El 23 de noviembre de 2021, en la sección de ciencia de la página de noticias de NPR (National Public Radio de Estados Unidos) se publicó una nota titulada “La ciencia muestra que Marvel comete un grave error de trama: Thanos no podría haber chasqueado sus dedos mientras usaba un guante”. Allí se entrevista a Saad Bhamla, biofísico del Instituto de Tecnología de Georgia, coautor del trabajo “The ultrafast snap of a finger is mediated by skin friction” publicado el 17 de noviembre de 2021 en la revista Interface de la Royal Society, quien afirma que la inspiración para el estudio surgió del personaje Thanos de las películas de Marvel (Infinity War y Endgame): “Yo pensaba que no había forma de que Thanos pudiera chasquear los dedos con ese guantelete del infinito”, sostuvo. En el film, el poderoso guante le confería a Thanos la capacidad de hacer sus deseos realidad. Thanos decide que al chasquear sus dedos desaparezca la mitad de los seres vivos del universo. Y entonces, ¡snap!
Como persona que se dedica a la ciencia, más precisamente a la misma disciplina, la biofísica, me sentía interpelado. ¿Qué descubrieron estos científicos al estudiar el chasquido de dedos? ¿Realmente Thanos no habría podido hacerlo? ¿Qué pasa cuando un científico dice que algo es imposible? ¿Qué mensaje más general nos puede dejar todo esto?
Sección 1: el chasquido
El chasquido de dedos parece ser un gesto presente en muchas culturas. Una antigua vasija griega datada en 2.270 años antes del presente muestra una de las evidencias más antiguas de este gesto. En la misma se ve al dios Pan danzando con su mano en una posición que casi seguramente representa la preparación de un chasquido de dedos. Aparentemente este gesto era usado por los antiguos griegos para marcar el ritmo de la música. También es usado en el baile flamenco en España, como gesto de saludo en Liberia, a modo de aplauso en lecturas de poesía, como forma de ecolocalización por parte de personas ciegas, entre otras aplicaciones.
El artículo científico del cual es coautor Saad Bhamla se dedica a estudiar experimentalmente la biomecánica del chasquido de dedos en distintas condiciones (usando guantes de nitrilo con y sin lubricación, con y sin un dedal de metal y guantes de goma) mediante el uso de filmaciones de alta velocidad y sensores de fuerza. A su vez se realiza una modelización físico-matemática del proceso asumiendo que el chasqueo de dedos sigue la dinámica de una tranca mediada por fricción y activada por un resorte. Este tipo de mecanismo, llamado LaMSA por sus iniciales en inglés, se observa en diversos sistemas biológicos como en los chasqueos de las mandíbulas de termitas y hormigas, la propulsión de los saltamontes y los poderosos golpes de los camarones mantis.
La idea básica es que dos apéndices se ponen en contacto (en el caso humano el dedo medio y el pulgar) y se ejerce una fuerza creciente entre ellos, la cual permite que se vaya acumulando energía en elementos elásticos (por ejemplo, los tendones de los dedos y el brazo). Luego se produce una rápida liberación que genera un movimiento a alta velocidad de uno o ambos apéndices. En el caso del chasquido de dedos que hacemos los humanos, el dedo medio se mueve a una gran velocidad golpeando en la palma de la mano en la zona de la almohadilla (pulpejo) del pulgar. Ese choque es el que produce el sonido que caracteriza al chasquido de dedos.
Estos autores consideraron que el rozamiento entre ambos dedos es muy importante para trabar el movimiento durante la etapa inicial y para disparar el mecanismo una vez que la fuerza entre los dedos es suficientemente grande. Por esa razón pensaron que al estudiar el movimiento con y sin lubricación podrían determinar la importancia de ese factor. Este podría ser el motivo por el cual chasquear los dedos luego de mojarse las manos no es tan sencillo como con las manos secas (recomiendo hacer la prueba; personalmente encontré cierta diferencia en la intensidad del sonido, pero no fue algo especialmente dramático).
Por otro lado, la deformación de las yemas de los dedos al presionarlos también podría ser importante y por ese motivo la utilización de dedales de metal también debería afectar el resultado (también probé esto con un dedal de mi set de costura y el resultado es notoriamente menos intenso, pero sigue siendo posible chasquear los dedos). Aunque me parece que el uso de dedales de metal apuntaba sobre todo a alimentar posibles argumentos en contra de Thanos y su guantelete del infinito de apariencia metálica.
El trabajo, por sus métodos y sus resultados, resulta extremadamente interesante para quienes nos dedicamos a la biomecánica. Allí se ve que la velocidad máxima del dedo medio se logra en las condiciones en que el rozamiento tiene un valor intermedio. Si el rozamiento es muy pequeño, por ejemplo en el caso con lubricación, no se llega a acumular suficiente energía. Por otro lado si el rozamiento es muy grande, por ejemplo con los guantes de goma, este afecta el proceso de destrabar los dedos quitándoles parte de la energía acumulada. Por tanto, parece haber un coeficiente de rozamiento óptimo para realizar un potente chasquido de dedos.
Me resulta sugerente considerar que el chasquido de dedos, al ser un método muy antiguo de comunicación particularmente relevante en ciertas situaciones y que implica movimientos corporales mínimos, haya sido optimizado durante nuestra evolución. Otro detalle importante que este trabajo pone en evidencia es que la velocidad a la que se realiza este movimiento es 30 veces mayor que la de un pestañeo.
El movimiento rotacional del cuerpo humano más rápido que se había registrado anteriormente era el de los lanzamientos de beisbolistas profesionales que implican velocidades angulares similares a la del chasquido de dedos. Sin embargo la aceleración angular del chasquido de dedos es unas diez veces más grande, lo cual coloca a este movimiento en el primer puesto absoluto –hasta el momento– en cuanto a aceleraciones angulares logradas por el cuerpo humano. Esto muestra la gran efectividad de estos mecanismos de traba y resorte. Aun así el chasquido de dedos humano ni siquiera se acerca a la velocidad y a la aceleración a otros sistemas biológicos que funcionan con mecanismos biomecánicos muy similares, como por ejemplo las mandíbulas de la hormiga Drácula (Mystrium camillae).
Sección 2: lo imposible
Pero lo que no se llega a deducir del artículo es que sea imposible chasquear los dedos al usar guantes, al lubricarlos, al usar dedales o incluso al usar la armadura de Iron Man o el guantelete del infinito. Sin duda, en muchas de estas situaciones el sonido no será tan intenso (si pensamos en humanos normales y no en alguien nacido en Titán de color violeta y poseedor de habilidades extremas). Basta hacer la prueba para ver que el chasquido de dedos no se anula totalmente ni siquiera al hacerlo con unos guantes especialmente voluminosos. Es claro además que Thanos tendría una fuerza con la cual presionar sus dedos y unos tendones para acumular energía elástica muy distintos a los de los humanos.
Por otro lado, la fricción que tendría el material del guantelete es difícil de estimar en un universo en que existen materiales con propiedades tan extremas como las del escudo del Capitán América o el martillo de Thor. En el universo de ficción podría ocurrir que la fuerza de Thanos, la elasticidad de sus tendones y la fricción del guantelete estuvieran perfectamente sintonizados para hacer el chasquido más potente posible. Personalmente me tengo bastante confianza para hacer chasquear mis dedos incluso con una versión cosméticamente cercana al guantelete del infinito recubierta de metal en la zona de contacto de los dedos. Seguramente el movimiento sería lento y el sonido débil, pero se podría hacer.
En el artículo científico original no se habla de estos asuntos. Allí hay apenas una mención a las películas de los Vengadores como un ejemplo de aparición prominente del chasquido de dedos en la cultura popular que se agrega a la película West Side Story, de 1961. Por supuesto que no hay ninguna mención a Thanos o a la imposibilidad de chasquear los dedos usando guantes, algo que no soportaría el proceso de arbitraje que suele tener un artículo científico. Pero entonces, ¿por qué Bhamla al divulgar su trabajo asegura que el chasquido de Thanos es imposible?
Una posibilidad es que lo de la imposibilidad fuera meramente una visión de quien elaboró la nota periodística. Sin embargo, la nota cita reiteradamente a Bhamla y parece estar elaborada a partir de una entrevista directa con él. A su vez, hasta la fecha no ha aparecido ninguna errata o rectificación de su contenido. Pero a veces ocurre que los científicos (como cualquier otra persona) pueden ser muy imprecisos, e incluso ingenuos, al hacer afirmaciones que se salen del alcance de sus trabajos concretos y de sus áreas de especialidad.
Lo que dice el trabajo científico no contradice que Thanos pueda chasquear los dedos, simplemente muestra que un ser humano normal con unos guantes de metal que modifiquen la fricción que tendría la piel de un dedo contra la del otro y que evite la deformación de las yemas tendría el efecto de hacer al chasquido de dedos mucho menos eficiente. Pero Thanos no es un humano normal y el guantelete tiene propiedades físicas desconocidas.
Las declaraciones de imposibilidad de los científicos, aunque estén referidas a un universo de ficción, me recuerdan a la llamada Ley de Clarke, contenida en su libro Perfiles del futuro: “Cuando un distinguido pero anciano científico afirma que algo es posible, casi siempre está en lo cierto. Cuando determina que algo es imposible, probablemente está equivocado”. El doctor Bhamla, de acuerdo a la foto que aparece en su perfil personal en la página web de su universidad, parece una persona relativamente joven, de poco más de 30 años de edad, pero debemos recordar que Arthur Clarke define a un anciano en física, matemáticas y astronáutica como a alguien que pasó los 30 años.
En un ensayo titulado “Corolario de Asimov”, el gran Isaac reflexionaba respecto de estos asuntos de un modo que parece bastante apropiado para los tiempos actuales y los debates a favor y en contra de las predicciones y sugerencias de la ciencia. Allí propone sus corolarios a la Ley de Clarke: “Cuando, a pesar de todo, el público se agrupa a favor de una idea denunciada por distinguidos aunque ancianos científicos y apoya esa idea con gran fervor y emoción, esos distinguidos aunque ancianos científicos, a pesar de todo, probablemente tienen razón”.
Es decir que Isaac Asimov considera más probable que los ancianos científicos acierten cuando se enfrentan a una idea aceptada mayoritariamente por el público. Y luego agrega otra formulación de su corolario que lo suaviza un poco: “Si una herejía científica es ignorada o rechazada por el público, existe alguna posibilidad de que sea correcta. Si una herejía científica es apoyada por el público en general, casi seguro que está equivocada”.
Cualquiera de las formulaciones del “Corolario de Asimov”, así como la Ley de Clarke, no son más que frases ingeniosas inspiradas en una recopilación conveniente de eventos de la historia de la ciencia. Sin embargo, tienen cierto encanto. La combinación de la actitud hereje de un científico en contra de la ciencia establecida cuando va acompañada de una excesiva simpatía popular genera, al menos, la sospecha sobre sus verdaderos motivos. Cuando el científico se lanza contra lo establecido en forma solitaria da la sensación de que es más probable que pueda tener buenos motivos para arriesgar su carrera sin lograr nada más. Pero en cualquier caso ni la Ley de Clarke ni ninguna de las formulaciones del “Corolario de Asimov” son concluyentes. Estos caballeros sabían que en cuestiones humanas es difícil hablar de absolutos.
Plantear que algo es imposible cuando nos referimos a historias de ficción, en particular de superhéroes, es algo muy poco estimulante. En esos casos estamos hablando de eventos y poderes que exageran cualquier cosa que podamos experimentar en el mundo real, por tanto parece trivial plantear su imposibilidad. Pensar qué cosas se requerirían para hacer posibles esas hazañas me parece un camino mucho más estimulante, que obliga a pensar más sobre el mundo y sobre los límites del conocimiento científico actual, además de poner a prueba la imaginación. En algún momento, construir una máquina voladora pareció imposible, así como tantas otras cosas que hoy son cotidianas.
Personalmente, como científico, prefiero ver a los superhéroes desde el punto de vista de lo que es posible (y cómo sería posible). Prefiero aprender inspirado por la fantasía (lo que también hicieron Saad Bhamla y sus colaboradores, a pesar de la nota periodística) que intentar enseñar aquello de lo que no estoy tan seguro.
Sección 3: la responsabilidad del conocimiento
No quiero dejar pasar aquí la oportunidad de recordar que los superhéroes, o un supervillano como Thanos, además de poder inspirar excelentes trabajos científicos como el mencionado anteriormente, también tienen otras cosas para decirnos con respecto a la ciencia y qué lugar darle en nuestras decisiones.
En su libro Supergods el guionista de cómics Grant Morrison escribió: “Vivimos en las historias que nos contamos. En una cultura laica, científica, racional y falta de un liderazgo espiritual convincente, las historietas de superhéroes hablan alto y claro a nuestros mayores miedos, a nuestros anhelos más profundos y a nuestras más altas aspiraciones. No les asusta ser esperanzadoras, no se avergüenzan de ser optimistas, no temen a la oscuridad. Pocas cosas habrá más alejadas del realismo social, pero todos podemos identificarnos con los elementos fantásticos de la experiencia humana, que las mejores historietas exhiben de una manera imaginativa, profunda, divertida y provocadora. Existen para solucionar problemas de todo tipo, y siempre podemos contar con ellas para encontrar la forma de salir del apuro; en los mejores casos, nos pueden ayudar a hacer frente y resolver incluso las crisis existenciales más profundas. Así que deberíamos escuchar lo que tienen que decirnos”.
En la película Infinity War, Thanos justifica sus acciones que llevan a una aniquilación masiva y aleatoria diciendo algo que si viniera de algún personaje más simpático nos tomaríamos un tiempo para razonar sobre su validez: “Este Universo es finito. Sus recursos, finitos. Si la vida se deja sin control, la vida dejará de existir. Necesita corrección”.
El afán de control, la confianza extrema en sus evaluaciones y lo inquietante que resultan sus acciones me hacen recordar una historia que me contaron hace poco. Como todas las historias que se nos cuentan, puede ser falsa en varios aspectos, puede ser fruto de un malentendido (o de varios), puede haber sido deformada sin intención en el proceso de llegar hasta mí (y será deformada al intentar transcribirla yo mismo). Por lo pronto, cambiaré los nombres de las protagonistas y omitiré algunos detalles. Pero lo que interesa es que la historia es verosímil y creo que lleva a algunas reflexiones interesantes.
Una maestra, que llamaremos Margarita, encontró un pichón de ave perdido en el patio del recreo. Consideró que esa criatura débil e indefensa estaba en peligro si permanecía allí entre tantos niños. Piadosamente lo recogió y pensó cuidarlo en la medida de sus posibilidades. Su tarea era difícil; Margarita sabía que las aves para crecer correctamente necesitan a sus padres para ser alimentadas, cuidadas e instruidas. Pero con su vocación de maestra evaluó que por pequeñas que fueran las probabilidades debía dar esa chance al pichón. Para hacer la tarea del mejor modo Margarita decidió consultar a su amiga Brenda, aficionada a la observación de aves, que se había dedicado varios años a mejorar su conocimiento respecto de la identificación de las especies y su biología. Brenda, que decía amar a las aves, identificó al ave en problemas como una cría de estornino (perdón, de Sturnus vulgaris), que en Uruguay resulta ser una especie exótica con potencial para convertirse en invasora. El consejo que le dio Brenda, basándose en su conocimiento de las aves y de lo que había leído sobre especies invasoras, era que la cría de ave no debía ser cuidada y que lo mejor habría sido no haberle prestado ninguna asistencia y dejarla morir.
Como dije, la historia puede no haber sido del todo como aquí se relata. El frío consejo podría haber ido acompañado de reflexiones más profundas sobre cómo tal vez proteger una vida en particular de un individuo de una especie dañina para otras nos impide ver el daño a una mayor cantidad de seres vivos. Pero si la historia hubiera sucedido tal cual aquí se narra, ¿es lo mejor acercarse a alguien que siente compasión por los animales de una forma tan poco empática, o debió Brenda apelar al noble sentimiento de proteger la vida que ya tenía su amiga para mostrarle la interconexión delicada y no siempre evidente entre todos los seres vivos y su ambiente?
Entiendo que el tema del control de especies invasoras es muy relevante, complejo y delicado. No me siento capacitado, en este momento, para dar una opinión calificada en el caso de la cría de estornino (que finalmente murió a pesar de los compasivos esfuerzos de Margarita). Tengo la sensación de que las dos posturas presentadas respecto del tema pueden ser entendibles y se les puede dar algún sustento racional y/o emocional. Pero es claro que hay algo en esa historia que resulta muy movilizador y contradictorio, del mismo modo que algunos de los eventos de Infinity War.
Tengo ciertas sensaciones personales respecto de cuál sería el modo correcto de proceder en el caso del estornino, pero me las reservo; cada persona tendrá las suyas. Lo que quiero destacar, más allá de las posturas personales que se pueda tener, es la constatación de que el conocimiento (aunque sea incompleto y provisorio) tiene la capacidad de hacernos dejar de lado nuestra tendencia más visceral al amor y la compasión. En algunos casos eso puede ser de gran ayuda (pensemos en nuestra irracional tendencia a empatizar con los nuestros y defenestrar a los que consideramos distintos). Pero en otros puede trasladarnos a un futuro abstracto haciéndonos olvidar lo que está vivo aquí y ahora. Y eso me lleva de vuelta a Thanos, que en una versión de su origen editada en 2013, guionada por Jason Aaron y dibujada por Simone Bianchi, se nos muestra como un joven nacido en Titán, apasionado por la ciencia y el conocimiento y despreciado por ser diferente: “No soy un salvaje descerebrado, sino un científico. No estoy sediento de sangre... sino de conocimiento. Y, ahora, hazte a un lado. La búsqueda de conocimiento a veces puede ser un poco sucia”, le hacían decir.
Aunque la pregunta respecto de la posibilidad de chasquear los dedos mientras se usa un guantelete con poderes de aniquilación pudo resultar muy interesante y productiva, tal vez la pregunta más importante no sea si podemos hacerlo o no, sino si debemos hacerlo o no. Por otra parte, querido Thanos, tengo la incómoda sensación de que aunque no nos asuste ser esperanzadores, ni nos avergüence ser optimistas y no le temamos a la oscuridad, en ningún caso estamos dispuestos a hacernos a un lado.