El museo de Soriano realizó la denuncia en febrero de 2021, aunque los robos se constataron en diciembre de 2020; hasta el momento se recuperaron 34 fósiles, pero las piezas hurtadas identificadas son al menos 50 y no se descarta que puedan ser muchas más. La fiscal de 2° turno de Mercedes, Silvana Mastroiani, investiga el complejo caso.

Imaginemos qué hubiera pasado si una mañana el Museo Blanes abriera sus puertas y el cuadro del desembarco de los Treinta y Tres no estuviera colgado en su lugar. ¿Con qué celeridad se hubiera presentado una denuncia? ¿Cuánto hubiera demorado el hecho en colarse en los medios? Si se supiera que personas están ofreciendo la obra a la venta en las redes, ¿alguien hubiera dispuesto un allanamiento? Y ahora supongamos que la obra de arte robada hubiese sido recuperada tras negociaciones con los ladrones. ¿Alguna autoridad se habría sacado la foto con el cuadro recuperado? ¿Qué pasaría con quienes lo robaron? Una vez que se aseguró que la obra está bien y fuera de peligro, ¿se consideraría oportuno informar a la población sobre los detalles de lo acontecido? Hagamos un corte a la imaginación y vayamos ahora a la realidad.

El Museo Paleontológico Alejandro Berro, ubicado en el Castillo Mauá de la ciudad de Mercedes, en el departamento de Soriano, fue robado. En la primera semana de diciembre de 2020 se constató que varias piezas de la colección de fósiles, algunas extremadamente valiosas, estaban en manos de particulares que pretendían comercializarlas. Recuerden las respuestas que dieron a las preguntas del ejercicio planteado arriba y contrástenlas con lo que efectivamente sucedió en esta ocasión.

Robo al museo

Uno podría pensar que quienes notaron que el Museo Berro había sido robado fueron los funcionarios que allí trabajan. Tal vez un visitante. Pero no, en este caso las personas que se dieron cuenta ni siquiera estaban en el departamento de Soriano.

Ejemplares tipo robados del Museo Paleontológico Berro junto a otra gran cantidad de piezas. Foto: Pablo Toriño y Andrea Corona, Facultad de Ciencias, Udelar

Ejemplares tipo robados del Museo Paleontológico Berro junto a otra gran cantidad de piezas. Foto: Pablo Toriño y Andrea Corona, Facultad de Ciencias, Udelar

Como todo museo que se precie de tal, no todas las piezas del Berro están en exhibición. En este caso, la colección de paleontología acopiada por Alejandro Berro consta de más de 4.000 fósiles. Y quienes se dieron cuenta de que algunos de ellos habían sido sustraídos y estaban en manos de particulares fueron, justamente, paleontólogos expertos en esa colección, ya que en 2009 y 2010, cuando algunos de ellos todavía eran estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, habían ganado un proyecto de investigación inicial que consistió en relevar, ordenar, catalogar y fotografiar todos los materiales paleontológicos del museo. Entre ellos estaba Pablo Toriño, paleontólogo que en otras notas hemos definido como “el armador de paleopuzles” por su asombrosa capacidad para reconocerlos y ordenarlos tridimensionalmente.

Toriño, además, tenía una relación particular con los fósiles del Museo Berro: en 2015 presentó su tesis de licenciatura, en la cual estudió a los gliptodontes, esos mamíferos acorazados que eran parientes de las mulitas, que llegaban a medir como un automóvil económico y que vivieron en estas tierras entre unas decenas de millones de años y escasos 10.000 atrás. Muchos de los fósiles que analizó para ese trabajo pertenecían a la colección Berro, porque allí no sólo hay una gran cantidad de piezas de estos gigantes con coraza, sino que también hay ejemplares tipo, es decir, fósiles con los que se describieron nuevas especies y que son de consulta obligada al estudiar estos animales.

“A principios de diciembre de 2020 andaba buscando en internet información sobre fósiles”, cuenta Toriño. Lo que encontró lo dejó asombrado. “Di con fotografías de piezas que me llamaron muchísimo la atención. Eran fragmentos de coraza de gliptodonte. Y eran justo fragmentos que yo había utilizado para escribir mi tesis de licenciatura, por lo que los tenía bien presentes”. Así es, para Toriño resulta más sencillo reconocer placas de gliptodontes que para una persona como uno distinguir un tema de los Ramones de uno de Ricky Martin. “No hay dos fósiles iguales, por lo que ese fue el primer puntapié para darnos cuenta de que habían robado fósiles del Museo Berro”, dice.

“Lo que me llamaba la atención era que la persona afirmaba que eran de su propiedad y los ofrecía a la venta”, recuerda. “El 7 de diciembre, el día que vi estas fotos, me contacté con Aparicio Arcaus, el director del Museo Berro, quien confirmó que las fotos no habían sido tomadas en el museo y entonces quedó, al menos preliminarmente, constatado que estábamos ante un hurto”, añade. “Tomando como base las fotografías de internet y cotejando con el catálogo y el archivo fotográfico que teníamos de la colección Berro, armé un primer informe que compartí con Arcaus, en su condición de coordinador de Museos de la Intendencia de Soriano, en el que reporté que el robo implicaría al menos unas 50 piezas, muchas de ellas incluso numeradas”, dice el experto paleontólogo.

Estudiantes de Facultad de Ciencias ordenando la colección del Museo Berro (2009-2010). Foto: Gentileza de Pablo Toriño.

Estudiantes de Facultad de Ciencias ordenando la colección del Museo Berro (2009-2010). Foto: Gentileza de Pablo Toriño.

¡No otra vez!

El caso policial sumó nuevos ribetes en enero. “El 20 de enero de 2021, mi colega Andrés Batista detecta un segundo caso. Otra persona ofrecía fósiles, otra vez con numeración de la colección Berro, y otra vez eran en su mayoría materiales de gliptodontes. Me vuelvo a contactar con Arcaus y, además de notificarlo del nuevo caso, pregunté qué novedades había sobre el caso anterior, al mes y medio de haberlo informado del robo”, relata Toriño.

Según Toriño, el director de Museo Berro les dijo que había hecho la denuncia ante Tráfico Ilícito ‒como se nombra coloquialmente al Comité Nacional de Prevención y Lucha contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales‒ y que se había contactado con la persona que ofrecía los fósiles robados. “Desde la Facultad de Ciencias le dejamos clara a la Intendencia de Soriano nuestra postura de que no nos parecía correcto contactar directamente a los coleccionistas sin haber realizado antes una denuncia”, dice Toriño. Afirma que en enero Arcaus les “dijo que la decisión que había tomado la Intendencia de Soriano era que, si los materiales podían recuperarse en su totalidad dialogando directamente con el coleccionista que había ofrecido a la venta los fósiles, no había necesidad alguna de realizar una denuncia en el ámbito judicial”.

Un valor incalculable

“La colección Berro es una de las colecciones paleontológicas más importantes de todo el territorio nacional, la más grande luego de la del Museo Nacional de Historia Natural”, dice Toriño. “La mayoría de los materiales hurtados publicados en redes son de gliptodontes y por el rastreo que pudimos hacer, dado que nosotros inventariamos el material y lo ordenamos en cajas, involucran materiales de unas diez cajas de fósiles que se almacenaban físicamente juntas”, explica. Pero hay más: “La colección Berro, además, tiene la particularidad de tener importancia científica. Se describieron unas 15 especies de gliptodontes con base en sus fósiles, más otras diez especies de animales de megafauna como perezosos gigantes”.

Fósil de coraza de gliptodonte Boreostracon (antigüedad estimada 15 a 20.000 años) - Ejemplar tipo. Foto: Pablo Toriño, Facultad de Ciencias, Udelar.

Fósil de coraza de gliptodonte Boreostracon (antigüedad estimada 15 a 20.000 años) - Ejemplar tipo. Foto: Pablo Toriño, Facultad de Ciencias, Udelar.

Entre las piezas robadas y ofrecidas en internet figuraban fósiles con los que se describieron las especies de gliptodonte Berthawyleria gracilis, que tenían una antigüedad de unos diez millones de años y Boreostracon corondanus, animal que vivió en estos pastizales hace unos 20.000 años. También se habían robado la parte inferior del fémur con el que se describió la especie de perezoso gigante Scelidodon corderoi, con una antigüedad estimada entre 15.000 y 20.000 años.

“Los ejemplares tipo son insustituibles, si se pierde uno no se reemplaza con otro fósil de la misma especie. Son fósiles importantes, porque siempre van a ser material comparativo de primera necesidad, cada vez que un investigador quiera hacer trabajos sobre esos gliptodontes, casi que está obligado a visitar el Museo Berro”, señala Toriño. Luego agrega: “Los materiales tipo son los que enaltecen una colección científica de cualquier museo y deberían estar particularmente identificados, separados del resto de la colección y con medidas de seguridad especiales”.

Negociando

“Cuando nos notifican que las piezas se estaban ofreciendo en internet, inmediatamente consulto a las jerarquías de la Intendencia de Soriano sobre los pasos a dar. La idea y el objetivo principal era tratar de recuperar las piezas ante el riesgo de que pudieran perderse”, dice Arcaus.

El director del Museo Berro fue hasta el domicilio de las dos personas que ofrecían los materiales recién en febrero de 2021. Y sólo después de recuperar las piezas, a mediados de febrero, se presentó la denuncia del robo. “Parte de ese tiempo pasó porque por la pandemia la Intendencia suspendió actividades y prácticamente de esos dos meses, estuvimos uno y medio sin tener actividad oficial”, sostiene Arcaus. “Por otro lado, en primer lugar se optó por la recuperación de las piezas ante la eventualidad de que se pudieran perder, y luego de recuperarlas sí se hizo la denuncia”.

En contacto con los ladrones o receptadores, varias de las piezas robadas lograron volver al Museo Berro. “Fue un diálogo muy rápido e inmediatamente, de muy buena fe, entregaron las piezas”, cuenta Arcaus. “Se recuperaron 34 piezas de la colección, que son la totalidad de las que se identificaron como del museo por la numeración y por el inventario”, afirma.

El asunto es que aquí hay discrepancias: el paleontólogo Pablo Toriño identificó unas 50 piezas de la colección Berro en manos de estos dos particulares, aunque algunas de ellas no tuvieran numeración, pero Arcaus hace énfasis en la recuperación de los fósiles numerados. Tal vez en ello incida el hecho de que al ir a recuperar las piezas en posesión de los ladrones/receptadores, no fue ningún paleontólogo experto en ese tipo de fósiles.

Estudiantes de Facultad de Ciencias ordenando la colección del Museo Berro (2009-2010). Foto: Gentileza de Pablo Toriño.

Estudiantes de Facultad de Ciencias ordenando la colección del Museo Berro (2009-2010). Foto: Gentileza de Pablo Toriño.

Interviene la Justicia y la Policía

“La denuncia penal se asentó el 19 de febrero de 2021. Es una causa que está abierta y que está en manos de Fiscalía”, dijo a la diaria el comisario Marcelo Talagorria, de la Zona Operacional 1 de Soriano, el 12 de marzo. En ese entonces, se estaba en la etapa de “indagatorias, llamados a denunciantes y testigos para tomar declaraciones”.

“Se sospecha que las piezas podrían haber sido sacadas del museo mientras se hacía una remodelación, cuando algunas de las piezas más significativas de la colección se llevaron a un depósito”, indicó Talagorria.

El Museo Berro lleva unos cuantos cierres y reaperturas en las últimas décadas, cierres que podrían propiciar la extracción o extravío de piezas sin llamar demasiado la atención. En 2008 se inició una gran reforma que obligó a cerrar sus puertas hasta su reinauguración en julio de 2011. En 2018 debió cerrar nuevamente sus puertas, pero en esta ocasión no por una reforma sino por un brote de hantavirus. En 2017 también se realizaron reformas, por lo que la actividad abierta al público se retomó en setiembre de 2020.

“Hay que empezar a mirar para atrás, hace ya unos 15 años desde la reforma de 2008. Se solicitó un inventario a pedido de la fiscal y se empezaron a tomar declaraciones, así que tenemos por delante un trabajo bastante engorroso”, dijo el comisario. “Como ciudadano y nativo del departamento que en su momento supo disfrutar de la paleontología, o viendo al nieto hablando de dinosaurios, uno entiende el valor incalculable de esas piezas”, comentó Talagorria antes de despedirse.

“Los hechos habrían pasado hace tiempo”, dijo la fiscal Silvana Mastroiani, que está a cargo del caso. “La denuncia la hicieron bastante tiempo después de empezar a tener conocimiento de algunos hechos. Entonces estoy tratando de recomponer lo que ha sucedido y ver qué pruebas tengo”, agregó. Se excusó porque además de que la información es reservada, “tampoco se trata de un hecho que sea tan fácil de explicar”, como un delito puntual cometido en una fecha puntual, dijo a la diaria a fines de marzo, cuando comenzó la investigación.

¿Cuándo se habría cometido el robo?

“Hay que empezar a mirar para atrás, hace ya unos 15 años desde la reforma de 2008”, decía el comisario Talagorria. Sin embargo, la ventana temporal en la que se habría producido el robo de estos fósiles del Museo Berro podría acotarse bastante.

Fémur del perezoso gigante Scelidodon (antigüedad estimada 15 a 20.000 años) - Ejemplar tipo. Foto: Andrea Corona, Facultad de Ciencias, Udelar.

Fémur del perezoso gigante Scelidodon (antigüedad estimada 15 a 20.000 años) - Ejemplar tipo. Foto: Andrea Corona, Facultad de Ciencias, Udelar.

“Las piezas que se ofrecían en las redes estuvieron en el Museo Berro por lo menos hasta el año 2013, que fue cuando revisé materiales para mi tesis. Por tanto, no es necesario retrotraerse en el tiempo diez o 20 años atrás”, dice Toriño. “Esto es algo totalmente personal, pero es difícil pensar que estos materiales hayan desaparecido hace siete años y que ahora aparezcan todos juntos, al mismo tiempo, a la venta en internet y por distintas personas. Todo apunta a algo bastante más reciente”, conjetura.

A lo que calcula Toriño se le agrega lo que vieron otros tres paleontólogos cuando a fines de agosto de 2020 fueron al Museo Berro a consultar materiales. Andrés Rinderknecht, uno de ellos, relata que llegaron temprano, antes incluso que el personal municipal. Para hacer tiempo, se pusieron a recorrer el predio del Castillo Mauá hasta que dieron con un galpón que tenía las puertas abiertas. Dentro, sin que nadie las estuviera custodiando, había cajas de fósiles. Algunas estaban abiertas y había materiales en el suelo, entre ellos, unos cuantos fósiles de gliptodontes. Así como los paleontólogos madrugadores llegaron al galpón, cualquier otra persona podría haber entrado al lugar. Si justo el visitante era un amigo de lo ajeno, nada ‒ni nadie‒ le hubiera impedido llevarse los fósiles.

“El tema ese del galpón abierto se dio cuando estábamos en plena obra”, reconoce Arcaus. “Allí habíamos colocado algunas cajas y por un tema de ventilación abríamos y cerrábamos la puerta. Fue algo muy puntual lo que les pasó a los paleontólogos. Puede haber habido un descuido de algún funcionario ese día en particular”, agrega.

“Hay una ventana temporal enorme”, admite Arcaus, pero también dice que “el mayor momento de vulnerabilidad de la colección fue durante la obra que empezó en 2017 y terminó en setiembre de 2020”. La fiscal se notaba un poco agobiada por la cantidad de años en los que podían haberse producido los robos. Lo dicho por Arcaus y la conjetura de Toriño tal vez pueda simplificarle la tarea a la funcionaria del poder ejecutivo y a los policías que intervengan en el caso.

Denunciar o no denunciar

“Cuando se constata un robo en un museo lo que corresponde siempre es hacer la denuncia. Pero el momento puede depender de cuál es la estrategia para conseguir los bienes que están en juego”, sostiene William Rey, director de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, organismo que funciona bajo la órbita del Ministerio de Educación y Cultura (MEC).

“Cuando tuvimos la información necesaria sobre el hecho, se le envió un informe a la Fiscalía y también a la Intendencia de Soriano, y dejamos claro que había que hacer la denuncia”, agrega Rey. “En este caso se intentó la recuperación de los materiales vía acuerdo, en el que no participó la Comisión de Patrimonio sino el director del museo, previo a hacer la denuncia. El tema es que, aparentemente y según el informe de Toriño, no se habrían recuperado todas las piezas”, agrega.

Museo Paleontológico Alejandro Berro. Foto: Alejandro Mazza

Museo Paleontológico Alejandro Berro. Foto: Alejandro Mazza

¿Qué hacer cuando se constata un robo en un museo? “El Comité lo que aconseja es hacer la denuncia en el momento en que se detecta el faltante o se constata un hecho irregular”, dice Luciana de Fuentes, presidenta del Comité Nacional de Prevención y Lucha contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales, que fue creado en 2017 y funciona también en la órbita del MEC, pero está integrado también por representantes de los ministerios de Economía, Interior y Relaciones Exteriores.

“Me he propuesto como objetivo generar instrumentos con base sólida para delinear mecanismos más claros para proceder cuando se detecta un robo”, dice De Fuentes. El caso del robo del Museo Berro demuestra que hay demasiadas zonas grises. “Hay que concientizar sobre estos temas. Muchos piensan que el tráfico ilícito es lo que pasa con un Picasso o un Blanes, pero en realidad involucra a todo lo que enriquece el patrimonio cultural de una nación. A veces puede parecer una piedrita, algo pequeño, pero que sin duda tiene un valor inmenso para un museo o para un investigador”, agrega De Fuentes. “Tenemos que lograr que eso lo entienda la población y no sólo quienes están vinculados a estos temas”, dice.

El Museo Paleontológico Alejandro Berro de Mercedes fue robado. Gran parte de las piezas que se vendían por internet fueron recuperadas. Pero aún se desconoce cuántas se robaron, cómo ni cuándo. La comunidad científica cumplió con su parte. Las instituciones que velan por el patrimonio con la suya. La Justicia investiga. Mientras tanto, las preguntas del inicio de la nota siguen planteadas. Para una sí tenemos respuesta: si bien estábamos en conocimiento del hecho, se nos pidió tiempo para publicar la nota para no alertar a los ladrones/receptadores. Hoy informamos de un robo a un museo sucedido al menos hace cinco meses. Esperamos que coincidan en que más vale tarde que nunca.