Sin dudas al mirar algún noticiero o navegar por alguna red social estamos al tanto de los problemas que causan las olas de calor. Más aún cuando el cambio climático, impulsado por las actividades humanas, lleva, entre otras cosas, al calentamiento global.

Aquí en nuestro país también se presta atención a las olas de frío, definidas como un mínimo de tres días con temperaturas máximas y mínimas por debajo de un umbral determinado para la estación del año.

Sin embargo, como ya había mostrado un estudio publicado en 2015 en la prestigiosa revista sobre asuntos de salud The Lancet titulado algo así como Riesgo de mortalidad atribuible a temperaturas ambientales altas y bajas: un estudio observacional en varios países, la mayor parte de la incidencia en la mortalidad de las temperaturas altas y bajas no viene dada por los extremos, sino por temperaturas que si bien son un poco más moderadas, se consideran “no óptimas”. Y en un mundo que tomado como un todo se calienta -así lo indica el aumento de la temperatura promedio del globo- puede resultar contraintuitivo lo que en 2015 reportaba esta revista inglesa: “La mayor parte de la carga de mortalidad relacionada con la temperatura fue atribuible a la contribución del frío”, con casi un 7,29% de incidencia en la mortalidad promedio de todos los países estudiados. Por su parte, sostenían que “las temperaturas extremadamente frías y cálidas fueron responsables del 0,86% de la mortalidad total”.

Una nueva publicación, que ahora aborda el fenómeno en nuestro continente, hace ahora grandes contribuciones sobre el tema y, además, nos da valiosa información para tomar medidas. Titulado Carga de mortalidad y pérdidas económicas atribuibles al frío y al calor en América Central y del Sur, el trabajo fue realizado por un equipo internacional de investigadores liderado por Aurelio Tobías, del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España. Entre todos los participantes, se encuentra Valentina Colistro, del Departamento de Métodos Cuantitativos de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.

En el trabajo podemos ver qué pasa con nuestro país respecto a la mortalidad asociada a frío y calor y comparar eso con los países de la región. Y a ese respecto, la publicación nos debiera llevar a una profunda reflexión: Uruguay está ubicado en el extremo poco deseable tanto en lo relativo a la mortalidad asociada a temperaturas no óptimas como en el costo económico que ellas implican. Que el cambio climático nos empuja a prepararnos no cabe duda. Pero aun sin que el cambio climático nos perjudique, hay medidas a tomar cuanto antes que no tienen que ver con él. Veamos entonces qué dice el trabajo, pero antes detengámonos brevemente en qué es esto de la mortalidad asociada a bajas temperaturas.

Mortalidad asociada al frío y al calor

En el artículo publicado no se ahonda demasiado en qué es esto de las muertes asociadas a temperaturas no óptimas, ya que el objetivo es reportar lo que pasa en nuestro continente con unas metodologías ya conocidas por la comunidad científica. Por eso, en esto de curiosear y querer aprender, recurrimos nuevamente al trabajo de The Lancet ya mencionado que nos aclara un poco el panorama.

“Numerosos estudios epidemiológicos han aportado pruebas de la asociación entre la temperatura ambiente y la mortalidad o morbilidad”, señalan allí Antonio Gasparrini y sus colegas. “Los mecanismos fisiopatológicos subyacentes que vinculan la exposición a temperaturas no óptimas con el riesgo de mortalidad no se han dilucidado por completo”, también reconocen allí. En el caso de las temperaturas extremas, la cosa es más clara, aunque su incidencia no es tanta: “Los golpes de calor en días calurosos y la hipotermia en días fríos sólo son responsables de pequeñas proporciones del exceso de muertes”, señalan.

Aun así, reportan que “las temperaturas altas y bajas se han asociado con un mayor riesgo de una amplia gama de causas cardiovasculares, respiratorias y de otro tipo, lo que sugiere la existencia de múltiples vías biológicas”. También sostienen que “la temperatura ambiente representa un factor de riesgo importante y se necesitan más investigaciones para fortalecer la comprensión de los efectos asociados en la salud”, ya que tal información “es esencial para la planificación de intervenciones de salud pública adecuadas y para la provisión de predicciones confiables de los efectos del cambio climático”.

Así las cosas, médicos y epidemiólogos hablan de “cargas de mortalidad atribuibles a temperaturas del ambiente no óptimas”. Y son justamente los reportes de ese dato de cada uno de los 14 países participantes de trabajo los que se emplearon en el artículo que nos convoca. Ahora sí, vayamos a él.

Ciencia nuestra

El trabajo comienza con un par de enunciados que son ya clásicos de muchas disciplinas de la ciencia hecha en el sur: “Los estudios epidemiológicos ya han proporcionado evidencia significativa de la asociación entre la temperatura ambiente y la mortalidad. Sin embargo, la mayor parte de la evidencia de la asociación entre temperatura y mortalidad proviene de estudios realizados en países de altos ingresos”. Así que aquí se embarcan en un estudio que busca “proporcionar evidencia de la carga de salud y las pérdidas económicas atribuibles al calor y al frío en los países de América Central y del Sur, abarcando diversos climas y poblaciones”.

Si bien reconocen que este no es el primer trabajo en analizar el tema, habiendo estudios de algunos países en particular -Brasil, México- o en ciudades de tres países -Santiago de Chile, San Pablo y Ciudad de México-, aquí abordaron lo que sucede en 66 ciudades de 13 países de Latinoamérica (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Uruguay) y de tres regiones de ultramar francesas (Guayana, Guadalupe y Martinica).

Pero además sostienen que “aunque estudios anteriores han reportado estimaciones de la carga atribuible como un exceso de muertes absoluto o relativo, la exposición a temperaturas no óptimas también afecta la economía”. Y en ese sentido, vuelven a decir que “los costos de los riesgos para la salud principalmente se han cuantificado de manera económica en los países de altos ingresos, y aún no hay evidencia de las pérdidas económicas atribuibles a las temperaturas no óptimas en los países de ingresos medios y bajos, incluidos los de América Central y del Sur”. Así que, una vez más, eso fue lo que se propusieron hacer.

“En este estudio, nuestro objetivo es cuantificar la carga total de mortalidad y las pérdidas económicas atribuibles a las asociaciones de corto plazo de temperaturas ambientales no óptimas y determinar las contribuciones relativas del frío y el calor en los países de América Central y del Sur dentro de la Red de Investigación Colaborativa Multi-Ciudad Multi-País”, una red que hace un trabajo interesante y de la que forma parte nuestro país gracias al trabajo de la ya mencionada Valentina Colistro de Facultad de Medicina.

Para este trabajo seleccionaron distintas ciudades en cada uno de los 13 países. De Uruguay se tomaron datos solamente de Montevideo. Los períodos abarcados dependieron de los datos disponibles, así que mientras de Brasil se usaron datos de entre 1997 y 2011 de 18 ciudades, de Montevideo emplearon datos recolectados entre 2012 y 2016.

Los datos que se incluyeron en el análisis fueron “la mortalidad diaria observada por todas las causas o causas no externas y la temperatura media diaria para cada ubicación”. Para nuestro país, los datos sobre la mortalidad diaria por causas no externas fueron tomados del Ministerio de Salud Pública y los de temperatura del Instituto Uruguayo de Meteorología. Tales datos fueron procesados y estrujados estadísticamente para llegar al dato de la mortalidad asociada a la temperatura (para quienes quieran ver la metodología, pueden ver el trabajo, ya que es de acceso abierto).

Luego, para estimar el impacto económico de esas muertes asociadas a las temperaturas no óptimas, incluidos el frío y el calor extremos, usaron “el Valor de un Año de Vida” (VOLY, por su sigla en inglés), expresado en dólares estadounidenses, lo que se considera “una estimación conservadora del impacto económico de la carga de mortalidad atribuible al frío y al calor”. Para quienes gusten de la economía, detallan que se basaron “en estimaciones internacionales ajustadas al ingreso del Valor de una Vida Estadística”, VVE en español o VSL por su sigla en inglés, “para calcular los valores VOLY específicos de cada país”. Ahora sí, vayamos a los bifes. Digo, los resultados.

Uruguay otra vez primero en un ranking en el que nadie quiere estar

Hay listas ordenadas de países en las que es preferible no figurar. La de mayor consumo de alcohol per cápita, la de menor edad a la que comienza a tomarse alcohol, la de tasa de suicidios y la de mayor cantidad de personas presas cada 100.000 habitantes son algunas. En todas ellas Uruguay se “destaca” en los primeros lugares. Este trabajo nos pone en una nueva lista desagradable.

“La temperatura media anual específica de cada país osciló entre 17,9 °C en Perú y 28,1 °C en Panamá”, reportan. Y entonces van a los datos extremos por país. Agárrense de donde puedan: “La fracción total atribuible de muertes por frío varió sustancialmente entre países, siendo la más alta en Uruguay (9,64%) y la más baja en Costa Rica (0,22%)”. ¡LPM!

A continuación señalan que “la fracción total atribuible de muertes por calor se distribuyó de manera más homogénea, entre la más alta en Paraguay (1,41%) y la más baja en Ecuador (0,01%)”. Bueno, al menos ahí no primereamos, podríamos pensar aliviados. Pero ya veremos más adelante que también en lo relacionado con el calor tenemos motivos para preocuparnos.

En lo que refiere a los climas, señalan que tanto los climas áridos como templados (nuestro caso) mostraron “un mayor impacto en la mortalidad por frío (5,10% y 5,29%, respectivamente) que por calor (0,69% y 0,59%)”, mientras que en los de clima cálido la mortalidad por frío se reduce (baja a 1,71%), pero aumenta la asociada al calor (a 0,92%). Confirmando lo que ya habíamos dicho respecto al artículo científico de The Lancet, aquí Aurelio Tobías y sus colegas reportan que, “en todos los países, la mayor parte del riesgo de mortalidad atribuible a la temperatura estaba relacionado con el frío moderado, mientras que las temperaturas extremas (ya sea frío o calor) sólo fueron responsables de una pequeña fracción”.

Bien, más allá de esas apreciaciones generales, aquí en Uruguay, tenemos otras cosas de que preocuparnos. Veamos cómo quedó nuestro país en la tabla de los cinco países con la fracción total atribuible de muertes por frío:

1) Uruguay: 9,64%
2) Argentina: 8,95%
3) Chile: 7,60%
4) Paraguay: 6,92%
5) Colombia: 5,24%

Definitivamente, son números en los que hay que trabajar, al menos para ver cuánto de eso podemos cambiar. Pero ahora vayamos a las estimaciones de cómo esa mortalidad asociada a las temperaturas impacta en la economía.

Primeros también en impactos económicos

“Las pérdidas económicas anuales por muertes por todas las causas relacionadas con las bajas temperaturas superaron las atribuidas al calor en la mayoría de los países, excepto Costa Rica y Panamá”, reportan Aurelio Tobías y sus colegas.

“En el caso de las pérdidas relacionadas con el frío, las estimaciones económicas oscilaron entre 0,3 millones de dólares en Costa Rica y 472,2 millones de dólares en Argentina, mientras que en el caso de las pérdidas relacionadas con el calor oscilaron entre 0,05 millones de dólares en Ecuador y 90,6 millones de dólares en Brasil”, dicen a continuación y uno se alegra de que Uruguay no esté entre los países. Pero la alegría no dura ni un párrafo.

En la frase siguiente, al estimar la pérdida económica anual por cada 100.000 habitantes debida al frío, dicen que “fue significativamente mayor en el Cono Sur (por ejemplo, 18,7 millones de dólares en Uruguay y 2,5 millones de dólares en Chile y Argentina), mientras que en los demás países osciló entre 0,1 y 1,1 millones de dólares”. ¡LPM x 2! Pero hay más.

Por mucho que sorprenda, si bien no destacamos en las muertes atribuibles al calor, al estimar cómo estas impactan en proporción a la población, las cosas se agravan: “En el caso del calor, la pérdida económica por cada 100.000 habitantes osciló entre 0,01 y 0,8 millones de dólares, siendo mucho mayor en Uruguay (2,1 millones de dólares)”. ¡LPM x 3!

Si mal de muchos es consuelos de tontos, al menos tontamente podemos abrazarnos a lo que dicen luego: “La pérdida económica anual asociada al frío en los climas templados fue casi diez veces mayor que en los climas tropicales y áridos”. La región entonces nos impone ciertas condiciones. Ahora nos toca trabajar sobre esto.

De acá para adelante: a no esperar por el cambio climático

Ante todo lo observado, los autores destacan que “la mayor parte de la carga de mortalidad en la región fue causada por los días fríos en comparación con los días más cálidos, lo que generó una considerable pérdida económica total anual de 2.100 millones de dólares asociados al frío y 290,7 millones de dólares asociados al calor”.

Finalizan su trabajo sosteniendo que, como consecuencia de lo que reportan, “es esencial desarrollar políticas de salud pública y planes de mitigación y adaptación, brindando información detallada para orientar a los responsables de las políticas en la implementación de acciones prácticas dentro de la región para abordar los efectos en la salud de las temperaturas no óptimas en el escenario actual de cambio climático”. La recomendación en general, dado lo observado en Uruguay, debería ser de particular interés.

Artículo: Mortality burden and economic loss attributable to cold and heat in Central and South America
Publicación: Environmental Epidemiology (octubre de 2024)
Autores: Aurelio Tobías, Carmen Íñiguez, Magali Hurtado, Horacio Riojas, Luis Abdon, Dominic Royé, Rosana Abrutzky, Micheline de Sousa, Paulo Nascimento, Nicolás Valdés, Patricia Matus, Samuel Osorio, Gabriel Carrasco, Valentina Colistro, Mathilde Pascal, Olivier Chanel, Lina Madaniyazi y Antonio Gasparrini.