Los seres humanos somos criaturas completamente desvalidas al momento de nacer. A diferencia de otros mamíferos, como jirafas, caballos o ciervos, que salen al mundo con la capacidad de caminar, ver, oír y valerse en forma relativamente independiente al poco tiempo de la gestación, dependemos de los cuidados de nuestros padres -u otros seres humanos- durante un período muy largo.

A las especies que nacen con la necesidad de un intenso cuidado parental se les llama “altriciales” y a aquellas que nacen con cierta independencia se las denomina “precociales”, pero los seres humanos somos particulares también en esta división. Tenemos características de animales precociales, como por ejemplo un aparato sensorial bastante desarrollado al momento de salir al mundo, pero somos incapaces de caminar o movernos en forma independiente durante muchos meses. Para definir esta mezcla de características se acuñó el término “altriciales secundarios”.

Los humanos somos también “estrategas K”, término aplicable a algunos integrantes de La Cámpora pero que en biología define a las especies que invierten mucha energía en el cuidado de unas pocas crías para maximizar sus chances de supervivencia (lo contrario son los “estrategas Y”, que dan luz a numerosos descendientes a los que dedican poco esfuerzo). En resumen, gastamos muchos recursos para asegurarnos de que los pocos bebés desvalidos que traemos a este planeta se desarrollen y adquieran las capacidades necesarias para sobrevivir. Algunos padres humanos dispensan estos cuidados a sus crías incluso durante 30 o 40 años, pero eso ya tiene que ver muy poco con la biología.

¿Qué costos tienen estas estrategias para las especies que las desarrollan? ¿Qué implica que buena parte de sus recursos, tiempos y energía se invierta en el cuidado de sus crías? Para entender bien parte de este dilema evolutivo, es hora de hablar de una especie precocial y otra altricial, respectivamente: ovejas y ratas.

Lo que ellas quieren

Las ratas son una especie altricial de manual. Sus crías nacen relativamente inmóviles, sin pelo, y necesitan de la madre no sólo para alimentarse sino también para mantener su temperatura corporal. Sin embargo, las hembras pasan por un período espontáneo de celo posparto, una etapa única de su ciclo reproductivo en la que sus respuestas maternales y sexuales se ponen a prueba al mismo tiempo.

Ese conflicto fue el que exploró la bióloga uruguaya Daniella Agrati, que diseñó un experimento para comprobar si las ratas que pasaban por este celo posparto preferían al macho o la cría durante este período. Agrati presentó algunos de los resultados de sus trabajos en la II Reunión de Biología del Comportamiento del Cono Sur realizada en 2019, con el sugerente título “Lo que ellas quieren: factores biológicos y contextuales que modulan la expresión de la motivación sexual en la rata hembra”.

Entre los asistentes al congreso se encontraba la veterinaria brasileña Aline Freitas de Melo, especializada en el cuidado maternal de ovinos e integrante del Departamento de Biociencias Veterinarias de la Facultad de Veterinaria (Udelar). A Freitas, la historia de las ratas que se debaten entre el sexo y la maternidad le encendió una lamparita en la cabeza para sus propios trabajos, que venía realizando junto al biólogo Rodolfo Ungerfeld, otros compañeros del Departamento de Biociencias Veterinarias y Raquel Pérez, de la Facultad de Agronomía (Udelar).

Las ovejas no tienen un celo espontáneo posparto como las ratas, pero sí pueden tener un celo inducido, práctica usual en algunos sistemas productivos. Para obtener otra generación de corderos, algunos productores hacen entrar en celo a las ovejas cuando aún están cuidando de sus crías, lo que también genera un conflicto entre las motivaciones sexuales y las maternales.

¿Qué pasaría, se preguntó Freitas, si el mismo experimento destinado a las ratas y su celo espontáneo se realizara con ovejas y su celo inducido? ¿Las ovejas también preferirían cuidar de sus crías, como ocurrió mayoritariamente con las ratas del experimento de Agrati? Freitas volvió del congreso con estas preguntas (y algunas hipótesis) en mente y comenzó a delinear junto a sus compañeros un trabajo novedoso que, al tiempo de tener implicancias prácticas, abre una nueva puerta al fascinante mundo de la sexualidad animal.

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“Pensamos que se podía dar algo distinto porque hablamos de especies distintas. A diferencia de las ratas, los ovinos son precociales: las crías nacen y ya caminan, tienen una mayor independencia. Lo charlamos entre todos y nos hicimos una idea de lo que podía pasar”, cuentan Aline Freitas de Mello y Rodolfo Ungerfeld desde la nueva y moderna sede de la Facultad de Veterinaria, ante la mirada atenta de unos carneros numerados en un recinto cercano.

Para testear su hipótesis expusieron a las ovejas a un test de preferencias que buscaba comprobar si prevalecía el instinto maternal o el sexual, una idea relativamente sencilla pero que requería un diseño experimental sólido y que evitara sesgos.

El estudio se hizo en la Estación Experimental Bernardo Rosengurtt de la Facultad de Agronomía, en Cerro Largo, con 23 ovejas Corriedale (de las que luego quedarían 20). A las ovejas se las preñó con semen de tres carneros Corriedale, recogido con ayuda de algunos elementos que parecen haber sido obtenidos en algún sex shop de ovinos pero que son de uso común en algunos sistemas productivos: vaginas de oveja artificiales.

61 días después de que las ovejas dieran a luz (a una única cría cada una), se les indujo artificialmente el celo, y 72 días luego del parto llegó la hora de someterlas al test de preferencias. Se colocó a las ovejas en celo en un recinto triangular dividido en diferentes zonas: la oveja ocupó un vértice y frente a ella, en dos áreas cercadas del mismo tamaño, se colocó a su cría y a un carnero de comportamiento sexual activo. Para evitar sesgos por lateralización -los ovinos, al igual que los seres humanos, son mayoritariamente diestros-, los lugares que ocupaban cría y carnero se alternaban en cada prueba.

“Antes de soltar a la oveja la dejábamos unos 15 segundos en el lugar para que observara bien y eligiera entre los dos estímulos: su cría de un lado y un carnero del otro. Tenía motivaciones tanto para juntarse con uno como con el otro”, explica Freitas. Luego se liberaba a la oveja para que se moviera libremente en el recinto durante tres minutos, tiempo de duración del test.

En cada prueba los científicos grabaron y midieron el tiempo que demoraba la oveja en acercarse a las zonas de contacto, las vocalizaciones del cordero (para ver si reclamaba atención a su madre), el tiempo que pasaba la oveja en cada zona y la conducta sexual de los carneros (olfateos anogenitales, aproximaciones, intentos de monta, etcétera).

Los resultados de los análisis confirmaron la hipótesis delineada antes de los experimentos, pero con cifras tan contundentes que sorprendieron a los investigadores.

Lo que usted quería saber sobre el sexo (de las ovejas)

“Como la cría ya tenía cerca de 70 días y un desarrollo bastante avanzado, nuestra hipótesis fue que la mayoría de las ovejas preferiría al macho sobre su cordero, porque para la hembra significaría la oportunidad de conseguir una nueva cría”, señala Freitas. O, como indican más formalmente los autores del artículo, “debido al alto grado de independencia de los corderos y teniendo en cuenta que el apareamiento es un evento único, podría esperarse que -a diferencia de lo que ocurre con las ratas- las ovejas lactantes en celo prefirieran a los machos sobre sus corderos”.

Esa era la hipótesis racional, pero en el fondo Freitas esperaba otra cosa. “Me decepcioné un poco con las ovejas (risas), porque en realidad yo pensaba que iban a preferir la cría. Pero no pasó eso”, dice.

No sólo las ovejas prefirieron a los carneros sobre sus crías, sino que lo hicieron de forma apabullante. “La diferencia fue mucho más fuerte y mucho más contundente que lo que esperábamos, totalmente contundente”, reafirma Ungerfeld. Como para dejarlo en claro, Freitas muestra un video en el que se ve a una oveja salir de su recinto y enfilar directamente al carnero sin prestar atención a su cría, aunque esta vocaliza permanentemente llamando a su madre.

Los resultados de las pruebas muestran justamente que las vocalizaciones de las crías no incidieron en absoluto sobre las ovejas lactantes, que mayoritariamente prefirieron al sexo sobre los cuidados maternales. La excepción fue una de las 20 ovejas, que de forma muy independiente optó por no prestar atención ni al macho ni a su cría y se quedó tranquilamente en su recinto durante todo el tiempo de la prueba.

De las 19 pruebas analizadas, las ovejas entraron exclusivamente en el área de contacto del carnero en 12 oportunidades, sólo dos veces en el área del cordero, y en cinco ocasiones en ambas. En estos casos, entraban antes a la zona del macho que a la de la cría y pasaban allí mucho más tiempo.

15 de las 19 ovejas pasaron más de la mitad del tiempo de la prueba en proximidad del macho y sólo cuatro dedicaron un tiempo similar a estar cerca del cordero. En total, las ovejas pasaron un tiempo casi cuatro veces superior en compañía de los machos que de sus crías, pese a las insistentes vocalizaciones.

“Los datos son abrumadores, porque si bien podía esperarse una diferencia, una cosa es tener preferencia y otra es olvidarse del cordero”, señala Ungerfeld. ¿En qué se basaba su fe en las capacidades maternales de las ovejas? “La oveja es muy selectiva en el vínculo con su cordero, tiene una relación muy fuerte y muy específica en la que ambos se reconocen por distintas vías. Eso nos hacía suponer que el cordero iba a segur importando mucho para la oveja, pero no fue así. Acá la cría demandaba además mucho a la madre y pensamos que eso iba a influir un poco más, pero quizá haya incidido que el posparto estaba avanzado y que el momento de mayor dependencia del cordero había pasado”, contesta Ungerfeld.

La sexualidad animal siempre es un tema resbaladizo, debido a nuestra tendencia a extrapolar a la órbita humana lo que ocurre con otras especies y antropomorfizar comportamientos para reafirmar o desmentir prejuicios que tienen poco que ver con la conducta de los animales. Las ovejas no prefieren el sexo antes que el cuidado de sus crías porque sean “malas madres” que salen a buscar encuentros sexuales mientras sus hijos quedan descuidados, o porque vivan una sexualidad ahora liberada de viejos mandatos impuestos. La respuesta está en los mecanismos evolutivos.

“En definitiva, al menos durante la temporada reproductiva es más ventajoso concebir nuevas crías que invertir energías en cuidar de un juvenil que ya está bien desarrollado”, aclaran los investigadores en su artículo. Como además el celo dura unas pocas horas, “priorizar al carnero sobre la cría probablemente no pone al cordero en riesgo cuando tiene al menos 70 días”, agregan.

Aline Freitas y Rodolfo Ungerfeld.

Aline Freitas y Rodolfo Ungerfeld.

Foto: Mara Quintero

La fuerza de la motivación sexual en estas ovejas lactantes en celo “se ve reflejada por el hecho de que preferían a los carneros sobre los corderos pese a que estos últimos requerían atención maternal continuamente durante las pruebas, vocalizando aproximadamente una vez cada diez segundos”, prosiguen.

Sin embargo, esta preferencia por el sexo no se debió a un bajo cuidado maternal, explican los autores del artículo, ya que estas ovejas lactantes habían demostrado un comportamiento maternal muy alto luego de dar a luz (medido también por los investigadores), “reforzando el concepto de la alta motivación sexual de las ovejas en celo”. Evolutivamente hablando, para las ovejas, enfilar rumbo a los carneros en busca de nuevas crías era una mejor inversión. O tal vez haya que pensar en términos sexuales: es altamente probable que todos los animales sientan placer al tener sexo, un tema en el que la ciencia, que comenzó a estudiar la sexualidad humana y su relación con el placer en tiempos relativamente recientes, viene bastante retrasada. Si la cría no corre peligro, todo parecería indicar que unas montadas son bienvenidas.

“Este resultado”, apuntan los investigadores, “da pie a una mejor comprensión del comportamiento sexual en la oveja, que puede perfectamente impactar su manejo reproductivo”.

Contar ovejas

Estos resultados son interesantes porque hay pocos trabajos sobre el manejo durante la inducción de celo posparto en Uruguay. “Por ejemplo, si la oveja lactante en celo prefiere al carnero antes que el cordero, este último puede destetarse simultáneamente al apareamiento entre la oveja y el carnero, reduciendo el estrés de la oveja por la separación de su cría”, indica el artículo.

“Lo que se plantea es que el destete, que generalmente se hace unos tres meses luego del parto, provoca un estrés alto para el cordero y la oveja (con indicadores que muestran que es incluso mayor para la oveja). Entonces, si sabemos que la oveja en celo prefiere marcadamente al carnero y se olvida de su cordero, por mucho que este último le reclame, tenemos la alternativa de destetar durante el celo, porque probablemente la respuesta de estrés de la oveja disminuya mucho; de hecho, se olvida que le falta el cordero”, aclara Ungerfeld.

Un menor estrés, además de beneficiar a la oveja, puede beneficiar al productor. Una oveja estresada durante varios días queda más susceptible a enfermedades, su respuesta inmune disminuye, se expone más a parásitos, gasta más energía y se alimenta peor. Las caminatas repetidas que hace durante este período, además, pueden perjudicar la pastura.

Ungerfeld, de todos modos, es cauto, porque este tipo de estudios están comenzando recién a desenredar la madeja del vínculo oveja-cordero en estas situaciones. “Saber que la oveja, en ese tiempo de celo posparto, no tiene interés en su cría pero sí en el carnero, es una buena noticia para algunos productores en el sentido de que el cordero no interfiere en el acceso al carnero y todo el despliegue del comportamiento sexual, aunque hay que analizar si incide en otros aspectos”, agrega.

La información es útil para los manejos reproductivos intensivos en ovinos que, si bien no son los predominantes en nuestro país, están creciendo. “Aumentó mucho el número de productores chicos en la zona metropolitana que se dedican a manejos mucho más intensivos. A ese tipo de productores sí les puede interesar contar con herramientas que les permitan tener más corderos”, apuntan los investigadores.

En su artículo señalan que sería interesante incrementar la motivación maternal -al hacer las pruebas con corderos más jóvenes o separar a la oveja y su cría por un mayor tiempo antes del test- para ver si aumenta la preferencia de las ovejas en celo por sus corderos. O probar si el impulso de la oveja por ir hacia el carnero es igual cuando el acceso a los machos es restringido en vez de ser libre. Al igual que los diseños de la bióloga Daniella Agrati, es un tipo de experimentos que no pone a la hembra en un lugar pasivo, como ha ocurrido históricamente en los estudios de la sexualidad, sino que busca averiguar genuinamente “lo que ellas quieren”.

Artículo: “Sex or maternal care? Nursing oestrous ewes prefer to interact with rams over their lambs”
Publicación: Applied Animal Behaviour Science (noviembre de 2022)
Autores: Aline Freitas-de-Melo, Daniella Agrati, Mariana García, Raquel Pérez y Rodolfo Ungerfeld.