Si cualquier parque, reserva o zoológico del Uruguay estuviera reproduciendo exitosamente a una especie amenazada como el oso panda la noticia figuraría en casi todos los medios del país e incluso de la región. Habría elogios para Uruguay por los esfuerzos realizados y probablemente una coordinación internacional con instituciones de todo el mundo destinada a algún plan de reintroducción en la naturaleza.
Quedan más de 1.500 osos panda en la naturaleza. Pese a que a los hemos convertido en la caricatura de un animal indefenso, torpe y apático sexualmente, que necesita de nuestras inversiones millonarias para procrear y sobrevivir, se las arreglarían muy bien si conserváramos los densos bosques de bambú en los que viven.
No tienen problemas sexuales, pese al muy breve período de fertilidad de las hembras. En la naturaleza, los pandas pueden copular hasta 40 veces en una tarde, como se ha comprobado en los estudios realizados en su hábitat (y no en celdas de hormigón, que no suelen ser muy estimulantes para este tipo de menesteres).
Los osos panda están muy amenazados, es cierto, pero muchísimo menos que una especie que Uruguay sí cría exitosamente y que está al borde de la extinción. No sólo eso: nuestro país posee la tercera población en cautiverio más importante del mundo. Que esto haya logrado repercusiones tan escasas se debe a que las decisiones, inversiones e intereses en materia de conservación suelen moverse más por sesgos humanos que por las necesidades de las especies: es el carisma que adjudicamos a los animales el que define que haya tanta atención concitada en algunos y tan poca en otros.
Esa es una carrera en la que el panda, por ejemplo, corre con ventaja, porque tiene todas las características físicas de un gran bebé (frente ancha, ojos grandes, mejillas redondas), una combinación infalible que en términos técnicos se llama “rasgos neoténicos”. Por decirlo, de otro modo, estamos programados para protegerlo.
No ocurre lo mismo con el antílope addax (Addax nasomaculatus), una especie originaria de África que tiene sin embargo una historia mucho más terrible que la del panda. Se convirtió en uno de los mamíferos más críticamente amenazados del mundo por una infortunada combinación de guerras civiles, hambruna e intereses petroleros.
El antílope por los cuernos
El addax está excelentemente adaptado a las condiciones áridas del Sahara, el lugar de donde es originario. Es un antílope de pelaje claro, con cuernos largos y en forma de sacacorchos, que puede soportar temperaturas altísimas y estar muchísimo tiempo sin beber agua.
No debería tener grandes problemas para continuar su periplo como especie en el planeta, pero lamentablemente la evolución no tuvo tiempo para darle defensa alguna contra la industria petrolera o los conflictos humanos.
Fue alguna vez numeroso, pero la caza ilegal y la persecución lo fueron reduciendo a unos cientos de ejemplares a fines del siglo XX, arrinconados en Níger y probablemente en algunas partes de Chad. Lamentablemente para los antílopes, quedaron en una zona petrolera. En 2008, cuando la China National Petroleum Corporation comenzó a operar en la zona, el gobierno de Níger asignó militares para proteger a los trabajadores. Los soldados, aburridos en el desierto, decidieron matar el tiempo y también a los addax, simplemente por diversión.
La persecución y las perturbaciones ocasionadas en su hábitat acabaron con unos cuantos antílopes y espantaron a los restantes, que se enfrentaron poco después con otra amenaza: las convulsiones políticas por el derrocamiento de Muammar Gaddafi en Libia en 2011. Grupos de milicias cruzaron a Níger y arrasaron con muchos animales, entre ellos los addax.
El gobierno de Níger abrió una enorme reserva natural en 2012, una especie de arca de Noé en el desierto para proteger al addax y otras especies, pero este antílope parece ser el desgraciado Job de la fauna, para seguir con las referencias bíblicas. En 2019 Níger redefinió los límites de la reserva -para no entrar en conflicto con los intereses de la petrolera- y dejó afuera justamente la región en donde se encuentran los addax.
En 2016, una partida con miembros de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) hizo una búsqueda extensiva en la zona y pudo encontrar sólo tres ejemplares. La UICN estima que quedan entre 30 y 90 individuos en la naturaleza, con base en evidencias indirectas como huellas, pero la cifra podría ser mucho menor.
Increíblemente, es posible que en este momento haya más ejemplares de addax en el parque Lecocq en Montevideo (36) que en su ambiente natural. El Adán y Eva –o Addax y Eva– de todos estos ejemplares es una pareja que llegó desde el Jardín Zoológico de Praga (República Checa) en 1985. En el Lecocq han logrado reproducirse exitosamente y se convirtieron en una valiosa reserva para la especie a nivel mundial. Un manejo adecuado del grupo, respaldado por un trabajo genético realizado hace ya 15 años en el Lecocq, logró aprovechar al máximo el potencial de ese casal inicial.
Uruguay, entonces, puede cumplir un papel importante en la supervivencia de esta especie y en las posibles reintroducciones en un ambiente natural en el que se encuentren protegidos (que, ciertamente, no es lo que ocurre en Níger en este momento). Por eso, al caminar por el parque Lecocq, es difícil entender el estado de algunas de las instalaciones del predio en el que pastan los addax.
Metele que no son Mengele
Hay dos cobertizos que las hembras usan para dar a luz, a fin de proteger a las crías de las lluvias y otros fenómenos atmosféricos a los que no se enfrentan en su lugar de origen. Uno de ellos tiene el techo en muy mal estado, lleno de agujeros, y el otro directamente no tiene techo.
Veterinarios y funcionarios del Lecocq han solicitado reiteradamente que se reparen, pero ante la falta de respuestas se vieron obligados a dejar de reproducir a los animales, porque las chances de supervivencia de las crías en esas condiciones son muy bajas. Esta desidia, calculada o casual, trae a la mente las declaraciones que hizo al comienzo de su gestión Baltasar Brum, director de Artes y Ciencias de la intendencia de Montevideo (de cuya área dependen los zoológicos).
Brum anunció que la intención de la administración era detener la reproducción de animales en cautiverio en todos los zoológicos municipales y llegó incluso a declarar a Montevideo Portal que “la visión de tener una especie como reserva genética en una jaula es Mengele, es espantoso” (en referencia al infame doctor nazi que experimentaba con prisioneros judíos). El mantenimiento de una reserva genética de addax en cautiverio, sin embargo, es lo que en el futuro podría salvar a esta especie de la extinción en la naturaleza, que parece ya inminente.
El jerarca había asegurado que las especies exóticas amenazadas que hoy son criadas en zoológicos de Montevideo serían trasladadas a santuarios internacionales o reintroducidas en sus ambientes naturales, algo imposible en el caso de los addax, ya sea porque llevan varias generaciones en cautiverio y se han ido adaptando a nuestro clima o por la situación que se vive en su lugar de origen. Si bien tras hablar con los especialistas Brum aparentemente desistió de esta idea –al menos no dio orden de que se detuviera la reproducción de los adax–, en los hechos fue exactamente lo que ocurrió debido a las condiciones en que se encuentran algunas de las instalaciones.
A diferencia de lo que ocurre en otras partes del mundo, en las que el nacimiento de una cría de esta especie es saludada como un acontecimiento de interés mediático y forma parte de una coordinación de esfuerzos internacionales para apoyar proyectos de reintroducción (como se están llevando a cabo en Chad), en Uruguay el éxito de la reproducción de los addax ha pasado bastante inadvertido. Como vimos, hasta resulta un tema incómodo para las nuevas autoridades.
Por eso es una gran noticia que los integrantes del Departamento de Biociencias Veterinarias de Facultad de Veterinaria Matías Villagrán, Juan Pablo Damián, Mariana Ceva, Ariane Machiñena, Mariana Perdomo y Lucas Berro, hayan unido fuerzas con el veterinario César Echaides, del parque Lecocq, para realizar un primer estudio de comportamiento de la especie, que pretende mejorar el conocimiento de su comportaminto y también su bienestar, dos aspectos clave para pensar en futuras reintroducciones.
Volvé a tu casa cuando... ¿puedas?
“Cuando la situación del ambiente natural es la primera causa de amenaza de supervivencia de una especie, lo que se hace es tratar de mantener un respaldo genético fuera de esos ambientes que sea lo más diverso posible, para que cuando ese ambiente vuelva a ser favorable para la especie podamos tener una diversidad tal que logre adaptarse de nuevo a las condiciones de su hábitat”, explica el veterinario César Echaides del Lecocq, a escasos metros de un addax de cuernos larguísimos que se acerca a curiosear.
Sus palabras no lo hacen sonar como un maléfico Mengele sino lo contrario, aunque César sabe bien que antes de pensar en reintroducciones se necesita aprender y hacer mucho. Y en esta especie, tan poco estudiada en la naturaleza y de la que se sabe tan poco, hubo que empezar casi que por el principio. En ese sentido, el trabajo conjunto con la Facultad de Veterinaria fue una “bocanada de aire fresco” tanto para los funcionarios como para los addax, cuenta César.
“Esta es una especie emblema de la conservación. Charlando con César y el equipo de veterinarios nos pareció interesante estudiar primero cuestiones básicas de comportamiento, como entender de qué forma les influye el ambiente y la cercanía con grupos de hembras. Y además porque nos parecía bueno romper ese círculo vicioso y hacer que los zoológicos cumplan funciones que en otros países son indiscutidas, como realizar investigación”, explica el veterinario Matías Villagrán, primer autor del trabajo.
En otras palabras, se propusieron estudiar cómo la estación y el “contexto sociosexual” afectan la alimentación, el movimiento, la agresividad y otros comportamientos en estos antílopes. Para ello, seleccionaron a dos grupos de cuatro machos de características similares que se encontraban en condiciones muy distintas. Uno de ellos estaba separado de las hembras sólo por un cerco, pero con contacto visual y olfativo, mientras que el otro se encontraba totalmente aislado, a unos 300 metros.
Luego, se dedicaron a la tarea de observar antílopes en horario de oficina. Durante cuatro días consecutivos en cada estación, cuatro observadores experimentados anotaron los comportamientos de cada uno de los ejemplares de estos grupos de ocho a 12 y de 13 a 17 horas. Por ejemplo, registraron meticulosamente si caminaban, si tomaban agua, si rumiaban, si consumían suplemento alimenticio, si se echaban al suelo, si se paraban, si tenían alguna conducta sexual o si marcaban el territorio. Al final, acumularon la friolera de 256 horas de observación atenta de estos antílopes, probablemente más de lo que les dedica un león o leopardo promedio en toda su vida.
Con ayuda de modelos estadísticos, analizaron luego toda esta información para entender de qué forma el comportamiento de los addax se ve afectado por las características de la estación (por ejemplo, la cantidad de horas de luz) y por la cercanía de las hembras, condiciones que en algunas especies inciden mucho en su reproducción. De su trabajo quedó claro que a los antílopes no les da lo mismo lo que les rodea.
Colabore para no desaparecer
Casi todos los comportamientos variaron según la estación. En invierno y otoño, por ejemplo, fue cuando los antílopes estuvieron en general más tiempo parados y menos echados, algo que probablemente se deba a que prefieren reducir el contacto con el suelo y evitar así el intercambio térmico. En invierno también pastan menos y comen más suplementos concentrados, lo que podría estar vinculado a una mayor demanda energética para la termorregulación en estos períodos más fríos.
“Estas eran cosas que no se sabían. Entonces, te dan pautas para analizar en el futuro, por ejemplo, si los animales tienen determinado comportamiento porque están pasando frío, y probar darles un refugio. Son temas que tienen aplicabilidad para hacer más eficiente la cría”, comenta Matías.
En el verano también rumian menos y consumen más agua, comportamientos que podrían reflejar una “incomodidad térmica”. “Suele ocurrir que cuando el bienestar animal está comprometido los ejemplares dejan de rumiar o disminuyen esta actividad. Estos resultados nos permitirían hacer nuevos estudios para ver si este comportamiento se modifica si les cambiamos las condiciones o les ofrecemos más sombra”, agrega. Los addax soportan temperaturas altísimas en el Sahara, pero recordemos que después de tantas generaciones en cautiverio la población del Lecocq está más adaptada a las condiciones de nuestro país.
El trabajo, entonces, no sólo genera conocimientos sobre la especie, sino que también “da herramientas muy valiosas para mejorar la situación de cautiverio de estos animales”, agrega César.
Tras analizar la influencia de las estaciones, hilaron más fino y estudiaron específicamente cómo les afectaba tener o no tener hembras cerca. Tal cual hipotetizaron al comienzo del trabajo, el “contexto sociosexual” tampoco les fue indiferente.
Yo sé que estás ahí
El grupo de machos que tenía acceso visual a las hembras marcó el territorio con una frecuencia tres veces mayor que el grupo de machos aislados, aunque no hubo diferencias en relación a comportamientos agresivos. Las marcas que dejan con sus fecas son para los antílopes una manera de “informar” a las hembras sobre su “calidad” como potenciales parejas, pero es probable que, al no tener la posibilidad de establecer contacto físico, los machos no lleguen a la fase de agresión física para competir por ellas, concluye el trabajo. Aunque los resultados fueron claros, los investigadores llaman a ser cautos ante estas conclusiones y aseguran que es necesario realizar más trabajos y con un número mayor de ejemplares.
Además, al aproximarse la temporada de reproducción los machos contiguos a las hembras se mostraron menos activos y menos interesados en alimentarse que los otros, una tendencia ya observada en machos de otras especies de rumiantes y que está usualmente vinculada a cambios hormonales. Se ha comprobado que la testosterona estimula los comportamientos de marcaje y reduce el apetito en varias especies de ungulados, y que tanto en rumiantes domésticos como salvajes el contacto permanente con hembras está asociado a mayor concentración de testosterona, señala el trabajo.
Por lo tanto, los investigadores estiman que la presencia de esta hormona explicaría estas diferencias de comportamiento en los addax. Para comprobarlo, están dedicados a la esforzada pero informativa labor de recoger los excrementos de los addax a lo largo de las estaciones y analizar las concentraciones de testosterona y también de cortisol, hormona asociada al estrés.
Todas estas observaciones son valiosas tanto a la hora de pensar en mejorar la reproducción de los animales como en su bienestar. Por ejemplo, apunta Matías, si corroboramos que colocar a machos cerca de hembras que están ciclando aumenta su testosterona y la calidad del semen, ese conocimiento se podría utilizar para mantenerlos estimulados, obtener un esperma de calidad buena todo el año y aplicar así biotecnología para colaborar en proyectos de reintroducción. Estamos muy lejos aún de algo así, aclara, pero es necesario realizar este tipo de trabajos si queremos que eso ocurra a la larga.
“Hay otras cosas que podemos extrapolar gracias a este tipo de trabajos y que tienen que ver con mejorar las condiciones de los addax. Si sabemos que la presencia de una hembra hace que el macho camine más y yo tengo animales viejos a los que ya sé que no voy a someter a reproducción, ¿para qué quiero tenerlos al lado de las hembras, cuando sé que les voy a estar imponiendo un esfuerzo extra sobre articulaciones que ya están mal y sobre la administración de su energía?”, dice César. Y así, agrega, puede ocurrir con muchas otras medidas que se toman día a día.
Los nietos del futuro
Para Matías y César, este primer trabajo sobre comportamiento de los addax es tan importante para el futuro de los antílopes como para el de los humanos que se dedican a la investigación.
“Mucha gente está en contra de los zoológicos o instituciones que mantienen a animales en cautiverio y eso es comprensible, porque existen muchos malos zoológicos. En Uruguay no son muy abundantes los ejemplos de proyectos de investigación ni es común que la academia se asocie a los zoológicos para generar información. Este trabajo es una forma de que se empiecen a valorizar también como una herramienta fundamental y que haya una interacción entre la academia y estas instituciones. Y mostrar su importancia en la formación de los estudiantes y la posibilidad de trabajar con animales silvestres. Acá también el camino es la recompensa”, opina Matías.
Por bienintencionados que sean los propósitos de algunas instituciones o autoridades, cuando anuncian que pretenden enviar animales en cautiverio a lugares idealizados (tanto santuarios como ambientes naturales), hay que ser realistas. Ninguno de los antílopes addax que viven hoy en el Lecocq será reintroducido para evitar la extinción de la especie. Sin embargo, trabajos como este sí pueden ser fundamentales para definir lo que se haga en el futuro.
“Estos animales no irán al Sahara, es cierto, pero capaz que nietos o bisnietos de ellos sí. Y hay que entender que si no los tuviéramos y no nos preocupáramos por conservarlos, olvídate de eso. Todos los procesos de reintroducción surgen de animales que están acostumbrados al cautiverio. De esos salen las semillas que después, con otras instalaciones y otro tipo de trabajos, llevarán a eso. La raíz está acá”, apunta César. Así ha ocurrido con muchas especies que se recuperaron en la naturaleza cuando se enfrentaban a una casi segura extinción, como el cóndor de California, el caballo de Przewalski, el ciervo del padre David y hasta el orix árabe, un antílope del desierto similar al addax.
En el largo proceso necesario para salvar a esta especie de la extinción, este trabajo puede parecer sólo un ladrillito, pero tiene el mérito de estar entre los primeros. Son los que apuntalarán la construcción cuando llegue la hora de ponerle el techo, aunque esperemos que no se haga desear tanto como el de los cobertizos del Lecocq.
Artículo: The environment matters: season and female contact affect the behavior of captive Addax nasomaculatus male antelope
Publicación: Acta ethologica (abril 2023)
Autores: Matías Villagrán, Mariana Ceva, Ariane Machiñena, Mariana Perdomo, Lucas Berro, Cesar Echaides y Juan Pablo Damián.