El jueves 16 de marzo la diaria informaba que más de 270 animales incautados por tráfico ilegal durante las primeras semanas de ese mes estaban en un depósito de la Dirección Nacional de Aduanas y que, por decisión de las autoridades del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), serían sacrificados debido a supuestas razones sanitarias. Al día siguiente, el MGAP decidió dar marcha atrás en su decisión de sacrificar a los 272 animales incautados.
Dentro de los animales incautados que estuvieron al borde de ser exterminados por la burocracia nacional se encontraban, entre otros, loros amazónicos (Amazona aestiva), lagartos colorados (Salvator rufescens), especie de lagarto argentina de similares características al lagarto overo autóctono y que se considera una especie exótica invasora, cotorritas australianas (Melopsittacus undulatus), tortugas de tierra (Chelonoidis chilensis), cacatúas ninfa (Nymphicus hollandicus), loros cabeza azul (Psittacara acuticaudatus), tortugas campanita (Phrynops hilarii), cardenales (Paroaria coronata), agapornis (Agapornis personatus) y erizos (Atelerix albiventris).
Salvo los erizos, que son mamíferos originarios de África, el resto de los animales eran o bien aves o reptiles. Algunas especies, como los mencionados lagartos colorados, algunas tortugas, y aves como el loro amazónico, son nativas de Argentina o de países de la región. Otras son autóctonas de lugares más lejanos, como es el caso de las cotorritas australianas o las cacatúas ninfa. Y algunas especies incluso viven en nuestro país, como los cardenales o las tortugas campanita. Claro que al tratarse de animales confiscados del tráfico ilegal, es difícil establecer cuál es su origen. ¿Fueron cazados siendo animales silvestres? ¿Vienen de criaderos ilegales de esas especies? Algo de eso se podría saber si al Estado uruguayo le interesara un poco más el tema del tráfico de fauna y tuviera mejores herramientas legales para abordarlo. Pero hay otro tema que por lo general no se aborda cuando estos casos se dan a conocer.
Más allá de que las sanciones no son todo lo duras que podrían ser, si una persona se arriesga a ingresar de forma ilegal fauna a nuestro país es porque sabe que existe un mercado. El tráfico de fauna, como todo otro tipo de tráfico ilegal, también se rige bajo los vaivenes de la oferta y la demanda. Hay gente dispuesta a pagar por animales exóticos. Hay gente que legalmente vende animales no tradicionales y que cuenta con habilitación para ello. Pero como no todos los animales se venden legalmente en el mercado, hay quienes piensan que hay lugar para cierto emprendedurimo al margen de la ley. Más allá de lo legal o no del asunto, en el fondo si estos 272 animales fueron incautados fue porque había personas en Uruguay que pretendía comprarlos, o tal vez los compradores están en otra parte y como sucede con parte de la droga, nuestro país era apenas un centro logístico para alcanzar otros mercados.
¿Qué hace que haya gente que quiera tener mascotas más allá de los gatos, perros y otros animales domésticos? Un artículo publicado recientemente pretende justamente saber más sobre ello. Llamado algo así como Evaluación de las preferencias y motivaciones para tener mascotas exóticas: el cuidado importa, está firmado por Anna Hausmann, Gonzalo Cortés y Enrico Di Minin del Laboratorio Interdisciplinario de Ciencias de la Conservación de Helsinski, de la finlandesa Universidad de Helsinski y por Iain Fraser, del Instituto Durrell de Conservación y Ecología de la británica Universidad de Kent. Más allá de que habla de un tema candente, el artículo es de interés aquí por otras dos razones: Gonzalo Cortés, uno de sus autores, es un investigador uruguayo que anda haciendo su posdoctorado por Europa; por otro lado, nuestro país fue uno de los 33 que participaron en los cuestionarios y consultas de la investigación. Así que allá vamos.
Tratando comprender
Antes que nada hagamos una aclaración pertinente: el trabajo no pretende justificar o respaldar el mascotismo de especies exóticas. Sólo parte del hecho de que hay gente que tiene ese tipo de mascotas y busca entonces comprender cuáles son las motivaciones para ello, generando entonces información que puede ser útil para trabar en conservación.
Como bien comienzan diciendo en el artículo Anna Hausmann y sus colegas, “el comercio ilegal y/o insostenible de especies exóticas (es decir, no domesticadas) para ser mantenidas como mascotas afecta la conservación de muchas especies a nivel mundial”. También señalan que este comercio “plantea problemas de bienestar animal” mientras que contribuye a “facilitar la invasión de especies no autóctonas” como a la “propagación de enfermedades zoonóticas emergentes”.
Entonces señalan que “evaluar los factores que impulsan la demanda de los consumidores de mascotas exóticas” es “clave para respaldar la toma de decisiones de conservación efectivas”. Y el asunto es que “caracterizar y medir las preferencias y motivaciones” de estas personas “sigue siendo un desafío del que aun se comprende poco en el comercio de mascotas exóticas”.
Raras y escasas
El trabajo entonces se detiene un poco en desmenuzar el concepto de “especies raras” que parece atraer a las personas que practican el mascotismo con especies no exóticas. “Los consumidores pueden otorgar un valor desproporcionado a las especies raras, lo que lleva a un proceso de aumento de los precios a medida que la especie se vuelve más escasa, lo que incentiva la sobreexplotación y aumenta el riesgo de extinción” señalan.
Luego indican que las especies raras “se caracterizan típicamente por un tamaño de población bajo y/o distribución geográfica restringida debido a atributos intrínsecos (por ejemplo ciclos de vida lentos, alta especialización) y/o extrínsecos (por ejemplo presiones humanas)”. Pero claro, el concepto de “rareza”, dicen, es muy relativo, y por tanto puede variar de acuerdo a perspectivas personales, sociales y culturales. Por ejemplo, acotan que “una especie puede ser localmente escasa aunque abundante en otros lugares (como en el caso de las aves vagabundas), o porque rara vez se puede ver en la naturaleza (por ejemplo especies escurridizas y nocturnas), o puede ser rara porque está amenazada (por ejemplo porque está en alto riesgo de extinción)”.
Pero además entra aquí en juego la mano infaltable de mercado. “La rareza puede percibirse como escasez en el mercado, refiriéndose a una disponibilidad limitada de la especie en relación con la demanda” anotan. “En consecuencia, además de las características deseables de las especies, las preferencias de los consumidores pueden verse afectadas por la accesibilidad de las especies, así como por la disponibilidad de alternativas o sustitutos. Por lo tanto, cualquier especie puede escasear o volverse escasa cuando la oferta es insuficiente para satisfacer la demanda, lo que lleva a un aumento de los precios. Las especies que escasean en el mercado pueden volverse particularmente deseables, por sentimientos de privilegio y exclusividad, como ocurre con los productos de lujo” agregan. No sorprende entonces que personas con mucho dinero tengan zoológicos privados, desde los famosos hipopótamos de Pablo Escobar, que se escaparon en Colombia y hoy son una amenaza en varios ambientes, a los ñandúes y otros animales que el procesado Marcelo Balcedo tenía en su rancho de Playa Verde junto a automóviles de alta gama.
Por otro lado, también reconocen que especies que pueden ser abundantes en los lugares donde viven pueden ser “artificialmente escasas en el mercado” debido a restricciones a su comercio, lo que lleva a “aumentar su precio y atractivo para los consumidores”. Como contrapartida, “especies que se comercializan con frecuencia, por ejemplo debido a iniciativas de cría en cautiverio, pueden perder su valor incluso si son raras en la naturaleza, lo que reduce la demanda”. De todas maneras, los autores enfatizan que “todavía no está claro cómo interactúan estas varias dimensiones de rareza y escasez para influir en el atractivo de las mascotas exóticas”.
Motivaciones oscuras
Luego de describir y citar autores sobre la escasez y la rareza de las especies en relación al mascotismo y comercio de animales exóticos, llegan tal vez al punto central de su trabajo: “otra dimensión crucial que influye en la demanda de los consumidores, aunque mayormente pasada por alto, es comprender sus motivaciones”.
Al respecto, señalan que “una variedad de razones” pueden explicar las motivaciones para el consumo de vida silvestre, que van desde la experiencia y el placer hedonista hasta lo social, funcional, financiero y espiritual, al tratarse de seres vivos hay que prestar atención también a lo que denominan “las dimensiones relacionales”, como la compañía y el apego, “que emergen de las interacciones y vínculos entre humanos y otros animales no humanos”. Explayándose, en el trabajo los investigadores citan literatura que apunta a que “cuidar de otro e importarse por otro son dimensiones centrales del bienestar humano que fomentan la cohesión social y la responsabilidad”.
Citando la Teoría de la Autodeterminación, dicen que “los humanos pueden buscar tales relaciones afectuosas con otros animales, ya que fomentan el bienestar al satisfacer las necesidades psicológicas básicas de autonomía, competencia y relacionamiento”, y reportan que trabajos previos encontraron que “el afecto y las relaciones emocionales (por ejemplo, amar, cuidar, nutrir)” fueron “motivaciones importantes entre los dueños de mascotas exóticas”. ¿Podrían amar, cuidar y nutrir a mascotas no exóticas o a otros humanos? Tal vez. Pero una vez más, este trabajo no juzga a quienes tienen mascotas exóticas, sino que intenta entender las motivaciones que les llevan a tenerlas.
En definitiva, en el artículo sostienen que “la diversidad de motivaciones, preferencias y prácticas asociadas con la tenencia de mascotas exóticas sigue siendo poco conocida”. Ese fue justamente el vacío al que pretendieron aportar su granito de arena. “Nos propusimos comprender la variedad de preferencias y motivaciones de los dueños de mascotas exóticas para informar a la toma de decisiones de conservación” dicen. ¿Cómo? Mediante el diseño e implementación de una encuesta en línea en la que utilizaron “un enfoque de escala mejor-peor, un método de preferencia declarada” que se emplea para “evaluar las preferencias de la gente por bienes y servicios en mercados hipotéticos”.
En concreto, se propusieron evaluar “los aspectos más atractivos de la rareza según los grupos de biodiversidad preferidos”, entendiendo por ellos a las aves, reptiles, anfibios, mamíferos y peces de acuario, así como “la importancia de diferentes motivaciones y características para tener y comprar mascotas exóticas”. También exploraron si las personas que participaron de la encuesta estarían dispuestas “a pagar un costo adicional sobre el precio de mercado para apoyar la conservación de la especie en la naturaleza, el sustento de la población local que vive donde la especie se encuentra en la naturaleza” o ambas cosas.
Preguntándole a la gente
En la encuesta los participantes debían indicar “los atributos que influenciarían más y menos en su decisión de comprar una mascota exótica”. Para seleccionar esos atributos, los investigadores realizaron una preencuesta en ocho países con tomadores de decisiones y organizaciones que trabajan en temas relacionados con el tráfico de fauna y la conservación, académicos, dueños de mascotas exóticas y criadores. Uruguay fue uno de estos ocho países –aquí Gonzalo Cortés no sólo hizo su carrera en ciencias biológicas en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República sino que también integró la ONG Vida Silvestre– además de Reino Unido, Filipinas, Italia, Alemania, Brasil, Portugal y China.
Entre estos atributos que las personas deberían decir si las ayudarían a decidirse a favor de comprar una mascota exótica o en contra, tras esa preencuesta, quedaron aspectos como si el animal había sido criado en cautiverio y con certificado o si era extraído de la naturaleza, si el animal era raro de encontrar en la naturaleza o si era abundante, si presentaba características especiales de color o similar que fueran raras de encontrar en la naturaleza, por ejemplo casos de albinismo, si era escaso o no en el mercado, si la población de esos animales en la naturaleza está disminuyendo o no –la categoría se llama “rareza reciente”– o si hay o no una escasez reciente en el mercado debido a una nueva restricción en su comercialización o algo que haga que sea más difícil de encontrar en el mercado.
La encuesta fue lanzada en línea en inglés, español, portugués, alemán, italiano y mandarín en junio de 2021 con el método “bola de nieve” a contactos que fueran dueños de mascotas o personas en organizaciones relacionadas con el comercio de fauna a las que se les pidió que además de contestar le pasaran la encuesta a otras personas que consideraran relevantes para que participaran, en especial, “dueños de mascotas exóticas”.
En otra parte de la encuesta, además de contestar qué factores los ayudarían a decidirse o no para comprar la mascota exótica, se le preguntó por las motivaciones personales para comprar un animal de estos. Para ello debieron puntuar de 1 a 5 una serie de 13 enunciados mostrando qué tan de acuerdo estaban con ellos, abarcando distintos aspectos, desde la propia experiencia personal (placer hedonista, entretenimiento), aspectos sociales (“por ejemplo para fortalecer las relaciones sociales con los demás, como la influencia y la reputación”, económicas (como “fines de lucro”), así como relacionales con animales vivos, explorando razones “de autonomía (es decir, sentirse en control de los comportamientos personales)”, de “ser capaz de expresar pasión hacia la especie y lograr el bienestar personal, de “razones de cuidado y apego hacia el animal”, de competencia, “es decir, ser capaz de aprender y dominar diferentes habilidades para cumplir objetivos personales”, así como del “dominio de la tenencia de múltiples mascotas exóticas”.
Si bien 1.180 personas llegaron a la primera página de la encuesta y la completaron parcialmente, en la publicación reportan los resultados de las 316 personas de 33 países que completaron todos los formularios. La mayoría fueron de Europa (46,8%), seguidos por Asia (18,4%), América Latina (18%) y América del Norte (13,3%). 60% de quienes respondieron por completo el formulario poseían mascotas exóticas, mientras que 22% fueron criadores de este tipo de mascotas, mostrando así que la bola de nieve rodó hacia donde debía y alcanzó el público al que apuntaban. ¿Qué encontraron?
La importancia del cuidado
Para comenzar, el trabajo reporta que en este juego hipotético de comprar una mascota exótica, los factores más positivos para comprarla fueron cuando se trataba de “animales criados en cautiverio, que tenían características estéticas inusuales o raras, comunes en la naturaleza y abundantes en el mercado”. En el otro lado, los factores peor puntuados y que no llevarían a comparar la mascota fueron animales “en riesgo de extinción, la escasez de suministro, especímenes silvestres y bajo restricciones comerciales”.
Otro dato a tener en cuenta que arrojó la encuesta es que 36% de los participantes señalaron que los reptiles y anfibios eran su grupo de mascotas exóticas favorito, seguidos por las aves (27%), los mamíferos (22 %) y los peces de acuario (16 %). Volvamos a las noticias de nuestro país y veremos que de los 272 animales incautados, las aves y los reptiles dominaban el panorama.
Sobre las motivaciones para tener una mascota exótica, el trabajo reporta que “los enunciados que recibieron los puntajes más altos fueron en promedio los relacionados con cuidar, aprender y apasionarse por la especie”, mientras que “las afirmaciones que recibieron las puntuaciones más bajas fueron las relacionadas con la obtención de ingresos económicos, razones culturales y creencias personales”. De hecho, la frase más puntada resultó ser la que afirmaba que “disfruto de cuidar a la mascota y de asegurarle bienestar”. En quinto lugar apareció la frase “me hace compañía”, en sexto “es importante para mi bienestar diario” y en octavo “me da la oportunidad de socializar con otros (comunidades de dueños de mascotas, familia, redes sociales, etc.)”.
Por todo eso, en el trabajo señalan que los resultados “destacan el hecho de que los encuestados estaban preocupados por la conservación de las especies y preferían mascotas exóticas criadas en cautiverio y/o especies que se encontraban comúnmente en la naturaleza y disponibles en el mercado, lo que sugiere que las preferencias de los encuestados pueden estar alineadas al menos con algunos objetivos de conservación”. También destacan que el hecho de que fueran raros o escasos en la naturaleza no fue muy preciado como sí lo fue que presentaran “rarezas estéticas o morfológicas” poco frecuentes en la naturaleza, como podría ser coloraciones poco frecuentes.
También señalan que “los encuestados estaban menos interesados en las mascotas exóticas de origen silvestre, con mayor riesgo de extinción y sujetas a restricciones comerciales, lo que sugiere además que estaban conscientes y preocupados por el estado de conservación de las especies y tenían la intención de no dañarlas”. A eso se suma que encontraron “que las razones más importantes que sustentan la propiedad eran motivaciones relacionales, como preocuparse por la mascota exótica, así como aprender y apasionarse por la especie”.
Una vez más, lejos de justificar el mascotismo de especies exóticas, al menos es reconfortante que hayan encontrado que “los resultados sugieren que los dueños de mascotas exóticas pueden establecer relaciones emocionales con ellas y pueden estar preocupados por el hecho de que su interés y cuidado no las impacten, sino que apoyan la conservación de las especies en la naturaleza”.
El trabajo entonces parte de lo que existe ahí afuera para pensar lo que podría existir. “Para mejorar la conservación de las especies que son mascotas exóticas y el bienestar de las personas, es necesario explorar formas alternativas de concebir y practicar dicha inversión emocional en las relaciones humanas con la naturaleza” sostienen. Es claro: lejos de pensar en los dueños de mascotas exóticas como personas a ser demonizadas, y partiendo de que lo que muestra ese trabajo, se impone una especie de judo o aikido en el que la fuerza que mueve a esas personas que tienen mascotas exóticas pueda ser usada para cumplir objetivos de conservación ante una escandalosa amenaza a la biodiversidad del planeta.
Como dicen los investigadores haciendo cierto juego de palabras en inglés, la demanda de propiedad de esos poseedores de mascotas exóticas, demand for ownership en inglés, puede transformarse en una relación de cuidado y administración, stewardship relations en inglés, en la que se pueda “atender responsablemente las necesidades interrelacionadas de humanos y no humanos de acuerdo con diversas motivaciones y capacidades”, explotando entonces ese “sentido normativo humano de parentesco con animales no humanos”.
Ningún animal nace para ser mascota. “Al planificar iniciativas y políticas de conservación, tener en cuenta las dimensiones relacionales puede proporcionar ideas novedosas para fomentar mejor las expresiones significativas de cuidado con los animales en la naturaleza, a diferencia de los animales como mascotas exóticas” dice este trabajo.
Artículo: Assessing preferences and motivations for owning exotic pets: Care matters
Publicación: Biological Conservation (marzo 2023)
Autores: Anna Hausmann, Gonzalo Cortés, Iain Fraser y Enrico Di Minin.