieron para encender la maquinaria que produce investigadoras e investigadores. Si bien todas estas creaciones son siempre colectivas y recogen una sensibilidad y sentir de varios y varias protagonistas de la época, la figura del médico e investigador Roberto Caldeyro Barcia fue fundamental para la creación de este programa de apoyo a las ciencias básicas.

Formando e impulsando la ciencia

Los objetivos del Pedeciba son claros, y aunque ya llevan 35 años, siguen tan vigentes como entonces: “Crear y mantener una plataforma científica capaz de apoyar el desarrollo de las Ciencias Básicas y el desarrollo tecnológico”; “sustentar la formación de profesionales de alto nivel en las diversas disciplinas científico-técnicas” y “participar activamente en la consolidación de la trama científica y cultural del Uruguay”.

Para lograr estos objetivos, se proponen la “formación de recursos humanos en las disciplinas científicas básicas, capaces de insertarse en la comunidad académica y en el sector productivo, público y privado”, así como “diseñar y administrar programas de Maestría y Doctorado en Ciencias Básicas para incentivar el desarrollo local de recursos humanos de alto nivel científico”. Como si esto no fuera suficiente, también se dedica a “coordinar y ejecutar programas con otras instituciones para mejorar la calidad de la enseñanza de las ciencias en todos los niveles educativos”.

Las áreas abarcadas por este programa de desarrollo de las ciencias son hoy la biología, la física, las geociencias, la informática, la matemática y la química. Cuando nació el Pedeciba Uruguay no tenía más de 40 investigadores. Tres décadas después, sólo en el Sistema Nacional de Investigadores hay 1.500 investigadores categorizados, mientras que en 2020 en Pedeciba había 1.015 investigadores y casi 900 estudiantes.

“Cuando nació el programa, Uruguay era un país donde la investigación era una cosa de otro planeta, no se estaba preparado para eso” nos comentaba David González entonces, ahora director del Pedeciba, en una nota de junio de 2019. Lejos estaba aún la crisis desatada por la pandemia del coronavirus, en la que la demanda de investigadoras e investigadores quedó en evidencia de forma sin precedentes. Pero ya entonces se divisaban nubarrones que persisten en el cielo mientras la pandemia parece darnos un respiro: “Increíblemente este modelo del Pedeciba, que fue muy exitoso y se ha tratado de replicar en otras partes de Sudamérica, ha sido tan bueno para generar estudiantes de posgrado que ahora ha generado el desafío de mantener a esas personas en Uruguay, no necesariamente en el ámbito universitario, pero sí en el ámbito de la investigación”, decía González.

Este miércoles 8 de diciembre el Pedeciba decidió celebrar sus 35 años de impulsar la ciencia del país, y para ello, además de verse las caras y saludarse ‒eso de que en la ciencia no hay lugar para las emociones es una pavada tan grande que no merece ni media línea aclaratoria, siquiera esta‒, se decidió distinguir a los investigadores eméritos que se retiran y a los ganadores de los Premios en Ciencias Básicas Roberto Caldeyro Barcia, que este año tienen una característica que, una vez más, muestra cómo el Pedeciba sabe leer la realidad de la comunidad científica.

Premiando paritariamente

Desde 1999 el Pedeciba entrega los Premios en Ciencias Básicas Roberto Caldeyro Barcia, distinción que “se entrega cada dos años a jóvenes investigadores residentes en el país, destacados por su excelencia académica en ciencias básicas”. Ya de por sí este no es un año cualquiera para entregar estas premiaciones: en 2021 se cumplen 100 años del nacimiento de tan importante científico uruguayo. Pero no sólo se trata de mirar para atrás, algo a lo que tenemos una gran tendencia en este país, sino también para el costado y hacia adelante.

Lo que se ve al mirar el presente de la ciencia es algo que no debería dar tranquilidad a nadie. Si bien en nuestro país son más las mujeres que los hombres que se dedican a la ciencia, al observar los niveles, grados y cargos más altos, esa proporción se invierte. Algo sucede en el camino y ya no es posible ignorarlo. Techo de cristal, inequidad de género, sesgos machistas. Diagnósticos hay muchos, o al menos más que medidas concretas o cambios radicales. En este contexto, la forma en que se otorgarán estos premios merece reconocerse: “En la edición 2021 del galardón se entregarán por primera vez premios paritarios a investigadores e investigadoras” en las áreas de la física, matemática y química (las áreas reconocidas van rotando en cada entrega).

Conozcamos entonces a las ganadoras y ganadores de estos premios. Y dejémonos seducir al mismo tiempo por la idea de que hay cambios inmediatos y posibles que están al alcance de nuestras manos, así como de que hay un mundo mejor que este a la vuelta de la esquina.

Física galardonada

El tribunal del Área Física del Pedeciba, formado por Horacio Failache, Helena Pardo, Cecilia Cabeza y Marcelo Barreiro, ya evidencia otro avance que merece destaque: el propio tribunal tiene una integración paritaria, algo ya señalado como una buena iniciativa para desarmar sesgos de género en la ciencia. Según el propio jurado, los méritos de tres de las candidatas postuladas los llevó a entregar un premio compartido. Las físicas ganadoras son entonces Julia Alonso, Lucía Duarte y Marcela Peláez.

Sobre Julia Alonso, de la Facultad de Ingeniería, el tribunal afirma que “trabaja en el área de la óptica, y más específicamente en el procesamiento óptico-computacional de imágenes”, y destaca que alcanzó “su independencia en un tema de investigación propio”, la imaginería óptica computacional, que ha desarrollado “con un carácter interdisciplinario”.

En la justificación de por qué reconocer el trabajo de Lucía Duarte, del Instituto de Física de Facultad de Ciencias, el tribunal señala que “se destaca por el alto impacto de su producción científica, particularmente los mecanismos para asignación de masa a algunas partículas en el marco del Modelo Estándar” ‒ queda claro que Duarte trabaja en física de partículas‒.

Sobre Marcela Peláez, de la Facultad de Ingeniería, quien “trabaja en el área de la física de cromodinámica cuántica, y más específicamente ha investigado en métodos no perturbativos para el cálculo en bajas energías de la fuerza fuerte”, el tribunal destaca “el muy alto impacto de su producción científica”, y reconoce que “ha publicado un gran número artículos, algunos de muy alto impacto en su área, ha colaborado con diferentes grupos de investigación extranjeros, ha codirigido varias tesis de posgrado, ha participado en varios tribunales de tesis y ha sido responsable de proyectos de investigación financiados”.

En el caso de los investigadores en el Área Física, el galardonado con el Caldeyro Barcia 2021 fue Javier Brum, del Laboratorio de Acústica Ultrasonora del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias. “Es responsable de dos líneas de investigación interdisciplinarias, mostrando claramente su independencia como investigador”, comunica el tribunal. Una de estas líneas corresponde al “estudio de la interacción de ondas de cizalla de baja frecuencia con tejidos biológicos y sus aplicaciones en elastografía, mientras que la otra es el “estudio del flujo sanguíneo a través de nuevas modalidades de imagenología por ultrasonido”.

Matemática galardonada

El tribunal para el Área Matemática también tenía integración paritaria: estuvo conformado por Enrique Cabaña, Nancy Guelman, Mariana Haim y Martín Reiris.

El joven investigador en matemática galardonado resultó ser Alfonso Artigue, del Departamento de Matemática y Estadística del Cenur Litoral Norte, que se dedica a los sistemas dinámicos, rama de la matemática que tiene fuerte interacción con la topología, la geometría y el análisis pero también con aplicaciones a las ciencias naturales. Sobre su decisión el tribunal señaló su “prolífica tarea realizada con independencia, de la cual han resultado numerosas contribuciones de excelente calidad, producidas en el ejercicio de su trabajo universitario en el país”.

Por su parte, el tribunal decidió entregar el premio a la investigadora a Juliana Xavier, del Instituto de Matemáticas y Estadística Rafael Laguardia de la Facultad de Ingeniería. “Se destaca por la profundidad y originalidad de sus contribuciones”, señala el tribunal, tal vez fomentando el prejuicio de que a los matemáticos les gusta ser demasiado sucintos. Aportando un poco más, la propia Xavier señala que su trabajo “gira entorno a la dinámica topológica de superficies”, y reconoce que “a gran escala, la mayor contribución a destacar de mi parte, es el hecho de haber descubierto la relevancia que la Teoría de Brouwer para homeomorfismos tiene a la hora de estudiar sistemas no invertibles y acciones de grupos, y explotarla”.

Química galardonada

Finalmente, y como no podía ser de otra forma, el tribunal del Área Química también estuvo conformado de forma paritaria: lo integraron Beatriz Brena, Dinorah Gambino, Gastón Ares y Gustavo Seoane. Esta vez el premio compartido fue en la categoría de los investigadores “dada la paridad de méritos”. De esta forma, los jóvenes investigadores galardonados fueron Guzmán Álvarez y Nicolás Veiga.

“Ambos aspirantes han logrado consolidar nuevas líneas de investigación independientes luego de su etapa de formación”, dice el tribunal, además de tener “una destacada producción académica en las áreas en las que se desempeñan y una intensa participación en la formación de recursos humanos”.

Sobre Guzmán Álvarez, corresponsable del Laboratorio de Moléculas Bioactivas en el Cenur Litoral Norte en Paysandú, destacan que “se desempeña en el desarrollo de medicamentos desde la etapa de descubrimiento hasta los estudios preclínicos en Salud Humana y Animal” y que “tiene una producción científica muy relevante en cantidad y calidad, destacándose su protagonismo en las publicaciones de los últimos años”.

Sobre Nicolás Veiga, de la Facultad de Química, reseñan que “se desempeña en el área de química inorgánica en temáticas vinculadas con la interacción de inositol fosfatos con cationes, química computacional e impresión molecular”. A propósito de sus méritos, remarcan que “ha logrado desarrollar líneas de investigación propias y novedosas en el país, destacándose la diversidad de áreas en las que se desarrolla con excelencia”.

El premio a la investigadora del Área Química fue a parar a manos de Victoria Calzada, del Centro de Investigaciones Nucleares de Facultad de Ciencias. “La investigadora se desempeña en el desarrollo de nuevos agentes de imagenología molecular para diagnóstico de cáncer, así como también de agentes de terapia blanco-específicos”, describe el tribunal. “Es responsable de varias líneas de investigación propias y ha logrado consolidar una línea novedosa en el país”, agregan, y dejan constancia de que “el resultado de su investigación ha sido reconocido internacionalmente”.

De esta manera, podemos afirmar que si con ciencia grande no hay país pequeño, con ciencia joven no hay países con sueños viejos. El Pedeciba tiene su cuota parte en esto de disfrutar un presente con ciencia de calidad y en imaginarnos un futuro aún más justo, más soberano y con mayor desarrollo.