Uno de mis pasatiempos favoritos cuando me encuentro con una bióloga o biólogo que estudia determinada especie o grupo de animales es preguntarle cuántos individuos estima que hay en nuestro país. Se trate de gatos margay, zorros de monte o de campo, mulitas, sapitos de Darwin, arañas lobo, murciélagos o lo que fuera, la respuesta que obtengo por lo general son unos hombros que se elevan y unas ganas de tener un dato estimado tanto o más grandes que las mías. Hay, claro, algunas contadas excepciones, como las de los lobos y leones marinos, que se aglutinan en la temporada reproductiva en determinadas islas, los delfines, gracias al maravilloso y paciente trabajo de identificarlos por sus aletas, y los venados de campo, que viven en dos sitios bien definidos de Salto y Rocha.
Cuando hace poco un grupo de investigadores estimó que 58% de la biomasa de los mamíferos correspondía a especies domesticadas, 36% al ser humano y apenas 5,6% a animales silvestres no sólo se generó sorpresa por el triste resultado, sino porque no somos pocas las personas que disfrutamos de estas estimaciones así como de lo que pueden ayudarnos a conocer el mundo que nos rodea.
En estos días volvió a publicarse un artículo que intenta ponerles números a los organismos vivos de este planeta. En este caso, a los que viven bajo tierra. Titulado algo así como Enumerando la biodiversidad del suelo, el trabajo firmado por Mark Anthony, Franz Bender y Marcel van der Heijden, de la Unidad de Interacciones Planta-Suelo de la División de Investigación de Agroecología y Ambiente del Centro de Investigación Agroscope de Suiza, tiene todo para cautivar a quienes se hacen este tipo de preguntas. Vayamos a él.
Con los pies en lo que importa
¿Por qué intentar estimar qué porcentajes de las especies que viven en la Tierra lo hacen bajo el suelo? “Los organismos del suelo median funciones únicas de las que dependemos para la alimentación, la fibra y la salud humana y planetaria”, sostienen. Y dado que dicen que “a pesar de la importancia de la vida del suelo, carecemos de una estimación cuantitativa de su biodiversidad”, y que eso es algo que “dificulta defender la importancia de proteger, preservar y restaurar la vida del suelo”, no tuvieron más remedio que levantarse las mangas y trabajar para proporcionar esta estimación.
El asunto no era sencillo. “‘¿Cuántas especies de la Tierra viven en el suelo?’. Como muchas preguntas simples, es una de las más difíciles de responder”, reconocen en su trabajo. Para intentar dar una respuesta, los tres autores revisaron la literatura científica sobre “predicciones de especies globales para identificar las estimaciones inferiores, centrales y superiores de la riqueza de especies global y específica del suelo en la Tierra”.
Los escollos fueron varios, desde la propia definición de qué es una especie, algo que en algunas ocasiones en más sencillo de definir cuando se habla de vertebrados pero que se empieza a hacer más borroso al referirse a bacterias, o más aún, a virus, hasta las diversas fuentes (motivo que los llevó a hacer estimaciones en los tres escenarios, las bajas, las centrales y las superiores). Como los extremos pueden ser peligrosos, señalan que, de las tres, la central, “por lo general, es la estimación de riqueza más rigurosa en varios estudios o se basa en el estudio más completo hasta la fecha”.
También definen como especies que viven en el suelo a “aquellas que viven dentro, sobre (por ejemplo, insectos que se alimentan en la superficie del suelo), o que completan cualquier parte de su ciclo de vida en el suelo (por ejemplo, organismos con una etapa de pupa inactiva en el suelo o semillas de plantas que germinan en el suelo) o en los tejidos de simbiontes que habitan en el suelo (por ejemplo, parásitos microbianos de animales del suelo). Mantenemos una definición amplia porque estos organismos dependen del suelo para crecer, competir y completar su ciclo de vida”. Asimismo definen por suelo a “los gases, sólidos y agua contenidos dentro de la superficie terrestre suelta que cubre la corteza superior de la Tierra”.
Sin querer engañar a nadie, dejan claro que “el estado actual de la investigación sobre la biodiversidad del suelo es altamente fragmentado y especulativo”, por lo que “las estimaciones proporcionadas aquí son un intento inicial de unir esfuerzos dispares y resaltar las brechas de conocimiento clave para el futuro”. Así que con todo esto en la mochila, vayamos a ver qué encontraron.
Bajo el suelo y arriba de la biodiversidad
El trabajo abarca tanto a seres vivos macroscópicos como microscópicos. Dentro de los macroscópicos, señalan que los artrópodos son el grupo más diverso de la Tierra, con estimaciones que van desde los 1,4 millones de especies a los 30 millones. Más allá de esa gran diferencia, estiman que 30,4% de todas esas especies de artrópodos viven en el suelo (siendo la estimación central la de siete millones de especies). Dentro de los artrópodos, los isópteros, donde se encuentran por ejemplo las termitas, se destacan: 84% de las especies de isópteros viven en el suelo. Entre los anélidos, sus estimaciones arrojan que 98,6% de los enquitréidos y 63% de los oligoquetos viven en el suelo. Estos números contrastan con los de los mamíferos y moluscos. De los mamíferos sus estimaciones arrojan que apenas 3,8% de las especies viven en el suelo, mientras que en el caso de los moluscos lo hace 20,4%. “Ninguno de estos resultados es sorprendente, ya que las formas de vida de mamíferos y moluscos han evolucionado principalmente para vivir en la superficie y en los océanos, respectivamente”, comentan en su trabajo.
En el caso de las plantas tampoco sorprende que estimen que de los 5,37 millones de especies que se calcula hay en el planeta, 85% viven en el suelo (sacan de allí a las epifitas y las acuáticas, entre otras). En el caso de los nemátodos, de los que la estimación central que manejan establece que hay alrededor de un millón de especies, sostienen que 43% vive en el suelo.
En el caso de los protistas, eucariotas microscópicos “que no pertenecen ni al reino Animal, Fungi ni de las Plantas”, estiman que entre 24.000 y 83.000 especies viven en el suelo, lo que les da cerca de 41% del total de especies. En el caso de los hongos, las cosas se elevan notoriamente: estiman que 90% de las especies viven en el suelo, lo que implica algo así como 5,6 millones de especies. “La diversidad de hongos del suelo es, por lo tanto, una de las más altas en comparación con la diversidad global entre todos los grupos de vida en la Tierra”, afirman. En el caso de las bacterias las cosas son más complicadas, pero aun así estimaron que entre 22% y 89% de ellas viven en el suelo, con una estimación central de 43%, algo así como 430 millones de especies.
Por tanto sostienen que su “estimación de que un promedio del 58,5% de la vida habita en el suelo proporciona una enumeración asombrosa del valor de conservar la biodiversidad del suelo”, lo que enfatiza “la necesidad de orquestar esfuerzos deliberados de muestreo de suelo hacia áreas que aún no han sido capturadas por las observaciones existentes o las condiciones ambientales”, y agregan que ese esfuerzo “no debe detenerse con los microorganismos”. Reconocen que sus predicciones de la proporción de especies en el suelo “probablemente estén subestimadas para muchos grupos porque le hemos prestado más atención a la vida sobre el suelo que al que está en él. Pues bien, según estas estimaciones, le venimos dando la espalda a más de la mitad de las especies vivas de este planeta.
Artículo: Enumerating soil biodiversity
Publicación: Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) (agosto de 2023)
Autores: Mark Anthony, Franz Bender y Marcel van der Heijden.