La historia que condujo a este artículo es larga y compleja, pero vale la pena detenerse a resumirla, al estilo de las recapitulaciones que hacen las series de televisión antes de cada episodio. Tiene los ingredientes de un culebrón que ya lleva siete temporadas y cuya trama está lejos de resolverse: tejemanejes políticos, enfrentamientos de organizaciones, denuncias, promesas incumplidas y hasta alusiones a un siniestro personaje nazi. Los científicos, igual que en esas películas en las que advierten de las consecuencias de algunos actos sin que nadie les preste demasiada atención, participaron generalmente como personajes secundarios.

El próximo capítulo de esta historia, que tiene como protagonista al Sistema Departamental Zoológico de Montevideo, comienza el mes que viene. Siete años después de haber cerrado por reformas, el zoológico de Villa Dolores reabrirá en la próxima Semana de Turismo, al menos parcialmente y si no surgen imprevistos. Será un zoológico muy distinto al que cerró sus puertas en abril de 2014, a tal punto que la propia palabra “zoológico” para referirse al lugar se ha puesto en discusión en este tiempo.

Si bien el objetivo inicial fue mejorar las condiciones en las que se hallaban varios de los animales, en 2016 la administración de Daniel Martínez le dio un nuevo rumbo al proyecto, al plantear la meta de quitar los animales exóticos y dejar allí sólo especies nativas, un plan que abarcaba a todo el Sistema Departamental Zoológico de Montevideo.

La Intendencia hizo el anuncio tras una reunión con la ONG Animales sin Hogar ‒que luego del encuentro llevó adelante incluso una campaña llamado El fin de los zoo‒ y evitó usar la palabra zoológico para referirse al futuro de Villa Dolores. Juan Canessa, exdirector de Artes y Ciencias de la comuna, habló de “gran parque urbano” y de la necesidad de dejar atrás el “modelo victoriano” de los zoológicos. Estas intenciones, con expresiones muy parecidas, ya habían sido manifestadas en 2012 por la anterior jerarca del área, Ana Knobel.

Con 400 animales dentro de Villa Dolores, muchos de ellos exóticos, el objetivo no era fácil de cumplir. Implicaba reubicar a muchas especies que no formaban parte del nuevo proyecto y readaptar los espacios para colocar allí a otros animales. Pese a que se enviaron algunos al parque Lecocq y otros se donaron a instituciones, cuando Villa Dolores reabra en abril seguirá teniendo unos pocos animales exóticos. Son los casos del tigre y la hiena, por ejemplo, cuyos espacios se remodelaron para que vivan en mejores condiciones hasta su fallecimiento.

Aunque el zoo de Villa Dolores abra sus puertas físicamente, conceptualmente el panorama es un poco más complicado. Ello se debe al giro de esta trama luego de la asunción de las actuales autoridades de la Intendencia, y en especial por los anuncios del nuevo director de Artes y Ciencias, Baltasar Brum (de cuya área dependen los zoológicos), en los que dejó en claro que la intención de la administración es detener la reproducción de animales en cautiverio en todos los zoológicos municipales.

Esta medida es más compleja que el deseo de acabar con animales confinados en malas condiciones: implica el cierre a mediano o largo plazo de los zoológicos montevideanos y también choca con las intenciones de la anterior administración, ya que sin cría en cautiverio es inviable mantener un espacio de conservación de fauna autóctona. De hecho, el logo del Sistema Departamental Zoológico de la comuna dice “trabajando por la conservación”. La historia, llegado este punto, se vuelve más complicada.

Balanceándose sobre la tela de una araña

En resumen, mientras los animales daban vueltas en sus recintos a la espera de saber su futuro, en estos siete años los Homo sapiens a cargo de resolverlo también daban las suyas, a tal punto que el futuro de los zoológicos y el de las especies que los habitan quedó en una suerte de nebulosa.

Los detalles de la nueva política de la IM respecto de los zoológicos fueron explicitados por el propio Brum en algunas declaraciones a medios de comunicación este año.

“No estamos dispuestos a perpetuar especies en cautiverio”, dijo a Montevideo Portal en febrero. Consultado sobre qué ocurriría, entonces, con las especies exóticas amenazadas que hoy son criadas en zoológicos de Montevideo, respondió que serán trasladadas a santuarios internacionales. Las nativas correrán la misma suerte o serán devueltas a su hábitat; si ya tienen una huella humana (el famoso imprinting) que hace imposible que sobrevivan en la naturaleza, serán criadas sólo para que una segunda generación pueda reintroducirse. Para explicarlo de forma simple: los zoológicos municipales durarán sólo lo que vivan las especies que hoy los habitan o las que hayan sido criadas en esa “segunda generación”, supuestamente la última en hacerlo.

Si bien el motor detrás de esta decisión es esa superación necesaria del modelo victoriano que nos dejó algunas postales horrendas en Villa Dolores, como un hipopótamo en una piscina o un león en una jaula de cemento, son varios los especialistas en conservación que creen que esta política aplicada como norma general tendrá el efecto contrario del que busca y perjudicará la supervivencia de algunas especies en Uruguay.

Para Rodolfo Ungerfeld, biólogo con un doctorado en Veterinaria y autor de varios trabajos de investigación en poblaciones de animales en cautiverio, la decisión es “un error gravísimo” porque implica tomar algunas resoluciones que “no tienen marcha atrás”. Los zoológicos se han ganado una mala reputación que es merecida en algunos casos, pero Ungerfeld recuerda que los zoos modernos tienen como funciones esenciales la educación, la investigación y la conservación ex situ (fuera de su hábitat), que permite recuperar poblaciones de animales cuyo principal peligro, justamente, es el que viven cuando se encuentran en la naturaleza.

Una opinión similar tiene el doctor en Veterinaria Julián Santiago Moreno, un especialista español que ha visitado con frecuencia el parque Lecocq y que es un referente internacional en la aplicación de biotecnologías reproductivas en animales silvestres, especialmente vinculadas a la conservación. Entre ellas, por ejemplo, el ultraconocido oso panda y el pingüino de pies negros (Spheniscus demersus), hoy en peligro debido a que la sobrepesca en el continente africano le quitó sus recursos alimenticios.

Una decisión así “por supuesto que va en contra de la conservación de algunas especies”, opina Santiago Moreno, que recalca lo importante que es mantener en buenas condiciones a los animales y considera que “los barrotes deben desaparecer”, sustituidos por alternativas mejores. “Todos los núcleos de cautiverio, pensando en la reintroducción en la naturaleza, pueden ser un elemento clave para la conservación de las especies”, agrega. Para poner un ejemplo que le es cercano, recuerda que así se salvó el lince ibérico en España, aunque aún esté bajo amenaza.

Un mundo ideal

Ambos especialistas, que han demostrado ampliamente su sensibilidad en la conservación de especies en peligro (no en vano ambos son socios de Rentistas, como muestran con orgullo en sendas entrevistas), creen que la idea de devolver a algunos de los animales actualmente alojados en zoológicos a su hábitat es bienintencionada pero irreal.

“Sería excelente que los animales se mantuvieran sin problemas siempre en su hábitat, pero la realidad es que muchísimas veces eso no ocurre y justamente la conservación ex situ tiene ahí un rol central”, dijo Ungerfeld, y puso como ejemplo lo que pasa con los venados de campo (Ozotoceros bezoarticus) en Uruguay, de los que hay dos ejemplares en Villa Dolores.

Cuando llegaron los conquistadores europeos a estas tierras el venado de campo era tan abundante como lo es hoy el ganado; Darwin los observó en gran cantidad cerca de Montevideo y se sorprendió por su olor potente (parecido al ajo), pero desde entonces la caza, la reducción de su hábitat por actividades agrícola-ganaderas y la transmisión de enfermedades por parte del ganado doméstico casi los extermina. Hoy sobrevive sólo una pequeña cantidad, mayoritariamente en dos puntos en terrenos privados (incluyendo el lugar muy adecuadamente llamado Sierra de los Ajos) gracias a que “los productores de esas tierras aceptan mantenerlos”, indica Ungerfeld. “Si deciden no tenerlos más no sabemos qué pasa con ellos”, agrega.

Ese hábitat natural para el venado de campo, al que la teoría idealizada pretende retornarlo, básicamente hoy no existe. Como prueba está lo ocurrido entre 1996 y 1997, cuando se reintrodujeron 11 venados de campo en El Potrerillo, en Rocha, y todos murieron al poco tiempo (algunos, al menos, debido a una enfermedad bacteriana típica del ganado).

Por cierto, un estudio de la doctora en Química Carmen Rossini realizado en conjunto con Ungerfeld, sobre la composición de las secreciones de las glándulas cutáneas del venado de campo, confirmó que hay muchos compuestos sulfurados de estructura química muy similar a algunos compuestos del ajo. Otro punto para Darwin. O para su nariz, en todo caso.

Empujado al borde de la extinción, para el venado de campo es necesaria la cría en cautiverio, al igual que ocurre con muchas otras especies. “Hay numerosas experiencias de especies que hoy están presentes en la naturaleza, y algunas de ellas en forma abundante, gracias a que se hizo conservación ex situ”, explica Ungerfeld.

El español consideró que reintroducir en la naturaleza a todos los animales sería “estupendo pero desgraciadamente irreal”, igual que la perspectiva de usar el dinero que se gasta en zoológicos para solucionar los problemas que hay en los hábitats de los animales, rehenes a veces de conflictos armados, luchas políticas o debacles ecológicas. “Es necesario tener un recurso de conservación ex situ para afrontar los problemas que puede haber en la naturaleza. Es imperdonable que se extingan especies por no haber tenido conciencia en mantener programas de conservación en cautiverio”, remarca.

Incluso, agrega, tener poblaciones en cautiverio de especies no amenazadas también ha sido fundamental para desarrollar tecnologías que se aplicaron para salvar especies en estado crítico.

Liberar a animales criados en cautiverio a su hábitat puede sonar muy romántico en los papeles, pero sin planificación, criterios claros, un conocimiento profundo de la especie, investigación y monitoreo (lo que se traduce en mucha pero mucha plata), aclara Ungerfeld, es condenarlos generalmente a morir.

Santuarios: sí, no o más o menos

Siguiendo el argumento de Brum, ¿qué tiene de malo llevar todas esas especies amenazadas a santuarios que tengan condiciones más parecidas a las que tendrían en su hábitat? “Una cosa no quita la otra”, aclara Ungerfeld, que explica por qué es importante que además de enviar ejemplares a santuarios de otros países se mantengan algunos en poblaciones en cautiverio con buenas condiciones (si algunos santuarios tienen efectivamente ambientes adecuados y mejores que algunos zoológicos ya es parte de otra discusión). Tener poblaciones como las que hay en Uruguay “posibilita intervenciones directas para la conservación, como actividades de investigación y conocimiento de la biología de una especie que mejora las condiciones y su probabilidad de viabilidad para sobrevivir en la vida silvestre”.

Además, se aplica en este caso el viejo refrán de no poner todos los huevos en la misma canasta. Tener muchos ejemplares de una especie en un solo lugar, en vez de varias poblaciones, aumenta el riesgo de quedarse “sin reserva” en caso de que una enfermedad infecciosa o un desastre natural barra con toda la población. Si uno mantiene cría en cautiverio en varios sitios, puede además hacer intercambios para generar una mayor diversidad genética y así evitar problemas de endogamia que limitan la viabilidad de una especie. Ni siquiera es necesario que el intercambio sea de ejemplares, con el estrés que eso conlleva; basta hacerlo con semen congelado, comenta Ungefeld, con la expresión de quien traslada esperma frío de ungulados con la misma naturalidad que las compras del supermercado.

Santiago Moreno cree además que no es lo mejor llevar fauna autóctona a santuarios de otro país, que equivale a “quitarse el problema del medio”. Eso impide también que se realice investigación en el mismo lugar de donde estas especies son originarias. Se mostró partidario incluso de mantener en algunos casos especies exóticas amenazadas, y citó lo que ocurre en el Lecocq con los antílopes adax (Addax nasomaculatus). Esta especie, críticamente amenazada y víctima de las guerras civiles en África del Norte, cuenta en Uruguay con la segunda población más importante a nivel mundial. “Eso permitiría participar de la conservación de la especie en programas internacionales para favorecer su supervivencia”, dice Santiago. Es una oportunidad que se pierde si se deja de criarlos o se los traslada a otro sitio.

Está también el dilema de cuál es el sentido de llevar algunas especies a santuarios si ya tienen condiciones idóneas en nuestro país. Más allá de que resta ver si la readaptación de Villa Dolores es propicia para mantener algunos animales nativos en buenas condiciones, Ungerfeld no tiene dudas de que el parque Lecocq está perfectamente habilitado para hacer mucho en materia de cría en cautiverio y conservación. Para el especialista español, mientras tanto, el parque tiene estándares similares a los europeos y podría, tras algunas adecuaciones en el número de especies, convertirse justamente en un santuario.

Tres millones de técnicos

En la discusión institucional producida en este tiempo, la opinión técnica y científica quedó generalmente de lado, desplazada por los deseos de los políticos o de los activistas. Para muestra, baste un repaso breve de estos siete años: diputados solicitaron el cierre del zoológico, las autoridades se reunieron con organizaciones especializadas en animales domésticos antes de realizar los anuncios sobre animales salvajes, ediles propusieron sus soluciones, y legisladores presentaron incluso una ley que planteaba la disyuntiva de castrar a los animales de los zoológicos o devolverlos a su entorno natural, un proyecto que además de adolecer de graves fallas técnicas, antropomorfizaba en muchos párrafos a los animales.

Si hubo una especie de GACH detrás de las decisiones políticas (algo así como un Grupo Animal Científico Honorario, en este caso), quedó bien escondido. No se utilizaron argumentos técnicos para justificar el cambio de política ni se consultó a los especialistas antes de anunciarlo públicamente (o a Rentistas, que como ya vimos es el club con mayor promedio de investigadores de fauna en Uruguay).

“No se puede tomar decisiones sin un conocimiento profundo del tema. No puede ser ni al ‘me parece’ ni en función de las presiones de organizaciones que quieren eliminar la cría, muchas veces en forma bienintencionada”. Rodolfo Ungerfeld

Para Ungerfeld, está bien que se prioricen algunas especies o se replanteen cuáles son las que deben mantenerse, pero “hay que conocer y estudiar antes de tomar decisiones de este tipo”. “No se puede tomar decisiones sin un conocimiento profundo del tema”. “No puede ser ni al ‘me parece’ ni en función de las presiones de organizaciones que quieren eliminar la cría, muchas veces en forma bienintencionada”, agrega, para luego ser más directo: “Muchas especies se van a seguir extinguiendo si no mantenemos políticas de conservación de este tipo”.

Ungerfeld señala, para más datos, que no conoce ningún trabajo sobre conservación que justifique terminar con la cría en cautiverio como criterio general. “Me parece absurdo. Si tengo una especie en peligro de extinción, sea nativa o no, lo que quiero es promover la reproducción lo más posible”, insiste.

Santiago Moreno coincide. “Todos los que trabajamos en conservación tenemos esa filosofía de que hay que mantener algunas especies en cautiverio. Lo que hay que discutir es cuáles especies, y tener control de poblaciones de las que no están amenazadas. Y tener claro que el zoológico no es una exhibición de bestias, sino que cumple la función de investigar, educar y conservar. Es fácil: si no se investiga, los zoológicos se cierran. Pero terminar con la cría en cautiverio, eliminar esa posibilidad de educación, investigación, desarrollo y conservación es perder una oportunidad clave en la conservación de la biodiversidad”, concluye.

La moneda está echada, pero aún no cayó. Pese a los anuncios de Brum en los medios, desde la intendencia de Montevideo explicaron a la diaria que aún no hay una decisión tomada y hay “varias negociaciones en curso”. Quizá, al final de esta película, lo que digan los científicos tenga algo de incidencia en lo que ocurra antes de que corran los créditos.

De los nazis al zoológico

Una de las frases de Baltasar Brum que llamó más la atención vinculaba la cría en cautiverio con las prácticas de uno de los personajes más infames de la historia: el doctor nazi Josef Mengele, el “ángel de la muerte” que experimentaba con prisioneros judíos. “La visión de tener una especie como reserva genética en una jaula es Mengele, es espantoso”, dijo a Montevideo Portal. Sin embargo, tanto Ungerfeld como Santiago Moreno creen que no es necesario tener animales en jaulas para contar con reservas genéticas que ayuden a la supervivencia de una especie. “No es un extremo u otro, no es pensar: ‘Como no voy a tener un animal en una jaula para conservar la especie, elimino los zoos’. Eso no pasa en ningún lugar del mundo como política de conservación”, dijo Santiago Moreno.

Para seguir el juego a la analogía poco feliz con Mengele, ¿qué pasa entonces con la experimentación en animales? La humanidad sacrificó más de 100.000 monos (especialmente monos Rhesus) en experimentos para erradicar prácticamente la poliomielitis. ¿Es ético? La pregunta y sus implicancias abren una ventana inmensa, imposible de cerrar en esta o cualquier página, pero que sirve como disparador para indagar un poco más sobre lo que ocurre en Uruguay.

El doctor en Biología Franco Teixeira de Mello, profesor adjunto del Centro Universitario Regional del Este y editor del libro Experimentación con animales no tradicionales en Uruguay, aclara que la experimentación animal es “todo uso con o sin manipulación directa de los animales con fines científicos”. Por lo tanto, no siempre implica el mantenimiento de individuos confinados a condiciones controladas (un ejemplo es la colocación de anillos en las patas de aves migratorias).

En Uruguay, el trabajo con animales tradicionales de experimentación (ATE), como ratas y ratones de diferentes cepas, “siempre se realiza en condiciones controladas que deben cumplir con determinados requisitos sanitarios y de bienestar animal”. Cuando se trabaja con animales no tradicionales (ANTE), que incluyen individuos de muy diversas especies, usualmente hay que capturarlos en la naturaleza y eventualmente mantenerlos en condiciones experimentales en el campo o en laboratorio.

“Toda experimentación animal se rige por las 3R, principios rectores de la investigación con animales propuestos en 1959 por W Russell y R Burch en su libro The Principles of Humane Technique. En este sentido se reconoce la existencia de un problema ético vinculado al uso de animales, admitiendo que la experimentación no es por sí misma deseable pero es necesaria para el avance del conocimiento”, aclara Franco.

¿Qué son las 3R? Aluden al uso del reemplazo, la reducción y el refinamiento en toda actividad que involucre experimentación con animales. “El reemplazo refiere a que siempre que sea posible debemos evitar experimentar con animales, utilizando métodos alternativos de investigación”, explica Teixeira de Mello. Un ejemplo es usar técnicas no invasivas como el estudio de anfibios a través de la grabación de sus cantos, sin necesidad de capturarlos.

“La reducción sugiere que siempre debemos utilizar el menor número de animales posible que nos permita tener resultados representativos y válidos” y, por último, “el refinamiento refiere al compromiso de siempre utilizar los procedimientos e instrumentos más adecuados para reducir en mayor medida el sufrimiento innecesario de los animales manipulados”.

Para conocer más sobre cómo se rige la experimentación animal a nivel nacional en la Universidad de la República, se puede acceder a la página oficial de la Comisión Honoraria de Experimentación Animal, lo que quizá evite de aquí en más el uso de algunas analogías.

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