El calendario del Raid Hípico Uruguayo de la Federación Ecuestre del Uruguay para 2023 es elocuente. En apenas ocho meses, entre marzo y noviembre, se disputarán 65 de estas carreras que ponen a prueba a caballos y jinetes en distancias que van desde los 60 hasta los 115 kilómetros. Los raids, según la propia federación, son un “deporte auténticamente uruguayo para disfrutar en familia”, en el que se valora “las actuaciones de jinetes y caballos”, que, a su vez, “contribuye a mantener la tradición y a revivir épicas jornadas de nuestra Historia”. Los premios para los ganadores humanos van desde los 100.000 a los 250.000 pesos y quien llega en segundo lugar se lleva el 35% de esa suma. Para algunos caballos, sin embargo, lo que hay en juego puede ser mucho más que unas centenas de miles de pesos.

Con un promedio de 20 caballos por carrera –algunas son más convocantes que otras y participan más de 70 jinetes y sus correspondientes cuadrúpedos–, unos 1.300 equinos cruzarán la línea de largada en 2023. Menos de la mitad llegarán a la meta. Y unos siete pueden no llegar a correr nuevamente, ni en un Raid Hípico Uruguayo ni en ninguna otra parte.

Las predicciones del párrafo anterior están basadas en datos que emergen de un artículo científico de reciente publicación, que, entre otras virtudes, tiene la de poner por primera vez sobre la mesa datos y análisis con rigor académico sobre una de las actividades ecuestres más convocantes del país. Claro que ninguna muerte de un caballo de competencia es deseable. Nadie quiere eso. Pero sin datos concretos, sin tener una dimensión de los fenómenos, sin tener claras las causas de esos fallecimientos y otros detalles, más lejos estamos de poder cambiar las cosas (salvo que pretendamos tomar decisiones basados únicamente en lo que cada uno y cada una ya piensa sobre el tema).

Por eso el artículo “Caracterización de las competencias de Raid Hípico Uruguayo por tipo de raid: causas de muerte y factores de riesgo”, de Gimena Brito, Gretel Ruprechter y Gonzalo Suárez, del Hospital Veterinario de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República, junto a su colega Juan Pablo Damián, del Departamento de Biociencias Veterinarias de la misma facultad y del argentino Pablo Trigo, de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de la Plata, genera evidencia, describe una situación y nos permite pensar sobre ella.

Al leer el trabajo lo primero que llama la atención es que, tras analizar datos de las competencias del Raid Hípico que se corre en Uruguay bajo la organización de la Federación Ecuestre del Uruguay durante 12 años (entre 2007 y 2018), el artículo comunica que la tasa de fatalidad de esta competencia es de 5,9 caballos por cada 1.000 que largan. Repitiendo una vez más que nadie desea que muera un caballo, ¿5,9 por 1.000 caballos que largan es mucho, poco o muchísimo? ¿Comparado con qué?

El artículo reporta también que, en esos 12 años de competencia, corrieron 16.856 caballos, se registraron 99 muertes divididas en cuatro grandes categorías: muerte súbita, fracturas catastróficas, causas metabólicas y causas accidentales. Encuentra que algunas de ellas son más frecuentes en las competencias cortas –de 60 kilómetros– y otras en las largas –entre 80 y 115 kilómetros–, y que, más allá de las tragedias en las que los equinos debieron ser sacrificados –a 68 de los 99 caballos que fallecieron en esos 12 años se les tuvo que practicar la eutanasia–, los raid hípicos son competencias exigentes, pues por múltiples razones 61% de los equinos no completan el recorrido.

Las cifras son eso. Puntos en el mapa que nos hacemos del mundo. Con curiosidad y ganas de entender más del asunto, salí galopando a hablar con Gimena Brito, primera autora del trabajo.

Haciéndose las preguntas

“Nací en San Bautista, en Canelones, y desde que tengo uso de razón voy a los raid”, dice Gimena desde Treinta y Tres cuando empezamos a desatar la madeja que la llevó a realizar esta investigación. “Es un deporte meramente uruguayo y a su vez es muy importante para los pueblos del interior”, comenta.

De hecho, el Raid Hípico es una tradición de larga data. “El primer raid se hizo en 1913”, cuenta. Desde 1944 el raid uruguayo es regulado por la Federación Ecuestre Uruguaya. “Nosotros decimos que es la fiesta grande de los pueblos chicos, porque no es una actividad solamente deportiva, sino que es una actividad social y económica muy importante para las localidades donde se realiza”, contextualiza Gimena, luego de que le digo que, como buen citadino, nunca presencié uno. “Hace muchísimos años que el raid se practica en nuestro país y fue declarado como deporte auténticamente uruguayo por la Cámara de Representantes”, agrega. Justamente, las características de la competencia hace que sea distinto a otras de resistencia ecuestre que se practican en otros lados. Pero volvamos a Gimena.

Criada entre caballos, ingresó a la Facultad de Veterinaria. Y poco después de recibirse, comenzó a trabajar como veterinaria de la Federación Ecuestre. “En ese entonces, estaba haciendo la maestría, que no tenía nada que ver con equinos. Después me tomé un año sabático porque no quería saber de nada con la investigación, hasta que en 2017 me aburrí. Obviamente, quería hacer algo en un tema que me gustara y que aportara desde el punto de vista académico y científico, pero también a mi práctica diaria y a la de muchos otros veterinarios”, cuenta Gimena. Y entonces, bingo. ¿Por qué no hacer una investigación sobre el Raid Hípico Uruguayo? “Es un deporte que tiene más de 80 años practicándose, pero sobre el que hay muy poca información desde lo académico y científico”, dice ahora Gimena sobre ese momento donde el bichito de la investigación hizo clic tanto con el de su pasión como con el de su práctica profesional.

“El título grande de mi tesis de doctorado es 'Aspectos fisiopatológicos del caballo de Raid Hípico Uruguayo’. Allí hay como tres patas, una es las causas de muerte y los factores de riesgo, otra son las alteraciones bioquímicas en los caballos de raid y otra es la suplementación oral con maltodextrina”, explica Gimena. Este artículo se desprende de la primera de las tres partes. Los otros vendrán más adelante.

Analizando datos

Como señala el trabajo, el raid hípico lleva años practicándose, pero la información sobre la actividad es escasa. “La mayoría de los profesionales que trabajamos en esto nos manejamos de forma empírica, con base en la experiencia que vamos adquiriendo, aprendiendo de colegas más grandes, pero en realidad no hay mucha información científica publicada”, aclara Gimena. Pero que no hubiera publicaciones académicas no quiere decir que no hubiera información. De hecho, lo que hacen en este trabajo Gimena y sus colegas es analizar abundante información. “Es un estudio retrospectivo en donde busqué información en muchísimas carpetas de la Federación Ecuestre del Uruguay, que es muy ordenada en cuanto a guardar información sobre cada raid”, señala.

Dado que no hay muchos trabajos sobre este tipo de competencia, los veterinarios que quieren ver cómo mejorar sus prácticas o entender algunas cosas no tienen más remedio que mirar lo que se hace afuera. “Muchas cosas las extrapolamos de lo que es el enduro, que es otro deporte de resistencia ecuestre que se practica a nivel mundial, pero que tiene diferencias muy importantes con el raid, y eso hace que, desde el punto de vista metabólico, el caballo se comporte de manera diferente. Entonces podemos usar algunos de los trabajos sobre el enduro, pero hasta ahí, sabiendo que no es lo mismo”, explica Gimena. Como si se tratara de ver qué pasa en la comunidad de microorganismos de una laguna de nuestro país, la ciencia local para indagar sobre la realidad local de una disciplina ecuestre era necesaria. Sobre todo porque, como dice Gimena, “pequeñas diferencias en los formatos de competición hacen grandes diferencias en los caballos”.

Los raids hípicos se desarrollan en tres días. El sábado se destina a la admisión de caballos y sus jinetes y a los controles de papeles y las revisaciones veterinarias para cerciorarse de que están en condiciones de participar en el evento. Allí la federación releva información que queda en las actas. En el segundo día se corre la carrera. Allí una vez más se recopila información. “Se hace un informe administrativo en donde se dice cuántos caballos largaron, a qué hora, cuántos continuaron tras la primera etapa, cuántos fueron eliminados y por qué motivos. Lo mismo se hace con la segunda etapa que se corre ese mismo día. Se registra la velocidad, la temperatura, la humedad. O sea, hay mucha información que se va archivando y guardando en carpetas. Lo mismo sucede con los informes veterinarios que nosotros tenemos que hacer”, explica Gimena.

“Trabajé con datos solamente desde 2007 a 2018 porque en ese período había reglas similares”, dice. En 2006 fue cuando se implementó el antidoping. “Previo a esa fecha los participantes podían administrar drogas analgésicas, estimulantes, o lo que fuera, y desde entonces ya no”, comenta. Y en 2019 hubo otro cambio: “A partir de ese año solamente pueden correr caballos mayores de cinco años, porque se sabe que entonces el sistema musculo-esquelético está desarrollado para que realicen este tipo de actividades”, dice. Para que los números digan algo tiene que haber cierta coherencia entre los fenómenos registrados.

Una competencia particular

Como ya vimos, por reglamento, en el Raid Hípico Uruguayo hay dos tipos de competencias: las cortas, de 60 kilómetros, y las largas, que van de 80 a 115 kilómetros. Pero no sólo importa la distancia: las carreras del raid hípico se realizan en dos fases, siendo la primera dos tercios de la distancia total, por lo que tienen una primera etapa que es más larga que la segunda.

“Las más frecuentes son las carreras largas, las de 90 kilómetros, en las que se hace una primera fase de 60 kilómetros. Luego hay un descanso, que se llama neutralización, de una hora, en el que tienen 20 minutos para entrar al control veterinario, y después se corren los restantes 30 kilómetros”, ejemplifica Gimena. Y esta modalidad es importante. “Eso es una gran diferencia con las competiciones de enduro, que si bien recorren distancias más largas, tienen entre tres y seis fases, por lo que cada etapa es más corta”, explica. Ver entonces publicaciones –que tampoco hay muchas– sobre el desempeño de los caballos en competencias internacionales de enduro no necesariamente puede trasladarse a lo que les está pasando a los caballos del raid oriental.

Es en ese único descanso entre la primera parte del raid más larga y la segunda más corta que los veterinarios realizan una serie de controles para ver qué caballos están en condiciones de seguir con la carrera y cuáles quedan descalificados. “Lo primero que hacemos es tomarles el pulso”, dice Gimena, que explica que por reglamento tienen que tener 65 latidos por minuto o menos. “Si tienen 66 o más quedan automáticamente eliminados y no pueden correr la segunda etapa”, señala. También se mira si el animal está hidratado, si presenta ruidos intestinales y otros parámetros. Si el caballo está bien en esos controles, pasa a una prueba locomotora.

“La evaluación locomotora es un trote de ida y vuelta de unos 60 metros. Si el caballo está bien, lo autorizamos a largar la segunda etapa”, cuenta. Si el caballo renguea o tiene alguna dificultad podrá ser desclasificado o volver a ser observado 15 minutos antes de la hora de largada de la segunda etapa, donde tres veterinarios lo vuelven a evaluar (los veterinarios dicen que si los caballos tienen problemas en las patas delanteras “están mancos” y si es en las traseras “que renguean”, pero dado que los cuadrúpedos son la gran mayoría de los mamíferos podemos decir que renguean sin tener que andar hablando de manos).

El resto de las mediciones, como el antidoping en el caso del ganador y el segundo, los veterinarios las realizan cuando los caballos culminan la carrera el domingo, y luego el lunes, día en que concluye el raid.

Corriendo veloces

El trabajo reporta que el promedio de velocidad a la que corren los caballos del raid hípico es más rápido que en el de otras competencias de resistencia, por ejemplo, las de enduro reportadas por la Federación Ecuestre Internacional y sobre las que hay más literatura científica. “La velocidad media de los ganadores fue mayor en las carreras cortas (32,12 km/h) que en las largas (28,14 km/h)”, comunica el artículo, y agrega que se alcanzan tramos con “velocidades máximas de 50 km/h”. Y se señala que, “comparado con las carreras de enduro de la Federación Ecuestre Internacional”, el Raid Hípico Uruguayo “presenta velocidades más altas”.

“En el raid hay solamente dos etapas, cuando en enduro son más. Por otro lado, en el raid hípico se corren menos distancias, porque en enduro las carreras son de 120, 140 o 160 kilómetros”, comenta Gimena. “En el raid corto, el de 60 kilómetros, cuando te querés acordar ya llegaron”, dice y comenta que esta competencia corta es más parecida “a lo que pasa con los caballos de carrera”. Como veremos, las similitudes también se dan cuando hablamos de la muerte.

De repente

En el trabajo reportan que las causas de muerte son distintas dependiendo de si la carrera es corta o larga. En la carrera corta prevalece la muerte súbita. “Las muertes súbitas, como lo dice la palabra, son muertes repentinas de un caballo que estaba aparentemente sano. El caballo viene corriendo y en un momento... cae muerto. Es lo que les ha ocurrido a futbolistas o maratonistas. No tenés mucho para hacer con eso”, dice con cierta tristeza Gimena.

En los 12 años estudiados se registraron 17 muertes súbitas. La gran mayoría de ellas, 14, se produjeron en las carreras cortas de 60 kilómetros, donde fueron la principal causa de muerte (44% del total de muertes en las carreras cortas). “Si quisieras compararlo, el raid corto se asimila más a lo que sucede en las carreras, donde también se registran muertes súbitas”.

Metabolismo

“En el raid largo la causa de muerte que predomina es la de muerte por razones metabólicas”, señala Gimena. En los 12 años estudiados, se produjeron 35 muertes por causas metabólicas; 30 se registraron en las carreras largas.

“En las carreras largas hay una intensidad del ejercicio que dura más en el tiempo. Cuando el caballo va corriendo, la mayor cantidad de sangre va hacia los músculos, que son los que están en ese momento actuando, y se deja en parte de irrigar el aparato gastrointestinal”, explica Gimena. “La mayoría de las muertes metabólicas se produce por síndrome de abdomen agudo”, amplía. Cuando los caballos corren el raid, el ejercicio puede hacer que la sangre deje de irrigar los intestinos, produciendo pequeños infartos. “Eso hace que el intestino, tanto antes como después de esa parte necrosada, deje de funcionar”, señala.

Problemas en los miembros

“Las muertes por fracturas catastróficas se dan por igual en ambas carreras”, dice Gimena. Al pensar en una fractura catastrófica uno puede imaginarse un accidente terrible, una caída aparatosa, el duro golpe contra algo. Pero nada más lejos de la realidad.

“Las fracturas catastróficas no responden a un hecho traumático puntual, no es una patada o un golpe que el animal se da, sino que se deben a una acumulación de microfracturas que se van produciendo en determinados sitios de predilección de los huesos largos, por lo general, en los miembros anteriores. Esa sumatoria de esa carga repetitiva hace que en algún momento se produzca la fractura”, explica Gimena. ¿Y de dónde viene lo catastrófico? De lo que viene después.

“Las fracturas catastróficas, por definición, son fracturas en las que es imposible una reparación. A diferencia de lo que pasa en otras especies, los caballos son muy propensos a infecciones. Entonces, no te diría que siempre, pero en general las fracturas expuestas en caballos llevan a que se les tenga que practicar la eutanasia, ya que por esa propensión a las infecciones, en la mayoría de los casos que se intenta un tratamiento, el animal termina muriendo o siendo eutanasido”, dice.

En los 12 años estudiados, se produjeron 44 muertes por fractura catastrófica. Si bien 11 se registraron en carreras cortas y 33 en carreras largas, dado que corren más caballos en estás últimas, en porcentajes la incidencia es bastante similar en ambas competencias (34% de las muertes totales en las carreras cortas y 49% en el caso de las largas).

Mientras que en las carreras cortas las facturas catastróficas fueron la segunda causa de muerte más frecuente (siguiendo a la muerte súbita), en las largas fueron la primera, seguidas muy de cerca por las metabólicas (45% del total).

La muerte incomoda... y se oculta

En el trabajo señalan que, “en comparación con las carreras de enduro de la Federación Ecuestre Internacional”, en el Raid Hípico Uruguayo se registran “velocidades más altas, mayor carga de peso, menos etapas, una menor proporción de caballos que terminan la carrera y una mayor tasa de mortalidad”, por lo que afirman que, según sus datos, “el Raid Hípico Uruguayo es probablemente uno de los eventos más exigentes para los caballos”. El asunto es que a veces las comparaciones no son odiosas sino... hipócritas.

“Sea en la actividad que sea es como un cuco hablar de causas de muerte en caballos, buscás información y no hay”, comenta Gimena, que dice que está al tanto de que en competencias de enduro en Emiratos Árabes mueren caballos, pero que eso no se reporta.

“Creo que hay mucha hipocresía con las cifras, pero en un trabajo científico uno no puede poner que fulano o sultano le contó que en tal parte del mundo mueren tantos caballos. Uno debe manejarse con referencias, datos publicados, información de calidad. Con base en lo que conozco tengo claro que en otras competencias se registran tantas o más muertes que en el Raid Hípico Uruguayo, pero no es algo que pueda poner en un paper. Es una pena que nadie lo reporte”, sigue Gimena.

Su trabajo no esquiva el tema. Reporta que 5,9 de cada 1.000 caballos que largan el Raid Hípico Uruguayo mueren. “Por otro lado, si vos ves en proporción, en el año tenés que mueren 0,8% de los caballos que participan en los raid cortos y 0,5% en los largos. No llega a un 1%, en proporción es poco. Aun así, esa cifra, de 5,9 muertes cada 1.000, me llamó un poco la atención porque es alta expresada así”, señala.

“De todas formas, el ideal sería que en los raid hípicos uruguayos hubiese cero muerte. Tanto los veterinarios como la federación deseamos eso. Mi función como veterinaria es siempre salvaguardar la vida del animal y tratar de bregar por su salud. Ese objetivo también lo tiene la federación”, apunta Gimena.

“Es un poco una relación de sentimientos encontrados. Me gusta el deporte, pero por otro me apenan ciertas situaciones”, sostiene. Y en eso está. “Tras esta caracterización de lo que sucede, sigo avanzando en mi investigación para ver en qué puedo ayudar para que los caballos tengan mejor performance y se baje la mortalidad y morbilidad”, dice Gimena.

“Este 5,9 por 1.000 implica poner en números algo que en realidad ya sabemos. Vamos a seguir trabajando y tomando medidas”, augura y señala que año a año se va cambiando el reglamento.

Por ejemplo, en diciembre de 2022, se agregó al artículo 1, que es el que define al raid, que, entre sus finalidades, además de “despertar en el jinete el amor y el respeto por su caballo”, está la de “bregar por el bienestar animal general de los equinos”. También se agregó al artículo que establece penas que “se considerarán incluidas entre las inconductas deportivas aquellas que afecten el bienestar integral del animal, ya sea físico o emocional”. Aunque sea una actividad con mucha tradición, hay cambios.

“Este año van sólo dos muertes. Se registró una por muerte súbita y otra por fractura catastrófica. Si no recuerdo mal, por causa metabólica no ha habido”, dice Gimena. Tal vez en ello tenga que ver el cambio reglamentario de 2019 de que los caballos de menos de cinco años no puedan participar. El asunto es que ahora tenemos una cifra, un número. 5,9 por cada 1.000. No nos gusta. Conociéndola, tenemos todo para disminuirla a su mínima expresión.

Artículo: “Characterization of Raid Hípico Uruguayo competencies by ride type: causes of death and risk factors”.
Publicación: Animals (mayo de 2023).
Autores: Gimena Brito, Juan Pablo Damián, Gonzalo Suárez, Gretel Ruprechter y Pablo Trigo.