No todos los “día de” son igual de importantes o necesarios. Algunos francamente persiguen fines comerciales –aunque puedan tener impactos que trasciendan el movimiento de caja de los comercios, como por ejemplo cuando una abuela es llamada por sus nietos–, mientras que otros buscan insertar en la agenda temas que, si bien deberían ocuparnos todos los días, no acaparan la atención con frecuencia. El Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia pertenece al segundo grupo. Nadie pretende que ese día se les hagan regalos a las mujeres que hacen ciencia. De hecho, el día tiene el significado opuesto: dado que las mujeres son igual de brillantes que los hombres haciendo ciencia, y dado también que acceden a menos puestos importantes en sus carreras, lo que se espera es que nadie les regale nada pero sí que se las deje de discriminar por razones de género.

Que hay diferencias en cómo se construyen las carreras de quienes hacen ciencia según sean hombres o mujeres se ha reportado con anterioridad, tanto en distintas partes del mundo como en nuestro país. Pero el panorama es más complicado aún: ya desde la infancia los roles, expectativas y entornos sociales inciden en la vocación que determinará qué harán esas personitas cuando crezcan. De allí que este “día de” haga también foco en las niñas: corregir y combatir en las universidades prácticas que imponen brechas de género no es suficiente.

Para dar un poco de contexto a este tema, pueden ver el siguiente video:

La ciencia se basa en evidencia. Por ello, distintos colectivos científicos han indagado en la problemática de la desigualdad de género que los atraviesa. A fines de enero se publicó en la revista IBRO Neuroscience Reports el artículo “Inequidad de género en la comunidad neurocientífica de América Latina”. Entre sus autoras y autores se encuentran Ana Silva, neurocientista especializada en el estudio de los ritmos circadianos de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar); Cecilia Tomassini, de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC, Udelar); y Julieta Zurbrigg y Verónica Amarate, de la filial de Montevideo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), donde también trabaja Tomassini. Junto a ellas están también Cecilia Bouzat, de Argentina, y Adrián Palacios, de Chile, quienes con Ana Silva forman parte del Comité Regional Latinoamericano de la Organización Internacional de Investigación del Cerebro (IBRO por su sigla en inglés). El artículo reporta “el primer estudio sobre el desarrollo de las carreras de hombres y mujeres neurocientíficos en América Latina en relación a la vida familiar y sus percepciones de obstáculos hacia el éxito”. Si bien es un tema interesante para tratar cualquier día, lo es mas en este “día de”. Así que allá vamos.

Neuronas puestas a trabajar

La idea del estudio se planteó en la reunión anual del Comité Regional Latinoamericano de la IBRO de 2018. En 2019 la Cepal e IBRO firmaron un acuerdo de cooperación para llevar adelante el estudio de cuyos resultados se informa en el artículo.

Para explorar las brechas de género en la neurociencia de América Latina hicieron una encuesta a la que se invitó a participar “a todos los miembros de las sociedades de neurociencia de Argentina, Brasil, Chile, Cuba, México y Uruguay”. El formulario indagaba en varias dimensiones que podrían ayudar a comprender la brecha de género, como por ejemplo “estructura familiar, campo de estudio, trayectoria profesional, acceso a puestos de titularidad y percepción de discriminación”, así como en “la representación femenina en altos niveles de liderazgo y en comités que se ocupan de la toma de decisiones en políticas científicas”.

Tras la invitación, 498 neurocientíficas y 365 neurocientíficos contestaron el formulario, representando “33% de los participantes invitados”. El país que respondió en mayor medida fue Uruguay, con 80% de las investigadoras e investigadores del área respondiendo la encuesta. En el otro extremo se ubicó Cuba, con sólo 19% de interesados en ser parte. La encuesta fue completada por 313 neurocientistas de Argentina, 180 de Brasil, 101 de México, 73 de Chile, 64 de Uruguay y 45 de Cuba. Como dato curioso, en el artículo se detalla que “únicamente en Chile los hombres respondieron en un porcentaje mayor a las mujeres (56%) cuando en el resto de los países entre 60%-70% de quienes respondieron fueron mujeres”.

En el trabajo publicado en IBRO Neuroscience Reports las autoras y autores desean “compartir con la amplia audiencia de las neurociencias algunos de los principales resultados de este primer estudio sobre el equilibrio de género entre la comunidad latinoamericana”, esperando que sirva para “promover acciones, recomendaciones y perspectivas futuras para estudios posteriores”. Nosotros aquí, en el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, hacemos lo propio con un público más amplio.

Más de lo –indeseable– mismo

“Sin sorpresas”, dice el título que comienza a reportar los resultados. Y no: que sean neurocientistas no vacuna a quienes investigan en esta rama de la ciencia contra los sesgos cognitivos, las prácticas sociales y las injusticias que forman parte del medio cultural en el que producen conocimiento. Al respecto dicen que “algunas de las tendencias de la comunidad científica mundial se confirmaron para la comunidad latinoamericana de neurociencia con un fuerte sesgo de género en los neurocientíficos experimentados, pero no en los neurocientistas al inicio de su carrera”.

A medida que aumenta el grado académico o la categoría, los hombres comienzan a dominar en un panorama que, al inicio de las carreras, es o bien paritario o bien dominado por ellas. Mientras que 30% de los investigadores alcanzaron los grados más altos, eso sucedió apenas para 20% de las investigadoras. “Esto revela el impacto del techo de cristal en el desarrollo profesional de las mujeres”, dice el artículo, que además arroja un dato que debería preocuparnos: “Las mayores disparidades se encontraron en Cuba y Uruguay”.

También encontraron que los porcentajes de hombres con doctorados eran mayores que los de las mujeres, mientras que en el caso de las maestrías la situación era la inversa. Siguiendo con el análisis de las trayectorias, “más mujeres que hombres reportaron interrupciones en su formación”. Sobre las causas de estas interrupciones, las mujeres citaron el embarazo y el cuidado de sus hijos como principal causa, mientras que en los hombres eso se debió, mayormente, a razones económicas o de salud. Encontraron asimismo evidencia de segregación horizontal: “La mayoría de los neurocientistas en las disciplinas relacionadas con física, matemáticas e ingeniería eran hombres, mientras que en los campos de la psicología, salud y ciencias químicas eran mujeres”.

Por todo ello, afirman que su estudio “confirma que es más difícil para las mujeres que para los hombres tener éxito en las carreras neurocientíficas en América Latina, como se informó en otras comunidades de neurociencia estudiadas en todo el mundo, lo que está acorde con la tendencia global identificada en STEM”. En definitiva: estar cerca del cerebro no fue suficiente para revertir una tendencia que atraviesa no sólo a la ciencia, sino a toda la sociedad.

Algunas particularidades

Más allá de que lo observado coincide con lo que sucede en otras ramas de la ciencia o incluso con esta misma disciplina en otras partes del mundo, el trabajo encuentra algunas particularidades.

Por un lado, los autores señalan que “más mujeres que hombres hicieron su maestría en el extranjero, mientras que más hombres que mujeres hicieron su doctorado en el extranjero”. Sobre el punto, aclaran que es “probablemente un tema específicamente importante”, ya que es “fundamental que los estudiantes latinoamericanos estudien y trabajen en el exterior para tener acceso a tecnología de punta y para establecer contactos con grupos científicos de países desarrollados”. Al respecto, dicen que “mayores oportunidades de formación internacional para los hombres jóvenes en comparación con sus contrapartes mujeres tendrán un impacto positivo en el corto y largo plazo de sus carreras”.

Otra particularidad que destacan es que la mayoría “fueron capacitados por supervisores masculinos”. Y allí además hay datos interesantes: “68% de los neurocientíficos varones encuestados fueron capacitados en su doctorado por un tutor masculino, sólo 20% tenía una tutora femenina y 12% ambos”. Pero eso cambiaba en el caso de las neurocientíficas: en su doctorado “51% de las mujeres tenían tutores masculinos, 38% fueron capacitadas por tutores femeninos, mientras que el 10% restante tuvo tutores de ambos sexos”. Sobre este punto reflexionan: “Parte del predominio de los supervisores masculinos probablemente se deba al predominio histórico de los hombres en los puestos académicos más altos”, por lo que en “un contexto de equidad y no discriminación” se debería esperar que eso “disminuya a medida que las mujeres estén mejor representadas en esos puestos”. Sin embargo, estos datos “también pueden indicar la influencia de los roles de género”, lo que genera interrogantes como si “los hombres evitan a las supervisoras” o si “las mujeres prefieren supervisores masculinos”. “Son preguntas fundamentales que no pueden responderse con nuestros datos, pero que deberían abordarse en estudios futuros para promover la igualdad de género en las nuevas generaciones de neurocientíficos”, sostienen.

Foto del artículo 'Inequidad de género: cómo afecta a quienes hacen neurociencia en América Latina'

También encontraron que al momento de la encuesta las neurocientistas estaban tutoreando a más estudiantes aún no graduados que su contraparte masculina (en promedio, cinco contra tres), lo que las lleva a plantearse si los hombres prefieren dedicarse a estudiantes de posgrado, si los estudiantes “se sienten más cómodos con las tutoras” o si las mujeres le dan “más importancia que los hombres a la formación de los estudiantes de pregrado”. Una vez más, estos resultados les vuelven “a llamar la atención sobre la hipótesis de la influencia de los roles de género en la ciencia”.

El trabajo también analiza el impacto de la paternidad y la maternidad en la carrera de los neurocientistas. Al respecto, constatan que si bien la llegada de los hijos “retrasa las carreras de neurociencia tanto para hombres como para mujeres en América Latina”, ese retraso varía según el género. Tras analizar los datos de la encuesta los autores sostienen que “les llevó tres años más a las madres que a las mujeres sin hijos llegar a los puestos académicos más altos, mientras que sólo un año más a los padres con respecto a los hombres sin hijos”.

Finalmente, señalan que 44% de las mujeres y 28% de los hombres que se dedican a las neurociencias en América Latina se declararon “insatisfechos o muy insatisfechos con sus carreras”. Si bien ambos géneros atribuyeron parte de esa insatisfacción a factores como “la falta de financiación y de acceso a puestos en la academia”, una mayor proporción de las encuestadas apuntó a dificultades para “conciliar la vida familiar con la carrera científica”. También hubo diferencias entre sexos al referirse a situaciones vividas de discriminación. Mientras que los hombres “principalmente percibieron discriminación debido a la edad, raza/etnicidad o clase social”, las mujeres mayormente “percibieron discriminación por motivos de género, edad, embarazo o cuidado de personas dependientes”. También señalan que “un mayor porcentaje de mujeres que de hombres declararon haber sufrido acoso sexual durante sus carreras”.

Mirando hacia adelante

El trabajo finaliza con recomendaciones y lineamientos para el futuro. “Este estudio permite tomar conciencia sobre el problema, lo que es un paso obligatorio” hacia el cambio necesario, señalan los autores y autoras. Pero también dicen que, dado que estos desbalances de género son conocidos y comunes a otras ramas de la ciencia, “es claro que ser conscientes de la inequidad de género no es suficiente para que los cambios ocurran” y que no puede esperarse que “el tiempo resuelva el problema”.

El trabajo cierra bien arriba. “Es hora de corregir las causas reales que impiden que las mujeres tengan éxito en sus carreras científicas y ayudar a las mujeres a romper este techo de cristal, que ya no es invisible”. Por eso, hacen “un llamado al compromiso de los hacedores de políticas científicas para promover prácticas aceptables que aseguren la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres en el desarrollo de sus carreras científicas”. Desde estas páginas suscribimos. Pero también señalamos que hay otros cambios que no se dan desde arriba hacia abajo. Y si a alguien miramos con expectativa para hacer aportes para comprender el problema, que permitan cambiar conductas, sesgos y formas de pensar y ser que discriminan y aumentan la injusticia, es justamente a nuestra comunidad de neurocientistas.

Artículo: “Gender inequality in Latin American neuroscience community”.
Publicación: IBRO Neuroscience Reports (enero, 2021).
Autores: Ana Silva, Cecilia Tomassini, Julieta Zurbrigg, Adrián Palacios, Verónica Amarante, Cecilia Buzat.