Febrero de 2010. La familia Touron Sburlatti de Melilla recibe una simpática visita temprano a la mañana. Un animalito peludo y juguetón se aparece en su patio. Quienes lo buchonearon fueron los perros, que lo arrinconaron con amenazantes ladridos. No tenía más de 50 centímetros y se movía con agilidad. Como una modelo de propaganda de crema de enjuage, el bichito lucía una sedosa y despampanante cabellera negra. Risas, algarabía y emociones, como en todo encuentro inesperado con fauna silvestre, fueron empañados por el nerviosismo de que los perros se lo desayunaran. ¿Pero de qué animal se trataba? No era un gatito, no era un roedor, no era una comadreja colorada chica ni mucho menos un cachorro de nutria. La familia decidió llamar a uno de sus primos, un amante de los bichos, que además era estudiante de Facultad de Ciencias.
A pesar de que eran apenas las 7.00, el primo acudió rápidamente al auxilio de sus parientes. Luego de apartar a los perros, acribilló a fotos al animalito, quien a su vez le dio algunas cuantas mordidas. Pensó entonces que se trataba de un hurón (Galictis cuja), un animal autóctono que ya había visto por las inmediaciones. Conversando con otros colegas, pensaron que estaban ante el primer registro de melanismo en hurón, es decir de un exceso de pigmentación oscura, que hacía que el animal se viera completamente negro. Otros expertos internacionales opinaron lo mismo cuando les envío las fotos. Estaban parcialmente acertados: se trataba de un primer registro, sí, pero no de un hurón melánico nativo, sino de un visón (Neovison vison) escapado del criadero que desde 2008 funciona en Melilla, algo que nuestros investigadores no conocían en ese entonces. Desde aquel febrero de 2010 hasta este 2021 mucha agua ha pasado debajo del puente. Y peor aún: muchos visones más se han escapado del criadero.
“En primer lugar no sabemos si están aumentando las fugas. Lo que ha aumentado los dos últimos años son los registros que nosotros hemos logrado captar, entre otras cosas porque los vecinos de la zona armaron un grupo de Whatsapp y empezaron a mandarse entre ellos fotos de los visones escapados que aparecían”, dice Enrique González, encargado del Departamento de Mamíferos del Museo Nacional de Historia Natural quien, junto a los investigadores Gabriel Laufer, del Área Biodiversidad y Conservación del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) y referente en nuestro país sobre la invasión de rana toro y su combate, y Alexandra Cravino, del Grupo Biodiversidad y Ecología de la Conservación de la Facultad de Ciencias, enviaron una misiva el 11 de febrero a los ministerios de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y de Ambiente alertando sobre estas fugas y los riesgos que implican para la salud humana, de los ecosistemas y de la biodiversidad.
“Capaz que en 2012 o 2013 ese grupo no estaba armado y por lo tanto no podíamos acceder a una fuente de información más o menos organizada como es un grupo de vecinos con un grupo de Whatsapp”, agrega González, quien además con sus cofirmantes de las cartas y otros investigadores redactaron un artículo científico registrando estas fugas y estableciendo lo que puede ser el inicio de una invasión biológica de nefastas consecuencias.
Bichitos hermosos... en Norteamérica
El visón (Neovison vison) es un mustélido que vive en ambientes acuáticos, como ríos, lagunas, humedales y costas marinas, originarios de América del Norte. Lo suyo no son las verduras, es un carnívoro estricto que se alimenta de insectos, crustáceos, moluscos, peces, aves, anfibios, reptiles y pequeños mamíferos. Es un animal grácil y escurridizo, y verlo en su ambiente natural debe ser una experiencia tan fascinante como ver una nutria o un carpincho en nuestros humedales del Santa Lucía. El problema es que, como la nutria, los visones no sólo son admirados por su simpática condición de animal atlético tanto en tierra como agua.
Dado que la piel de los visones tiene un brillo y características particulares, propias de su vida de animal nadador, como la nutria autóctona, son animales codiciados por la industria peletera. Por este motivo, los visones de Norteamérica se introdujeron en varios países, donde en criaderos especializados se los explota para quienes consideran un lujo vestirse con pieles de otros seres vivos. ¿La consecuencia de esta magistral jugada productiva? En al menos 33 países de Europa, Asia y América del Sur se han producido fugas y liberaciones de visones ‒las liberaciones se dieron intencionalmente por parte de la propia industria para producir mejores pieles o incluso por animalistas‒ que dieron lugar a invasiones biológicas. Por todo esto, el visón es considerado una de las especies exóticas invasoras más peligrosas, y aquí cerca, en el sur de Argentina y Chile, están sufriendo sus consecuencias.
Es que el visón tiene una gran plasticidad para adaptarse a distintos hábitats, una alta tasa de reproducción y otras características que le dan ventajas para invadir y colonizar distintos ambientes. También se lo considera un depredador “voraz” que mata más animales que los que precisa para alimentarse, eligiendo las partes que más le gusta comer, como si fuera uno de esos seres humanos maleducados que dejan en el plato todo lo que no les gusta. Por ello, en algunos países se ha reportado que los visones han llevado a la disminución de poblaciones de varias especies de aves que nidifican en tierra. Y la lista no termina allí.
Tal vez es evidente, pero nunca está de más volver a destacarlo: que los visones tengan una gran capacidad de adaptación a otros ambientes no es algo malo, como tampoco lo es su voracidad; el tonto acá es el ser humano que, sabiendo esto, lo lleva a lugares que no son su ambiente original, donde tiene predadores naturales y otras limitantes físicas y geográficas que controlan sus poblaciones, provocando entonces que se convierta en una especie exótica invasora que ocasiona daños ambientales, productivos y, como veremos, también a la salud humana. En Uruguay esta tontería de introducir visones para exportar sus pieles comenzó en los años 2000, cuando todos estos riesgos ya eran bien conocidos.
La llegada de los visones a Uruguay
Tras unos años de estudio experimental en la estación Las Brujas del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA), bajo el comando de los ingenieros agrónomos Eduardo Otero Bodeant, Santiago Torres Negreira, Ana Echenique, Cristina Cabrera y el veterinario Federico Hozbor, junto a Gustavo Capra (contraparte del INIA), un decreto de año 2008 reguló los criaderos de visones, y ese mismo año comenzó a operar la empresa Buoy SA, que luego pasó a ser El Provenir SCA, en Camino de la Redención 8119 esquina Camino de los Orientales, en Melilla, a menos de cuatro kilómetros de lo que hoy es la majestuosa Unidad Agroalimentaria Metropilitana (UAM) y pegado al Área Protegida del Santa Lucía. Los visones con los que comenzaron a trabajar provenían de los que se habían usado en la estación experimental del INIA. Una fuente del INIA consultada afirmó que “hoy es obvio que no promoverían” un emprendimiento así, ya que “hay un compromiso muy fuerte, con proyectos, en el tema invasiones”, y que sin bien “el foco está en especies vegetales, eso vale para” otras categorías.
En abril de 2014 el criadero El Porvenir fue multado por la Intendencia de Montevideo (IM) con 70 unidades reajustables por verter las heces y la orina de los animales en la cuneta de Camino de los Orientales, pero aun así, ese mismo año, la Dirección General Impositiva lo exoneró del pago de algunos impuestos.
Según otra resolución de la IM, en este caso de enero de 2018, se sostiene que en el criadero de El Porvenir trabajan “32 operarios, conforme al siguiente detalle: tres administrativos, 25 operarios del criadero y cuatro operarios de cocina para la elaboración de ración”. También se establece que la empresa “estima que para la fase final del proyecto el personal ocupado alcanzará las 50 personas”. En esa resolución se le realizó un “estudio de impacto territorial” y, si bien se constataron algunas irregularidades a corregir, al final el exintendente Daniel Martínez resolvió “aprobar el Estudio de Impacto Territorial de la empresa El Porvenir SCA, autorizando con carácter temporal la implantación del emprendimiento, con destino cría de animales en confinamiento y faena (cría de visones)”.
En esa misma resolución, se dice que “Considerando el informe del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca, donde se expresa que la especie Mustela visón [Mustela vison era el nombre científico anterior de la especie Neovison vison] es susceptible a enfermedades tales como la encefalopatía transmisible del visón, plasmocitosis, septicemia hemorrágica, tuberculosis, tularemia Aujeszky entre otras, constituyendo también un riesgo para la salud humana, podemos definirla como una actividad potencialmente insalubre y peligrosa, por lo que se solicitó a la empresa presentar un plan de control de escape de animales”. la diaria no pudo verificar al momento de la nota si dicho plan de control de escapes fue presentado por El Porvenir y cuáles serían las acciones o sanciones en caso de que tales escapes se produjeran. En aquella resolución, que tenía vigencia hasta enero de 2020, también se decía que “si bien este destino y su actividad pueden considerarse compatibles, pudiendo coexistir con el uso preferente del área, es relevante un control estricto en lo que refiere a: fuga de animales, emisión de malos olores y vertido de efluentes”.
En 2018, cuando Martínez firmó esta resolución, nadie podía saberlo, pero los visones son hoy animales aún más peligrosos: en Europa, donde están los principales criaderos, se comprobó que no sólo se contagian de SARS-CoV-2, el nuevo coronavirus, sino que son capaces de contagiar el virus entre visones y hacia los humanos. Ello llevó a que, en Dinamarca, principal país productor de pieles de este animal, se cerraran criaderos y se sacrificaran a más de 15 millones de visones. Francia hizo algo similar. En 2021 tener un criadero de visones del que se fugan animales no sólo es un peligro para la biodiversidad ‒más aún estando tan cerca un área protegida tan sensible como la del Santa Lucía‒ sino para la salud humana y animal. ¿Cuánto cuesta en pieles defender con hechos y no apenas palabras el concepto de una salud?
Una invasión incipiente y registrada
Colectando información sobre visones escapados entre 2010 y julio de 2020, González, Alexandra Cravino, Gabriel Laufer, Neolia Goebel (también del Área Biodiversidad y Conservación del MNHN), Felipe Montenegro (de la Sección Mastozoología del MNHN) Alejandro Valenzuela (de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego de Ushuaia, donde el visión es un problema grave), y los guardaparques Gonzalo Nión y Jorge Velázquez, escribieron un artículo científico que enviaron para ser publicado en revistas especializadas en invasiones biológicas.
Allí incluyen 35 registros de visones escapados del criadero de Melilla de varias fuentes, sea tomados por guardaparques, vecinos de la zona en sus redes ‒fueron chequeados personalmente‒, observaciones de los autores y hasta de animales atropellados. En la mayoría de esos registros hay, además, fotos o videos. Al principio los casos eran más aislados: el animal de la foto de 2010 (que nos mira a los ojos en esta nota, consciente de su lugar de avanzada en esta invasión), ningún registro en 2011, tres animales en 2012, uno en 2013 y luego un silencio hasta 2018. Entonces hay una explosión: cerca de media docena en 2018, algo similar en 2019, y en siete meses de 2020... ¡más de 15! “En Uruguay, como ha pasado en todas partes del mundo, por más medidas de precaución que se pongan para evitar que se escapen, se escapan igual. Evidencia de ello son todos estos registros que hemos ido anotando a lo largo de la última década”, comenta González. Si bien los animales escapados que lograron registrarse se encontraron mayormente en un radio de 2,5 kilómetros de El Porvenir, hay un preocupante registro de un animal encontrado a cinco kilómetros del criadero.
El trabajo que enviaron a la revista científica internacional, para asombro de los investigadores, no fue aceptado para su publicación. ¿Acaso su ciencia era mala? Para nada. “Fue rechazado porque plantearon que no se trataba de una invasión biológica confirmada dado que no tenía datos acerca de visones reproduciéndose en la naturaleza”, dice González, quien no oculta su desconcierto ante el argumento esgrimido por la publicación. “Por un lado los grupos de especialistas a nivel mundial en invasiones biológicas, por ejemplo los de la UICN [Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza], plantean que es importantísimo comunicar y actuar ante los primeros indicios de una posible invasión biológica. En este caso, reunimos registros y cuando queremos publicar los datos, resulta que la revista no quiere publicar el artículo porque la invasión biológica no está constatada fehacientemente. Eso es un contrasentido respecto de las recomendaciones que se hacen a nivel global sobre el tema”.
Los visones son problemáticos en casi todos los países donde se han producido escapes, por lo que una alerta temprana no sólo es oportuna, sino imprescindible. “Si para muestra basta un botón, ya tenemos escapes y aclimatación de este animalito en distintas partes del mundo en donde, a diferencia de otras especies, que pueden ser herbívoros y pueden ser presas en el ecosistema nuevo colonizado, en este caso son depredadores, entonces actúan produciendo, probablemente, un efecto en cascada sobre la diversidad biológica de los sitios que colonizan”, sostiene González. Pero no sólo depredan pequeños mamíferos, aves, lagartijas, anfibios e insectos, sino que también desplazan a los animales nativos de que dependen de esas mismas presas para sobrevivir. “Justamente, allí hay una competencia que actúa con animales del mismo gremio, que son aquí los zorrillos, hurones, gato montés, zorros, etcétera”, contesta. Y como dijimos, no hay que irse muy lejos para encontrar ejemplos de lo que está en ciernes en plena capital del país: “En la Patagonia de Argentina y Chile la especie también fue introducida con fines de cría. Se escapó y actualmente es una de las especies invasoras que causa mayor problema en la fauna autóctona”, dice Enrique.
¿Sexo visónico en el humedal protegido?
Muchos de estos visones fugados (¿liberados?) del criadero fueron reportados por vecinos, por lo que la denuncia de una invasión biológica incipiente puede considerarse un caso de ciencia ciudadana: vecinas y vecinos de Montevideo, con sus cámaras y celulares, hacen su aporte para tratar de frenar un problema grave. Otros animales han aparecido atropellados en la ruta. Uno de ellos, un visón hembra, terminó en el MNHN, donde González pudo realizarle una autopsia. Lo que encontró es tan preocupante como el hecho de que los visiones se fuguen impunemente como si fueran unos Rocco Morabitos peludos.
“Una de las cosas que nos planteamos era la posibilidad de que los animales escapados estuvieran castrados”, dice González. “Pero al estudiar este ejemplar, nos dimos cuenta de que no”. Tiene sentido: un criadero lo que quiere es tener muchos animales, por lo que no sería negocio castrar a los animales, menos a las hembras, que son las que mantienen el flujo de billetes funcionando. El peor panorama entonces quedaba confirmado: “La hembra que llegó al museo era un ejemplar con potencial reproductivo”, dice.
Un animal que se adapta a los ambientes con facilidad, que vive en zonas acuáticas y que está a pasos del Santa Lucía, y que encima tiene todo en su lugar para jugar el juego que les gusta a todos los bichos. Un panorama complejo. “Si no se han establecido hasta ahora los visones en esa zona, que además está en el linde de un área protegida, habrá sido de casualidad. Tal vez tenga que ver con que son animales que no tienen experiencia en cazar, por lo que puede que no sean muy viables. Pero tarde o temprano es muy probable que se reproduzcan en la naturaleza y por lo tanto estamos en un momento clave para hacer algo”, sostiene Enrique. Y allí volvemos a la idea de publicar un artículo: ¿si no se alerta cuando se dan las primeras fugas, hay que esperar a que ya haya una población establecida y reproduciéndose ante nuestra mirada impávida?
“Estamos en un momento que es como estar al borde del abismo, o tomamos medidas en este momento o puede ser que, dentro de pocos años o pocos meses, sea demasiado tarde... si es que ya no se están reproduciendo los animales en la naturaleza, cosa que es difícil de constatar y que por tanto nosotros no lo hemos podido hacer hasta el momento”, reflexiona González. Como en muchos temas de conservación, para esto también mañana es tarde.
“Hoy estamos ante un momento clave para controlar la situación”, reflexiona. Y agrega: “Indudablemente lo que tiene que prevalecer en este caso es el principio de precaución por parte de las autoridades competentes, tanto a nivel productivo como a nivel de conservación, que son el MGAP, respectivamente, y deberían tomarse medidas viendo sobre todo lo que ha ocurrido en otros países”. Por eso, González y sus colegas, además de buscar una publicación científica que registre la etapa incipiente de una posible invasión, les escribieron a las autoridades competentes.
Cartas en el asunto
El pasado 11 de febrero, Laufer, Cravino y González enviaron dos cartas a los ministros Adrián Peña (Ambiente) y Carlos María Uriarte (MGAP), dando cuenta de la investigación que vienen realizando.
“Hacemos llegar a usted información sobre el registro de visones americanos (Neovison vison) en estado libre en la zona de Melilla, Montevideo, en el entorno del área protegida Humedales del Santa Lucía”, comienza diciendo la misiva. “Hemos podido recopilar más de 35 registros (observaciones, fotografías y un ejemplar atropellado) de visones ferales en la zona durante la última década. La mayor parte de esos registros tuvieron lugar durante los últimos dos años”, prosiguen, al tiempo que detallan que “en el lugar funciona una granja que cría esta especie en cautiverio para peletería (El Porvenir SC, Camino de la Redención 8119, Montevideo, Municipio G, Centro Comunal Zonal 12)”.
“Estos hallazgos no sorprenden, ya que las fugas e invasiones de la especie han ocurrido sistemáticamente en los países que la han introducido para su cría en granjas (independientemente de las medidas preventivas)”, explican los investigadores, y agregan que “el visón americano es un depredador invasor de alto impacto para la biodiversidad nativa, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, y Uruguay se ha comprometido con las metas Aichi (Convenio sobre Diversidad Biológica) y a través de la Estrategia Nacional de Biodiversidad (ENB) a prevenir y evitar este tipo de invasiones biológicas”.
Para finalizar, alertan sobre “la peligrosidad de esta especie por su rol como reservorio y potencial trasmisor de zoonosis, entre ellas del virus que produce covid-19”, lo que en 2020 “ha llevado al cierre de numerosos criaderos en diversas partes del mundo”. “Por lo expuesto, recomendamos la toma de medidas urgentes para prevenir nuevos escapes y evitar el establecimiento de esta invasión en nuestro país. Entre estas medidas sería importante reconsiderar los riesgos asociados a la tenencia de la especie en cautiverio en Uruguay, así como el seguimiento en campo y la rápida remoción de los ejemplares escapados”, escriben antes de estampar sus tres firmas.
¿Uruguay natural?
El criadero que funciona en Melilla, como vimos, goza de algunas exenciones tributarias. Su impulso se dio desde ciertos sectores relacionados con la producción que tienden a no mirar las consecuencias ambientales sobre lo que hacen. En 2001, por ejemplo, otros ingenieros agrónomos y veterinarios impulsaron, también con financiación del Fondo de Promoción de Tecnología Agropecuaria la cría de la rana toro, otra especie exótica invasora extremadamente dañina con la que desde hace años se viene luchando en Uruguay porque, como en muchas partes del mundo, aquí también ejemplares se escaparon de los criaderos y se establecieron en algunos ecosistemas. ¿El Uruguay Natural y el Uruguay Productivo tienen que colisionar necesariamente?
“Indudablemente hay una disyuntiva entre la producción y el desarrollo y la conservación que en la realidad no es tal. Se puede producir y se puede desarrollar conservando al mismo tiempo”, dice González. “El tema es que hay ciertas actividades, ciertas especies, y ciertas políticas que no deberían ponerse en práctica. Por ejemplo, por más productivo que sea criar la rana toro, la tilapia, que es un pez, o el visón, los efectos negativos potenciales, desde el punto de vista ecológico, que tienen estas especies, deberían hacer que las autoridades, evaluando costos y beneficios, terminaran aplicando el principio precautorio y alentando la cría de otras especies. Sobre esto no termina de caer la ficha en Uruguay a nivel político-técnico y técnico-político, y se siguen autorizando y promoviendo este tipo de cosas”, señala.
“Hay como una contradicción entre los principios que plantea la Convención Mundial sobre Biodiversidad y las metas Aichi, establecidas hace poco para proteger los ecosistemas y la biodiversidad y la política productiva. En algún momento va a tener que haber, o sería deseable que hubiera, un entendimiento entre quienes promueven la producción y quienes se ocupan de la conservación de la naturaleza”, dice González.
“Por suerte, hasta ahora, hay un sólo criadero de visones en Uruguay. Es de esperarse no solamente que se controle la situación de este criadero, sino que se elimine la intención de continuar desarrollando esa industria. Eso más allá de las consideraciones que se pueden hacer acerca del uso de pieles de animales para peletería, que a esta altura de la historia de la humanidad ya debería ser algo que se mire con otros ojos”, opina el experto en mamíferos. Y como broche de oro, resume: “Entonces, se trata de una actividad productiva para el lujo, que implica el sacrificio de animales, que es un riesgo para la salud humana debido a que transmiten el coronavirus y otras enfermedades, y que además tiene todo para convertirse en una amenaza para la biodiversidad del país”.
El tema está planteado. Los investigadores han hecho su parte. Los ministerios están enterados. La IM también puede ser parte de la búsqueda de soluciones. Cuando se trata del control de especies exóticas invasoras, no siempre las medidas a tomar son simpáticas. A nadie le gusta sacrificar animales o hacer castraciones masivas. Pero no hacerlo implica dejar que otros tantos animales, sino más, pierdan su lugar en los ecosistemas colonizados por las especies invasoras. Todos queremos a los visones. En América del Norte. Y sin ser explotados para la industria peletera.
Artículo: A potential threat to the Pampas Biome: the introduction of American mink, Neovison vison (Schreber, 1777) in Uruguay Publicación: Neotropical Biodiversity (marzo 2022) Autores: Gabriel Laufer, Enrique González, Alexandra Cravino, Noelia Gobel, Felipe Montenegro, Gonzalo Nión, Jorge Velázquez y Alejandro Valenzuela.