Imaginemos que estás a punto de hacer un viaje extraordinario, que te obligará a cruzar el planeta entero de norte a sur. Si te agota sólo pensarlo, tené en cuenta dos factores que dan un carácter aún más épico a tu odisea: no tenés ninguna tecnología a tu alcance y pesás aproximadamente 60 gramos.

El lugar de partida es el círculo polar ártico, donde tu especie nace y se reproduce. ¿La fecha? Mediados de agosto, cuando el verano boreal comienza a perder fuerza y el frío amenaza tu supervivencia. Para completar tu viaje a zonas más cálidas, donde encontrarás alimento en abundancia, vas a tener que cruzar las planicies enormes de Canadá y Estados Unidos hasta llegar a tu primera escala importante.

El viaje es exigente y está lleno de peligros. Hay aves rapaces que acechan, desastres climáticos que complican el vuelo, zonas en las que es imposible detenerse. Hasta hace no tanto tiempo, además, tu especie era cazada en forma tan sistemática que experimentó un declive severo. Ahora los problemas son otros. Grandes extensiones de tierra que te servían como hábitat para descanso y alimentación han desaparecido, sustituidas por ambientes artificiales. Pero volvamos a la primera escala de tu periplo: la llanura costera de Texas, en el golfo de México, Estados Unidos.

Esta escala es muy relevante porque luego te esperan unos 4.000 kilómetros de vuelo sin la posibilidad de hacer paradas. Es el momento de descansar y reponer combustible para seguir viaje, lo que en tu caso significa recuperar las reservas de grasa perdidas. Para eso comés vorazmente invertebrados en los pastizales cortos de la llanura tejana hasta que subís notablemente de peso. Vas bien. Estás casi a medio camino, pero queda aún lo más duro.

El viaje del héroe

Luego de cruzar el golfo de México, entrás en el continente sudamericano a través de la Amazonia. Volás sobre los espectaculares ríos amazónicos hasta llegar a la siguiente parada clave: las sabanas del Beni, en Bolivia. Pero hay problemas, sobre todo si te tocó hacer esta travesía en 2024. Incendios. El fuego consume parte de la región en la que deberías descansar y alimentarte durante algunos días, ya de por sí complicada por las quemas y el avance de especies vegetales invasoras en las últimas décadas.

Pese a eso, es hora de seguir viaje. Deberías pasar por la bahía de Asunción en Paraguay, un área importante para las aves migratorias, pero el dragado de arena para la construcción de una costanera acabó con casi todo el hábitat disponible allí. Te las arreglás en los pocos sitios adecuados que encontrás y tu viaje de casi 16.000 kilómetros se aproxima a su fin. Al menos por ahora. Setiembre ya llegó y te dispersás en los pastizales costeros de Brasil, Argentina y Uruguay, áreas no reproductivas de tu especie en las que vas a pasar varios meses alimentándote en un clima benigno.

Es importante que comas bien y que recuperes energías, porque cuando comience marzo, aproximadamente, llegará la hora de hacer el camino inverso rumbo al norte para que puedas reproducirte en los alrededores del círculo polar ártico. Y así por el resto de tu vida, persiguiendo a la primavera y el verano en el globo.

Ese viaje, que escrito sobre papel parece ya agotador, es el que realiza todos los años el playerito canela (Calidris subruficollis), un ave migratoria de aspecto engañosamente delicado que enfrenta varios desafíos para llegar a nuestro país.

Cientos de miles de ellos, probablemente millones, seguían haciendo este viaje a fines del siglo XIX, pero para 1920 ya habían sido empujados al borde de la extinción por la caza masiva y la pérdida de hábitat. Aunque se tomaron medidas de conservación, su tendencia poblacional está hoy en baja, al punto que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza estima que quedan sólo unos 56.000 ejemplares adultos.

Como su viaje es tan exigente y largo, conservar la especie requiere entender lo mejor posible cuáles son los sitios que utiliza durante las paradas más importantes de su migración, saber en qué estado se encuentran y protegerlos. Eso es exactamente lo que hace un artículo reciente, firmado por Tara Lafabrêgue y Bart Ballard, de la Universdad Texas A&M de Estados Unidos, Lee Tibbitts, del Centro de Ciencia de Alaska, y Richard Lanctot, del Programa de Aves Migratorias del Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de Estados Unidos.

En él, contaron con colaboración uruguaya para entender cómo usa el playerito canela los hábitats de las planicies de Texas y, por tanto, cuáles son los riesgos que enfrentan, una excusa perfecta para indagar qué sabemos sobre lo que hacen estos playeritos carismáticos en nuestro país y qué rol nos toca en su conservación.

Ya no estamos en Kansas

Los investigadores estadounidenses querían comprender con precisión cómo usa esta especie las llanuras de Texas porque sospechaban que la disponibilidad de hábitat en esta región, fundamental para su migración, podía estar jugando un papel importante en el declive de la especie.

Para eso, capturaron a varios playeritos canela, les colocaron rastreadores GPS y analizaron lo que hacían durante su estadía allí.

Con el objetivo de contar con la mayor muestra posible de ejemplares, apelaron a los esfuerzos de equipos de otros países, que también han capturado individuos para colocarles rastreadores GPS. Como los playeritos hacen casi siempre una parada en Texas como parte de su viaje migratorio, les resultaba útil la información brindada por esos otros ejemplares en su paso por la zona. En total usaron datos de 118 individuos.

Uno de los países que colaboraron fue Uruguay, donde un equipo encabezado por el biólogo Joaquín Aldabe, y del que fueron parte Agustina Medina y Marcia Salvatierra, con el apoyo del Centro Universitario de la Región Este (CURE, Universidad de la República), Manomet Conservation Sciences y la Fundación Lagunas Costeras, colocó rastreadores satelitales a varios playeritos para obtener más datos sobre sus movimientos en nuestro país.

Como parte del Buff-breasted Sandpiper Shorebird Group, un grupo internacional que aboga por el estudio y la conservación de esta especie, Joaquín y sus colegas cedieron a los investigadores estadounidenses los datos que el monitoreo de GPS de estos individuos aportaba sobre las llanuras de Texas.

Llegar a eso no fue fácil porque atrapar playeritos para colocarles rastreadores es una actividad más compleja y más adrenalínica de lo que uno imaginaría. Para empezar, la técnica que usan Joaquín y sus colegas es antiquísima.

“Usamos un método holandés de captura con redes llamado wilsternet, que tiene más de 400 años. Incluso hay pinturas que representaban la sociedad y las tareas cotidianas de la gente en el norte de Holanda en aquel entonces, y en esas pinturas ya se pueden ver estas redes que utilizaban para capturar chorlos que hacían la migración del Ártico hacia el este de Europa y África”, cuenta Joaquín.

Ninguno de los grupos que colaboraron en el estudio estadounidense usa esta misma técnica, que es bastante rara hoy en día. ¿Cómo llegó entonces a Uruguay? Gracias a que los especialistas uruguayos la aprendieron de Joop Jukema, un granjero e investigador holandés que en 2011 estuvo en nuestro país junto con un colaborador y que conocía bien el método porque fue pasando de generación en generación en su familia. Antes se usaba con fines de alimentación, pero ahora sólo se permite para investigación.

Un video que muestra Joaquín, en el que se lo ve instalando y usando las redes para capturar playeritos canela y chorlos pampa (Pluvialis dominica), otra especie migratoria, muestra cuán trabajoso y minucioso es el procedimiento, que debe considerar incluso la intensidad y dirección del viento. La red tiene unos 25 metros de largo por 3,5 metros de alto y se sostiene con unos parantes unidos a un sistema de poleas. Para atraer a los playeritos y chorlos, los investigadores colocan aves de madera pintadas con sus colores. Las redes se activan cuando los playeritos se acercan volando a baja altura, engañados por los señuelos.

Cuando alguno queda atrapado, Joaquín corre hacia la red a toda velocidad, no como si fuera un biólogo que busca estudiar a un playerito, sino como Tom Cruise a punto de desactivar una bomba. La celeridad para medir los ejemplares, anillarlos, colocarles rastreadores (en algunos casos) y luego liberarlos es crucial.

Además de aportar información a una investigación internacional importante como la que se hizo en Texas, estos trabajos les permitieron a los especialistas sacar conclusiones relevantes sobre la presencia del playerito canela en el país, que el equipo aún no publicó, pero que adelanta parcialmente aquí.

Cortito y al pie

Cuando llegan a Uruguay, los playeritos canela se congregan en los pastizales cercanos a lagunas costeras, como la de Rocha, la de Castillos o la Merín y, en menor medida, las de José Ignacio y Garzón. Puede que no llamen demasiado la atención a algún espectador ocasional si los ve por ahí picoteando entre los pastos, pero esa percepción cambia si se tiene en cuenta la odisea por la que pasaron para llegar hasta allí. Están entre los grandes campeones de las migraciones de largas distancias, capaces de recorrer más 41.000 kilómetros en un año, como ocurrió con un macho rastreado en un trabajo de 2016 del que participó el propio Joaquín.

“Se trata de una especie muy restringida a hábitats de pastizales planos, cortos y cercanos a espejos de agua, donde no hay muchos árboles. Es bastante exigente en términos de cómo tiene que ser el hábitat, y eso la vuelve vulnerable al declive”, explica Joaquín. Evitar los árboles cercanos es una cuestión de supervivencia porque allí pueden esconderse las aves rapaces que los depredan.

La colocación de GPS a ejemplares en territorio uruguayo permitió entender mejor cómo usan las áreas no reproductivas. “Gracias a eso nosotros pudimos conocer nuevos sitios que el playerito utiliza en Uruguay, lo que nos facilitó conectar con la gente que gestiona esos territorios y hacer conservación de esta especie”, apunta Joaquín.

Un objetivo que tenían era entender si las aves, una vez en el país, se mueven entre lagunas o se quedan estáticas desde noviembre a febrero. “Eso es importante saberlo porque nos permite conocer los requerimientos espaciales de los individuos, si es que se las arreglan con una sola laguna o en realidad usan un paisaje más amplio para comer y mudar las plumas, eventos bien importantes que influyen en la supervivencia de las aves”, dice Joaquín.

Playerito canela en Uruguay.

Playerito canela en Uruguay.

Foto: Atenea Colectivo Films

Descubrieron que efectivamente se mueven. Algunas lo hacen poco, más que nada entre distintos potreros de una misma zona. Otras viajan entre las distintas lagunas. Y unas pocas se van incluso más lejos, como a Buenos Aires, el sur de Brasil o el río Paraná. La conservación del playerito canela, como se ve, es un asunto regional y también global, no de un solo país, debido a la comprensible costumbre de los animales de no hacer caso a los límites políticos.

En Uruguay, entonces, el playerito canela es una especie muy poco plástica, que utiliza un tipo de hábitat bastante restringido, pero ¿qué ocurre en Texas, el lugar donde se hizo el estudio al que aportaron información los ejemplares capturados en Uruguay?

Como el tero y los futbolistas

Los investigadores estadounidenses tenían ya una idea aproximada de los sitios que usa el playerito en Texas gracias a la observación directa y los registros fotográficos en eBird y otros repositorios de imágenes. Por ejemplo, sabían que aparece en campos de cultivo, como las plantaciones de arroz en su fase temprana y especialmente las enormes granjas de pasto populares en esa zona (en Estados Unidos es común comprar panes de césped para jardinería y otros emprendimientos).

Sin embargo, sospechaban que estas observaciones estaban sesgadas por tratarse de lugares donde hay más personas y por ser ambientes en los que los playeritos se distinguen más fácilmente. Teniendo en cuenta esto, más su mencionada tendencia a evitar lugares con árboles (igual que las rutas, que tienen postes que también facilitan la presencia de depredadores), supusieron que el GPS les mostraría otra realidad. A saber, que su hábitat preferido serían las zonas de pastoreo, no los campos cultivados. Los playeritos, sin embargo, los sorprendieron.

El análisis mostró que, contrariamente a las predicciones de los investigadores, los playeritos no frecuentan las zonas de pastoreo (menos del 10% usó locaciones con cobertura herbácea natural) y prefieren campos cultivados, mayoritariamente los de césped (para los que se usan especies de pasto presentes naturalmente en Uruguay, como Stenotaphrum secundatum y Cynodon dactylon). Tal cual preveían, no suelen usar territorios con árboles cerca y, en menor medida, evitan zonas cercanas a las rutas.

Tienen predilección por las granjas de pasto tanto durante el día como en la noche, mientras que los campos de maíz, sorgo, y aquellos con cobertura de árboles, son evitados en forma general, pero muy especialmente durante la noche. “Estos patrones sugieren que algunos tipos de cobertura de suelo podrían presentar un mayor riesgo de depredación”, indica el trabajo. Eso explicaría también la preferencia por vegetación homogénea de corta estatura, como la que ofrecen las granjas de pasto.

La preferencia por ambientes homogéneos, de pastos cortos y sin árboles, coincide con los trabajos hechos en Uruguay, pero no así su aparición frecuente en campos cultivados: aquí los playeritos usan regularmente áreas de pastoreo que son típicamente de pastizales naturales. Para los investigadores, esto tiene sentido porque, a diferencia de lo que ocurre en Texas, en Sudamérica los playeritos disponen en abundancia de zonas inundables que son pastoreadas intensamente y, por tanto, se mantienen con la estatura ideal para ellos.

Dime qué comes y te diré qué temer

Esta predilección inesperada del playerito por los campos cultivados de Texas, en especial los de pasto, “es preocupante, ya que estos cultivos están asociados a la frecuente aplicación de pesticidas, como insecticidas neonicotinoides (que son neurotóxicos)”, señala el trabajo.

“El declive de poblaciones de aves, particularmente las insectívoras y de pastizales, se ha vinculado con la prevalencia de neonicotinoides en el ambiente”, agrega. Y cita como ejemplo que en otros trabajos ya se encontró evidencia directa que indica que algunos pesticidas impactan al playerito canela.

El trabajo asegura que estas conclusiones plantean cuestiones relevantes sobre el manejo de pastizales y tierras de pastoreo para aves migratorias, “que destacan la necesidad de crear áreas apropiadas para que especies como el playerito canela, que depende de ambientes de baja estatura, tengan hábitats disponibles durante la migración”.

“Creo que la contribución más importante de ese trabajo es mostrar que estas aves están usando ambientes modificados para una parte importante de su ciclo anual, que es la migración a través del Golfo de México, una parada clave tanto cuando van al sur como cuando vuelven al norte. Que estén alimentándose o prefiriendo ambientes artificiales es interesante y abre algunas preguntas: ¿están realmente logrando la cantidad de alimento y las condiciones sanitarias que necesitan? ¿Habrá algún efecto de los agroquímicos? ¿Cómo los impacta usar un ambiente tan intervenido y potencialmente con contaminantes?”, se pregunta Joaquín.

En Uruguay, los efectos de los pesticidas no constituirían una preocupación tan grande para esta especie porque la agricultura es escasa en la mayoría de las lagunas que usa, excepto en la Merín, pero el ciclo anual del playerito deja en claro una cosa: los problemas de una región son problemas de todos. Lo que pasa en Texas repercute en Uruguay, en el círculo polar ártico y en toda su distribución. Para los playeritos también corre el viejo refrán tejano que dice “Don't mess with Texas” (no te metas con Texas).

Los amantes del círculo polar

Más que por la exposición a los pesticidas, Joaquín y sus colegas están preocupados por averiguar si en nuestro país las poblaciones de la especie se están manteniendo estables en los últimos tiempos o se han producido cambios, que es justamente lo que investigan ahora. Esa información también es importante y se vincula con lo que ocurre en otras regiones.

En Uruguay no podemos disfrutar todas las peculiaridades del playerito canela. Su comportamiento reproductivo, por ejemplo, sólo se aprecia en el círculo polar ártico. El naturalista y presentador televisivo David Attenborough quedó deslumbrado cuando filmó sus cortejos para la serie The life of birds y los comparó con el despliegue de las aves del paraíso, que son mucho más famosas y, en consecuencia, suelen despertar más interés por su conservación.

Cuando un playerito canela macho ve que una hembra se aproxima, levanta repetidamente una de sus alas. Si para la hembra lo hizo de forma interesante o atractiva, le prestará un poco de su atención. Otras hembras se acercarán a ver qué está sucediendo. Entonces, el macho procede con su gran truco: despliega las dos alas en forma rígida y exhibe la parte blanca de su plumaje. Luego, danza en forma circular y eleva su cabeza, como si estuviera en trance o participara en una suerte de pericón lisérgico. Las hembras lo siguen muy juntas, observando su destreza en cada detalle cual jurado de un certamen de baile. Si para las hembras el macho se desempeña con talento, los demás competidores poco podrán hacer, aunque estén muy cerca y levanten sus alas con desesperación.

Aves tan fantásticas como estas, capaces de hacer viajes que parecen imposibles o dar espectáculos de baile dignos de un reality show, son parte de nuestra fauna y persisten en nuestro territorio con perfil bajo. Conocer lo que ocurre con ellas, tanto aquí como en países lejanos, nos ayuda a entender cómo conservarlas y a la vez sirve para proteger los hábitats de los que dependen, tan valiosos, amenazados y llenos de sorpresas como estos migrantes del fin del mundo.

Artículo: “Sod farms drive habitat selection of a migratory grassland shorebird during a critical stopover period”
Publicación: Scientific Reports (setiembre de 2024)
Autores: Tara Lafabrêgue, Bart Ballard, Lee Tibbitts y Richard Lanctot.