Ahora que los programas de televisión de concursos en los que la gente canta están de moda, les propongo la siguiente escena. Un grupo de cantantes se acercan a la costa y comienza a producir sonidos fuertes y tonales con insistencia. Ponen gran esfuerzo y energía en su canción. Tanto que, como una persona que quiere cortar camino en el gimnasio, estuvieron meses llenando sus músculos con esteroides para llegar a este momento de la mejor forma. Cantan con todo lo que tienen, alcanzando notas graves con un volumen importante gracias a sus músculos hipertrofiados para tal desafío. Todo para seducir al exigente jurado.
Las integrantes del jurado escuchan con rigurosa atención. Aquel tiene una voz potente, pero no mantiene la nota por mucho tiempo; ese otro llega a notas más bajas; aquellos dos parecen estar más pendientes de superarse entre sí que en deleitar al jurado. Listo, está claro quiénes son los ganadores. ¿El premio? Burlar la muerte permitiendo que su información genética permanezca mucho más tiempo del que vivirán cantantes y jurados, que en este caso no sos personas comunes buscando cinco minutos de fama ni famosos y famosas exprimiendo los suyos.
Los cantantes y las jurados de esta escena son corvinas negras (Pogonias courbina), cuyos machos, junto a los de las corvinas negras del norte (Pogonias cromis), son los únicos peces de la familia de los sciénidos que emiten este canto durante la época reproductiva. Mientras las otras especies emiten ráfagas breves de pulsos no modulados ‒algo así como prrr, prrr‒, este canto sexual de las corvinas negras ‒algo así como ouuum, ouuum‒ no se conocía hasta que investigadores de Uruguay se propusieron colocar micrófonos submarinos ‒llamados hidrófonos‒ para abrir nuestros oídos a un mundo del que poco conocemos.
Javier Sánchez Tellechea y Walter Norbis, del Laboratorio de Fisiología de la Reproducción y Ecología de Peces de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, quienes con otros colegas publicaron en 2010 el primer trabajo sobre los sonidos de las corvinas negras del sur, volvieron ahora a la carga buscando entender más sobre este canto único.
En el artículo “Variación del sonido por hipertrofia y atrofia del músculo sónico en machos de corvina negra austral (Pogonias courbina)”, Sánchez y Norbis comparten autoría con Sebastián Izquierdo, del mismo laboratorio de Facultad de Ciencias que ellos, y con William Pérez, de la Unidad de Anatomía de la Facultad de Veterinaria. ¿Por qué estudiar este músculo? Porque un canto único, cual canto de una sirena, es un llamador poderoso e irresistible para la curiosidad científica. Así que vayamos a conversar con Sánchez y Norbis sobre cantos submarinos, sexo y corvinas.
El sonido importa
“Los peces producen sonido, son parte del ambiente sonoro del medio acuático”, lanza Sánchez ni bien comienza la grabación, repitiendo un mantra tan obvio como necesario. Es que por extraño que parezca, aún en el siglo XXI, si bien hemos dado pasos gigantes, nos cuesta entender cómo sienten y se comunican en el mundo animales distintos a nosotros.
“Siempre se pensó que los peces no eran organismos muy inteligentes, que básicamente se juntan para reproducirse o desarrollar otros comportamientos por señales químicas o por la luz. Pero la cosa es mucho más compleja que eso”, sigue Sánchez. “Desde que arrancamos con esto, hace casi 15 años ya, venimos viendo que el sonido es un componente muy importante en la reproducción, que es una de las cosas más importantes que tienen los organismos”, amplía. Y tras todo este tiempo, el sonido adquiere cada vez más peso: “Creemos que el sonido puede ser el desencadenante del desove y de la puesta a punto del macho y la hembra”.
Y aquí hay una cuestión importante. Si un conjunto de organismos deciden que llegó el momento de reproducirse debido a factores como la luz o la temperatura, es muy distinto a que si emiten sonidos y establecen una comunicación entre ellos para desovar y mezclar su material genético. En el segundo escenario, el pez es un agente, un protagonista de su sexualidad, y no apenas un esclavo de pautas físico-químicas. Las corvinas se empoderan.
Si bien las gónadas de machos y hembras comienzan a desarrollarse impulsadas por claves ambientales ‒las hembras invierten recursos en aumentar el tamaño de sus gónadas para producir las huevas y los machos hacen otro tanto para estar a la orden y rociarlas con su esperma durante el desove‒ las corvinas tendrán sus razones para darle un papel al sonido en todo esto. Entre otras cosas, porque para ellas el sonido es relevante.
“Los sciénidos son una familia de peces que en su gran mayoría producen sonido y que tienen un músculo especializado para ello, que justamente se llama músculo sónico”, explica Sánchez. Tan es así que en inglés se las denomina “croackers” o “drums”, algo así como “croadoras” o “tambores”. “La familia incluye a las corvinas blancas, pescadillas, burriquetas, pargos y córvalos”, dice Norbis.
“Cuando empezamos a estudiar esto, comenzamos a ver que en cada especie de la familia pasan cosas diferentes. Por ejemplo, en la corvina blanca (Micropogonias furnieri), que fue la primera que estudiamos, macho y hembra tienen músculo sónico, ambos emiten sonidos de disturbio, pero sólo el macho, en la época reproductiva, emite un sonido que nosotros registramos cuando estaban desovando, y que en la literatura se conoce como advertisement calls”, comenta Sánchez.
¿Llamadas de disturbio y anuncio?
Al leer el trabajo que acaban de publicar, queda claro que las corvinas negras también tienen estos dos tipos de sonido producidos por el músculo sónico que llevan adosado a sus vejigas natatorias. Hembras y machos emiten lo que en el artículo se denomina “llamadas de disturbio” (en inglés, disturbance calls) y, además, durante la época reproductiva, los machos emiten “llamadas de anuncio” (advertisement calls). Pero si, como dijo Sánchez, el sonido es algo más importante en el mundo de los peces, “disturbio” y “anuncio” parecen palabras demasiado toscas para hablar de una comunicación a la que recién nos estamos empezando a asomar.
“Esa es una nomenclatura internacional”, comenta Norbis. “Nosotros los llamamos de otra manera”, dice Sánchez. Es una nomenclatura antigua que no reconoce el mundo sonoro de los peces, objeto, no ante ellos, que están convencidos de la importancia de la comunicación sonora de estos peces, sino ante el corsé del lenguaje presente aún en la literatura científica.
“Cuando sacamos el primer trabajo de la corvina blanca, en 2010, estuvieron a punto de no publicarlo porque no queríamos perder la pulseada de cómo bautizar los sonidos que describimos. Para nosotros el llamado de disturbio era una llamada de defensa que el animal utiliza para defenderse cuando se siente amenazado o como alarma para avisar a congéneres de un peligro. Cuando lo perseguís o lo agarrás, comienza a hacerlo muy fuerte, por lo que para nosotros era más un sonido de defensa. Es la última arma que tiene el animal para asustar al depredador para que lo suelte”, dice Sánchez.
Quienes gustan de la pesca sabrán del asunto: a los juveniles de corvina blanca o rubia se les llama “roncaderas” por el sonido que emiten. Tal vez sabiendo que están tratando de defenderse de ese mamífero ingenioso que las sacó con una caña y un anzuelo, más que “roncaderas” debiéramos llamarlas “guerreras”.
“Hay un libro de Mario Delgado Aparaín que se llama El canto de la corvina negra. Ahí Noel Matta, que es un pescador artesanal, me menciona. Noel fue quien me llevó a Pajas Blancas, donde empecé a estudiar a las corvinas, que en este caso eran blancas. Ellos me decían que tenía que subirme al barco con ellos, porque me insistían que la corvina, antes de desovar, canta, y que luego de desovar corta con el canto. Ellos esperaban eso para empezar a pescar. Y ahí fue que me dije que quería ver eso”, señala Norbis.
“Nos subimos con ellos y, efectivamente, a bordo se siente ese sonido. El sonido que hacen al desovar es como cuando tiembla la tierra, como que viene un tren. Si te tirás en el fondo de la barca, algo que los pescadores hacen, ese temblor se escucha. Con Javier grabamos esos sonidos y los publicamos en un artículo científico”, cuenta Norbis. Allí sí no tuvieron reparos en respetar la nomenclatura. Nada de poner llamadas de aviso. La corvina blanca “produce un sonido de cortejo/desove característico estacional y diario en la desembocadura del arroyo Pando en el estuario del Río de la Plata durante la temporada de desove de noviembre a marzo”, comunicaban en 2011. Pero ahora la cosa fue distinta. “Los editores nos mandaron corregir eso y nos pusieron que eran disturbance calls”, dice roncando Norbis.
“Y lo mismo pasaba con el otro sonido. Para nosotros debería llamarse “sonido reproductivo”, “sonido sexual”, “sonido de cortejo” o “sonido de desove”. Pero tuvimos que poner que eran ‘advertising calls’”, lamenta Sánchez.
Qué mundo raro. Es como que al canto de las aves les dijéramos “sonidos de aviso”. Como si no supiéramos que mediante ese canto las aves se buscan para aparearse, entre varias otras cosas. “Si vos ves que este sonido el animal lo emite cuando tiene miedo o para defenderse, para nosotros era un sonido de defensa. Si ves que el otro sonido lo emite al desovar, para nosotros era sonido de desove”, dice Sánchez. “Es como una señal más de ‘mirá que estoy pronto’”, interpreta Norbis.
¿Por qué apelar a este sonido sexual? “En el ambiente que hay en el Río de la Plata, con agua amarronada, la vista no es tan importante porque no se ve casi nada. ¿Cómo te encontrás para reproducirte en un agua achocolatada en el momento en que el cardumen está listo para desovar? Ahí la guía del sonido cobra importancia”, conjetura Sánchez.
Ambos cuentan que en el Mediterráneo hay sciénidos que al reproducirse no andan en grandes cardúmenes como nuestras corvinas blancas y negras. Se juntan unos pocos individuos y comienzan una danza en la que emiten sonidos y que termina en el desove. En el Río de la Plata, con menos visibilidad, tal vez esta danza haya cedido todo el peso al sonido. O tal vez estén bailando, sin que aún lo hayamos visto, y comunicándose a través de la percepción del cambio en el agua con los sensores que casi todos los peces tienen en la línea lateral de su cuerpo. Pero no nos vayamos al Mediterráneo, quedémonos acá que nuestros sciénidos no tienen nada que envidiarles a los de allá. Al contrario.
Una especie única
“La corvina negra es la única especie de esta familia de peces en la que los sonidos reproductivos no son pulsos, es un sonido modulado”, señala feliz Sánchez. Anoten esa, sciénidos mediterráneos.
Norbis se pone a imitarla. “Ouuum, ouuum”, “corviniza” (neologismo que significa ‘vocalizar como corvina’). Nadie duda de las capacidades de corvinizar de Norbis, que lleva décadas estudiando peces, pero de todas formas Sánchez pone play en su computadora para que la escuche. Parece como un tamborcito, lo cual habla bien de que en inglés las llamen “drums”... salvo que este tambor sólo suena así en las llamadas sexuales y en esta única especie (y en su pariente de Norteamérica).
Este es el sonido sexual de nuestra corvina negra macho.
El sonido de defensa, que la literatura científica por ahora se empeña en llamar “de disturbio”, es muy distinto. Lo emiten tanto hembras como machos y está compuesto por pulsos, sin modulaciones, y suena un poco como a los sonidos que le ponen en las películas de ciencia ficción a un Alien que merodea en la oscuridad.
“Es la única especie de sciénido en el mundo que hace ese tipo de sonido reproductivo. Hay algo excepcional en la corvina negra, porque si bien emplea pulsos de disturbio, sus sonidos reproductivos son otra cosa, hacen un sonido seudomodulado, que es bastante largo y en una frecuencia bastante baja, y que se escucha a mucha distancia”, dice Sánchez.
Los sonidos de defensa andan en el entorno de los 158 Hz, cerca de un re sostenido. Los sonidos sexuales son un poco más graves, rondando los 128 Hz, lo que implicaría bajar más de un tono hasta alcanzar un do. Pero la gran diferencia radica en que los sonidos de defensa consisten en pulsos de corta duración, unos 23 milisegundos, mientras que los sexuales no son pulsos sino tonales y modulados y duran unos 185 milisegundos.
“El músculo sónico se está moviendo de otra manera para generar esa onda un poco más grave que tiene muchas oscilaciones”, comenta Sánchez. “Tiene que haber algo para que nuestra corvina negra y la del norte sean las únicas especies en esta familia que generen ese sonido”, apunta. Y ya que habla de ambas especies y de sonidos, allí hay algo más.
La especie que gritó por su identidad
En 2010, Norbis y Sánchez, junto a Daniela Olsson, también entonces del Laboratorio de Fisiología de la Reproducción y Ecología de Peces de la Facultad de Ciencias, y Michael Fine, del Departamento de Biología de la Universidad de Virginia, Estados Unidos, sacaron un artículo maravilloso. Grabando los sonidos que produce la corvina negra, propusieron que las que habitaban en el Río de la Plata y el Atlántico sur podrían ser una especie distinta a las del hemisferio norte.
Hasta entonces todas eran consideradas de la especie Pogonias cromis. Pero dada su separación geográfica ‒las corvinas negras no están presentes en el ecuador y en zonas tropicales‒ y las diferencias que encontraron en la duración e intervalos de los pulsos que emiten en sus llamados de defensa, proponían que eran dos especies distintas. Nuestras corvinas negras expresaban claramente su identidad. Sánchez y Norbis las escucharon. Y tenían razón.
En 2019, un artículo científico ‒encabezado por María de las Mercedes Azpelicueta, de la Facultad de Ciencias Naturales de La Plata (Argentina), basándose en morfología y en información genética, y citando además el descubrimiento de Sánchez y Norbis de la diferencia en los cantos‒ muestra que efectivamente se trata de dos especies distintas. Nuestras corvinas nos estaban diciendo que eran otra especie. Gracias a estos dos científicos uruguayos finalmente pudieron cambiar su cédula para que se respete su identidad: ahora son parte de la especie Pogonias courbina.
“Y en este trabajo avanzamos más. Dado que hay un sonido diferente, hay un músculo que trabaja diferente. Y sobre eso quisimos profundizar”, dice Sánchez.
Cantantes con esteroides
En el nuevo trabajo comunican qué sucede con el músculo sónico durante la temporada reproductiva. Para ello estudiaron a corvinas negras capturadas en octubre y enero de 2018 y 2019 en la desembocadura del arroyo Maldonado y del Santa Lucía. En los peces midieron, además del tamaño de sus gónadas, cuerpo, vocalizaciones de defensa grabadas con hidrófonos y otros asuntos, el propio músculo sónico.
“La hipertrofia de los músculos sónicos impulsada por los andrógenos en los machos durante el período de desove”, cuentan en el trabajo, “da como resultado un mayor crecimiento de la masa del musculo sónico”. Este cambio, que se da sólo en los machos y es impulsado por las hormonas que los preparan para la reproducción, tiene sus consecuencias: “el nivel de presión del sonido aumentó mientras que la duración del pulso de sonido disminuyó”, lo que indica que las fibras de este músculo sónico “se contraen con mayor fuerza y con una duración más corta durante la temporada de desove”.
“Habíamos visto que sólo los machos emitían esta llamada de reproducción, y que ese llamado implicaba un sonido diferente, que por tanto determinaba una funcionamiento diferente del músculo. Por eso ahora nos propusimos ver qué pasaba con el músculo sónico en la época reproductiva en machos y hembras”, comenta Sánchez. “Las hembras de corvina negra también lo tienen muy desarrollado y emiten los sonidos de defensa igual que el macho. Sin embargo, en la época reproductiva la hembra sólo escucha y el macho es el que canta”, detalla.
Pero esa escucha no tiene por qué ser pasiva. En el cortejo animal habitualmente los machos se pavonean, pero son las hembras las que eligen. Como el jurado estricto del programa de talento vocal del inicio, las corvinas hembras probablemente estén prestando mucha atención. Si les bajan el pulgar, los huevos que ellas cargan serán fecundados por otro macho que sí muestre mejores dotes sónicas. “Algo así. En esa canción la hembra puede evaluar un montón de cosas”, comenta Sánchez.
Por lo general, hay una relación entre el tamaño de una fuente sonora y el sonido que emite. Así como pasa con un ukelele y un contrabajo, los sonidos más graves requieren tamaños mayores (incluso en una misma guitarra, las cuerdas más graves son más gruesas que las más agudas). ¿Quieren probarlo? Pónganse los dedos en la nuez (¡por el lado de afuera!). Piensen en hacer un sonido agudo (un iiiiiii, por ejemplo). Luego piensen en un sonido grave (un oooooo, por ejemplo). Seguramente sintieron cómo al hacer el sonido agudo la nuez subió para acortar las distancia de las cuerdas vocales y que bajó en el caso del sonido grave.
“Eso es así. Pero igual había que demostrar científicamente si tales alteraciones y relaciones entre tamaño y sonido se daban en las corvinas”, explica Norbis. Y eso hicieron.
“Había trabajos hechos en el norte que decían que la hembra podría estar evaluando al macho a través de estos sonidos que escuchaban. Lo que nosotros pudimos observar con la corvina blanca y después un poquito con la corvina negra en el primer trabajo, porque no habíamos obtenido muchas grabaciones, era que en la medida que el animal se hacía más grande, evidentemente la frecuencia se hacía más baja. La hembra entonces tenía allí una información para utilizar”, dice Sánchez.
“Nosotros no sabemos cómo es el desove de la hembra en conjunción con el macho. ¿Será entre dos individuos que se ponen a la par? ¿Serán varios machos con una hembra, serán varias hembras? ¿Harán una danza? No lo sabemos porque no lo hemos observado. Lo que sí sabemos es que la hembra ya puede saber por el sonido qué tamaño puede llegar a tener el macho”, explica Sánchez. “Quizás dentro de la modulación que se da en el canto reproductivo la hembra pueda evaluar esta performance de reproducción escuchando qué tan largo sea ese sonido ondulatorio, porque, evidentemente, si es muy largo el macho que lo emita va a estar gastando más energía”, conjetura.
Y entonces es cuando vemos el vuelo que levanta un trabajo meticuloso de observar, registrar, medir y constatar cambios en el músculo sónico y el canto de las corvinas. Con estas pistas podemos pensar por qué estos animales hacen lo que hacen y qué los llevó a ello. “Me gustaría decirte más cosas de la corvina negra, pero siempre con cada trabajo llegamos a más preguntas que respuestas”, lamenta Sánchez. “Y eso es lo bueno de la ciencia”, complementa Norbis. Como aquel maravilloso disco infantil del argentino Piero, en esto de conocer más sobre la comunicación de los animales marinos, la ciencia es aún una “sinfonía inconclusa en la mar”.
Una disciplina que pide pista
Mientras conversamos en el piso 9 de la Facultad de Ciencias, donde se encuentra el Laboratorio de Fisiología de la Reproducción y Ecología de Peces, un cartel hecho en impresora nos mira. Dice “Instituto de Biología: Acústica Submarina”.
“Estamos en charlas para generar un espacio donde se desarrolle la acústica submarina. Además del sonido de los peces y de mamíferos como las franciscanas, ballenas y otros cetáceos, también estamos interesados en el sonido antropogénico que está causando un montón de problemas”, comenta Sánchez. ¿Está exagerando? Para nada.
“Cuando estábamos haciendo grabaciones de corvinas blancas en la desembocadura del arroyo Pando para el trabajo que salió en 2011, la media del sonido venía bien, pero en un domingo de verano la producción de sonidos de las corvinas cayó abruptamente por la presencia de motos náuticas”, pone a modo de ejemplo. “Yo las prohibiría”, comenta Norbis, medio en broma y medio en serio.
Pasa también en la desembocadura del Solís chico. A los dueños y dueñas de las motos náuticas les gusta mostrar sus chiches en la desembocaduras de los ríos y arroyos. Y justo esos son lugares de relevancia ecosistémica. Por ejemplo, allí les gusta desovar a las corvinas. La contaminación acústica submarina es un problema tal vez más difícil de ver que el de la contaminación por plásticos u otros contaminantes. El sonido no se ve, se siente. Y pocos están escuchando el mar.
Las corvinas negras parecen tener una especie de serenata amorosa. Pasar con una moto de agua por encima es como meter una moto con caño recortado en la alcoba donde estamos intentando gozar una relación íntima. Pero además de las motos de agua que interrumpieron la comunicación de las corvinas, tenemos barcos, muchos barcos, en nuestro Río de la Plata.
“Estas interrupciones se dan también con sonidos ambientales. Por ejemplo, durante una sudestada fuerte, las corvinas blancas también dejaron de emitir. Hay sonidos ambientales y sonidos antropogénicos que cortan esta emisión de sonido”, agrega Sánchez. “Qué pasa con la corvina negra no te lo puedo decir porque pocas veces tuvimos la chance de grabar el sonido reproductivo”, dice con honestidad pero, también, mostrando lo necesario que sería un Instituto de Acústica Submarina.
Actualmente, están en un proyecto que coloca boyas con micrófonos que les permiten registrar los sonidos submarinos en varias zonas de la costa del país durante cuatro días. Estos hidrófonos están revelando varias sorpresas de las que seguro hablaremos en futuras notas.
“En la boya que colocamos cerca de la Isla de Lobos, ni bien nos fuimos, pasó una ballena fin que quedó registrada. Al otro día grabamos orcas. Y al tercer día registramos franciscanas. Obviamente, además hay lobos. Entonces uno se pregunta, ¿qué emprendimiento turístico quieren hacer justo ahí?”, dispara Sánchez.
Si bien están grabando varias especies de peces y mamíferos marinos, lo que sus hidrófonos le informan es que algunos bichos, que años atrás había grabado con más facilidad, ya no son tan frecuentes. Colocar micrófonos bajo el agua podría ayudarnos a entender cosas que se nos pasan por alto.
“En mis clases, al final siempre digo que Cousteau se equivocó con aquello de ‘el mundo silencioso de Jacques Cousteau’. No es nada silencioso, es un mundo muy acústico, el medio acuático es propicio para eso.
Artículo: “Sound variation by hypertrophy and atrophy sonic muscle in the male southern black drum (Pogonias courbina)”
Publicación: Journal of Acoustical Society of America - JASA (julio 2022)
Autores: Javier Sánchez Tellechea, Sebastián Izquierdo, William Pérez y Walter Norbis
Artículo: “Calls of the Black Drum (Pogonias cromis: Sciaenidae): Geographical Differences in Sound Production Between Northern and Southern Hemisphere Populations ”
Publicación: Journal of Experimetnal Zoology - JEZ (noviembre 2010)
Autores: Javier Tellechea, Walter Norbis, Daniela Olsson y Michael Fine
Artículo: “Morphology and molecular evidence support the validity of Pogonias courbina (Lacepède, 1803) (Teleostei: Sciaenidae), with a redescription and neotype designation”
Publicación: PLoS ONE (junio 2019)
Autores: María de las Mercedes Azpelicueta, Sergio Delpiani, Alberto Cione, Claudio Oliveira, Alexandre Pires, Juan Díaz de Astarloa.