Marcelo Barreiro, del Departamento de Ciencias de la Atmósfera de la Facultad de Ciencias, es el único investigador de Uruguay que participó en la redacción del reporte 2021 sobre las Bases de las Ciencias Físicas del Cambio Climático del IPCC. Aquí nos habla de la importancia de, además de mirar estos informes globales, bajar a escala local para ver qué nos sucede en el presente y qué futuro nos espera.
La historia es a esta altura bien conocida: el mundo se está calentando debido a que los seres humanos venimos liberando a la atmósfera grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero que no permiten que vuelva al espacio parte del calor proveniente del Sol que nuestro planeta acumula. Este aumento de la temperatura global ha comenzado a afectar otros fenómenos planetarios, dando lugar a lo que se denomina “cambio climático”.
El asunto es que tanto la temperatura como el clima de la Tierra han cambiado incontables veces en estos 4.500 billones de años que lleva en el Universo. La producción científica sobre el calentamiento global causado por el hombre ha crecido más rápido que la temperatura media global. Para ordenar y evaluar esta producción científica de manera de determinar la magnitud del fenómeno y poder darles herramientas a quienes deben tomar decisiones, se creó en 1988, en el ámbito de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés). Esta especie de GACH del clima convoca a científicos de todo el planeta para que revisen el estado del conocimiento científico y produzcan informes, tanto técnicos como para los tomadores de decisiones. Dividiendo la tarea en tres grupos de trabajo, el IPCC ya llevaba elaborados cinco informes.
En agosto el Grupo de Trabajo 1 del IPCC, que se encarga de las bases de las ciencias físicas del cambio climático, dio a conocer su sexto informe. El suculento documento –tiene 3.949 páginas en esta versión sin editar definitivamente– es un sesudo resumen y evaluación del estado del arte de las ciencias de la atmósfera sobre qué está pasando con el clima y las causas que nos vienen llevando por este indeseable sendero. En su elaboración trabajaron miles de investigadoras e investigadores, pero como adentrarse en tantas páginas puede resultar arduo, hay resúmenes para tomadores de decisiones y cartillas con titulares. Lo que muestran confirma con más fuerza lo que ya se sabía: el mundo se está calentando, ese calentamiento está alterando el clima en casi todas partes y, lo que es más importante, ya no hay forma de esquivar que ese cambio lo provocamos los seres humanos.
Vayamos a algunos de esos titulares para citar en cualquier sobremesa:
- “Los aumentos observados en las concentraciones de gases de efecto invernadero desde alrededor de 1750 son causados inequívocamente por las actividades humanas”.
- “En 2019 las concentraciones de CO2 atmosférico fueron más altas que en cualquier momento en al menos dos millones de años, y las concentraciones de metano y monóxido de nitrógeno fueron más altas que en cualquier momento en al menos 800.000 años”.
- “Es probable que los gases de efecto invernadero hayan contribuido a un calentamiento de 1,0° C a 2,0° C, otros impulsores humanos (principalmente aerosoles) contribuyeron a un enfriamiento de 0,0° C a 0,8° C, los impulsores naturales cambiaron la temperatura global de la superficie en -0,1° C a 0,1° C, y la variabilidad interna lo cambió de -0,2° C a 0,2° C”.
- “La temperatura de la superficie global ha aumentado más rápidamente desde 1970 que en cualquier otro período de 50 años durante al menos los últimos 2.000 años”.
- Es muy probable que la influencia humana sea el principal impulsor del retroceso global de los glaciares desde la década de 1990 y la disminución del área de hielo marino del Ártico”.
- “Es virtualmente cierto que la capa superior del océano global se ha calentado desde la década de 1970 y es muy probable que la influencia humana sea el principal impulsor”.
- “El nivel medio del mar global ha aumentado más rápidamente desde 1900 que en cualquier siglo anterior en al menos los últimos 3.000 años”.
- “El cambio climático inducido por el hombre ya está afectando a muchos fenómenos meteorológicos y climáticos extremos en todas las regiones del mundo”.
- “Es virtualmente cierto que los extremos cálidos (incluidas las olas de calor) se han vuelto más frecuentes e intensos en la mayoría de las regiones terrestres desde la década de 1950”.
- “La temperatura de la superficie global seguirá aumentando hasta al menos mediados de siglo en todos los escenarios de emisiones considerados”.
- “El calentamiento global de 1,5° C y 2° C se superará durante el siglo XXI a menos que se produzcan reducciones profundas de CO2 y otras emisiones de gases de efecto invernadero en las próximas décadas”.
Con citar dos o tres de estas frases en una sobremesa es muy probable que se afecte la digestión de los presentes. Pero así como los alimentos de una cena deben ser digeridos, también este extenso reporte debe serlo. Y para ello estamos en una situación privilegiada: entre los más de 230 científicos y científicas que participaron en el tercer capítulo de este reporte, que evalúa nada menos que la influencia humana en el cambio climático, se encuentra el científico del clima Marcelo Barreiro, docente e investigador del Departamento de Ciencias de la Atmósfera del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias. ¡Sí, entre los miles de implicados en la elaboración de este reporte que nos habla del presente y futuro del clima en el planeta, tenemos a un investigador uruguayo de la Universidad de la República! Así que, rápidos como aumento de la temperatura media global desde la década de 1970, fuimos a su encuentro.
Convocado para la selección
¿Cómo llegó Barreiro a meterse en este selecto grupo del IPCC? “En cada país hay un representante de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que también forma parte de la ONU. Ese representante es quien sugiere nombres de cada país para integrar el IPCC”, cuenta. En nuestro país ese representante de la OMM es el presidente de Inumet, el Instituto Uruguayo de Meteorología. “Cuando esto surgió, la presidenta era Madeleine Renom, quien propuso varios nombres y, para este Grupo de Trabajo 1, el mío. Esos nombres van a un panel del IPCC, que selecciona entre todos los nombres suministrados, al tiempo que asigna para cada seleccionado un capítulo en el cual trabajar”, dice Barreiro.
Como si lo hubiera convocado el maestro Óscar Tabárez, Barreiro fue seleccionado por el IPCC para trabajar en el capítulo tercero. Para ello tuvieron en cuenta sus publicaciones y trayectoria científica dentro de las ciencias de la atmósfera. “El total de científicos convocados para este capítulo son poco más de 230, provenientes de más de 60 países”, añade.
Él no lo dice, pero no es uno más de los 230 científicos participantes del trabajo, sino uno de los 11 autores principales. Enseguida baja el perfil y aclara: “Los autores principales son los que fueron nombrados por el IPCC para trabajar en cada capítulo. Dado que una docena de personas no pueden cubrir toda la literatura científica que hay, recurrimos a los autores que hacen contribuciones. Cuando nos quedan agujeros de conocimiento, solicitamos que alguno de estos autores nos ayuden en un área determinada”.
Hay un detallecito no menor: todo este trabajo es honorario. A todas las tareas que Barreiro tiene en la Facultad de Ciencias, a todas las investigaciones en curso y sus horas docentes, debió sumar este trabajo de recopilar la información científica sobre el cambio climático, no sólo para ordenarla de una forma coherente y accesible, sino para además ponderar qué es lo que, a partir de toda esa maraña de papers y publicaciones, esa construcción abstracta que es la ciencia tiene para decir al respecto.
“Es un trabajo completamente honorario. En algunas instituciones grandes, cuando pertenecés al IPCC, te sacan algunas tareas. No fue mi caso”, dice riendo. “En otras instituciones de países que pueden hacerlo, se entiende que el rol de los autores del informe del IPCC es muy importante, por tanto se les da alguna facilidad para que se dediquen a eso”, confiesa. No se está quejando ni diciendo esto sin motivo. “Todos estamos acostumbrados a revisar bibliografía por nuestro trabajo como investigadores. El asunto aquí es el gran volumen de bibliografía. Son varios miles de papers a revisar para poder tener un paneo general de lo que se publica. No olvidemos que el IPCC no hace investigación per se, sino que revisa toda la bibliografía científica que existe a nivel mundial sobre el tema y hace una evaluación. La evidencia de un determinado cambio puede venir de diferentes fuentes: de observaciones instrumentales, de modelos climáticos o de datos paleoclimáticos. La probabilidad de ocurrencia de un cambio determinado se asigna dependiendo de la coincidencia en las diferentes líneas de evidencia”, aclara.
Esta evaluación que hace el Grupo de Trabajo 1, dedicado a las bases científicas del cambio climático, cómo el sistema climático puede haber sido alterado por el hombre y qué es lo que va a pasar a futuro, es profundamente relevante. “El trabajo de este grupo es la base para los dos otros grupos de trabajo, ya que el que habla de vulnerabilidad, impactos y adaptación necesita saber cuáles son esas alteraciones, y lo mismo el Grupo de Trabajo 3, que aborda la mitigación”, sostiene Barreiro. Ese es también el motivo por el que el reporte del primer grupo sale antes que el de los otros dos.
Probablemente incontestable
“El trabajo de este grupo consiste en evaluar toda la ciencia disponible desde el último informe a la fecha, es decir, desde 2013, determinar qué es lo que se sabe y qué no y determinar los grados de probabilidad de lo observado”, señala Barreiro. Como habrán visto en el resumen de sobremesa, algunas palabras estaban en cursiva. Así aparecen también en el informe: probable, muy probable, virtualmente cierto. Es que en la ciencia no hay certezas absolutas.
Hablar de esta forma científica puede traer algunos problemas a la hora de comunicar los resultados. Que el cambio climático sea muy probablemente consecuencia de las actividades humanas incluye la posibilidad de que no lo sea. Algo similar pasó con el informe sobre el origen del nuevo coronavirus de la Organización Mundial de la Salud. Que la ciencia diga que es muy improbable que haya sido originado en un laboratorio no impide que algunas personas con dudas razonables –y otras bastante malintencionadas– sigan apuntando a la teoría del arma biológica del gobierno chino. Pero en lenguaje científico, que algo sea muy improbable vendría a querer decir que la evidencia existente no permite afirmarlo y que, para levantar ese grado de improbabilidad, se requeriría evidencia extraordinaria. “Con base en el conocimiento científico, los hallazgos clave pueden formularse como declaraciones de hechos o asociarse con un nivel evaluado de confianza indicado utilizando el lenguaje calibrado del IPCC”, indica el propio reporte.
“Cuando ponemos probable hablamos de 66% a 90% de probabilidades de que eso sea así”, apunta Barreiro. “Cada hallazgo se basa en una evaluación de la evidencia y el acuerdo subyacente”, dice el reporte. Las otras categorías son prácticamente seguro (virtually certain), con una probabilidad de 99% a 100%, muy probable (90% a 99%), probable (66% a 90%), casi tan probable como no (33% a 66%), poco probable (10% a 33%), muy improbable (1% a 10%) y excepcionalmente improbable (0% a 1%). Sin embargo, en el capítulo tres, en el que Barreiro colaboró y que se titula “Influencia humana en el sistema climático”, emplean un término que se sale de estas categorías. Tal es la convicción científica sobre la evidencia reunida al respecto.
“Si mirás este último informe, lo primero que dice es que es inequívoco que la acción humana ha calentado el clima. Es lo más cercano a la certeza que te puede dar la ciencia. Ya no es que tenga una probabilidad de 99,9%; es indiscutible”, dispara Barreiro.
Le comento lo peligroso que puede resultar decir que algo no tiene discusión. Tal vez sea mejor decir que una afirmación extraordinaria requerirá evidencia extraordinaria. La ciencia nos está diciendo que la evidencia sobre el papel del hombre en el cambio climático es abrumadora. Pero la puerta nunca se cierra. “Cuando hablamos de indiscutible nos referimos a otra cosa”, explica Barreiro. “¿Alguien discute la existencia del bosón de Higgs? Al día de hoy la evidencia de la acción humana sobre el clima tiene el mismo nivel de confianza que el descubrimiento del bosón de Higgs. Una chance en 3,5 millones de que el calentamiento global no tenga que ver con la acción del ser humano. Es cierto, puede ocurrir esa única chance, pero requerirá evidencia importante a su favor”, dice.
“Si este cambio climático ocurriera en Marte, no habría quienes lo negaran. El problema es que el cambio climático ocurre en nuestro planeta y de alguna forma nos está implicando a todos, porque los causantes somos justamente nosotros mismos. Ese es el tema”, añade Barriero. Y lo que dice es, a decir verdad, prácticamente indiscutible.
Global vs regional
“Cuando hablamos de incontestable nos referimos al aumento de la temperatura media global. El hombre ha afectado el clima, la temperatura es la variable que lo evidencia por excelencia, y eso tiene consecuencias sobre los hielos, los mares, las lluvias y un montón de otros fenómenos”, explica Barreiro.
“Donde empieza a existir más incertidumbre es cuando se va de lo global a escalas más chicas, regionales. Es lógico que así sea, porque los procesos que ocurren a nivel regional pueden presentar una variabilidad muy grande que enmascara la señal del cambio climático”, añade. “Entonces, cuando se habla de que el cambio climático debido a la acción humana es incontestable, se habla a nivel global de todo el sistema climático. Cuando se va al nivel regional, las cosas son más difíciles de atribuir”. Y es justamente en lo local donde Barreiro quiere hacer énfasis.
“30% de este informe del IPCC se ocupa de información regional, algo que es relativamente nuevo. El informe anterior era más global, estaba centrado en establecer que si emitimos determinada cantidad de dióxido de carbono a futuro, el clima se iba a calentar en determinada magnitud y cuestiones como esa. Ahora el enfoque es otro: si llegamos a determinada temperatura de calentamiento a nivel global, qué consecuencias va a tener a nivel regional”.
Cambiar el enfoque a lo regional tiene la virtud de mostrarles a los hacedores de política que esa tendencia global puede tener distintas consecuencias. En algunas regiones lloverá más, en otras habrá sequías. En algunas habrá olas de calor, en otras, ciclones. El sistema climático es complejo y pretender que un aumento de la temperatura media global impacte de la misma manera en cada rincón del globo es un poco inocente.
“Si bien el IPCC hizo una regionalización, las celdas son bastante amplias. Nosotros estamos en una región muy grande y diversa que ocupa el sur de Brasil y el norte de Argentina. Por ejemplo, Argentina en invierno casi no tiene lluvias, mientras que en Uruguay seguimos teniendo lluvias en invierno”, explica. Estas celdas que dividen regiones pueden verse en los gráficos del reporte que acompañan esta nota. Por eso Barreiro sostiene que si bien el reporte del IPCC tiene un enfoque más regional, “sigue siendo insuficiente para cada país por separado”.
Barreiro y otros investigadores han trabajado para los Planes Nacionales de Adaptación, donde aplican los mismos modelos que usa el IPCC pero para ver las tendencias observadas y las proyecciones a futuro del clima para nuestro país. “Ese tipo de estudios, además del informe del IPCC, siguen siendo sumamente importantes, porque el clima de Uruguay es bien diferente de lo que pasa alrededor”, sostiene. “Más allá de que este informe tenga una visión global y una visión regional, después cada país tiene que ocuparse de lo que pasa en su lugar”, reflexiona, y señala que es algo que nuestro país viene haciendo con los planes de adaptación.
El mensaje debe ser claro: que el IPCC haga un informe global y regional no implica que cada uno de los países no haga un esfuerzo científico para ver qué sucede con el cambio climático en su escala propia. Barreiro concuerda. “El informe del IPCC no sustituye lo que vaya a hacer o tenga que hacer cada país por separado. Este informe es extremadamente útil para las políticas a nivel global y su objetivo es brindar evidencia para, como sucedió con el informe anterior, por ejemplo, llegar al Acuerdo de París. Este informe que acabamos de sacar será utilizado por la COP 26, que tendrá lugar en Gran Bretaña en noviembre. Pero hay que recalcar que es importante que cada país siga trabajando. Uruguay lo viene haciendo”. Además, es importante resaltar que los informes del IPCC se nutren de las investigaciones realizadas por los científicos de cada país, por lo que cuanto más se investigue en un país más representado estará en el siguiente informe.
Reportes globales, titulares alarmistas
Barreiro también hace hincapié en otro aspecto de estos reportes globales que tiene que ver con cómo son comunicados. “A veces en los medios aparecen los titulares de que van a aumentar los ciclones, las olas de calor, el nivel del mar. Pero eso no necesariamente va a ser así para cada región”, vuelve a advertir.
“En Uruguay las olas de calor en verano son históricamente pocas. Para Europa o Norteamérica estas olas de calor son extremadamente importantes, pero un trabajo reciente de Santiago de Mello muestra que en verano hubo 9 olas de calor generalizadas en todo el país en 35 años. Esto nos muestra que hay algunas problemáticas que no pueden generalizarse, en parte porque esto puede transmitir una visión catastrofista sobre aspectos que no son los que debieran ocuparnos, y en parte porque esos titulares dejan mal parado al informe ante las personas que ven que eso que se predice aquí no pasa”, apunta.
Pero eso no implica que zafemos del cambio climático. “Una de las cosas que caracterizan al clima de Uruguay es la variabilidad de las lluvias. Uruguay es una de las pocas regiones del mundo donde el aumento de las lluvias puede atribuirse, al menos en parte, a la acción humana, no así Argentina”, informa Barreiro, que explica que sólo en 16% de las regiones continentales los cambios observados en las precipitaciones pueden atribuirse a la acción del ser humano.
Barreiro no estudia el cambio climático para generar alarma. No le gustan los titulares rimbombantes. “Los titulares de prensa sirven más para asustar que para otra cosa. Creo que hay que tratar de analizar qué dice el informe a nivel global pero después enfocarse con claridad sobre qué es lo que pasa en tu país. Si a la gente le das un mensaje muy general que luego no ve, puede desconcertarse. Entonces es importante mostrar, sí, lo que pasa a nivel global, pero luego ver qué cosas de esas pasan en tu región y cuáles no. Si no se hace eso, el mensaje se pierde y puede ser contradictorio”, afirma.
¿Qué pasa con las lluvias en Uruguay?
Volvamos a las lluvias, que además de ser algo que determina muchas actividades, son también de vital importancia para un país que exporta agua bajo forma de ganado, fruta, grano, madera y verdura.
“Aquí estamos viendo, debido a la acción humana, un aumento de la precipitación media y también un aumento de las precipitaciones extremas”, afirma. Llueve más, promedialmente, por año, pero además tenemos más días con lluvias intensas. Pero lo que dice hay que relativizarlo: eso dependerá también de cuándo el fenómeno de El Niño o La Niña afecten a esta región. Durante El Niño tendremos un temporada más lluviosa, mientras que La Niña viene asociada a menores precipitaciones y a sequías. “Eso es parte de la variabilidad natural. Por eso es necesario explicar que lo que caracteriza al clima de nuestro país es la variabilidad de la lluvia. También somos un país en el que llueve todo el año, aunque en invierno llueve menos que en el resto de las estaciones”, sostiene. E incluso esto está sufriendo cambios.
“Si uno mira las lluvias desde 1950 hasta la fecha encuentra que anualmente llueve más en Uruguay. En particular, llueve más en primavera, otoño y verano. Pero la tendencia en invierno, fundamentalmente al norte del río Negro, es negativa, es decir, tiende a llover menos en las últimas décadas. Una vez más, no es lo mismo lo que sucede durante todo el año en cada región”, explica.
Como ya vimos en otra ocasión, aun en un país relativamente pequeño como el nuestro, hay diferencias entre lo que sucede al norte y al sur del río Negro. “Así es, el río Negro divide a nuestro país en cuanto a las lluvias. Lo que sucede es que Uruguay está en una zona de transición entre una zona tropical y otra extratropical. Tenemos un clima que tiene partes de componentes de cada una de esas zonas. El clima en el norte varía con procesos más tropicales, en particular se desarrollan complejos de mesoescala, que son esas tormentas convectivas organizadas bien intensas que se forman en el norte durante la estación cálida, mientras que el sur está dominado por la entrada de frentes fríos. La combinación de esos componentes hace que Uruguay tenga un clima extremadamente interesante”.
¿Qué pasa con la temperatura en Uruguay?
Si están pensando en más cantidad de días con temperaturas altas o incluso días con temperaturas máximas mayores, el calentamiento global en Uruguay los va a defraudar. Sin embargo, antes de que los Donald Trump piensen que acá tienen un argumento a favor, digamos que la temperatura a nuestro alrededor está cambiando. Aumentó casi 1° C en los últimos 50 años. ¿Cómo es posible sin más días de calor?
“Los cambios más importantes respecto de la temperatura en Uruguay se observan en las temperaturas mínimas, que ocurren durante la noche. Se ha observado que hay más noches cálidas y menos noches frías, es decir, que la temperatura mínima no baja tanto como antes”, afirma Barreiro. “Las noches de frío muy intenso son cada vez menos, y las noches más cálidas son cada vez más”, amplía, y uno no puede evitar decir que eso sucede con una excepción: cuando te vas de vacaciones.
“No se ha observado, y esto puede parecer contraintuitivo, que las temperaturas máximas durante el día hayan aumentado. Si uno piensa en cambio climático, calentamiento global, esperaría que las temperaturas máximas aumenten. Eso en Uruguay no se ha observado. El calentamiento que se dio a nivel de país, que es cercano a 1° C en las últimas cinco décadas, se da porque las noches no son tan frías como antes. No aumentó el lado cálido, sino que se corrió el lado frío”.
No pensemos que este cambio de temperatura no apareja consecuencias que pueden ser perjudiciales. “Esto puede significar un problema para la agricultura, porque hay cultivos que necesitan horas de frío, que generalmente se dan durante la noche”, dice. Pero además, al pensar en temas como los de la biodiversidad, es frecuente plantear que especies de climas más tropicales (más del norte) podrían comenzar a verse más seguido en nuestro país. Pero si se trata de plantas o animales que necesitan temperaturas más altas, eso no se estaría dando. Sólo aquellas que no resistieran demasiadas noches frías por debajo de determinado umbral tendrían alguna ventaja para pedir residencia aquí. “Si se trata de cultivos que necesitan horas de calor durante el día, no tendrían demasiada oportunidad, porque seguimos teniendo las mismas que antes”, comenta Barreiro. Así que por ahora no inviertan en cafetales.
El trabajo pasa, la satisfacción queda
“Todos los que trabajamos en este reporte lo hicimos con gran gusto, pensando que vamos a colaborar con la sociedad a nivel global”, dice Barreiro. “Más allá del placer de trabajar en un grupo que se dedica a mi área de estudio, me parece que al tener una aplicación directa, en el sentido de ser usado por los tomadores de decisión, hace que este tipo de trabajo para un científico siempre sea muy valorado”, agrega.
Pero no desaprovecha la oportunidad y para cerrar vuelve a recordar: “Es importante también no tomar sólo los grandes titulares globales y bajar a tierra qué es lo que está sucediendo en Uruguay para poder definir y aplicar políticas sensibles para nuestra realidad. Al informe del IPCC hay que darle el mayor vuelo posible, pero a su vez hay que bajar esto a escala local para ver las señales particulares de este cambio climático a nivel país”. No se trata tanto de pintar la aldea para pintar el mundo, sino de, al ver el mundo pintado, preguntarse cuáles son los próximos pinceles que debemos tener a mano.