A finales de 2021, un extraño animal llegó a un centro de rehabilitación para animales silvestres ubicado en Vacaria, ciudad de Río Grande del Sur, en Brasil. Fue trasladado allí tras ser atropellado en una ruta, como ocurre con tantos ejemplares que son atendidos en ese centro, pero pese a estar un poco desorientado por el golpe, se recuperó satisfactoriamente.

Al comienzo los veterinarios estaban casi tan desorientados como el animal porque no entendían bien de qué especie se trataba. En muchos aspectos parecía un perro, pero tenía orejas muy largas y puntiagudas que, entre otras características, lo acercaban más a los zorros.

El problema era que sus rasgos, incluyendo su pelaje negro, no coincidían con ninguno de los cuatro cánidos silvestres registrados en esa región o cerca de ella. No parecía un ejemplar del esquivo zorro vinagre (Speothos venaticus) ni de aguara guazú (Chrysocyon brachyurus), zorro de campo (Lycalopex gymnocercus) o zorro de monte (Cerdocyon thous), estas tres últimas especies también presentes en Uruguay.

Además, los cuidadores comenzaron a notar también algunas curiosidades comportamentales, no solo físicas. Ladraba como un perro, pero trepaba por los arbustos al estilo de un zorro. No era dócil con los seres humanos, pero se acostumbraba a ellos en un tiempo relativamente corto. Rechazaba la comida para perros, pero cazaba ratas para alimentarse.

Por improbable que les pareciera, los cuidadores sospecharon que se podía tratar de un híbrido entre perro y zorro de campo. Decidieron incluso llamarlo Dogxim, que es una mezcla entre “dog” (perro) y “graxaim do campo” (zorro de campo en portugués). Sus dudas al respecto eran más que razonables, ya que no existe ningún registro de cruza entre perros y cánidos salvajes en Sudamérica, y los pocos casos de hibridación con perros domésticos en el mundo se han dado sobre todo con coyotes y lobos.

Decidieron contactarse entonces con el citogenetista Rafael Kretschmer y el genetista Thales Renato Ochotorena de Freitas (ambos brasileños), que ante la aparición de aquel ejemplar de fábula se mostraron entusiasmados y también extrañados ante la posibilidad de dilucidar si efectivamente se trataba de una cruza. Perros y zorros son parientes lejanos, que divergieron hace mucho en el árbol de la vida.

El minucioso trabajo genético y citogenético que hicieron junto a varios colegas de la Universidad Federal de Río Grande del Sur y la Universidad Federal de Pelotas (Brasil), confirmó el peculiarísimo caso de este híbrido, pero también encendió una luz de alarma sobre los desafíos que este tipo de situaciones presenta para las poblaciones silvestres de cánidos en el cono sur.

Mézclate conmigo

Quienes hayan visto la exitosa seria de Netflix Tiger King recordarán probablemente a Doc Antle, uno de los tantos personajes estrambóticos que lucran con grandes félidos salvajes en Estados Unidos. Entre los animales más curiosos que mostraba Doc Antle estaban los ligres, cuyo portentoso tamaño los hacía parecer el felino de He-man luego de ser transformado por el poder de su espada.

Esos ligres de tamaño descomunal son híbridos, una mezcla de leones machos y tigres hembras que desde el siglo XIX son producidos por seres humanos con el único objetivo de exhibirlos como curiosidad animal. Hay muchos cuestionamientos éticos a esta práctica, comenzando por los problemas evidentes que sufren estos híbridos debido a la mezcla genética de especies distintas, sobre todo aquellas que no podrían cruzarse jamás naturalmente porque viven en ambientes distintos. Por ejemplo, la esterilidad de los machos, la cantidad de defectos de nacimiento que sufren y los problemas físicos ocasionados por el tamaño enorme que alcanzan.

No son los únicos híbridos creados para divertimento humano. Tenemos el tigón (tigre macho y leona), leopón (leopardo macho y leona) y algunos más del estilo, con nombres que crecen en complejidad hasta volverse impronunciables, como esas casas de veraneo que reúnen pedazos de nombres de tres o cuatro hijos en una sola palabra.

Los seres humanos vienen practicando cruzas de animales desde tiempos sorprendentemente antiguos, como reportó una reciente investigación sobre los kungas, animales “creados” hace 4.500 años en la Mesopotamia al cruzar burras domésticas con los extintos hemipos. Desde entonces ha habido ejemplos más conocidos, como la mula (producto de mezclar yegua y burro) o el burdégano (mezcla de burra y caballo).

El caso de este híbrido entre zorro y perro tampoco existiría de no ser por la acción humana, pero su origen es distinto al de los casos anteriores. Todo indica que ocurrió en la naturaleza y no como producto de la voluntad de cruzarlos, aunque el encuentro haya sido facilitado por el avance antrópico sobre los ambientes naturales.

La hibridación interespecífica “se ha incrementado en los últimos años, como está ocurriendo en los mamíferos, aves y peces”, señalan en su artículo Kretschmer, de Freitas y sus colegas. “La hibridación genera nuevos genotipos al combinar conjuntos de genes aislados. Sin embargo, cuando un nuevo pool genético carece de adaptaciones locales, puede resultar en la disminución de la aptitud de los individuos híbridos y las poblaciones”, advierten.

Aquí es donde se enciende la luz de alerta. Las perturbaciones antrópicas y la pérdida de hábitat incrementan las posibilidades de hibridación al modificar los paisajes y poner en contacto a animales que usualmente no comparten ambiente.

Eventos repetidos de este tipo pueden llevar a una introgresión, que es la introducción permanente de genes de una especie a otra, un problema al que volveremos más adelante. Cuando esta hibridación se da entre especies separadas por millones de años de evolución, el asunto se vuelve más interesante pero también más preocupante. Por eso los dos especialistas brasileños se volcaron de lleno a probar que el animal en cuestión era un híbrido de un perro doméstico y un zorro.

Zorro gris o de campo en Colonia. Foto: Astridnautas (NaturalistaUy).

Zorro gris o de campo en Colonia. Foto: Astridnautas (NaturalistaUy).

Más sabe por zorro

Para ello, los investigadores realizaron un análisis citogenético (el estudio de los cromosomas), estudios genéticos y también una búsqueda de fotos en el repositorio iNaturalist para comprobar si existía algún otro individuo con características similares. Esto último no arrojó ningún resultado; tal cual sospechaban, el animal que tenían entre manos era realmente único.

El análisis citogenético les dio las primeras pistas de que iban bien rumbeados. El híbrido poseía 76 cromosomas, un número que no correspondía con los del perro doméstico (Canis lupus familiaris) ni con los del zorro de campo. Sólo el aguará guazú posee 76 cromosomas, pero es un animal radicalmente distinto en aspecto y comportamiento a Dogxim. Sin embargo, como 76 cromosomas es el número intermedio entre los 74 en total del perro y los 78 del zorro de campo, la cifra explicaría perfectamente el cruce.

Analizaron luego el ADN mitocondrial, que es el que se transmite por herencia materna, y corroboraron sin lugar a dudas que la madre de Dogxim era una hembra de zorro de campo. Con respecto al estudio del ADN nuclear, que transmite información de los dos progenitores, los datos fueron menos concluyentes pero revelaron la existencia de bases genéticas presentes tanto en perros como en zorros de campo. Por asombroso que fuera, todo indicaba que efectivamente tenían entre manos un híbrido de zorro y de perro, nacido de la cópula entre un perro macho y un zorro hembra.

“Usando marcadores genéticos y citogenéticos, nuestros hallazgos sugieren que este individuo representa un híbrido de primera generación entre un perro y un zorro de campo. Este descubrimiento implica que, aunque estas especies divergieron hace 6,7 millones de años y pertenecen a diferentes géneros, podrían igualmente producir híbridos viables, aunque deben hacerse otros estudios para determinar su fertilidad”, escribieron.

Para entender lo inusual de este hallazgo, basta recordar que 6,7 millones de años es también el tiempo aproximado en el que humanos y chimpancés comenzaron a divergir de su ancestro en común. Desde el punto de vista evolutivo, la noticia parece tan extraña como anunciar que un chimpancé y un ser humano tuvieron una cría viable.

Lamentablemente, investigar la fertilidad de este ejemplar, tal cual pretendían los investigadores, será imposible. Cuando en setiembre de 2023 el doctor Rafael Kretschmer llamó al centro de conservación para solicitar unas fotos de Dogxim, le informaron que el híbrido había muerto seis meses atrás. No se hizo autopsia ni se dieron motivos que explicaran la muerte de un animal que parecía saludable al momento de hacer el estudio, lo que motivó el inicio de una investigación administrativa. Los híbridos suelen tener problemas de salud y supervivencia, como ya mencionamos, pero no es claro si el fallecimiento tuvo algo que ver con ellos.

“El bioma Pampa representa una gran proporción del rango de distribución del zorro de campo. Sin embargo, esta especie es también común en praderas abiertas y hábitats modificados, como cultivos y pasturas. La región geográfica donde se encontró el híbrido pertenece al bioma de la mata atlántica, el más antropizado en Brasil. La antropización del hábitat del zorro de campo ha hecho que esta especie sea tolerante con la perturbación humana y que su rango se solape con el del perro doméstico, lo que puede haber facilitado la hibridación entre estos dos taxones”, advierten los autores. Su llamada de atención resuena más al sur, porque ese problema también está presente en Uruguay.

¿Y por casa cómo andamos?

Hace casi 30 años, la bióloga y experta en genética Susana González se dirigía a la localidad de Los Ajos en una camioneta de la Facultad de Ciencias cuando notó un animal atropellado en la ruta. “Mirá, un zorro”, le dijo Susana a Tito, el legendario chofer de la facultad que tenía muy buen ojo para la fauna. Tito le respondió que se trataba de un perro y se inició una imprevista discusión que los motivó a detener el vehículo para observar al animal y sacarse las dudas.

Lo curioso fue que verlo de cerca no resolvió el asunto. “Lo mirábamos y no nos quedaba claro si era un zorro o un perro”, comenta Susana, hoy doctorada en genética y titular del Laboratorio del Departamento Biodiversidad y Genética del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE).

Según Susana, era un animal “impresionante” que tenía características de ambos cánidos. El asunto la intrigó lo suficiente para tomarle algunas fotos y sacarle una muestra para estudios. Lamentablemente sólo pudo analizar el ADN mitocondrial, que dio como resultado que por línea materna era un zorro de campo.

“No había forma, en ese momento, de ver si por los análisis daba alguna otra cosa además de zorro, como para comprobar si era un híbrido con perro. Tendríamos que haber hecho el estudio de los cromosomas, pero eso era imposible porque el bicho ya estaba muerto”, agrega. Se quedó con la sensación de que se había topado con una curiosa hibridación de zorro y perro, pero con la amargura de no poder demostrarlo.

El artículo de sus colegas brasileños –con uno de ellos, Thales de Freitas, incluso ha compartido publicaciones– la retrotrajo a aquel episodio intrigante. Considera que en líneas generales hicieron un trabajo sólido y de gran valor, aunque se quedó con algunas interrogantes de cuáles son los mecanismos de reorganización cromosómica del híbrido resultante.

Susana González (archivo).

Susana González (archivo).

Foto: Mariana Greif

Tal cual aclara hoy, la posibilidad de que un cruzamiento así ocurra en nuestro país es remota pero no nula. En Uruguay hay muchas oportunidades para el solapamiento de perros y zorros por dos motivos: la presencia humana en el hábitat extenso del zorro de campo y la gran cantidad de perros sueltos.

“Cuando existía la lucha contra la hidatidosis se iba predio por predio para medicar a los perros, que era una manera también de controlar el número, pero eso se derogó hace poco. Quizá una de las consecuencias de esa decisión fue que aumentó el número de perros en el campo, un peligro para toda la fauna que en la ciudad a veces no percibimos tanto”, apunta Susana.

La investigadora no entiende por qué eso dejó de controlarse, porque considera muy necesario llevar un registro de los perros que hay en el campo. “En ese contexto suele pasar que se los deje comer lo que aparezca por ahí. Y así como comen, se podrían reproducir también con lo que aparezca. Por lo tanto, es posible que ocurran estos cruzamientos”, dictamina.

Posible no es probable. Ni sencillo. Tal cual acota la experta en genética, perro y zorro tienen que cruzar varias barreras para producir un híbrido. “La primera es una barrera de comportamiento que los separa. No es una tontería eso: es muy importante que se reconozcan como posibles contrapartes para reproducirse”, dice Susana.

Si eso falla, comienzan a jugar otras barreras precigóticas, que son las que ocurren antes o durante la fecundación. “Dentro de ellas entran las diferencias hormonales, la sincronización del celo, ese tipo de cosas”, informa Susana.

El asunto no acaba allí. Tras el intento de fecundación llegan las barreras poscigóticas, que impiden justamente que ese cigoto se implante y prospere (un ejemplo frecuente es la incompatibilidad cromosómica).

“En este caso fallaron todas estas barreras naturales, que existen y no son fáciles de romper. No es que si vos tenés zorros y perros por ahí se van a estar cruzando tranquilamente”, aclara Susana. Pero a veces, como popularizó la saga Jurassic Park, “la vida encuentra su camino”. Por eso los autores de la investigación abren un llamado de atención ante este caso y las consecuencias que puede haber para las poblaciones silvestres de zorros si este tipo de situaciones se vuelve más común.

La fábula de la zorra y el perro

En su artículo, los autores alertan más de una vez sobre la posibilidad de que eventos continuos de hibridación lleven a la introgresión genética en poblaciones naturales. En el caso de los zorros, esto podría darse dentro de un panorama ya complicado por las perturbaciones ambientales en su rango de distribución y el riesgo de la transmisión de enfermedades infecciosas por contacto con los perros.

“Se necesitan nuevos estudios para examinar la frecuencia de hibridación y el potencial de introgresión de genes de perros en las poblaciones de zorros de campo, ya que esto significaría la introducción de alelos moldeados por la selección artificial en especies vulnerables a la selección natural”, agregan.

“La hibridación y la introgresión pueden tener impactos dañinos en la aptitud de las poblaciones silvestres al distorsionar adaptaciones locales”, reiteran. Para entender bien este concepto, dan un ejemplo. El zorro de campo tiene un color de pelaje similar al del hábitat en el que se mueve. El híbrido, sin embargo, tenía un pelaje negro que contrasta con este paisaje y lo deja más expuesto a la hora de cazar o de huir de depredadores potenciales (léase, el ser humano).

Como un animal no es sólo una combinación de características físicas, los investigadores sugieren también estudiar los impactos de este tipo de eventos en el comportamiento y la ecología de los zorros, no sólo la genética.

Susana concuerda en que eventos frecuentes de este tipo aumentan los riesgos de que se pierda la identidad de las especies. “Especialmente cuando la hibridación es con perros, en los que existen polimorfismos impresionantes por la selección artificial. La variación física dentro de los perros es tremenda pese a que son todos ejemplares de la misma especie”, dice.

Estos son riesgos bien conocidos en trabajos de conservación. “El Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos, por ejemplo, tiene como norma no proteger a los híbridos por los problemas potenciales de introgresión y cambios fenotípicos (los rasgos físicos). Allí se han producido episodios de hibridación en lobos y coyotes”, advierte Susana. El problema, como suele ocurrir, no es en realidad de los híbridos, sino de la mano humana que propicia su existencia.

La zorra y el perro se encuentran también con cierta frecuencia en las fábulas de Esopo, generalmente para problemas. En uno de los relatos más conocidos, una zorra que intenta llevarse una ovejita del campo es sorprendida por un perro y, para justificar su comportamiento, le explica que simplemente está acariciándola. “Más vale que te detengas o sabrás lo que son las caricias de los perros”, le advierte el can. Ya vimos que en la naturaleza las caricias que prodigan los perros a las zorras pueden ser de otro tipo, pero la moraleja que se desprende de ellas no hay que buscarla en antiguos fabulistas griegos, sino en el trabajo de biólogos modernos.

Artículo: Hybridization in Canids–A Case Study of Pampas Fox (Lycalopex gymnocercus) and Domestic Dog (Canis lupus familiaris) Hybrid
Publicación: Animals (agosto 2023)
Autores: Bruna Szynwelski, Rafael Kretschmer, Cristina Araujo, Flávia Ferrari, Marcelo Meller y Thales Renato Ochotorena de Freitas.