No es de extrañar que un régimen de facto que persiguió, encarceló, torturó, vejó y desapareció gente sólo por el hecho de pensar de otra manera se la ensañara también con cualquier actividad generadora de conocimiento. Así, entre otras tristísimas carencias, al terminar la dictadura no existía en Uruguay cómo ni dónde formarse para hacer investigación científica.
Ante este panorama se creó el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba), una iniciativa que se propuso la profesionalización de la carrera de investigador al hacer posibles los cursos de maestría y doctorado (en ciencias el doctorado permite coordinar y liderar equipos de investigación). Pero si prestan atención a la frase anterior, hay allí una injusticia: la voz pasiva –“se creó”– oculta que las creaciones humanas no ocurren espontáneamente por la azarosa conjunción de coincidencias. El libro Pedeciba. Los orígenes de una revolución científica y cultural en el Uruguay posdictadura (1985-1990), de Víctor Ganón, es imprescindible entonces para entender cómo y quiénes gestaron este exitoso programa, que comenzó a funcionar en octubre de 1986 y que hasta el día de hoy es un puntal para la formación de investigadoras e investigadores.
Víctor Ganón sabe de lo que habla por partida doble. En el presente, como autor de este libro, revisó y sintetizó numerosos documentos de la época, mayoritariamente actas de las asambleas que fueron preconfigurando el Pedeciba, y, luego de que todo estaba encaminado, de las reuniones de la directiva. En el pasado, como protagonista de todos aquellos acontecimientos.
Formado en Ciencias de la Computación en el extranjero, Ganón participó en las conversaciones del área Informática –que junto a Biología, Matemática, Física y Química serían las primeras cinco que impulsaría el Pedeciba– ya en el primer “Seminario de evaluación de propuestas para el desarrollo programado de las ciencias básicas”, realizado entre el 10 y el 20 de diciembre de 1984 a instancias de investigadores de las cinco áreas, que formaron el Grupo Asesor Honorario y con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas Para el Desarrollo y la Unesco. Para el segundo seminario, que tuvo lugar ya en democracia, en mayo de 1985, Ganón, que asesoraba al presidente Julio María Sanguinetti, participó como delegado por el Ministerio de Educación y Cultura a pedido de la ministra Adela Reta. Luego formaría parte de las comisiones directivas hasta 1990.
Una historia que merece ser contada
El libro recorre con agilidad los pasos que los distintos protagonistas fueron dando para hacer que la debilidad detectada respecto de la formación de investigadores y de la producción científica en Uruguay diera paso al necesario Pedeciba.
Sorprende y fascina ver cómo la idea de este programa surge de conversaciones de los propios investigadores, en concreto de los del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE). Ya a fines de 1983 los biólogos Omar Trujillo, Omar Macadar y Horacio Cardozo tenían interminables conversaciones sobre cómo impulsar cursos de posgrado después de que este último escuchara “rumores” de que desde la Oficina Regional de Ciencia y Tecnología para América Latina y el Caribe (Roslac) de la Unesco, que tenía su sede en Montevideo, había preocupación por la poca cantidad de doctorados en Uruguay y existía voluntad de apoyar para que eso cambiara.
Los científicos no estaban solos. La voluntad y convicción del argentino Gustavo Malek al frente de la Roslak y del representante de la Organización de las Naciones Unidas en Uruguay, el español Pedro Mercader, empujaron la idea y ayudaron a que leudara. Cuando el esbozo de lo que sería el Pedeciba, ideado en aquel seminario de diciembre de 1984, llegó a oídos del gobierno electo de Sanguinetti, se entendió que era algo a apoyar. Ganón en su libro hace hincapié en la figura de la ministra Adela Reta para que esto sucediera. También insiste en el rol protagónico durante todo el proceso de Jorge Brovetto, vicerrector de la Universidad de la República (Udelar), y de Samuel Lichtenstein, el rector. Como dice Ganón, se trató de una política de Estado que se generó de abajo hacia arriba (bottom up) y no al revés.
Además del relato en primera persona de Ganón salpicado de citas de actas y documentos que nos hacen sentir testigos de cómo el Pedeciba iba tomando forma y de cómo sus logros eran apreciados en el momento, el libro cuenta con páginas de reflexiones de Rafael Radi, que fue uno de los primeros en hacer el posgrado Pedeciba Biología, Adolfo Garcé, Eduardo Cabaña, que fuera subdirector académico y luego director de Programa, y Rodolfo Gambini, figura ineludible de la ciencia de nuestro país que también dirigiera el Pedeciba. De esta forma, se cuenta una historia que no estaba escrita en ningún lado y que Ganón temía que se perdiera a medida que sus protagonistas fueran dejando este mundo.
Pero el libro de Ganón no es sólo historia. Es un ejemplo de cómo es posible pensar en grande trascendiendo la mirada cortoplacista de los ciclos electorales. Es una demostración de que hubo momentos en nuestro pasado no tan lejano en que apoyar a la ciencia fue más que una consigna vaciada de recursos y acciones. También derrama esperanza: en un panorama actual en el que la comunidad científica está golpeada y se han generado múltiples espacios para pensar la ciencia, desde la Academia Nacional de Ciencias de Uruguay hasta la Asociación de Investigadoras e Investigadores del Uruguay (Investiga uy), pasando por la insustituible Udelar o la Asociación Uruguaya de Posgraduandas y Posgraduandos (AUPP), el libro nos muestra qué tanto podríamos lograr si los que tienen el sartén por el mango prestaran mayor atención a los planteos de su comunidad científica.