El verano es el tiempo propicio para disfrutar de las playas. El sol, las altas temperaturas y el tiempo libre hacen que miles de uruguayos, y algunos extranjeros, se acerquen a la franja costera para disfrutar de ese paisaje de la naturaleza.
Seguramente muchos recuerdan haber ido a la playa de Parque del Plata, Costa Azul o Punta Colorada hace diez, 15 o 20 años. Si van ahora se encontrarán con un paisaje diferente. Es que esas playas, tal como las conocíamos, han cambiado.
Parecería que la arena, revelándose ante el cambio climático y la actividad humana, ha decidido recuperar el lugar que le hemos robado, en Uruguay y en muchas otras playas del mundo. La erosión de las playas, cambio que hace que haya desplazamientos de arena, es un proceso que se ha intensificado de forma altamente preocupante en los últimos años. Para comprender más a fondo de qué se trata la erosión de las playas y cómo puede explicar lo que ocurre en nuestro país, hemos entrevistado a Omar Defeo, investigador del Laboratorio de Ciencias del Mar de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, quien recientemente ha publicado, junto con un equipo de expertos entre los que se destacan, entre otros, Fabio Bozzeda, Leonardo Ortega y Anton McLachlan, el artículo Patrones globales de erosión de las playas de arena: desentrañando el papel de los factores antropogénicos, climáticos y morfodinámicos en la revista científica internacional Frontiers in Marine Science.
La erosión genera mucha preocupación a nivel mundial ya que tiene impacto directo en las actividades costeras, tanto en el turismo como en la urbanización, la recreación y demás. Sin embargo, para entender esta problemática debemos ahondar previamente en la comprensión del ecosistema de las playas.
¿De qué hablamos cuando decimos “la playa”?
Lo que conocemos comúnmente como “playa” es en realidad un rico y complejo ecosistema de transición entre el mar y la tierra, que posee una morfología y una dinámica dada por las olas, las mareas y el tipo de grano de arena. La zona externa de la playa donde empieza a romper la ola hasta que llega a la “orilla” se denomina “zona de barrido” o “zona de surf”. La arena que se encuentra inmediatamente al lado de la zona de barrido se denomina “playa”, y está seguida de las “dunas”. Dichas dunas posteriormente se transforman en una zona de transición con matorrales, arbustos o bosques, que luego deriva en la zona con vegetación. Esto que acabamos de describir es lo que se llama “zona litoral activa”, y la comprensión de este concepto es clave para entender la dinámica de este ecosistema y la erosión de las playas arenosas, sus causas y cómo podemos evitarla.
Es importante mencionar que, dentro de la categorización de playas, encontramos dos tipos: las playas reflectivas y las playas disipativas. Las reflectivas son aquellas de arena más gruesa, con pendiente pronunciada –podríamos decir que tienen como un escalón (como la playa Arachania), y en las que el mar tiende a aportarle arena a la playa–; las disipativas son aquellas que tienen arenas más finas, una zona litoral activa muy amplia y una pendiente suave (como la playa Barra del Chuy) que hace que, al entrar a darse un baño, se recorran varios metros antes de que el agua nos llegue al pecho.
A modo general, las playas arenosas suelen ser muy atractivas, de hecho lo han sido desde hace siglos, pues tienen recursos que resultan deseables: desde la tranquilidad y la paz del descanso, pasando por actividades turísticas y pesqueras, hasta intereses de la industria de la construcción o incluso tecnológica (pues el silicio presente en ellas es utilizado para la fabricación de elementos de tecnología). Estos servicios ecosistémicos que provee la playa al ser humano son altamente demandados en la actualidad, y esa demanda atropella muchas veces a la naturaleza, haciendo que la capacidad de estas playas de ofrecerlos vaya disminuyendo considerablemente.
Cuando la zona litoral activa es respetada y cuidada, la naturaleza tiene espacio para ser y todas las actividades pueden ser llevadas a cabo sin estresar al ecosistema. Ahora bien, cuando dicha zona es invadida, el ecosistema se estresa y lo afecta negativamente.
Con el objetivo de disfrutar de la vista paradisíaca que la playa arenosa puede brindar, muchos inversionistas han decidido edificar directamente sobre la zona litoral activa, en especial sobre las dunas, afectando significativamente el ecosistema. Asimismo, la extracción de arena de la playa para utilizarla en productos tecnológicos y en la construcción edilicia ha generado estragos. Pérdida de biodiversidad de la flora y fauna local, pérdida de capacidad recreativa y disponibilidad de playa y pérdida de dunas destacan entre los efectos negativos del abuso de este ecosistema. Como consecuencia, las playas no pueden cumplir su misión de proteger contra eventos climáticos, mantener la biodiversidad, proporcionar alimento y brindar oportunidad de recreación. Lamentablemente, no resulta difícil encontrar un ejemplo concreto de esto; alcanza con intentar transitar por la ruta sobre la costa en Punta Colorada y Punta Negra, invadida constantemente por la duna que ha sido partida al medio, o pasear por Costa Azul y sus construcciones derribadas por el mar o en proceso de serlo.
Factores que afectan a las playas
Cuando la zona literal activa de las playas arenosas es respetada, se puede ver que la playa tiene la zona de barrido, la playa en sí misma, y las dunas hasta donde comienza la transición con la zona de vegetación. Cuando se construye sobre las dunas, la zona litoral activa es invadida y se pierde el efecto positivo de su presencia, dado que las dunas funcionan como amortiguadoras del efecto de las tormentas y del consecuente incremento del nivel del mar. Al construir sobre las dunas, se pierde el sedimento que sirve para atenuar la intensidad de las olas de tormenta. Esta situación facilita la intrusión de dichas olas en zonas construidas y en carreteras.
La construcción sobre la zona litoral activa puede ser aún más drástica y con impacto negativo aún mayor cuando la construcción tiene lugar sobre la zona “playa”. En este caso se perderán no sólo las dunas sino también la playa: la zona de barrido queda directamente contra la construcción, lo que deriva en un colapso social-ecológico tal como detalló Omar Defeo en artículos anteriores. De esta forma, la playa queda “apretada” entre la construcción que la actividad humana desarrolló y el aumento del nivel del mar generado por el cambio climático.
La erosión, entendida como los cambios que hacen que haya una disminución de la cantidad de arena en la playa, es un proceso complejo que involucra varios factores que pueden clasificarse en dos grupos: los factores locales, que dependen de cada playa en particular (como son las olas, la marea, el tamaño del grano de la arena, la pendiente y el ancho de la playa, y el desarrollo que haya en la costa), y los factores regionales, que dependen de la región en la que esté la playa en cuestión (como es el aumento del nivel del mar y/o la presión media del nivel del mar, los vientos y la temperatura del agua de mar). El artículo publicado recientemente por Defeo y sus colegas aborda precisamente cómo estos grupos interactúan entre sí e impactan en la erosión costera de las playas arenosas.
Para ello los investigadores crearon una base de datos con información local in situ de variables morfodinámicas (pendiente de la playa, tamaño de grano de arena, amplitud de la marea) de 315 playas arenosas expuestas a océanos abiertos, de diversas partes del mundo. Su base de datos se vio complementada por información satelital de variables físicas, atmosféricas y de urbanización. Con estas herramientas buscaron clarificar si los factores locales y regionales pueden ocasionar la erosión de dichas playas. Los investigadores también evaluaron si las características locales relacionadas con la dinámica morfológica de las playas se relacionan, o no, con una tendencia a erosionarlas.
La investigación publicada muestra que la combinación sutil de factores locales y regionales influye en la tasa de erosión de las playas. Entre estos factores se encuentran la presión del nivel del mar, el nivel medio del mar, las mareas, el ancho de las playas y su pendiente, mostrando cuán importante es considerar el efecto conjunto de varios factores para comprender la erosión a largo plazo.
Al analizar el papel de los factores locales, los investigadores demostraron que cuanto más ancha y más plana es la playa, mayor es la tasa de erosión. De modo general, los investigadores establecen en su artículo que las playas macromareales son más vulnerables a la erosión que las micromareales, por tanto, el tipo de marea es un elemento fundamental a tener en cuenta para determinar si una playa se encuentra afrontando una erosión intensa y severa. Asimismo, establecen que las playas con grano de arena más fino y pendientes suaves (como las playas disipativas) son más susceptibles a la erosión que las playas con grano de arena más grueso y pendientes más pronunciadas (como las playas reflectivas).
Por otra parte, los científicos afirman que el aumento del nivel del mar intensifica la acción de las olas, y esto hace que se remueva el sedimento de la playa y que su forma se vea afectada. Si bien no hay una respuesta uniforme de las playas al incremento del nivel del mar, sostienen que favorece la erosión de las playas.
A modo general, la investigación muestra que, contrario a lo que muchos pueden pensar, la combinación de factores regionales relacionados con el cambio climático puede contribuir a la alta tasa de erosión de las playas, pero el efecto de erosión más inmediato y de corto plazo se ve relacionado con la combinación de los factores locales. Por tanto, los factores locales son capaces de amplificar o disminuir la tendencia a la erosión que generan los factores regionales.
El impacto de la actividad humana, como la urbanización y el desarrollo de las actividades relacionadas al turismo, puede amplificar de forma significativa la erosión costera.
¿Y qué pasa en las playas del Río de la Plata?
Es importante destacar que el artículo se basa en playas de océanos abiertos, y, si bien podemos estar tentados a generalizar y pensar que los mismos resultados se pueden aplicar de forma directa a todas nuestras costas, no representa a aquellas playas de Uruguay que se bañan con el agua del estuario del Río de la Plata.
Cabe preguntarnos entonces: ¿se podría realizar el mismo análisis para todas nuestras costas? Sí y no. Al entrevistar a Defeo, nos dice que el artículo publicado “brinda un panorama global con diferentes disciplinas que aportan conocimientos complementarios, lo que nos permitió tener una idea global de la situación del sistema a nivel planetario”, pero que eso “no implica que no se puedan hacer estudios específicos para nuestras costas”. Sobre las playas del Río de la Plata, afirma que son muy diferentes “porque tenemos un sistema transicional o estuarino” donde aparecen otras fuentes de variación que afectan a dichos sistemas.
“En nuestro estuario hay toda una incidencia de la descarga de ríos que es como un rompeolas hidráulico que mitiga la acción de las olas. Eso no quiere decir que no haya erosión o no pueda haber erosión; pero implica que deben introducirse otras variables importantes o agentes forzantes que se relacionan con la dinámica de esos sistemas”, sostiene Defeo. “Por ejemplo, no es lo mismo una entrada directa del mar que una entrada que es mitigada por la acción de esa descarga de agua dulce de los ríos Uruguay y Paraná, que confluyen en el Río de la Plata, ya que generan disipación de energía. Lo que ocurre es como tener una corriente donde vienen las olas y se van disipando, porque se encuentran con una fuerza paralela a la línea de costa que las va atenuando”, complementa.
¿Es algo natural y esperable que haya erosión en las playas arenosas?
Según Defeo, no. “En la evolución costera tenemos dos componentes, uno de erosión y otro de acreción. Hablamos en términos genéricos de erosión porque es el problema que nos interesa, pero eso no quiere decir que todas las playas del mundo estén sujetas a erosión, sino que también hay efectos de acreción”, complejiza. “Dependiendo de la orientación y del tipo de la playa y del efecto de las variables que mencionamos en el artículo, lo que sucede varía. De hecho, en muchas playas del mundo hay acreción”, agrega.
Los resultados obtenidos en la investigación de Defeo y sus colegas demuestran que las playas disipativas de por sí son más propensas a la erosión y por tanto más susceptibles a los efectos que pueda tener el mar y la fuerza de la naturaleza sobre ellas. Aquellas playas disipativas donde la zona litoral activa no se ha respetado y se ha construido sobre las dunas o sobre la misma playa sufrirán más los efectos erosivos. En estos casos es que los intereses a corto plazo (como son los de construir hoteles sobre la zona litoral activa con fines de lucro) se superponen a los intereses a largo plazo (mantener las playas respetando la naturaleza, con el fin de mantener el ecosistema funcionando de forma beneficiosa para la flora, la fauna y la actividad humana).
Como dice Defeo, cuando los intereses a corto plazo priman por sobre los intereses a largo plazo, se entra en “una trampa social”, puesto que eventualmente la naturaleza buscará recuperar lo que se le ha intentado quitar: el mar intentará volver a tener el espacio que tenía, erosionando la playa y afectando la construcción que la actividad humana ubicó allí. Entonces, ese lugar que era de esparcimiento para el interés a corto plazo dejará de ser viable en el mediano-largo plazo. La pregunta es, entonces, cómo hacer que ambos intereses coexistan. Según Defeo, el conocimiento científico debe ser el eje del desarrollo de políticas públicas en estos sistemas. Para ello, “un pequeño gran secreto es trabajar con equipos multidisciplinarios, para entender y para generar conocimientos transdisciplinarios, integrando a la sociedad. Un conocimiento emergente que trascienda las disciplinas y que favorezca la implementación de políticas comprensivas. Esa interdisciplinariedad es lo que estamos buscando siempre”.
En la actualidad, en nuestras playas esteñas se está dando la discusión sobre el permiso para construir sobre la zona litoral activa. Nos surge la inquietud sobre qué se podría hacer a nivel de políticas estatales para buscar este equilibrio. Defeo sostiene que “lo que se puede hacer concretamente es atender las leyes ya existentes, ya que hay una Ley de Ordenamiento Territorial muy clara. Mejorarlas en un proceso de aprendizaje sobre la marcha, en la medida de lo posible, y respetar el sistema y los componentes sensibles como las dunas, tal como se establece claramente en la ley. Se debe respetar el marco legal, generar una estructura que permita dar prioridad al marco legislativo nacional por sobre la vía de las excepcionalidades que las intendencias están haciendo cada vez más, a efectos de sacrificar el medioambiente y dando prioridad a los planes de corto plazo”.
Esta situación nacional no escapa a otras situaciones internacionales, donde las playas también están siendo sacrificadas por los intereses a corto plazo, y es por eso que el artículo analizado resulta de importancia, ya que brinda un marco científico para preparar políticas que permitan proteger el ecosistema y a la vez atender los diversos intereses de la sociedad.
Si bien en la actualidad no podemos reparar el daño ya hecho, ya que resulta improbable demoler las construcciones que se han realizado sobre la zona litoral activa de diversas playas para contrarrestar su efecto negativo, sí podemos aprender de nuestros errores y, con la colaboración de las investigaciones científicas, elegir qué futuro queremos dar a nuestros ecosistemas costeros.
Proteger la biodiversidad pensando en los que vienen
En algunas playas de Montevideo, como la playa Honda de Malvín, es posible trabajar para lograr la renovación natural de las dunas. En otros casos es “tristemente imposible”, remarca Omar, que pone como ejemplo la playa Brava, ubicada también en Malvín. En 1927 se inauguró allí un cine, que se demolió hace unos años. Omar conserva fotos de la época en la que funcionaba el cine del barrio. Ahora sólo existe una placa recordatoria. Este es un claro ejemplo de endurecimiento de una playa disipativa, con arena fina, pendiente suave y erosionable. “Aunque ustedes no lo crean, había dunas”, menciona Omar, sobre el lugar en donde cada vez que hay un temporal, nada lo detiene y llega a la rambla.
En el artículo escrito por Defeo y sus colegas se habla de “salvaguardar la biodiversidad y medios de vida y bienestar de las comunidades costeras que dependen de esos recursos”. Este tipo de investigaciones aportan información para que los tomadores de decisión puedan actuar en base a la evidencia. Los servicios culturales que aporta la playa (paisaje, estética y ambiente recreativo) se pierden si no se toman los cuidados necesarios. Aunque la causa de la erosión de las playas es multifactorial, se comprobó que los factores locales pueden ampliar los efectos regionales. Omar remarca que el problema de sostenibilidad de la extracción de arena y el deterioro de la zona de la duna (provocada por la construcción indebida en muchos casos) afectan muchísimo la compresión costera.
Algunos estudios pronostican que para 2050 la mitad de las playas podrían desaparecer. Omar prefiere ser más precavido y decir que esto depende del sistema y las características de la playa. De las 315 playas estudiadas en este trabajo, una quinta parte está experimentando tasas de erosión intensas a extremas. Lo que lleva miles de años en formarse, puede desaparecer en tan sólo un par de décadas.
P.S.
Artículo: Global patterns in sandy beach erosion: unraveling the roles of anthropogenic, climatic and morphodynamic factors Publicación: Frontiers in Marine Science (octubre 2023) Autores: Fabio Bozzeda, Leonardo Ortega, Leonardo Lopes Costa, Lucia Fanini, Carlos Barboza, Anton McLachlan y Omar Defeo.