Supongamos que sos un murciélago. Tus antepasados surgieron hace poco más de 50 millones de años y se convirtieron en los primeros mamíferos –y únicos, hasta ahora– en lograr el vuelo batido. Luego desarrollaron otra herramienta fantástica: la ecolocación, un sonar biológico que les permite percibir el entorno incluso en la oscuridad, gracias a la emisión de chillidos de alta frecuencia.

No son tus únicos talentos. Esta larga carrera evolutiva te brindó también unos oídos privilegiados, una vida excepcionalmente larga para tu tamaño y la capacidad de convivir con virus que matarían a otros animales. Estas habilidades, entre otras, permitieron a tus ancestros conquistar el planeta y extenderse a todos sus rincones, excepto la Antártida y unas pocas islas remotas.

Es un logro notable, sin dudas, pero no sos el único animal que puede jactarse de él. Hace prácticamente nada, en lo que es sólo un pestañeo para la historia del planeta, surgió una especie muy inteligente, extremadamente hábil con sus manos y con capacidades extraordinarias para la cooperación, características que le permitieron dominar el planeta. Al igual que vos, y que muchos insectos que también llegaron a todos los rincones del globo, es un animal social: el Homo sapiens.

Entre los talentos y peculiaridades de esta nueva especie estaba –está– su capacidad para creer colectivamente en una serie de ficciones de su autoría –que colocan dentro de algo que llaman “cultura”– que desarrolló muy pero muy recientemente. Puede parecer un fragmento de tiempo insignificante a escala planetaria, pero fue entonces cuando algunas cosas comenzaron a complicarse para vos y el resto de la comunidad de murciélagos.

Bajo la influencia de la cultura, en varias partes del planeta pasaste a tener mala fama, a ser asociado con enfermedades, brujerías, satanismo y vampiros, incluso en regiones donde no hay murciélagos hematófagos (que son un porcentaje insignificante dentro del total de especies de quirópteros y que sólo viven en el continente americano).

Esta mala reputación es difícil de erradicar y tiene un efecto negativo directo en vos y tus congéneres. Pese a todo lo que hacen los tuyos por estos recién llegados al planeta, directa o indirectamente –controlar plagas, ayudar a que crezcan varios de los alimentos que necesitan, ¡y hasta colaborar para que puedan fabricar y tomar tequila!– colonias enteras de quirópteros desaparecen por acción de esta nueva especie.

Ni hablar de los daños generados a los murciélagos cuando se producen conflictos de convivencia. O quizás sí, mejor hablar. De hecho, eso es lo que provoca que esta historia de más de 50 millones de años nos lleve ahora a un país templado del sur del globo, cuyo ecosistema más extenso es el pastizal, en el que la progresiva disminución de refugios naturales para murciélagos ha hecho que vos y los tuyos busquen cobijo a veces en las edificaciones humanas.

Santos recórcholis, Batman

Mientras se encontraba dentro de una ferretería en la calle Garibaldi en la ciudad de Montevideo, hace pocas semanas, un Homo sapiens llamado Mauricio Álvarez vio un frasco blanco y negro que le llamó la atención. La etiqueta decía: “Plaguisan. Pasta para control de murciélagos. Listo para usar. ¡Cuidado, veneno!”.

A Álvarez, que es director de la organización Conservación de Especies Nativas del Uruguay (Coendu), se le prendió la luz de alarma enseguida. Los murciélagos son parte de la fauna nativa del país, protegida por ley. Son mamíferos placentarios, igual que nosotros, con los que compartimos un ancestro común hace casi 65 millones de años. Quizá no son primos hermanos, pero andan en ramas familiares del árbol de la vida.

La reglamentación relativa a nuestra fauna no considera el grado de parentesco que tenemos con las especies –al menos no conscientemente– como un factor a la hora de establecer si deben ser protegidas o no, pero no viene mal recordar que en este caso no hablamos de invertebrados que amenazan las cosechas y causan estragos en nuestra economía. Los murciélagos son mamíferos inteligentes, longevos y sociables, con un sistema nervioso muy desarrollado y parecido al de primates como nosotros.

El director de Coendu puso sobre aviso de esta situación a Enrique González, quien además de ser encargado del Departamento de Mamíferos del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN), es integrante del Programa para la Conservación de Murciélagos de Uruguay (PCMU). González, a su vez, se comunicó con otros integrantes del PCMU y luego con funcionarios de la Dirección Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Dinabise) del Ministerio de Ambiente, que es la encargada de hacer cumplir la Ley de Fauna.

La venta de veneno para murciélagos “está reñida con la ley”, aclara González. La ley a la que alude es la 9.481/35, reglamentada por el Decreto 164/996, que prohíbe la caza, tenencia, comercialización, transporte e industrialización de la fauna silvestre y/o sus subproductos, así como la destrucción de sus huevos, crías, nidos y refugios. Para que haya excepciones, debe existir un informe técnico específico, lo que no ocurre en este caso.

El artículo 13 de la norma aclara aún más el tema, al hacer una referencia directa al uso de veneno. “El uso de cebos tóxicos en el control de vertebrados podrá ser practicado solamente con autorización expresa y bajo supervisión de los servicios competentes del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. La utilización no autorizada de cebos tóxicos, así como el hecho de dar muerte a animales de la fauna silvestre mediante envenenamiento, se reputarán como actos de caza de grave entidad”, señala.

No comerse la pastilla

Cuando dio aviso a la Dinabise, González se dio cuenta de que mandar inspecciones a los locales de venta y retirar de allí la mercadería no atacaría la raíz del problema. Con ayuda de Álvarez, que le envió fotos del producto, identificó el laboratorio que comercializa el veneno: Dezenur SA, ubicado en el departamento de Paysandú. La web de la empresa también lo promociona con una imagen del frasco. “Pasta Plaguisan es un producto eficaz para combatir murciélagos. Formulación lista para usar. Empleada de forma tal que los murciélagos se impregnen con la pasta al ingresar a sus refugios”, aclara, bajo la categoría “Control de murciélagos”.

La infracción es clara, pero deben seguirse los protocolos previstos para que el producto deje de comercializarse. Mario Batallés, director de la División Biodiversidad del Ministerio de Ambiente, explicó a la diaria que en denuncias de este tipo el procedimiento más común es hacer una inspección. En caso de comprobar la irregularidad, se puede aplicar multas que van desde las 10 UR (diez unidades reajustables, unos 13.690 pesos) a 2.000 UR (más de dos millones y medio de pesos), según el caso y la reincidencia.

En este caso, según supo la diaria, la denuncia llegó por tres lugares diferentes y la Dinabise ordenó que se hicieran todas las averiguaciones correspondientes para actuar.

“Lo que sí prevé la normativa es la caza control. Si se considera que hay una situación peligrosa o un daño, se solicita la excepción, se hace una evaluación y podría llegar a darse una autorización. Pero hay una prohibición real. La normativa establece que un acto de caza es el uso de cebos tóxicos”, aclaró Batallés.

Enrique González es más directo. El uso de veneno para murciélagos no sólo está reñido con las leyes del Uruguay “sino también con la moral, desde un punto de vista del bienestar animal”, especialmente porque sabemos que el sistema nervioso de los murciélagos está muy desarrollado, explica.

Aun así, González tiene claro que hay motivos valederos para que se produzca el conflicto. “Es un tema real que los murciélagos molestan. Desde el PCMU no nos negamos al control porque causan olores, defecan en las casas y hacen ruido, pero existen métodos de exclusión que permiten librarse de los murciélagos sin matarlos”, apunta. Claro que eso requiere más trabajo e inventiva y no todas las personas están dispuestas a dar ese paso.

Tal cual explica González, en algunas casas los murciélagos entran por todo el perímetro del alero o ingresan al cielorraso por varios sitios distintos. La exclusión a la que se refiere consiste en colocar elementos que funcionen a modo de válvulas, que permitan a los animales salir pero no volver a entrar. Lo ideal sería también que las empresas pudieran identificar, con ayuda del MNHN u otra institución con conocimiento calificado sobre los quirópteros, si las especies que se quiere excluir están bajo algún grado de amenaza de extinción. “Hoy no hay estudios de ningún tipo, no se lleva control de nada, por lo que no sabemos, por ejemplo, si alguien hace esto en una estancia en Artigas y elimina murciélagos en peligro de extinción”, apunta.

De hecho, incluso las controladoras de plagas que intentan hacer las cosas bien, al retirar los murciélagos en vez de matarlos, incumplen la ley. Desde la Dinabise aclararon a la diaria que para relocalizar la fauna nativa también hay que solicitar un permiso y que ninguna empresa hasta ahora ha hecho el trámite correspondiente.

La reputación que aletea en la noche

Estas son malas épocas para los murciélagos. Al igual que los turistas, están más activos durante el verano y salen a beber y comer de noche. Justamente por eso (por la intensa actividad turística), mucha gente aprovecha estas épocas para alquilar las casas de los balnearios, que al estar solas durante buena parte del año son ocupadas a veces por murciélagos. Ergo, hay más posibilidades de conflicto.

El hallazgo de vampiros y murciélagos insectívoros con rabia en Uruguay en los últimos años tampoco ayuda a la causa quiróptera. Pese a que no se han registrado contagios a seres humanos en nuestro país, los vampiros han sido vectores de la rabia paresiante bovina en el norte. Recordemos que en Uruguay se registran hasta ahora 22 especies de murciélagos, de las cuales una es el vampiro (la especie se llama Desmodus rotundus). “Asustada por el tema de los vampiros, la gente les echa lo que tenga a mano a los murciélagos en general. Usan bombas de gas fumigante, amoníaco, formol, lo que tengan. Hasta se les pone luces o música toda la noche y todo el día para espantarlos”, cuenta González. Esto último no es tan traumático para los murciélagos como lo primero –quizá dependiendo de la música–, pero el problema es que si cesa la medida de protección y no se tapan las vías de ingreso a los refugios, los animales vuelven.

Para peor, la pandemia que nos golpea desde comienzos de 2020 volvió a poner al murciélago en el banquillo de los acusados, al exponerlo como posible reservorio del virus que mutó en el SARS-CoV-2 tras saltar a los seres humanos. El nuevo coronavirus acentuó la visión de los murciélagos como plagas que deben ser eliminadas y en este contexto no ayuda que haya ferreterías vendiendo libremente veneno destinado a ellos.

Sin embargo, como se ha dicho y repetido desde estas páginas, el problema no es de los murciélagos, que han convivido a lo largo de su historia evolutiva con una gran cantidad de virus; es la irrupción de los humanos en ambientes naturales la que propicia la circulación de virus entre las especies.

Si bien la mala fama de los murciélagos es infundada, algo que se debe a preconceptos y desconocimiento en temas de salud, los beneficios que brindan al ser humano y a la naturaleza en general tienen, por el contrario, una base sólida basada en evidencia.

Entre los servicios ecosistémicos que prestan hay tres bien claros. El primero de ellos es el control de insectos que muchas veces son dañinos para el ser humano o sus actividades productivas, ya que 75% de las especies de murciélagos se alimentan de insectos voladores. “Si desaparecieran los murciélagos habría una explosión demográfica de chinches, polillas, mosquitos y coleópteros, entre otros insectos”, dice González, aunque hace la salvedad de que actualmente se estudia también una gran disminución de la biomasa de insectos voladores en algunas partes del planeta. El segundo favor principal que nos hacen los quirópteros es el de la dispersión de semillas, al consumir los frutos de las plantas. El tercero es su rol como polinizadores, en especial en muchas islas y desiertos. Es verdad que existen otros polinizadores muy importantes y más famosos, pero hay una gran cantidad de plantas que se abren de noche y están especializadas en recibir a murciélagos (como el ágave, de ahí la alusión al tequila en el comienzo de la nota).

Como vemos, el incumplimiento de la ley no es la única contradicción en la que estamos incurriendo en nuestra relación con los murciélagos. Para resolverla, justamente, no basta sólo la aplicación de las normas.

Negociemos, don murciélago

Para Enrique González, a partir de ahora hay que trabajar en más de un nivel. Por un lado, controlar que no se vendan productos que están prohibidos, como la pasta Plaguisan, una tarea que consiste sencillamente en hacer cumplir la ley.

Sin embargo, cree que ser más firmes con las controladoras de plagas, aunque necesario, no soluciona el problema de fondo. “Hay que recorrer un camino de diálogo, al que las empresas ya se mostraron abiertas”, dice González.

Se refiere a Audepla, la Asociación Uruguaya de Empresas de Control de Plagas, con cuyo coordinador ya hubo contactos un tiempo atrás. “Ellos se mostraron razonables, dispuestos a conversar. Sería interesante que se capacitaran y cumplieran ciertos protocolos para asegurar la satisfacción del cliente, la conservación de las especies y el tratamiento humanitario a los animales”, opina González.

Por eso mismo insta a juntarse nuevamente con Audepla y las autoridades ambientales para hacerles entender el problema y mostrarles los mecanismos de exclusión, de modo que las controladoras puedan contar con formación específica. “No hay capacidad en el país para monitorear muchas cuestiones ambientales, entre ellas esta en particular, tarea que debería encarar con sus ya mermadas fuerzas el Ministerio de Ambiente, que tiene el mandato de controlar este tipo de faltas contra la reglamentación”, dice González.

El desconocimiento de las normas respecto de los murciélagos quedó claro en otra nota realizada por la diaria en junio de 2017. En ella, tanto el responsable de una empresa fumigadora como un exjerarca de la Dirección de Salubridad de la Intendencia de Montevideo (que otorga los permisos a las controladoras) desconocían que la ley impide matar murciélagos.

Tres años y medio después, la situación no parece haber mejorado mucho, pero el problema no es exclusivo de los murciélagos. Una rápida búsqueda en internet permite comprobar que hay empresas que venden también trampas para zorros y gatos silvestres, parte de nuestra fauna autóctona.

Aunque no es esta la nota para practicar la abogacía con zorros y gatos, también víctimas de los mitos en muchos casos, el ejemplo sirve como recordatorio de que la fauna nativa no puede protegerse sólo con papeles. Es necesario recurrir a una de las herramientas más poderosas que tenemos como especie, la misma que tiene a mal traer a los murciélagos desde hace mucho tiempo: la cultura.