Joanna Lado es investigadora en el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) de Salto Grande. Se graduó de Ingeniera Agrónoma en la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República con una tesis sobre la evaluación poscosecha de los arándanos. Luego se fue a España, y en la Universidad de Valencia obtuvo su maestría y doctorado trabajando en las mismas temáticas, en esta ocasión en la poscosecha de cítricos, y al volver se radicó en Salto.

Hoy el teléfono de Lado comenzó a sonar desaforadamente. Las notificaciones se acumulaban como los cajones de naranja en la Unidad Agroalimentaria Metropolitana temprano en la mañana. Es que acababa de ganar el premio Anneke Levelt Sengers para las Mujeres en la Ciencia 2021, galardón que otorga la Red Interamericana de Academias de Ciencias (Ianas).

Por las mujeres en la ciencia

El premio Anneke Levelt Sengers comenzó a ser entregado por la Ianas en 2015 para visibilizar y reconocer el trabajo científico de calidad de investigadoras de las Américas. La física holandesa Johanna Maria Henrica Anneke Levelt Sengers hoy tiene 92 años. Además de hacer grandes aportes en el campo de los estados críticos de los fluidos, desde hace décadas Anneke impulsó la iniciativa Por las Mujeres en la Ciencia con tanta fuerza como para que el premio que reconoce la labor de jóvenes investigadoras lleve su nombre.

Para ser considerada para el premio, las academias de ciencia de los países tienen que postular a sus candidatas. La Academia Nacional de Ciencias del Uruguay (Anciu) propuso a Lado y así lo justificaba: “Actualmente es investigadora tiempo completo en el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias, INIA Salto, Uruguay, estudiando la respuesta metabólica global a la tolerancia al frío con el fin de mejorar la calidad y sabor de los cítricos de exportación y consumo interno. Tiene más de 30 publicaciones en revistas de alto impacto en el campo”. Pero no era la primera vez.

La Anciu ya la había postulado en 2018. Este año la volvieron a postular. “No me esperaba para nada ganar el premio. Es una gran noticia, estoy muy contenta”, dijo Lado a pocos minutos de saber que el Anneke Levelt Sengers de este año iba a parar a sus manos.

A la hora de presentarse a sí misma y su trabajo, Joanna destacaba que sus objetivos de investigación “contribuyen a desarrollar nuevos cultivares de frutas y hortalizas mejorando la conservación, la calidad y el sabor, en línea con la promoción del consumo de productos hortofrutícolas y la reducción de las pérdidas alimentarias”. También decía que confiaba en que “mejorar el sabor de las frutillas, mandarinas, boniatos y tomates, guiada por los consumidores uruguayos, estimulará el consumo en un contexto de bajo consumo de frutas y hortalizas (muy por debajo de las recomendaciones de la OMS de 400g/día)”, y que lleva “muchos años estudiando un trastorno fisiológico (daño por baja temperatura) en los cítricos”.

Las investigaciones desarrolladas con su equipo le permitieron ver que “la nutrición y la irradiancia son factores cruciales que afectan la sensibilidad de la fruta al frío”, así como que “diferentes recubrimientos de cera aplicados después de la cosecha podrían prevenir este daño durante el almacenamiento y transporte en frío de la fruta”. De esta manera, buscan “romper barreras para las exportaciones de cítricos uruguayos y contribuir a reducir el desperdicio de alimentos en el hogar”. Y hay una consecuencia relevante: “estamos enseñando a los consumidores uruguayos que la presencia de tales manchas en la piel de diferentes productos no afecta la palatabilidad de la fruta ni sus propiedades nutricionales”, reporta la propia Lado, que entre otras cosas busca que “las personas y los servicios públicos de alimentación escojan y consuman frutas y verduras imperfectas”.

La perfección de lo imperfecto

“Es un reconocimiento para todo el equipo y para el trabajo acá en el norte del país, donde muchas veces estamos un poco lejos de muchos recursos”, dice Joanna visiblemente feliz.

Por un lado, promueve que las frutas y verduras -y también otras hortalizas- agraden más al consumidor de acuerdo a sus preferencias. Por otro que se conserven mejor en la cadena de frío. Y, finalmente, que se acepten algunas imperfecciones. “Si bien al principio parecen cosas contrapuestas, no lo son”, afirma Joanna. Sabe que la escucho con atención, así que explica: “Hacemos aportes que tienen que ver con el mejoramiento genético, que es una línea de trabajo muy fuerte en el INIA, con equipos de investigadores que se dedican a mejorar los productos que hoy tenemos, como por ejemplo desarrollar frutillas que sean más sabrosas en esta región del norte. También hay un programa en esa línea en tomates, en cítricos, etcétera. Mi equipo de trabajo busca brindar información a los mejoradores sobre qué prefiere el consumidor. Para ello probamos las variedades locales desarrolladas por el INIA y buscamos decirles a los mejoradores si esos productos al consumidor le gustan más jugosos, con qué acidez, qué textura. Por ese lado abordamos el tema del sabor y otras características en base a lo que la gente prefiere”.

“Por el lado de la conservación, o de la poscosecha, tratamos de extender la vida de esos productos, con diferentes manejos, pensando no sólo en el mercado interno, que también es importante, sino también en la exportación, por ejemplo, de los cítricos”, prosigue Joanna. “Ahí es donde entra el tema del frío, de tratar de que no se manchen, de buscar alternativas para reducir esas manchas, ya que los cítricos son sensibles y se manchan, no les gusta el frío” agrega.

Pero las manchas externas del frío no cambian la calidad nutricional ni otras propiedades de frutas y verduras. “Y eso se relaciona con lo de aceptar la imperfección. A pesar de que desarrollen manchas, la calidad de los cítricos no cambia. Eso se aplica también para las frutas que son muy grandes o muy chicas. Estamos intentando que todas esas 'imperfecciones' no sean consideradas como tales. Y ese es un trabajo interinstitucional, junto a Gastón Ares, del área de Sensometría y Ciencia del Consumidor de la Facultad de Química, la gente del INDA, del Mides, del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca”, explica. “Estamos trabajando en un libro dirigido a todo público, que entre otras cosas tiene por objetivo valorizar la producción familiar en las compras públicas de Uruguay, y principalmente el consumo de frutas y verduras 'imperfectas' en ese sentido que dijimos, imperfecciones de tamaño, de manchas que no evolucionan, que no alteran ni el valor nutricional ni la inocuidad del producto”.

Ciencia de calidad

“Este es un premio personal. Pero lo pienso compartir con mi equipo de trabajo, que somos como unas diez personas”, confiesa Joanna. “Para seguir haciendo mejor nuestro trabajo, como siempre, precisamos algunas cosas, como por ejemplo una cámara de fotos. Este dinero viene como anillo al dedo”, dice la investigadora galardonada. Pero no todo queda allí. La ciencia es una actividad colaborativa y en equipo. Y los premios casi siempre son individuales, no reflejan eso. Lado tiene una solución extra a la compra de equipos que precisan: otra parte del dinero del premio se va a destinar en un festejo “para todos los que colaboraron con esto, porque el equipo es lo importante”. De hecho, dice que no bien se enteró del premio, de inmediato compartió la alegría tanto con su familia como con su equipo de trabajo.