No es como ir a la Luna, pero casi. Ir al continente antártico requiere de mucha planificación, no sólo por las condiciones propias de la Antártida sino porque es uno de los pocos lugares del planeta -si no el único- donde las naciones acordaron qué se puede y qué no se puede hacer allí. Gracias a este acuerdo, denominado Tratado Antártico, firmado en 1959 con vigencia hasta 2048, los países que deseen tener bases en el continente blanco deberán realizar investigación científica, cooperar internacionalmente y abstenerse de cumplir con cualquier fin que no sea pacífico. Rigurosos controles y protocolos obligan a los países a velar por sus residuos, tener bases lo más autosustentables y verdes posibles y las actividades comerciales o de explotación están reducidas a su mínima expresión.

Con todas estas regulaciones, uno no puede simplemente tirarse hasta la Antártida y confiar que allí comprará los alimentos e insumos que vaya a necesitar en su campaña antártica (muchos países, como Uruguay, realizan sus campañas de investigación durante el verano, siendo la dotación permanente durante el resto del año muy reducida y 100% militar). De cierta manera, es como irse de camping a un lugar remoto. Lo que no llevemos, no tendremos forma de conseguirlo. Para colmo, la vida allí está puesta a prueba. Y los espacios en las bodegas de los aviones o en los barcos obligan a contar con una logística minuciosa y pensada (hay que calcular hasta el espacio y peso correspondiente de la basura y desechos sanitarios generados que no pueden ser dejados allá).

A todo esto hay que agregar que la actividad científica requiere además su propia planificación. Si se van a obtener muestras, no sólo hay que llevar los equipos necesarios para ello -cuántos, con qué peso, cuántas personas se necesitan para el muestreo-, sino contar además con un diseño de muestreo que permita luego sacar información válida como para hacer caer o sostener una hipótesis de trabajo. Si cada equipo de investigación debe hacer ese trabajo, luego está la ardua labor de coordinar las agendas, requerimientos y necesidades de cada equipo de investigación para que entre diciembre y febrero se pueda hacer la ciencia de la mejor calidad posible. Por todo ello, investigadores, investigadoras y el personal del Instituto Antártico se encuentran hoy en plena tarea de delinear cómo se llevará a cabo la campaña Antártica 2023-2024. Y entonces, a ese juego delicado se suma este año un nuevo actor a complicar las cosas: la panzootia de gripe aviar que azota a varias partes del mundo, y en particular, a América del Sur, afectando a decenas de especies de aves y mamíferos.

Si bien la gripe aviar, especialmente la cepa de gripe aviar H5N1, altamente patogénica del clado genético 2.3.4.4b, aún no ha llegado a la Antártida -y tampoco partes de Oceanía por ahora-, todo hace prever, como indica un reciente reporte de la Red de Salud de la Vida Silvestre Antártica del Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR en inglés), que dada la situación de la gripe aviar en sur de Sudamérica, su llegada para este verano es más que probable. Veamos un poco el panorama.

Cuando las aves sudamericanas se resfrían, la Antártida estornuda

“Desde octubre de 2021, el mundo se enfrenta a una panzootia global sin precedentes causada por la influenza aviar de alta patogenicidad H5N1 clado 2.3.4.4b” afirma el reporte Evaluación del riesgo biológico de la influenza aviar altamente patógena en el Océano Austral, publicado por un grupo de investigadores del ya mencionado Comité Científico de Investigación Antártica, recordando que desde entonces “millones de aves murieron en todo el hemisferio norte, las Américas y el sur de África, siendo Australia, Nueva Zelanda y la Antártida las únicas áreas libres de HPAI H5N1 en agosto de 2023”.

Tras la llegada en 2021 del virus a Canadá, afectando primero a las gaviotas Larus marinus, durante 2022 se propagó por toda la vía atlántica a Estados Unidos. En julio de 2022, comunica el informe, “se produjeron brotes importantes en la fauna silvestre del hemisferio norte, afectando especialmente a aves marinas. Pero la cosa, como bien sabemos, no se quedó por allí. En octubre de 2002 el virus llegó a América Central. Y una vez más, tampoco se quedó allí.

Los primeros casos en el continente sudamericano se reportaron en ese mismo octubre de 2022, como bien reporta el trabajo Propagación del virus de influenza aviar de alta patogenicidad (H5N1) del clado 2.3.4.4b a Uruguay, publicado hace pocos días y con la firma de Ana Marandino, Gonzalo Tomás, Yanina Panzera y Ruben Pérez, de la Sección Genética Evolutiva del Instituto de Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, Carmen Leizagoyen, de la Dirección Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Dinabise) del Ministerio de Ambiente, y Ramiro Pérez, Lucía Bassetti, Raúl Negro y Sirley Rodríguez, de los Laboratorios Veterinarios de la Dirección General de Servicios Ganaderos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP). Ese primer registro en Sudamérica se dio en el departamento de Chocó, en Colombia, en el mar del Caribe del océano Atlántico.

Al caso de Chocó, en Colombia, “le siguieron brotes en Perú, Venezuela y Ecuador (noviembre de 2022), Chile (diciembre de 2022), Bolivia (enero de 2023), Argentina y Uruguay (febrero de 2023) y Paraguay y Brasil (mayo de 2022)” reportan los investigadores de Facultad de Ciencias y sus colegas. Justamente el objetivo del trabajo de nuestros compatriotas era determinar la procedencia del virus que había llegado a nuestro país. Como dicen en su artículo, “según el patrón de propagación, la detección inicial en Colombia puede haber ocurrido dentro de la ruta migratoria del Atlántico, pero el virus finalmente se propagó por toda América del Sur a través de la ruta migratoria del Pacífico”.

El reporte del Comité Científico Antártico agrega que desde su llegada a Sudamérica, en octubre de 2022, “el virus se propagó rápidamente hacia el sur a lo largo de la costa del Pacífico de América del Sur, afectando particularmente a Perú y Chile”, y destaca que “viajó más de 6.000 km en sólo tres meses”, llegando finalmente “al extremo sur de Tierra del Fuego”. Esta rápida expansión tuvo sus consecuencias: “desde su llegada a América del Sur, más de 500.000 aves marinas han muerto debido a la H5N1 de alta patogenicidad, siendo los pelícanos, piqueros, cormoranes y pingüinos las más afectadas”.

Pero como bien sabemos en nuestro país, tras el reporte de siete lobos marinos con la gripe aviar al inicio de este mes de setiembre, no solo las aves silvestres y de cría se vieron afectadas. “Su llegada a América del Sur también provocó los primeros brotes significativos en mamíferos marinos: aproximadamente 20.000 leones marinos sudamericanos (Otaria flavescens) murieron sólo en Perú y Chile” reporta el Comité Científico Antártico, agregando que “en agosto de 2023, se observaron más mortalidades de leones marinos en la costa atlántica de Argentina, con casos detectados desde Tierra del Fuego hasta el norte, hasta las costas de Buenos Aires”. Y al respecto señalan que “esta expansión más reciente hacia el norte por la costa atlántica ha cubierto más de 2.500 km en sólo un par de semanas”. Agreguen los más de 600 kilómetros de costa de Uruguay a esa suma, porque ya a principios de setiembre se reportaron lobos marinos con gripe aviar en Montevideo, Canelones, Maldonado y Rocha (aquí tenemos dos especies de lobos marinos, los Otaria flavescens, al que comúnmente se le dice lobo marino de un pelo o león marino, y los más pequeños de la especie Arctocephalus australis, conocido como lobo de dos pelos o lobo fino).

“La llegada de H5N1 de alta patogenicidad a Tierra del Fuego y el creciente número de casos en las principales colonias de lobos marinos de la costa argentina aumentan significativamente el riesgo de que H5N1 de alta patogenicidad llegue a la Península Subantártica y Antártica durante la primavera y el verano australes de 2023/24” señala entonces el reporte del Comité Científico de Investigación Antártica. Ya iremos a la Antártida, pero antes, repasemos otros datos interesantes reportados en el trabajo de los investigadores de Facultad de Ciencias y de los ministerios de Ambiente y de Ganadería, Agricultura y Pesca.

La gripe aviar en Uruguay

A mediados de febrero de 2023 el MGAP decretó la emergencia sanitaria tras los primeros casos de influenza aviar en el país. Como señala el artículo de nuestros investigadores, “el primer caso de gripe aviar de alta patogenicidad H5N1 en Uruguay se reportó en laguna Garzón, laguna costera que forma parte de un vasto sistema de aguas marinas en la costa atlántica del Cono Sur”. ¿Las primeras víctimas? Los cisnes de cuello negro (Cygnus melancoryphus), una especie que es prioritaria para la conservación en nuestro país.

Con el primer caso reportado el 13 de febrero, antes de que terminara el mes ya se habían reportado más de 100 ejemplares que habrían muerto por esa causa, lo que implicaba cerca del 10% de la población de esos animales en dicha laguna rochense. Las aves que desarrollan síntomas no la pasaron nada bien: van desde el debilitamiento y los problemas de locomoción hasta trastornos neurológicos que las hacen marchar en círculo, inclinar la cabeza y demás. Y luego, la muerte. Por otro lado, para hacer la cosas más complejas, como ya sabemos por la covid-19, hay aves que son portadoras del virus asintomáticas.

¿Cómo llegó el virus a nuestro país? Tras analizar genomas completos de virus de gripe aviar de alta patogenicidad en 12 aves silvestres (dos cisnes de cuello negro, uno de laguna Garzón y otro de Solymar) y de aves de traspatio (nueve gallinas y un pato de Tacuarembó, San José y Montevideo) que fallecieron entre febrero y mayo de 2023 y compararlas con secuencias reportadas en otros países, los investigadores liderados por Ana Marandino y Ruben Pérez de Facultad de Ciencias, reportan que “la similitud de las cepas uruguayas con los virus argentinos y chilenos indica que el virus llegó siguiendo la ruta migratoria inicial del Pacífico y luego se propagó a Uruguay”.

En el mismo trabajo también señalan que a nuestro país “no llegan aves que migran por la ruta migratoria del Pacífico, y el virus necesita ser transportado a través de los Andes para ingresar a Uruguay”. ¿A quiénes poner en el banco de los inocentes acusados? “Esta invasión andina pudo haber sido mediada por varias especies de aves de las lagunas de altura, entre ellas los gansos andinos (Chloephaga melanoptera) y el flamenco austral, Phoenicopterus chilensis, visitante de Uruguay en las lagunas costeras” sostienen, indicando que “el virus pudo haber ingresado a Uruguay a través de los sistemas fluviales, lagunares y humedales que conectan a los ríos Pilcomayo, Bermejo y Salado del Norte”.

“Por su estrecha relación filogenética, es probable que los casos de infección de cisnes en el departamento de Rocha en febrero de 2023 y en el departamento de Canelones un mes después fueran de origen argentino” señala el artículo, agregando que “estos cisnes o aves acuáticas convivientes podrían haber transmitido posteriormente (mayo de 2023) el virus a aves de traspatio en el departamento de Rocha”. Sin embargo para los casos de aves de traspatio de Tacuarembó, Montevideo y San José, sostiene el trabajo que “podrían tener un origen diferente al de las cepas chilenas”, aunque “lamentablemente no existen otras secuencias de otras regiones de Argentina que sustenten esta hipótesis”.

Sobre cómo el virus saltó a nuestros lobos marinos aún no tenemos información, aunque seguramente el mismo equipo pueda trabajar en ello de acceder a muestras de lobos infectados.

Cabe destacar aquí que, a excepción de otros desastres que le suceden a la fauna, aquí los seres humanos parecemos ser bastante inocentes. Tal vez lo seamos del paso de este virus hacia poblaciones silvestres en la década de 1990, pero lo cierto es que el virus se propaga en animales silvestres que, como vuelan y migran, desperdigan el virus por todo el continente con la velocidad que ya vimos. Es decir, no hay nada que hubiéramos podido hacer para que los flamencos o quien quiera que haya llegado de zonas de Chile o Argentina con el virus no entrara en contacto con otras aves, como parece haber sido el caso con los cisnes de cuello negro. No hay personas que hayan ido a una celebración en la isla de Lobos llevando una gallina que sabía estaba infectada. Como tantos virus que circulan por el planeta, las distintas especies deberán vencerlo como se hizo siempre hasta la llegada de las vacunas, es decir, apelando a sus sistemas inmunológicos. El precio, ya lo sabemos, es una alta cantidad de vidas truncadas.

Ahora sí, volvamos a la Antártida.

Lobo marino con probable gripe aviar en Rocha, setiembre de 2023.

Lobo marino con probable gripe aviar en Rocha, setiembre de 2023.

Foto: Leo Lagos

¿Podrá evitar la Antártida el ingreso de la gripe aviar?

En este 2023 el virus de la gripe aviar de alta patogenicidad se reportó en Chile afectando a poblaciones de pingüinos de Humboldt (Spheniscus humboldti) y de Magallanes (_Spheniscus magellanicus _, que también llegan a las costas de nuestro país). 3.157 de los primeros y 460 de los segundos fallecieron por esta gripe solo en Perú y Chile entre 2022 y 2023 según el reporte del Comité Científico de Investigación Antártica. En Perú murieron, hasta agosto de este año, poco más de 9.300 leones marinos.

El reporte señala que “los casos en los leones marinos de América del Sur en la costa argentina comenzaron en agosto de 2023”, con casos detectados en Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Mar del Plata y Buenos Aires. No mencionan a Uruguay, pero dan sí un dato importante: “esta reciente mortalidad de lobos marinos en Argentina no se ha asociado con una mortalidad significativa de aves marinas, lo que plantea la posibilidad de que la transmisión directa entre lobos marinos haya jugado un papel central en la propagación”.

Sobre las vías de contagio, el reporte señala que la propagación viral “ocurre tanto por las secreciones fecales (cloacales) como respiratorias (orofaríngeas), lo que sugiere varias rutas de transmisión”. Al respecto, señalan que “si bien la ruta fecal-oral se considera más importante para la transmisión” de las cepas de baja patogenicidad de este virus, “la evidencia reciente sugiere que la diseminación viral oral podría desempeñar un papel central en la transmisión de las cepas de alta patogenicidad 2.3.4.4b entre aves marinas”. Y allí hay un hecho relevante que explica por qué este virus se propaga en algunas especies y en otras no: las más afectadas son las que viven en colonias de cierta densidad y que encima tienen costumbres migratorias o que comparten hábitat con especies que las tienen.

Al respecto, dicen que “las aves marinas y pinnípedos que anidan en colonias podrían correr un mayor riesgo de propagación de enfermedades debido a la proximidad de individuos y nidos durante un largo período de tiempo durante la temporada de reproducción, lo que aumentará las tasas de contacto directo entre individuos y/o aumentará el contacto directo con heces y agua infectadas”.

El reporte del Comité Científico de Investigación Antártica señala entonces cuáles serían las vías esperadas de llegada del virus de la gripe aviar a la Antártida y regiones adyacentes, considerando que la más alta estará dada por la “vía directa desde Sudamérica (Tierra del Fuego o Patagonia) a través de las aves”, siendo las especies candidatas para este triste privilegio las gaviotas cocineras, el skúa pardo, el petrel gigante del sur, la vaina blanca, todas aves acuáticas y playeras”. Como una posibilidad media consideran el ingreso a través de pinnípedos de América del Sur, entre ellos los lobos marinos antárticos, los elefantes marinos del sur y las focas leopardo.

El reporte luego aborda cuáles son las zonas de la Antártida donde esta primavera y verano la gripe aviar es más factible que arribe. Para ello toman en cuenta factores como la proximidad a otras grandes masas continentales y en particular si esas zonas tienen o no brotes del virus, si hay aves susceptibles de ser huéspedes de este virus, si la presencia humana en la zona antártica es permanente o no y demás. Y atención: al hacer esa evaluación, el trabajo afirma que las regiones más vulnerables al ingreso del virus “son las islas subantárticas entre el extremo sur de América del Sur y la Península Antártica, siendo las Malvinas las que corren mayor riesgo” ¡La Base Científica Antártica Artigas se encuentra en el extremo más hacia Sudamérica de la Península Antártica!

De esta manera, el informe sostiene que “aunque la Península Antártica y las islas subantárticas cercanas corren un alto riesgo de influenza aviar de alta patogenicidad este verano austral, las actividades normales de investigación pueden continuar”, siempre y cuando adopten una serie de medidas “básicas de bioseguridad en todos los ámbitos al visitar/trabajar en las colonias, incluido el uso de máscaras N95, gafas protectoras (o gafas de sol) y guantes, lavado y desinfección de botas y ropa después del trabajo de campo”, procedan además a hacer “evaluación de las colonias para detectar signos de animales enfermos o cantidades inusuales de cadáveres en la zona antes de entrar y comenzar el trabajo de campo/actividad turística”, recomendando que “si hay signos de posible actividad de influenza aviar de alta patogenicidad, interrumpir la manipulación de los animales, pero continuar con el seguimiento a distancia (por ejemplo, recuentos con binoculares/cámaras/drones)” y que se notifique “a los expertos en enfermedades y a las autoridades del Programa Nacional Antártico y o a la Asociación Internacional de Operadores Turísticos Antárticos”.

¿Cómo se prepara Uruguay para esta campaña antártica?

Lejos de esperar de brazos cruzados a que el problema estalle, en el Instituto Antártico Uruguayo (IAU) el problema ya está siendo abordado y está circulando un borrador que plantea el problema y se resean las medidas que están en el reporte del Comité Científico de Investigación Antártica.

“El IAU, después de la última reunión consultiva del tratado, conformó una serie de grupos de trabajo integrados por personal del instituto, personal de otras instituciones públicas que están vinculados a los temas, e investigadores vinculados a la actividad antártica con proyectos en marcha” cuenta Álvaro Soutullo, que lidera un proyecto de investigación a desarrollarse en la próxima campaña antártica. “Uno de esos grupos es el de Gripe Aviar, y ahí están participando algunos funcionarios del instituto, jefes de proyectos científicos -Juan Cristina, Ana Laura Machado y yo-, y Carmen Leizagoyen, del Ministerio de Ambiente” comenta. La idea es llegar a confeccionar un protocolo de acción ante el casi probable escenario de que esta primavera y verano antártico la gripe aviar cante presente en la isla Rey Jorge, donde está nuestra base.

“Lo que está haciendo el IAU es prever eso, y para eso armó el grupo de trabajo, y está armando el protocolo de medidas a desplegar para minimizar riesgos para todo el personal, no sólo para los científicos, ni sólo para los que trabajamos con aves específicamente” comenta Álvaro. Pero algo es claro: “La campaña se mantiene, más allá de que luego cada uno de los proyectos pensará más en detalle procedimientos específicos de acuerdo a sus necesidades y particularidades” agrega. Su caso es uno de los más complicados, ya que tanto él como Ana Laura Machado trabajan en proyectos que estudian la ecología de algunas de las especies de pingüinos de las colonias cercanas a la base.

Álvaro Soutullo muestreando pingüinos en la Antártida.
Foto: Ana Laura Machado

Álvaro Soutullo muestreando pingüinos en la Antártida. Foto: Ana Laura Machado

Si bien, por ejemplo, al llegar la gripe aviar al Área Protegida Laguna Garzón no se suspendieron las visitas ni las actividades que allí se desarrollan, la Antártida presenta problemas adicionales. “En la Antártida si tenés una complicación médica es mucho más grave, porque estás en un lugar remoto del mundo. Por otro lado, tenés colonias menos expuestas a este tipo de cosas, o sea que son potencialmente más frágiles, y aparte están expuestas a una serie de condicionantes adicionales de presión”, problematiza Álvaro, señalando entonces la necesidad de ser extremadamente precavidos por partida doble. “Por ejemplo, una de las especies de pingüinos con las que estamos trabajando, los pingüinos de Adelaida, viene disminuyendo su población y esto puede ser un golpe bastante significativo para las colonias de la zona” comenta.

“Las medidas de seguridad hay que tomarlas igual, hay que asumir que hay gripe aviar, entonces trabajar como si los animales la tuvieran. Y en el caso de brotes, cerrar la actividad en esa zona y no trabajar más allí. Pero si no hay gripe aviar evidente, mientras tanto, las medidas de protección son esencialmente las mismas que si hubiera bichos infectados: tapabocas, guantes, tirar los guantes en una bolsita y ver cómo se incineran, cuando llegás a la base cambiarse completamente y desinfectar todo. Eso va a tener que hacerse independientemente de que haya brotes o no, porque tampoco está claro cuánto tardan los bichos en ser sintomáticos, y cosas así”, resume Álvaro.

“La discusión grande que tenemos es qué hacemos en el caso de brotes. Si vemos pingüinos muertos, tenemos que decidir qué hacemos, si nos vamos a poner los mamelucos de virología y vamos a sacar muestras para analizar y contribuir al conocimiento global sobre esta epidemia, o no. Eso es lo que aún no está resuelto”, comenta.

Cualquiera sea el caso, la campaña 2022-2023 será distinta. “Esto le agrega una complejidad adicional a la campaña. Una cosa es una campaña con gripe aviar donde tenemos que extremar los cuidados, y en eso se está trabajando, y otra cosa es una campaña con gripe aviar donde además nos convertimos en un centro de procesamiento de muestras para verificar si los potenciales brotes efectivamente son de gripe aviar. Eso le agrega un tercer nivel de complejidad, de bioseguridad, de manejo de las cosas, de uso de los laboratorios. Ese tema no está resuelto. Y eso es lo que de acá, supongo, un mes van a tener que resolver”, puntualiza Álvaro.

La gripe aviar entonces es probable que llegue a la Antártida este año. Investigadores, personal del IAU y de ministerios está pensando el asunto. Sería fantástico si no los dejáramos solos.

Reporte: Biological Risk Assessment of Highly Pathogenic Avian Influenza in the Southern Ocean
Publicación: SCAR Antarctic Wildlife Health Network (AWHN) (setiembre de 2023)
Autores: Meagan Dewar1, Ralph Vanstreels, Thierry Boulinier, Craig Cary, Augustin Clessin, Amandine Gamble, Rachael Gray, Wray Grimaldi, Tom Hart, Virginia Morandini, Soledad Leonardi, Marcela Uhart, Jane Younger y Michelle Wille

Artículo: Spreading of the High-Pathogenicity Avian Influenza (H5N1) Virus of Clade 2.3.4.4b into Uruguay
Publicación: Viruses (setiembre de 2023)
Autores: Ana Marandino, Gonzalo Tomás, Yanina Panzera, Carmen Leizagoyen, Ramiro Pérez, Lucía Bassetti, Raúl Negro, Sirley Rodríguez y Ruben Pérez.