Estos años de pandemia también han sido de grandes sobresaltos para los gatos de pajonal de Uruguay, también llamados gatos pajeros, gatos de pajonal de Muñoa, o gatos de las Pampas. Su nombre científico, que desde 1879 viene cambiando tanto que podría producir severos problemas de personalidad y autoestima ‒Felis pajeros, Felis fasciatum, Leopardus braccatus, Leopardus colocolo, Leopardus colocola munoai, por nombrar algunos‒ cambió una vez más en 2020 gracias al trabajo científico riguroso llevado a cabo por Fábio Oliveira do Nascimento, Jjilong Cheng y Anderson Feijó titulado “Revisión taxonómica del complejo de gatos de las Pampas Leopardus colocolo: un abordaje integrativo” y publicado en la Revista Zoológica de la Sociedad Linneana. Allí se logró dilucidar que nuestro gato de pajonal, que vive en Uruguay, sur de Brasil y partes de Argentina, no era una subespecie de otros gatos de pajonal, como se sostenía, sino una especie en sí misma. El nombre que sugirieron los investigadores en ese trabajo, respetando la regla taxonómica de que el primer nombre dado tiene derecho sobre los que vinieron después, fue entonces Leopardus munoai.
Recién reconocido como especie, el gato de pajonal de Uruguay tuvo que entender rápidamente que nacer en un año de pandemia no podía ser bueno. Efectivamente, al ser distinto a los demás gatos de pajonal de Sudamérica, y al vivir sólo en este pequeño rincón de sabanas y pastizales del Río de la Plata, la probabilidad de que su futuro estuviera amenazado era extremadamente alta. “De cierta manera, que prácticamente sea endémica de nuestro país hace que sea también una especie en cierto peligro de extinción y que sea mucho más importante tomar medidas tanto de investigación como de conservación”, decía en su momento Enrique González, encargado del Departamento de Mamíferos del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN).
González estaba en lo cierto. Y la investigación produjo sus resultados. Ahora se acaba de publicar el artículo “Alto riesgo de extinción y conectividad de hábitat limitada del gato de las pampas de Muñoa, un félido endémico de la ecorregión sabana uruguaya”. Publicado en el Journal for Nature Conservation, el trabajo estudia los registros existentes de este animal, estima la cantidad de gatos de pajonal que habría, analiza qué ambientes son los más adecuados para ellos, qué conectividad hay entre esos ambientes, qué cantidad de esas zonas propicias está bajo alguna protección y cuál será la presión productiva futura en ellas. El propio título del trabajo lo anticipa: el gato de pajonal de Uruguay corre un alto riesgo de no estar más entre nosotros en el futuro cercano.
En la investigación participaron científicas y científicos de los tres países donde este gato aún caza roedores amparándose en el factor sorpresa que le permite moverse en pastos altos. Liderada por la brasileña Flávia Tirelli, por Uruguay trabajaron Nadia Bou, del Departamento de Biodiversidad y Genética del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE), el ya mencionado González, del MNHN, Diego Queirolo, del Centro Universitario Regional Noreste, y Juan Andrés Martínez-Lanfranco, del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de Alberta, Canadá.
Juntos para evaluar a una especie
“Esta es la primera evaluación comprensiva de la especie a nivel regional, pensándola como una entidad que tenemos que conocer y preservar más allá de su estado taxonómico de si es una especie o una subespecie”, dice Martínez-Lanfranco, biólogo recibido en la Facultad de Ciencias que se ha especializado en el estudio de mamíferos y que se encuentra en Canadá haciendo su doctorado en Ecología.
“A Flávia Tirelli, la primera autora del artículo, la conocí en un curso hace unos tres años y ya estaba trabando en la evaluación de estos félidos. Le conté de nuestros esfuerzos con Enrique y Nadia de juntar registros y de nuestra visión de que la especie tenía un gran potencial para ser una especie bandera de la conservación de los pastizales”, rememora Juan Andrés. ¿Qué es eso de la especie bandera? “Los carnívoros, los gatos, son especies muy carismáticas con las que la gente conecta mucho, entonces nosotros veíamos al gato de pajonal como una especie bandera y paraguas para conservar a todas las especies del pastizal”, explica.
La ciencia es por lo general colaborativa. Pero debe serlo más aún a la hora de estudiar animales que parecen despreciar nuestros límites políticos. Tirelli los recibió con los brazos abiertos y los invitó a unir esfuerzos. “Aportamos entonces nuestros datos para esta entidad que no es ni uruguaya ni brasileña, sino de la región. Su conservación y sus procesos ecológicos no conocen fronteras, por lo que tenía mucho sentido aunar esfuerzos para que fuera algo comprensivo de la unidad y no una evaluación de Argentina, Uruguay o Brasil”, amplía.
En eso estaban cuando se publicó el artículo al que ya nos referimos, que decía que el gato de pajonal de Uruguay era en sí una especie distinta a la de otros gatos de pajonal. “Si bien este trabajo no determinó que se hiciera esta evaluación, el hecho de que elevara al animal a nivel de especie plena le daba un poco más de fuerza al concepto del gato de pajonal como una entidad”, reconoce Martínez-Lanfranco. “A los efectos de nuestro proceso de trabajo, la importancia de ese artículo pasó por recoger la clasificación y el nombre propuesto y continuamos con lo que veníamos realizando”.
Las evaluaciones del riesgo de amenaza de extinción se basan en los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que establece categorías de que van desde la Preocupación Menor (LC, por su sigla en inglés), a las más preocupantes: Vulnerable (VU), En Peligro (EN) y En Peligro Crítico (CR). Las restantes categorías ya no son preocupantes, sino más bien lamentables: Extinto en Estado Silvestre (EW) y Extinto (EX). Pero el asunto es que hasta el día de hoy la UICN entiende que hay una única especie de gato de pajonal, Leopardus colocolo, que vive en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay. Sumando papas con boniatos, entonces, en su evaluación de peligro establece que el gato de pajonal está en la categoría Casi Amenazado (NT). Prrrrrr.
“La UICN evalúa especies. Tener confundidas distintas especies como una sola claramente puede llevar a pensar que las cosas no están tan críticas como podrían ser”, sostiene Martínez-Lanfranco. “El riesgo relativo de extinción de una especie, que es lo que representan las categorías de UICN, está basado en criterios de tamaño de área de distribución y densidad de población. Entonces, si bien puede parecer que delimitar especies es algo separado de la conservación, es tremendamente pertinente. Para conservar hay que conocer, y parte de conocer es poder delimitar una entidad, dónde se distribuye, y conocer qué es lo particular en esa región y qué procesos son los que mantienen a esa especie en esos lugares”, explica. Y eso es exactamente lo que hicieron en el trabajo.
Para ello trabajaron con registros de gato del pajonal recolectados entre el año 2000 y 2018 para que coincidieran con información de calidad de los ambientes donde habitan. “Entraron, entonces, unos 30 registros del gato de pajonal recogidos en nuestro territorio”, comenta Martínez-Lanfranco. De haber incluido todos los registros colectados conocidos, la cifra hubiera trepado a poco más de 70. Como veremos, el gato de pajonal es escurridizo y no le gusta dejarse ver demasiado. Tanto que muchos de los registros recientes son de animales atropellados o que fueron matados por perros de caza.
¿Cuántos gatos de pajonal hay?
“Las categorías de UICN tratan de describir el riesgo relativo de extinción de una especie en un determinado tiempo. Para ello, los dos criterios principales son el tamaño del área de distribución así como la densidad de la población”, explica Martínez-Lanfranco. “Estimar el número exacto de una población de animales es muy difícil, por lo que se recurre a modelados y determinadas técnicas que ayudan a construir distintos escenarios”, agrega.
Para evaluar el área de distribución analizaron la información ambiental asociada a los registros de ocurrencia y, mediante modelos, determinaron cuáles eran las áreas donde probablemente estén. Sabiendo dónde podrían estar, aplicaron entonces la información disponible de Brasil sobre densidades de estos gatos, que es de 0,03 individuos por kilómetro cuadrado. Esto quiere decir que en las zonas donde las condiciones son aptas para estos animales, se encuentra un gato de pajonal cada poco más de 33 kilómetros cuadrados.
“Los carnívoros en general son animales que tienen requerimientos grandes. Obviamente no es lo mismo un puma que uno de los pequeños gatos manchados o nuestro gato de pajonal. Es una densidad baja, pero comparable con la de otros carnívoros”, comenta el investigador.
En el trabajo determinan que la zona ideal para este gato se sitúa en el medio de su área de distribución, lo que también tiene su lógica: en los extremos algo hay que hace que no vayan más allá. Esto tiene consecuencias importantes para nuestro país, porque hace que estemos en el epicentro de la zona más propicia para que viva. “Con esa probabilidad estimada del área de favorabilidad ambiental para la especie dentro de las sabanas uruguayas, sabiendo la densidad estimada de la especie, uno puede estimar cuál sería el tamaño total de individuos que podría haber”, explica el investigador.
“Después hay que determinar el tamaño efectivo de la población, que es el número de ejemplares que potencialmente podrían reproducirse, que nunca son el total de la población. Si pensamos en la población de Uruguay, somos unos tres millones y medio. Pero el tamaño efectivo de la población es muchísimo menor”. En el trabajo estiman que la población de gatos de pajonal maduros sería bastante menor a los 10.000 individuos. ¡No llenarían ni las butacas de un Antel Arena!
“Nuestros distintos escenarios arrojaron que hay una gran posibilidad de que sea una especie que tiene un tamaño poblacional muy bajo”, confiesa Martínez-Lanfranco.
¿Qué ambientes prefieren?
¿Es realmente un gato de pajonal? ¿Qué ambientes busca? ¿Cambiaríamos la percepción de las cosas si lo llamáramos gasto de pastizal, que suena más cool que de pajonal? “Estos gatos utilizan un conjunto de ambientes que no necesariamente son solamente el pajonal. En los pastizales de alto porte encuentran refugio, como pajonales y chircales, pero no sólo en ellos”, comenta Martínez-Lanfranco. “Si bien no se adentran en el bosque, en la sábana arbolada con árboles dispersos también encuentran un lugar propicio”, añade.
“Sabemos que no utilizan el bosque porque en estudios de cámara trampa han aparecido muy pocos”, dice. “No creo que no sean capaces de atravesar un bosque o que eviten pasar por un ambiente ripario, pero es típicamente una especie de ambientes abiertos, algo que se observa a lo largo de toda su distribución”.
Pero en el trabajo también observaron algo interesante. “La estacionalidad de la precipitación, que es una variable que generalmente se asocia con la productividad arbórea, afecta negativamente las áreas de adecuabilidad de esta especie. Ese es un indicador cuantitativo de la percepción de que este gato realmente evita zonas arboladas. En otros gatos de pajonal del neotrópico se vio que la estacionalidad de la precipitación se asocia positivamente”, detalla Martínez-Lanfranco. “Entonces, además de que teníamos la percepción de que este gato ocupa los pastizales, por las observaciones y por la bibliografía, cuantitativamente encontramos esa señal de que las áreas abiertas y con pocos árboles son más favorables para estos gatos que otras donde distintos factores hacen que crezcan árboles, como es la estacionalidad de la precipitación”.
Pocos, mal conectados y sin protección
Los gatos de pajonal de Uruguay no son muchos. En el trabajo analizaron cuáles son las zonas con más adecuabilidad ambiental, dentro de su rango de distribución, para que vivan más o menos decentemente. Pero luego dieron tres pasos más: analizaron qué conectividad había entre esas zonas ideales para la que la especie prospere; cuáles estaban bajo algún tipo de protección, como la de las áreas protegidas, y encima, cuáles de esas zonas corrían riesgo de que se produjeran en ellas cambios del uso del suelo por la expansión agrícola-ganadera-forestal en el futuro cercano. Y entonces, pese a que se supone que los gatos que siempre caen bien parados, el gato de pajonal tiene todas las de caer en la pendiente que lo lleva a la amenaza de extinción. “Ese es un cóctel que a priori preocupa bastante”, comenta el investigador.
“Por un lado hacemos una evaluación pobre de la diversidad que alberga el pastizal, y por otro tenemos en la cabeza la idea de que el pastizal entra en colisión con la productividad, porque el pastizal es la cobertura vegetal que usualmente es transformada para las actividades productivas”.
Si bien no son muchas, la mayoría de las áreas protegidas que comprenden lugares de gran favorabilidad para el gato de pajonal están en Brasil. En Uruguay no tendemos a ver al pastizal como un área a proteger. Por alguna razón consideremos esos pastos altos como campos sucios e improductivos, la imagen de la holgazanería rural. Bosques, quebradas, márgenes de los ríos, lagunas nos parecen que merecen nuestro esfuerzo. Pero los pastizales, centro de nuestra biodiversidad, tienen menos protección que los mayores de 70 años antes de que viniera la vacuna de Pfizer.
Algo raro hay, porque al poner los documentales de otras partes, celebramos viendo a todos los animales de las sabanas africanas. Entendemos que en esos pastizales de África abunda la vida, pero de los nuestros pesamos que son páramos donde, ya que no hay nada, hay que poner vacas o plantar algo. “Por un lado hacemos una evaluación pobre de la diversidad que alberga el pastizal, y por otro tenemos en la cabeza la idea de que el pastizal entra en colisión con la productividad, porque el pastizal es la cobertura vegetal que usualmente es transformada para las actividades productivas”, comenta Martínez-Lanfranco.
¿Qué tan amenazado está el gato de pajonal?
“Los distintos escenarios del número efectivo de la población, de acuerdo a los distintos escenarios de favorabilidad ambiental para la especie, se compararon con los límites que marcan las categorías de amenaza de extinción, que van desde VU, EN y CR; vimos que en 75% de los escenarios, el número efectivo de individuos caía dentro de las categorías de amenaza más importantes”, resume Martínez-Lanfranco.
En el trabajo construyeron 24 escenarios demográficos. En todos, los gatos de pajonal caían en alguna de las categorías de amenaza. Y en cinco, es decir, más de 20% de esos escenarios, caía en la categoría de Peligro Crítico. Trato de apretar al investigador. ¿Cómo titulo la nota? ¿Qué le digo a las lectoras y los lectores? ¿Que el gato de pajonal en Uruguay está en Peligro Crítico, o En Peligro? “Diría que el gato de pajonal tiene un riesgo de extinción elevado al mediano y largo plazo”, responde con clama.
“Nuestro trabajo en realidad generó los insumos para una clasificación, pero no es la clasificación en sí misma”, dice. Y luego va un poco más allá, hacia lo que realmente importa: “¿Hace falta en realidad definir si está amenazado o críticamente amenazado, cuando sabemos que está comprometido? Sabemos que está amenazado, que su población es muy pequeña, lo que permite atribuirle un riesgo de extinción elevado en el corto plazo. Además, para las poblaciones pequeñas para las que las amenazas siguen operando, y es más, se cree que se van a agudizar, ya es suficiente para saber que esa especie está en peligro”.
Siendo optimistas, el gato de pajonal, el hoy Leopardus munoai, en Uruguay estaría en la categoría En Peligro de Extinción. En un escenario más adverso, estaría en la categoría En Peligro Crítico. “En Uruguay, tomado aislado, probablemente el gato de pajonal esté en Peligro Crítico, pero si usás el criterio de rescate, por la conectividad que tiene con la población de gatos de pajonal de Rio Grande do Sul, entonces probablemente la categoría sea En Peligro”, argumenta Martínez-Lanfranco, algo a tener en cuenta ya que el trabajo publicado demuestra que sí hay una conectividad entre nuestros gatos y los del sur de Brasil.
La frontera seca, tan denostada a la hora de hablar de la covid-19, en este caso es algo bueno. En vez de bagayear ticholos, yerba y azúcar, los gatos de pajonal se pasan genes, lo cual es bueno para mantener su diversidad y evitar la endogamia y otros problemas de las poblaciones reducidas y no conectadas. “Por eso también una de las conclusiones del trabajo es la importancia del manejo transfronterizo de las especies, en particular de especies como el gato de pajonal, en las que las dinámicas poblacionales no son de un país sino regionales”, dice Martínez-Lanfranco.
Prácticamente, entonces, quienes tomamos mate en este planeta somos los encargados de que el gato de pajonal siga cazando ratones en los pastizales. Somos nosotros, los tomadores de mate de esta ecorregión de pastizales, los que somos interpelados cuando el artículo afirma que hay una “urgente necesidad de un enfoque internacional para garantizar la supervivencia a largo plazo de este felino elusivo”. No vale mirar para otro lado.
Artículo: “High extinction risk and limited habitat connectivity of Muñoa’s pampas cat, an endemic felid of the Uruguayan Savanna ecoregion”
Publicación: Journal for Nature Conservation (mayo de 2021)
Autores: Flávia Tirelli, Tatiane Trigo, Diego Queirolo, Carlos Benhur, Nadia Bou, Felipe Peters, Fábio Mazim, Juan Andrés Martínez-Lanfranco, Enrique González, Caroline Espinosa, Marina Favarini, Lucas Gonçalves da Silva, David Macdonald, Mauro Lucherini, Eduardo Eizirik
Aún no bordes tu nombre en la camiseta
El gato de pajonal de Muñoa tiene problemas identitarios. Como vimos, su nombre científico ha cambiado varias veces. Y si las ideas de Enrique González y Juan Andrés Martínez-Lanfranco prosperan, podría cambiar una vez más.
“Ya en el libro Mamíferos de Uruguay, de 2010, decíamos que se venían más turbulencias para el nombre de esta especie de gato de pajonal”, dice Martínez Lanfranco.
De resolverse algunas interpretaciones sobre la localidad establecida en las descripciones dadas por Félix de Azara para estos gatos de pajonal, los investigadores creen que quien primero mencionó al gato de pajonal de Uruguay como una especie distinta fue Dámaso Larrañaga, quien en sus escritos de 1923 lo nombró Felis fasciatus.
“Estamos trabajando en esto. Por reglas del código de nomenclatura zoológica, el fasciatus de Larrañaga sería el nombre disponible más antiguo para esta entidad, incluso anterior a munoai, propuesto por Ximénez. Probablemente, entonces, este sea el gato de pajonal de Larrañaga y no el gato de pajonal de Muñoa, como se establece incluso en el artículo de Nascimento y sus colegas”, afirma el investigador.
La paz entonces aún no le llegó a nuestro gato de pajonal. Su nombre sigue en disputa.
.