Intentar comprender cómo funciona la naturaleza suele ser una respuesta que satisface a la mayoría de las personas. Afortunadamente, la imagen de científico loco, despeinado, vestido con una bata en su laboratorio alejado de la sociedad, ha quedado atrás en el tiempo, o al menos se ha vuelto algo más difusa. Sí, algunos científicos usan bata. Sí, algunos científicos están locos. Y sí, algunos científicos no se peinan mucho. Pero el trabajo de un científico es mucho más humano de lo que solemos pensar. Por más veces que he intentado explicarle, si le preguntan a mi madre probablemente responderá que no tiene ni idea de cuál es mi trabajo. Pero para mí, que no me peino mucho, mi trabajo a veces implica algunas cosas que suelen atribuirse a otras profesiones, como por ejemplo a los artistas.

Creo que no hay nada más alejado de la realidad que esa idea del científico como una persona fría, racional, privada de emociones, que cumple con cierta metodología y que cada tanto tiene alguna chispa que enciende una idea nueva. La naturaleza tiene muchas más conexiones con las emociones humanas de las que podríamos imaginar.

Es verdad que al momento de exponer su trabajo, en los artículos científicos que se publican en revistas arbitradas, uno intenta ser lo más objetivo posible. Si tuviera que explicar en una frase qué es el método científico, probablemente diría algo como “callarse y dejar a la naturaleza hablar”. Sin embargo, como en todos los aspectos de la vida, la subjetividad de las personas puede afectar el resultado. Por esto, se suele hablar de una comunidad científica, de forma que todos los resultados sean corroborados por otros científicos. También es verdad que leemos muy atentos cientos de artículos y estudiamos cientos de gráficos, pero en el día a día el trabajo de un científico es mucho más creativo y emocional de lo que parece. Buscamos patrones, relaciones, conceptos y muchas ideas que no se alejan de la naturaleza del humano. Incluso, muchas veces nos decantamos por ciertas ideas por su belleza o por su simpleza (siempre en tanto estén de acuerdo con los experimentos).

La soledad del espacio

Muchos de los comportamientos humanos se ven reflejados en la naturaleza, a veces como simples analogías y otras como reflejo de una real optimización dada por la evolución. Veamos un ejemplo de esta semejanza.

A la mayoría de nosotros nos han enseñado desde niños que la Tierra solamente tiene un satélite natural, la Luna. En cambio, sabemos que los planetas más grandes, como Júpiter o Saturno, tienen decenas. Por lo tanto, podríamos afirmar, desde una perspectiva muy humana, que la Luna está sola.

La soledad es muy común en los humanos; al perder amigos o familiares podemos llegar a sentirnos muy desolados. Un hecho con el que tenemos que aprender a vivir en algún momento de nuestras vidas es que toda relación entre humanos es efímera. Los amigos se pelean, las relaciones terminan y, si somos lo suficientemente afortunados para que la vida misma no nos separe de una persona, la muerte se encargará de distanciarnos.

El sentimiento de soledad puede ser tan impredecible como un terremoto y puede llevarnos a lugares muy oscuros de nuestras mentes. La lucha contra esta sensación ha sido abordada por diversos artistas de muchas formas distintas. También podemos ver este comportamiento entre algunos cuerpos celestes en nuestro Sistema Solar con los que yo trabajo y que me han recordado algunas cosas muy humanas.

Compañías temporales

En 2004 una serie de investigadores canadienses, estadounidenses y finlandeses descubrieron que de la misma forma en que podemos hacer amigos y perderlos casi con la misma facilidad, nuestro planeta es también capaz de tener compañeros temporales.

En dicho artículo, publicado en Meteoritics & Planetary Science, una revista especializada en cuerpos menores, los autores describen el descubrimiento de un objeto nuevo y dan una caracterización de su órbita, determinando que tiene una órbita muy parecida a la de nuestro planeta. Este descubrimiento utilizó observaciones de telescopios propiedad del Lincoln Near-Earth Asteroid Research, un programa de descubrimiento de asteroides que ha logrado confirmar más de 200.000 nuevos objetos. Los autores mencionan que el objeto fue descubierto a una distancia de poco más de dos millones de kilómetros. Si bien esto puede parecer mucho a escalas humanas, es apenas unas seis veces la separación entre nuestro planeta y la Luna. El asteroide recibió el nombre de 2003 YN107 debido al año en que por primera vez fue observado.

Este objeto no es un satélite terrestre de la misma forma que la Luna, que tiene una órbita muy estable en torno a nuestro planeta, sino que recibe el nombre de cuasi satélite. La diferencia radica en que si dibujamos el camino que sigue la Luna en torno a nuestro planeta, luego de una revolución, esta línea vuelve al punto de partida, cerrando la trayectoria en una figura geométrica muy parecida a un círculo deformado que los científicos llaman elipse. Sin embargo, en el caso de los cuasi satélites este camino no está cerrado.

En general, estos son objetos mucho más pequeños, de unas decenas de metros, que debido a las perturbaciones de todos los cuerpos del Sistema Solar terminan acercándose bastante a nuestro planeta. De la misma forma que en un día muy ventoso nos puede costar trabajo caminar en línea recta, los otros planetas causan que los objetos no se mantengan en órbitas estables.

Los investigadores pudieron estimar el tamaño de YN107, resultado de cerca de unos 20 metros, aproximadamente el tamaño de un ómnibus. Si bien los objetos de este tamaño no presentan un peligro para nuestra civilización, todas las noches decenas de astrónomos están monitoreando el cielo nocturno en busca de objetos más grandes que potencialmente podrían presentar algún peligro. De hecho, los autores determinaron que YN107 sería un cuasi satélite hasta 2006, año después del cual se habría alejado de la Tierra. Debido a la dificultad de seguir con un telescopio la trayectoria de estos objetos es necesario que los científicos creen modelos para estudiar su órbita.

No todos los asteroides que se acercan a la órbita de nuestro planeta terminan siendo cuasi satélites. Existen otro tipo de órbitas que la Tierra puede compartir con otros objetos, incluso se puede decir que tienen nombres graciosos, como “órbita herradura de caballo” u “órbita renacuajo”. Los astrónomos les han dado estos nombres basándose en la figura que forman estos objetos al moverse por el espacio, a diferencia de la órbita cerrada que traza la Luna.

Una pregunta abierta es si es posible que un objeto de estos sea capturado eternamente en una órbita estable. La respuesta de los mecánicos celestes parece ser que no: estos objetos acompañan a la Luna durante un tiempo, pero luego siguen su camino por el Sistema Solar. El asteroide del que hemos hablado solamente estuvo diez años como compañero de la Luna. Hoy en día se conocen cientos de objetos que son coorbitales de todos los planetas del Sistema Solar, excepto Mercurio. Algunos se comportan como cuasi lunas de los planetas y otros tienen dinámicas mucho más interesantes que los astrónomos –entre los que me incluyo– trabajan en intentar entender.

Un problema gigante al intentar estudiar estos comportamientos es propio de la naturaleza de la dinámica orbital, una característica llamada caoticidad. Esto quiere decir que no es posible determinar la trayectoria que seguirá el asteroide en períodos de tiempo más allá de los 100 años. Por esto, a escalas grandes de tiempo sólo podemos dar respuestas estadísticas a la pregunta de si es posible que cierto asteroide colisione con la Tierra o no.

En definitiva, de la misma forma en que todas nuestras relaciones tienen un comienzo y un final, muchos asteroides se vuelven compañeros temporales de la Luna. Tampoco podemos saber realmente hacia dónde van a ir nuestras relaciones debido a lo caóticas que pueden llegar a ser nuestras acciones. Así que si algún día la Luna o algún científico despeinado se sienten solos, debemos recordarles que solamente es algo temporal.

Ciencia en primera persona es un espacio abierto para que científicos y científicas reflexionen sobre el mundo y sus particularidades. Los esperamos en [email protected].