Lejos de ser especiales, los humanos somos sólo los primates que caminaban erguidos, tenían cerebros grandes, fabricaban herramientas, desarrollaron el lenguaje y tuvieron la fortuna de sobrevivir hasta el presente. En el árbol genealógico que venimos construyendo, el hecho de ser hábiles con las manos como para haber fabricado herramientas de piedra llevó a que se propusiera el nombre Homo habilis para uno de nuestros lejanos antepasados africanos que vivió hace unos dos millones de años.
Restos de Homo habilis se han encontrado en Kenia y en Tanzania, en este último país en concreto en la famosa –para la arqueología, la antropología y las personas curiosas en general– Garganta de Olduvai. De hecho, ese sitio dio nombre a una forma de fabricar herramientas de piedra primitivas, que se denominan olduvayenses, algo que es tradición en la nomenclatura de las tecnologías líticas. Hay herramientas de piedra olduvayenses que se remontan más atrás en el tiempo que los propios Homo habilis. Hay quienes apuntan a que los australopitecinos, unos primates anteriores al humano hábil, ya habrían incurrido en la fabricación de estas arcaicas herramientas de piedra. ¿Fueron primates del género Australopithecus los primeros en desarrollar herramientas de piedra hace más de 2,9 millones de años? El asunto es cuestión de debate. Lo que no es debatible es que las herramientas y los primates llevan una larga relación.
De hecho, pese a que los Homo sapiens eliminamos a todas las otras especies de humanos que nos hacían sombra, como los Homo neanderthalensis, que borramos de la faz del planeta hace sólo unos 40.000 años, no somos los únicos primates que hoy recurren al uso de herramientas. Puede que los humanos ya no usemos demasiadas piedras para hacer cosas en nuestro día a día, pero chimpancés, macacos y capuchinos son algunos de los otros monos que siguen recurriendo a ellas, ya sea para romper la cáscara dura de algunos frutos, para abrir mariscos o para escarbar, entre otras cosas. Estos comportamientos se han observado en la naturaleza y, lejos de ser innatos, no sólo son aprendidos, sino que se transmiten culturalmente. Herramientas y cultura no son sólo patrimonio humano, sino más bien un patrimono, un patrimonio primate.
Ahora, en una reciente publicación, nuestros parientes primates nos ayudan a entender un poco mejor cómo fue que emprendimos el vertiginoso camino que nos llevó desde unas modestas herramientas de piedra hasta surcar el cosmos con sondas espaciales. O siendo más precisos, un grupo de investigadores, estudiando el uso de piedras para abrir nueces al que recurren los macacos de cola larga (Macaca fascicularis) de una zona de Tailandia, encontró que no podemos dar por evidencia de fabricación de herramientas de piedra toda lasca con borde afilado que encontremos en un sitio antiguo.
Publicado con el nombre Macacos salvajes desafían el origen de la producción intencional de herramientas, el artículo no da cuenta de una rebelión de primates al estilo El planeta de los simios, sino de la investigación interesantísima llevada adelante por Tomos Proffitt y su tutora Lydia Luncz, del Grupo de Investigación de Primates Tecnológicos del alemán Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, y otros colegas de esa misma institución y también de la Facultad de Ciencias de la tailandesa Universidad de Chulalongkorn.
Evolucionando herramientas
“La capacidad de los humanos y de nuestros antepasados para usar tecnología compleja es un aspecto definitorio de nuestra trayectoria evolutiva”, comienzan diciendo en el trabajo, notando que “el inicio de esta singularidad en nuestro linaje es evidente en comportamientos antiguos visibles en el registro arqueológico en forma de núcleos y lascas de bordes, que aparecieron por primera vez hace 3,3 millones de años y más sistemáticamente desde 2,6 millones de años”, sigue el artículo. El tema central de este documento científico queda enunciado cuando señalan que “las lascas de piedra con bordes afilados y las piezas con lascas producidas intencionalmente son nuestra evidencia principal del surgimiento de la tecnología en nuestro linaje”, sobre todo si hacemos hincapié en el uso de la palabra intencional.
Al respecto, argumentan que “un conjunto de atributos comúnmente asociados con la producción intencional de herramientas se utilizan a menudo para distinguir estos artefactos de las piedras naturalmente fracturadas”. También reportan que “la identificación de la tecnología de núcleos y lascas en el registro arqueológico se ha utilizado para inferir el grado de complejidad cognitiva, para sugerir que los homininos pudieron seleccionar tipos de rocas con propiedades materiales específicas, comprender aspectos de la mecánica de fracturas y exhibir precisión y coordinación en sus habilidades motoras”. Por tanto, si intencionalmente se produjeron esas lascas sacadas por percusión a los núcleos de piedra, estamos ante un hecho significativo para esa ferviente carrera tecnológica que nos ha traído hasta aquí.
Es entonces que dicen que “tradicionalmente la capacidad de inferir que las lascas de piedra eran artefactos producidos intencionalmente se ha basado en la concurrencia de una serie de factores que rara vez se dan juntos de forma natural, entre ellos, “una abundancia de artefactos en un lugar espacialmente discreto”, “la presencia de tipos específicos de rocas en conjuntos arqueológicos en cantidades que no reflejan la distribución natural de estos materiales”, “la producción repetida de lascas concoideas con distintas plataformas y bulbos de percusión”, “piezas percutidas con desprendimientos superpuestos repetidos en una o más caras”, entre otros. Es que, dado lo fragmentario y escaso del registro arqueológico, un conjunto de lascas de piedra es a veces todo lo que tenemos para intentar ver si aquellos lejanos primates, tanto los parientes como los que no, ya manejaban alguna tecnología lítica. Y ahí es donde entran en juego los primates actuales.
“Los estudios de primates modernos, a diferencia del registro arqueológico, permiten observaciones directas de comportamientos que producen un registro material reconocible”, señalan Tomos Proffitt, Lydia Luncz y sus colegas. En el artículo hablan de varias especies, entre ellos, los capuchinos barbudos (Sapajus libidinosus), los chimpancés (Pan troglodytes), los capuchinos de cara blanca (Cebus capucinus) y los macacos de cola larga (Macaca fascicularis), que “utilizan herramientas de piedra para una variedad de comportamientos de percusión, que incluyen romper nueces, procesamiento de semillas, extracción de mariscos y la excavación”, entre otras cosas. De hecho, apuntan a que se sugiere que esta “percusión para el forrajeo extractivo que permite acceder a alimentos encapsulados” estuvo “dentro del repertorio de comportamiento de los homininos del Plio-Pleistoceno”, entre lo que destaca el “romper nueces con martillos y yunques de piedra”, un comportamiento que afirman que es “compartido entre humanos, homininos y primates no humanos que usan herramientas de piedra”.
Respecto del registro material de estas actividades, señalan que “es raro” que estos comportamientos dejen huellas “más allá de los martillos y yunques” empleados, aunque, en algunos pocos casos, “se produce un registro fragmentado más amplio”. Y allí entran en acción los macacos de cola larga de Tailandia.
Haciendo macacadas
Ya que se ha sugerido que estos comportamientos percutivos como los de romper nueces empleando piedras “sería un precursor del lascado intencional de piedras en el linaje de los homininos”, y dado que “los cambios anatómicos que pueden estar relacionados con el uso de herramientas (por ejemplo, capacidades de manipulación manual) evidentes en el registro fósil de homininos del Plioceno e incluso del Mioceno sugieren un posible origen anterior del uso de herramientas”, ver cómo lo hacen hoy en día otros monos y, más aún, ver qué evidencias quedan de esa actividad, podrían ayudarnos a reconocer esta paso previo al uso de herramientas intencionalmente trabajadas para ese fin en el registro arqueológico. ¿En quién fijarse, entonces? En los macacos de cola larga de Tailandia, que desde 2017 se sabe que recurren al uso de piedras para romper los coquitos de las palmeras de aceite de la especie Elaeis guineensis.
Dado que los macacos de cola larga de la provincia de Nga no están habituados a los humanos, las observaciones de comportamientos de romper los coquitos usando piedras como martillos y yunques se registró en video (totalizando unas 100 horas de grabaciones). “Los macacos generalmente colocan un coquito sobre un yunque y lo golpean con un martillo, a menudo protegiendo el coquito con una mano para evitar que salga volando del yunque”, describen en su trabajo. Las piedras usadas en esos videos que lograron medirse tenían una masa que iba desde los 35 a los 920 gramos. También informan que, “durante ese comportamiento, estos macacos producen de forma frecuente e involuntaria lascas concoidales que comparten atributos que se utilizan habitualmente para la identificación e interpretación de las lascas de bordes afilados producidas intencionalmente en el registro arqueológico de homininos del Plio-Pleistoceno”. También reportan que no se observó que esas lascas con bordes afilados fueran “usadas luego como herramientas” por los macacos.
“La firma arqueológica de este comportamiento está ampliamente distribuida en el paisaje (51.326,6 metros cuadrados) y representa el ejemplo más grande y claro de material lítico lascado no intencional asociado con un primate no humano hasta la fecha”, informan en su artículo. Con el objetivo de analizar las similitudes entre este registro lítico de los macacos partidores de coquitos de palma y el hallazgo en los sitios arqueológicos del Plio-Pleistoceno, el equipo de investigadores realizó un minucioso “análisis tecno-tipológico” de 1.119 piezas líticas de 40 lugares donde hubo actividad de martillado de coquitos recogidas en dos campañas, una de 2017 y otra de 2021. “Todo el material lítico recolectado se clasificó en categorías tecnológicas estándar: piezas en lascas, piezas desprendidas y piezas machacadas” detallan.
Los restos líticos de los macacos fueron entonces estudiados y analizados para luego ser objeto de “un análisis tecnológico comparativo entre lascas y piezas para romper coquitos de los macacos y una selección de conjuntos líticos del Plio-Pleistoceno cronológicamente dispares que representan un período de tiempo de hace entre 3,3 y 1,5 millones de años”, que incluyó piezas de sitios de Tanzania, incluida la Garganta de Olduvai Gorge, Kenia, destacándose el sitio Koobi Fora, y Etiopía, tres países de vital importancia para la historia de la evolución del humano y sus parientes. ¿Qué pasó? ¿Qué tan distintas eran las lascas producidas por este uso percutivo de un martillo y un yunque para romper coquitos de los macacos con las lascas de piedra que se supone que eran evidencia del tallado de herramientas intencionales del registro arqueológico?
Los macacos nos sorprenden
Los investigadores reportan que entre las 1.119 piezas líticas recuperadas en los sitios en los que los macacos rompen los cocos –perdón el chiste, tenía que hacerlo– se encontraron lascas, ya fueran “completas, fragmentos de lascas, pequeños residuos y residuos angulares”, así como las herramientas percutivas, es decir, “martillos y yunques”.
Luego de una detallada descripción de las piezas, señalan que “las lascas individuales de macaco, en términos de atributos cuantitativos y tecnológicos, caen dentro del rango de variación para el ensamblaje de lascas del Plio-Pleistoceno”. O, como dicen luego, identificaron “una superposición morfológica entre el material producido no intencionalmente (macacos) y aquellos interpretados como intencionales (olduvayense y lomekwiano)”, si bien hay algunas diferencias en líneas generales, como que las lascas de los macacos “son más pequeñas y finas que la mayoría de las lascas del Plio-Pleistoceno”. Es decir, había diferencias, pero entraban dentro del amplio rango exhibido por las lascas reportadas.
Por todo ello señalan que si bien “la tecnología intencional de lascado de piedra representa la primera característica de comportamiento definitiva de nuestro linaje”, hay que poner de manifiesto que “nuestra capacidad para reconocerla en contextos arqueológicos es fundamental para nuestra comprensión del surgimiento y evolución del comportamiento de los homininos”.
“El conjunto de piezas de los macacos que rompen coquitos de Lobi Bay representa el conjunto de datos más extenso de lascas de percusión de primates no humanos y piedras lascadas hasta la fecha”, sostienen, haciendo notar que “este registro arqueológico se produce sin intención como un subproducto del cascado de coquitos con martillos y yunques de piedra”. Y entonces hacen notar que “los criterios tecnológicos fundamentales utilizados para identificar e interpretar la producción antropogénica intencional de lascas en contextos del Plio-Pleistoceno se encuentran a lo largo de este conjunto lítico de macacos”.
En otras palabras, lo que interpretamos que podría ser una señal inequívoca de la fabricación intencional de herramientas de piedra, podría ser en algunos casos un desecho no buscado de otra actividad. Como dicen en el artículo Proffitt, Luncz y sus colegas, “los resultados de este estudio socavan la noción actual de lo que constituye una lasca producida intencionalmente en la Edad de Piedra Temprana”.
“El tecnocomplejo olduvayense representa una adaptación novedosa asociada con los homininos del Plio-Pleistoceno, con evidencia de que algunas lascas se utilizaron para diversas actividades de corte. Nuestro análisis muestra que, usando medidas y atributos comúnmente asociados con la producción intencional de lascas de homininos, entre 20% y 30% de un ensamblaje olduvayense puede ser sustituido por las producidas sin intención antes de que las diferencias estadísticas con el ensamblaje olduvayense original sean evidentes”, reportan. Las similitudes entre lascas intencionales y las no intencionales entonces existen y debemos incorporarlas a nuestro análisis de cómo nuestros antepasados y otros primates fueron dando sus primeros pasos en el desarrollo de las herramientas de piedra. Los macacos no son los únicos que hacen macacadas.
Artículo: Wild macaques challenge the origin of intentional tool production
Publicación: Science Advances (marzo 2023)
Autores: Tomos Proffitt, Jonathan Reeves, David Braun, Suchinda Malaivijitnond y Lydia Luncz.