El 22 de febrero las instalaciones del Institut Pasteur de Montevideo, en pleno Malvín Norte, estaban completamente colmadas. A la gran cantidad de investigadoras e investigadores que allí hacen ciencia a diario, y al personal administrativo, de gestión, comunicación y demás que hacen esa ciencia posible, se sumaron periodistas, académicos y autoridades varias (el presidente de la República entre ellas, lo que hace que la tasa de periodistas que pisan instituciones científicas se eleve considerablemente).

La curiosidad y el entusiasmo estaban más que justificados: se anunciaba que LAB+, la constructora de empresas biotecnológicas del instituto, había cerrado su primera ronda de capitalización, presentándose en sociedad a las cuatro primeras startups. Gracias a inversores privados que apuestan a tener retorno si las jóvenes empresas se valorizan, cada una de las cuatro, en esta ocasión creadas por investigadoras e investigadores del Pasteur, obtuvo 750.000 dólares para que, por un plazo de dos años, desarrollen sus innovaciones y modelos de negocio. Se trata de una cifra importante y mayor que los capitales semilla que generalmente se dan en la región en este tipo de iniciativas.

Las empresas fueron fundadas por investigadores, que en el esquema de LAB+, poseen el 40% de las acciones. El fondo de inversión, que aporta el 100% del capital, obtiene otro 40%. El propio Institut Pasteur preserva 10% del paquete accionario, mientras que la institución hospedera que brinda personal e infraestructura, así como la institución académica “madre” que licencia la patente tras la investigación, conservan 5% cada una.

Carlos Batthyány, director del instituto y corresponsable junto a Alicia Bentancor de LAB+, sostuvo que se trataba de un día histórico. Pero lo mejor estaba por venir: también anunció que el objetivo trazado era capitalizar a unas 16 empresas biotecnológicas en un período de cuatro años.

Las cuatro primeras empresas presentadas por LAB+ son B4RNA, creada por Juan Pablo Tosar y que busca diagnosticar cáncer detectando ARN en una muestra de sangre; Guska, ideada por Gonzalo Moratorio y Pilar Moreno, que desarrolla el uso de virus modificados para que destruyan células tumorales; LoCBio, fundada por Felipe Trajtenberg con el objetivo de, en una primera etapa, diseñar un probiótico con una bacteria reprogramada para combatir el cáncer colorrectal; y Scaffold Biotech, ideada por Agustín Correa y Matías Machado para diseñar con ingeniería de proteínas una vacuna para la garrapata que afecta el ganado. A pocos días del lanzamiento conversamos con los responsables científicos de cada uno de los cuatro emprendimientos (salvo con Gonzalo Moratorio, que no pudo estar presente).

¿Cómo siente este desafío de pasar de la mesada, donde a esta altura de sus carreras seguro se movían con seguridad, a esto de estar al frente de una empresa biotecnológica?

Agustín Correa: Como todo cambio, genera bastante incertidumbre y algunos miedos. Pero, por otro lado, implica la posibilidad de cumplir con el sueño de llegar a un producto final atravesando todo el proceso, de brindar una solución real, en nuestro caso, para el sector productivo. Ese es el camino que nos habíamos trazado, así que si bien hay incertidumbre, también estamos muy contentos y entusiasmados.

Matías Machado: A veces uno, cuando escribe un proyecto o un artículo, dice que va a hacer un gran aporte. Pero muchas veces, entre lo que uno piensa y lo que realmente puede transferir al mercado o a la gente, hay un gap bestial. Hay muchas cosas que uno pone, de forma totalmente honesta, de cómo cree que con lo que está investigando va a generar una solución, pero después, en el proceso de la comercialización y la transferencia, te das cuenta de que si bien tu idea es buenísima, nunca va a llegar a los demás. Creo que iniciativas como LAB+ te ponen en contexto de ver qué es lo que realmente uno puede hacer para que eso termine sucediendo. Eso te hace replantear la investigación que estás haciendo para, realmente, poder llegar. Capaz que no es el ideal que te imaginaste en un primer momento, capaz que tiene que sufrir transformaciones para que, por ejemplo, sea económicamente viable, u otro montón de cosas que hacen a poder llegar a tener un producto que se pueda vender. Yo creo que esa visión falta bastante en la academia; son cosas que uno no ve sólo con el trabajo en el laboratorio, por lo que este tipo de iniciativas favorecen eso.

Juan Pablo Tosar: Si bien esto implica un cambio, yo no lo visualizo como una sustitución de, sino más bien como una adición a. No es que uno deja de hacer la ciencia que venía haciendo para pasar a hacer otra cosa, sino que, además de hacer esa ciencia, y cimentado en ella, se agregan nuevos desafíos y nuevos objetivos. Seguiremos haciendo investigación científica básica y fundamental, algo que en lo personal es una pasión vital, pero esto nos permite liberarnos de ciertos límites que teníamos de hasta dónde podíamos llegar debido a los recursos y las capacidades que teníamos. Ahora podemos y tenemos que transitar también otras etapas que no veníamos transitando, por lo que el cambio es más trabajo y más objetivos, pero en la línea del trabajo que veníamos haciendo.

Pilar Moreno: De alguna manera se trata de seguir haciendo ciencia de calidad y de seguir publicando, porque es lo que nosotros sabemos hacer, pero ahora, además, dar un paso más, acercar a la sociedad parte de lo que hacemos en el laboratorio y de lo que investigamos. Con Gonzalo y el equipo nos pasó que durante la pandemia tuvimos la oportunidad de que eso que hacíamos en el laboratorio, que eran técnicas muy básicas si se quiere, tuviera un impacto importante en la sociedad. Ahora también se trata de eso, de estar un pasito más cerca de la sociedad en que vivimos. El desafío no es convertirnos en empresarios, porque creo que todos seríamos muy malos en eso, sino que tenemos que seguir siendo científicos y vamos a tener alrededor personal que nos va a apoyar en todo aquello que no sabemos hacer. Y tenemos que ser conscientes de eso, saber en qué somos buenos y en qué necesitamos ayuda. En conjugar todo esto está el gran desafío, pero están las ganas, está el conocimiento, y tenemos alrededor una infraestructura que nos va a ayudar a que esto se materialice.

Felipe Trajtenberg: En mi caso, creo que esto fue la oportunidad de plantearme objetivos mucho más ambiciosos en un plazo mucho más corto. Es un trabajo que vengo haciendo desde hace muchos años al ritmo que permite la academia uruguaya. Esta es la oportunidad de plantearme cosas mucho más difíciles, pero con el apoyo como para poder llegar a ellas. Acceder a este financiamiento te permite pensar sin tantos límites. A uno le gusta que la imaginación vuele y después trata de llevar eso a lo que es la situación de la ciencia en Uruguay. Esta es la oportunidad de decir, bueno, dejo que la imaginación vuele y me animo. Y otra cosa que para mí también es muy importante es que todos los fundadores de las cuatro empresas somos casi de la misma generación y, además, amigos. Eso implica que podamos conversar y apoyarnos más en todo este proceso.

Juan Pablo: Eso es importante porque creo que necesitamos que a los otros les vaya bien por la sencilla razón de que eso es lo que validará que este modelo, en el que coparticipan las instituciones académicas, el Estado –porque muchos mantenemos cargos universitarios, como es el caso de Pilar, de Gonzalo y el mío– e inversores privados, todos con un objetivo común, sea un modelo virtuoso para hacer y aplicar la ciencia que se hace. Si este modelo realmente genera ganancias a la gente a todos los niveles y no sólo en un eje, es decir, si gana la ciencia, si gana la Universidad de la República, si gana el Pasteur, si gana la academia, si ganan los inversores y si también ganamos nosotros en nuestro crecimiento profesional, entonces estamos ante un modelo que seguramente vaya a ser replicado. Si todos, de alguna forma, pueden ver que están ganando con esto, es algo que trasciende a cada una de estas cuatro primeras empresas por el efecto amplificador que puede llegar a tener.

El éxito

Tal vez sea bueno recordar que para que una ciencia de calidad termine en un producto deben pasar una gran cantidad de cosas que no necesariamente tienen que ver con la ciencia en sí. De todas las drogas, moléculas y procedimientos patentados, sólo una minoría sale efectivamente al mercado. La vacuna garrapaticida, el diagnóstico de cáncer buscando ARN o la destrucción de células tumorales con virus o bacterias modificadas podrían no terminar llegando a la gente (y en caso de que lo hagan, será en unos cuantos años). Por eso quienes invierten en startups biotecnológicas, cuando las cosas van bien, tienen grandes retornos: son capitales de altísimo riesgo pues las estadísticas dicen que muy pocas llegan a un producto o procedimiento comercializable.

¿Cuál sería la medida del éxito de las cuatro empresas?

Juan Pablo: El éxito tiene que ser entendido como un todo y no como el éxito concreto del producto final.

Felipe: Creo que en cualquiera de los casos cada equipo en el proceso va a aprender un montón de cosas. Y capaz que el primer producto que uno se plantea no es el que resuelve el problema. Pero lo que uno acumula en ese período sirve para hacer otras experiencias y otros productos.

Agustín: Atravesar todo este proceso te prepara también para otros desafíos.

Pilar: Ahí está también la creación de conocimiento y la formación de recursos humanos que hacés en el transcurso. Como dice Juan Pablo, esto tiene todo un contexto alrededor que no pasa sólo por llegar al producto, que, como decís, no en todos los casos pasa.

En el mundo, cerca de 10% de las drogas que comienzan ensayos clínicos terminan siendo aprobadas. Si de las cuatro empresas una llega a un producto, bien haríamos en tirar cañitas voladoras.

Agustín: Tenés también un ambiente que te va a permitir sacar otras patentes en el camino. Capaz que vos no lográs el desarrollo, pero esa patente logra aplicarse en otro objetivo y también termina generando algo.

Pilar: El impacto se da a diferentes niveles. A nivel académico, a nivel de formación de recursos humanos. No podés ver esto sólo como el producto final. Parafraseando al maestro Tabárez, me parece que acá sí el camino es la recompensa.

Matías: Yo tengo una visión un poco radical respecto de eso. La realidad es que si yo el día de mañana digo que esto estuvo buenísimo porque formé a determinada cantidad de gente, no hay inversor que me ponga un peso. La realidad es que no están poniendo plata para ver si se forma o no gente, sino que ponen plata muchas veces con el interés de generar capital. Entonces tiene que haber una suerte de retorno: esa es la medida del éxito en el ámbito empresarial. Ahora, que el éxito sea tener un producto concreto, eso ya es otra historia. Yo no sé cuántas de las startups que están en el mercado, acá y en cualquier parte, en dos años tienen la capacidad de generar un producto concreto, más cuando hay pruebas clínicas de por medio. Yo creo que el éxito sería si esas empresas en algún punto pueden tener otras rondas de financiación y pueden continuar en el ecosistema.

Felipe: Que se valoricen.

Matías: Exactamente. Para mí ese va a ser el éxito más grande como empresa. A nivel académico sí uno puede hablar de todo lo que esto nos puede dejar desde el punto de vista de recursos humanos, infraestructura, capacidad... pero desde el punto de vista más puro y duro de los billetes, no es eso lo que van a evaluar los inversores. Y eso no es lo que resulta atractivo para la persona que va a invertir, más allá de que haya quienes inviertan como forma de contribuir al avance de la ciencia.

Felipe: El tema ahí es cómo uno evalúa LAB+ como herramienta y otro es cómo evalúa a cada startup en particular. LAB+, como proceso y como herramienta, creo que tiene que tener esas otras miradas. Después cada startup puede ser más o menos exitosa en función de si cumple sus objetivos.

Matías: La idea de por qué hay cierto número de startups que van a ser financiadas a lo largo de este proceso es porque hay una suerte de estadística y se sabe que cada una tiene una probabilidad de éxito. Alguna de esas startups debería poder llegar a cierto nivel, y eso al final es parte del modelo. Se sabe que el proceso va a terminar con que un par de las 14 empresas planificadas para incubar va a llegar y eso va a terminar retroalimentando a todo el bolsón. Como decís, son capitales de riesgo y si esto sale bien, la inversión se multiplica mucho.

La ministra de Industria, Elisa Facio, el presidente, Luis Lacalle Pou, y el rector de la Udelar, Rodrigo Arim, el 22 de febrero en el Institut Pasteur.

La ministra de Industria, Elisa Facio, el presidente, Luis Lacalle Pou, y el rector de la Udelar, Rodrigo Arim, el 22 de febrero en el Institut Pasteur.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Podríamos decir entonces que el éxito sería que, terminados estos dos años, sus empresas biotecnológicas sigan siendo atractivas y que otros inversores, o los mismos, sigan creyendo que por el camino en el que van puede pasar algo.

Felipe: Creo que la medida clara del éxito es que se logre valorizar lo que cada empresa hizo en esos dos años.

Juan Pablo: Creo que hay que entender las particularidades de estas startups y de este modelo en particular. Si yo pongo una empresa para vender papas fritas en la rambla, si alguien invierte en esa empresa es por el retorno económico, no es que nadie tenga un interés por que la gente coma más papas fritas en la rambla. Esa es la forma convencional como pensamos las empresas, del éxito desde el punto de vista del inversor. Pero en nuestro caso, estas startups biotecnológicas tienen, tanto en su génesis como en su directorio, distintos agentes de interés. Por un lado, están los inversores, cuyo éxito va a depender de cuánto recuperen de su inversión y cuánto la multipliquen, pero no de cada startup en particular, sino del programa, del fondo de inversión en el que invierten. Los inversores son conscientes de que es la diversificación lo que les va a dar el retorno económico. Pero también hay instituciones académicas que forman parte de esto que no se suman para ganar más plata. Se suman porque entiendo que ven que este camino puede ser exitoso para multiplicar también recursos humanos trabajando en la ciencia, no pagos con fondos públicos estatales necesariamente, sino en este caso pagos con capitales privados.

Uno de los graves problemas que tiene la ciencia en Uruguay es el de la inserción de investigadores y de investigadoras. Solamente con los fondos públicos, que además son escasos, no alcanza para todas y todos.

Juan Pablo: Así es. Y creo que la razón por la cual el Institut Pasteur y la Universidad de la República han apoyado esto es porque están haciendo esa lectura. Lo cierto es que aparecen distintas corrientes de interés que confluyen en un objetivo común. Y si todas esas cosas avanzan en la misma dirección, en realidad todos ganan. Por tanto, no hay que desconocer el éxito económico ni hacer de cuenta que eso es irrelevante, pero tampoco ver como efectos secundarios las otras cosas que están alrededor. Para mí esos son efectos primarios también y creo que hay una apuesta buscando eso en primer lugar desde las instituciones académicas. En ese sentido, auguro el éxito al programa en el sentido macro. Creo que esto va a generar un montón de experiencia, un montón de capacidades, va a formar un montón de gente que de otra forma no se hubiera podido formar y va a insertar en la ciencia a un montón de gente que no se hubiera podido insertar. Y eso va a validar, espero, una forma de trabajo y de sostener la investigación científica que para el país va a ser sin duda beneficiosa, y esperemos que para los inversores también.

No para toda la ciencia

Desde el lanzamiento de estas cuatro primeras startups de LAB+ estuve pensando en que tal vez sea interesante hacerle llegar al público, y en particular a los tomadores de decisiones y a los candidatos en campaña, que este modelo no se podría aplicar a toda la producción científica. Estas cuatro startups son de ciencias de la vida, pero hay otras ciencias de la vida que no necesariamente terminan con un producto comercializable o con una patente que da dividendos. Entender cómo funciona un ecosistema, investigar cómo diversos productos que se aplican en el país afectan a distintas formas de vida, llegar a entender las causas de las altas tasas de suicidio o del consumo altísimo de alcohol en jóvenes no parece ser ciencia que atraiga a inversores privados tratando de multiplicar su capital.

Felipe: Eso depende mucho del campo. En mi caso, por ejemplo, estuve más de diez años estudiando un termosensor que sensa cambios de temperatura en una bacteria del suelo. Eso me llevó a generar lo que estamos creando ahora, pero durante 15 años no veía una aplicación. Trabajando en ecosistemas podrías encontrarle soluciones a cómo biodegradar compuestos tóxicos en ambientes si vos sabés manipular el ecosistema. Siempre podés eventualmente darle la vuelta de tuerca. A veces no es sencillo verle esa vuelta hasta que ese conocimiento que vas generando no llega a una acumulación determinada y aparece la rendija.

Pilar: Yo no creo que necesariamente toda la ciencia tenga que llegar a esta etapa. Tiene que seguir habiendo ciencia guiada por la curiosidad.

Felipe: No digo que no. Pero no podés decir que hay algunos proyectos científicos que pueden llegar a productos y la mayoría no. Yo no creo eso. Yo creo que todo eventualmente puede llegar, hasta las cosas más básicas.

Bueno, el primer producto generado es el conocimiento en sí mismo.

Juan Pablo: Yo creo que ahí es donde hay que reconocer y subrayar el rol fundamental e ineludible del Estado en la financiación de la ciencia. Este sistema de generación de un fondo de inversión con capitales privados va a sostener una parte de la ciencia que ojalá también derrame y que fortalezca a todo el sistema. Pero como estrategia país, es una estrategia renga, necesitás la otra pata, que es el Estado sosteniendo esa otra investigación.

Felipe: Estas cuatro empresas no hubieran salido si no hubieras tenido al Estado durante 15 años.

Juan Pablo: Claro, pero esa no es la justificación. No es porque la ciencia básica que hicimos ahora tiene su costado aplicado que esa ciencia básica que hicimos antes tenía valor. La ciencia básica que hicimos, y la que vamos a seguir haciendo, tiene un valor en sí misma. Y tiene que ser sostenida por el Estado porque no hay ningún privado que ponga plata en algo donde no visualice un retorno económico. De hecho, en la medida en que aumente la financiación privada de la parte de la ciencia que es pasible de ser sostenida con fondos privados, también deberían liberarse recursos públicos para fortalecer más a la ciencia que, por lo menos hoy día, no tiene horizontes de aplicación claros. Y que esa ciencia no tenga horizontes de aplicación claros no tiene nada malo, no le falta nada.

No es ciencia básica versus ciencia aplicada, sino que un sistema científico saludable necesita de ambas. De hecho, en sus presentaciones durante el lanzamiento quedó claro que las empresas ya tenían patentamientos realizados o en curso anteriores a esta ronda de capitalización.

Matías: Sí, porque eso fue parte de los requisitos para poder entrar al concurso de LAB+, tener no necesariamente una patente, pero sí, como en nuestro caso, una prioridad de patente, un documento que de alguna forma certifica que tu idea ya está en camino de la protección. El fin de eso es dar como una garantía para el que va a invertir que la idea que uno está trabajando va a poder ser de uso exclusivo y no que otro va a venir y va a terminar explotándola.

Juan Pablo: Sí, pero creo que a lo que Leo apunta es que el grueso de la innovación intelectual que ahora se busca valorizar ya estaba dado antes de que comenzara este programa. Y sí, es así.

Felipe: Y fue financiado por el Estado e instituciones académicas. Yo no digo que hacer ciencia básica no sea valioso. Lo que sí digo es que cualquier ciencia que uno haga es un aporte de conocimiento que eventualmente puede ser valorizado. Para mí que haya posibilidad de valorizar el conocimiento es una de las razones importantes por las cuales un Estado invierte en ciencia. No tiene que ser la única, pero tiene que ser una.

Juan Pablo: No todos los potenciales de aplicación pasan por un producto en el cual un inversor puede invertir y obtener un retorno mayor. Por supuesto que la investigación en limnología y el estado de nuestros cursos de agua tiene un potencial de aplicación. No es algo que se hace sólo por el conocimiento que genera. Da conocimiento que puede ser aplicado, pero que puede ser aplicado por quien gestiona esos cursos de agua, que es el Estado. Entonces, no toda la ciencia tiene que ser valorada en función de sus aplicaciones. Y no todas las aplicaciones van a tener la característica de que son aplicaciones sobre las cuales pueden venir privados a invertir en ellas. Entonces hay que abrir el abanico y distinguir cuándo este modelo se aplica y cuándo no. Y que no toda la ciencia se abarca únicamente con este modelo.

¿Del fusca a la Ferrari?

LAB+ les permitió acceder a 750.000 dólares para seguir avanzando durante dos años. Es una suma considerable, más aún teniendo en cuenta que, por ejemplo, fondos de la ANII para ciencia aplicada como los María Viñas, implican cerca de 50.000 dólares para ese mismo período.

¿Esto es pasar de un fusca a una Ferrari? ¿Cómo cambia esta disponibilidad de dinero la ciencia que van a hacer?

Agustín: En nuestro caso se va a usar parte de ese dinero obviamente para recursos humanos, que era una de las limitantes que estábamos teniendo, y también para todo lo que es la proyección, la escala piloto de producción en condiciones GMP, toda la parte regulatoria y demás. Poder contar con esta financiación nos permite transitar por todas esas etapas donde el objetivo final es poder llegar a ese producto que termine estando al alcance del productor. Ahí tenemos gastos también de logística, de marketing. Si vamos teniendo éxito en los diferentes hitos que afrontaremos, estos recursos nos permiten responder rápidamente a esos avances y llegar en un tiempo corto al objetivo final.

Matías: Antes, de repente, uno tenía que hacer un esfuerzo bastante importante para conseguir dinero y probar una cosita. Ahora uno puede probar todo un paquete de cosas. Creo que eso es un poco lo que nos está permitiendo a nosotros ese capital, tener recursos, poder contratar gente para avanzar rápido, tener capacidad de explorar diversas hipótesis y quedarse con la mejor y así poder llegar a una comercialización.

También hay algo relacionado con lo que hablamos antes, de que las cuatro empresas tenemos como una hermandad cogeneracional. Creo que todos estamos en un momento bastante particular de inflexión en nuestras carreras. Este tipo de iniciativa nos da un respiro para poder hacer ese salto que en otras estructuras institucionales, que están bastante topeadas, resulta difícil. Generalmente el proceso de crecimiento profesional y el avanzar en la carrera se da de una forma que creo que no es la mejor. Uno tiene algún estudiante de grado, después tiene algún estudiante de maestría, después tiene otro de doctorado, y por allá consigue un estudiante de posdoctorado. Esa forma de crecimiento de la carrera es al revés de lo que debería ser. Cuando uno arranca ya con un nivel de doctorado necesita una persona a su lado que tenga una gran capacidad de producción, alguien con quien estar espalda con espalda. Luego de que vas generando ese nivel de producción y de espalda, está bien ir incorporando algún estudiante de doctorado, y recién mucho más adelante, algunos estudiantes de grado, que es casi un lujo que uno se podría dar. Esa es la estructura que debería haber, pero nosotros académicamente estamos acostumbrados a que sea al revés. Y eso obviamente retrasa mucho. Este tipo de fondos nos permite contratar a gente bien paga y altamente capacitada, para ir más rápido en las cosas que queremos desarrollar.

Juan Pablo: Yo voy a aclarar que la analogía del Ferrari podrá ser aplicada al grupo de investigación, pero a nivel personal seguimos andando en los mismos vehículos de antes [risas prolongadas]. Por lo pronto, el primer impacto, si lo miro desde la perspectiva científica, ya cambia la forma de pensar. Uno estaba acostumbrado a pensar en función de lo que podía hacer, de qué preguntas científicas uno quería contestar en función de los instrumentos y los recursos que tenía. Esta financiación te permite hacerte una pregunta mucho más profunda y menos restringida por las circunstancias, y eso ya de por sí es un cambio grande.

Luego está la responsabilidad de, planteados esos objetivos más ambiciosos o de mayor impacto potencial, hacerlo muy bien para que realmente funcione. Porque la idea no es plantearse un objetivo altisonante sólo porque suene bien decirlo y en el fondo estar pensando en aplicar esta financiación extra en publicar un paper más caro. Creo que esto implica pensar en objetivos, construidos sobre buena ciencia, que tengan mayor impacto en la sociedad.

De todas formas, detrás de toda esta financiación sigue teniendo que haber buena ciencia, porque esto a veces se maneja desde el punto de vista de la actitud, que si uno tiene una actitud de emprendedurismo, las cosas van a salir. Y no es así. Si tenemos un método que es capaz, en nuestro caso, de detectar el cáncer a tiempo, pero el ensayo clínico lo diseñamos mal, ya sea porque no tiene el número suficiente de muestras de pacientes o porque a la hora de hacerlo no elegimos bien la enfermedad concreta y las características en las que vamos a enfocarnos, entonces después puede resultar que en el ensayo el método no funcione. Entonces tenemos que hacer un buen uso de estos fondos no sólo desde el punto de vista administrativo, sino también desde el punto de vista científico. No nos podemos dar el lujo de hacer mal nuestro trabajo, que es un trabajo científico. Si hacemos un mal diseño experimental, por ejemplo, y la cosa no funciona, es como chocar la Ferrari.

Pilar: Quizás la palabra que surge es responsabilidad. Por primera vez creo que tenemos los fondos suficientes como para llevar lo que venimos trabajando a otra escala. En ese sentido la financiación nos va a permitir no sólo dar ese paso, sino quizás darlo en tiempos más acotados que si lleváramos a cabo una investigación con otros fondos. Que se acorten los tiempos también pasa por poder tener más gente dedicada exclusivamente a esto. Nosotros muchas veces hacemos malabares para mantener a nuestros estudiantes de doctorado en sus cargos con un sueldo que les permita vivir o para que no caigan sus becas. Parte del gran potencial de esto es que nos va a posibilitar tener gente bien paga dedicada a esto, lo que en Uruguay es muy difícil.

La responsabilidad también pasa por el hecho de que somos las primeras empresas de LAB+ y, de alguna manera, somos responsables de que esto también se siga replicando. En definitiva, la financiación la sentimos como la responsabilidad de llegar a cumplir los hitos que nos planteamos, de profundizar en la investigación que ya venimos haciendo, de tener gente que tenga capacidad y también de formar más gente en eso, y eso va a generar de alguna manera un ecosistema que mañana va a seguir generando nuevas empresas y nueva innovación.

Felipe: Todo el mundo está de acuerdo en que el tema de la sociedad del conocimiento es algo a lo que Uruguay debería apostar para poder dar el salto y dejar de ser un país en vías de desarrollo. Esto lo veo como un experimento que es parte de algo que permitiría dar ese salto, donde el conocimiento se valoriza y genera recursos genuinos para el país. Como somos tan pocos y hay todavía tan poca masa crítica, LAB+ y otras iniciativas similares son como una punta de lanza para tratar de demostrar que eso es un beneficio. Para mí eso es una motivación más.