En 1987, los Redonditos de Ricota inmortalizaron un accidente espacial con su tema “Aquella solitaria vaca cubana”. La letra se habría inspirado en la historia del cohete estadounidense Thor Ablestar DM-21, lanzado desde Cabo Cañaveral, que falló poco después de despegar y cuyos restos impactaron sobre una vaca llamada Rufina, que pastaba en suelo cubano. El incidente provocó un conflicto diplomático, meses después de iniciada la revolución y del bloqueo que Estados Unidos impuso sobre la isla.

La muerte de ese animal, que Fidel Castro denunció como un “cruel atentado y una violación al espacio aéreo cubano”, y que motivó incluso una manifestación de rumiantes en La Habana, tuvo como consecuencia cambios en los vuelos espaciales que continuaron hasta hace muy pocos años. Desde la caída de ese cohete, en noviembre de 1960, los estadounidenses dejaron de hacer lanzamientos desde la costa este del país con órbitas polares, que vuelan por el océano Atlántico hacia el sur y atraviesan zonas pobladas. Recién en agosto de 2020 reactivaron la órbita polar para lanzar desde Cabo Cañaveral un satélite sudamericano, el Saocom 1B, fabricado por la agencia espacial argentina, a bordo del cohete Falcon 9. Esta vez, la misión se completó sin incidentes y el satélite continúa operando en el espacio.

La mayoría de los puertos espaciales en el mundo se encuentran junto al mar, en ubicaciones estratégicas que permiten a los lanzadores seguir sus trayectorias sin sobrevolar áreas habitadas, para no poner en peligro a la población. A esto se suma el avance de las tecnologías en las últimas décadas, que mejoraron de manera significativa la seguridad de los vuelos orbitales y minimizan el riesgo de accidentes. Actualmente, diez países desarrollaron proyectos de acceso al espacio, que incluyen la fabricación de vehículos y plataformas de lanzamiento. Sus bases se ubican en la costa, con algunas excepciones, como en Rusia y China.

En América Latina los lanzamientos orbitales se hacen desde el puerto espacial de Kourou, operado por la empresa europea Arianespace, en la Guayana Francesa. Por otro lado, Brasil dispone del Centro Espacial de Alcántara, situado en la región de Maranhão, en el norte del país. Este centro, diseñado para efectuar lanzamientos orbitales, tiene la capacidad de operar tanto con lanzadores nacionales como extranjeros. Ambos puntos son atractivos para el mercado global, ya que su proximidad al ecuador y al mar facilita vuelos hacia órbitas ecuatoriales, muy empleadas en comunicaciones, así como hacia órbitas inclinadas o polares con dirección norte y de alto costo de operación, utilizadas para una variedad de propósitos como la navegación y la observación de la Tierra.

América del Sur cuenta con tres iniciativas para tener lanzadores propios en el futuro, con bases de lanzamiento ubicadas en sitios estratégicos a orillas del océano Atlántico. Brasil está desarrollando el Vehículo Lanzador de Microsatélites (VLM-1), en una accidentada carrera que en 2003 se cobró la vida de 21 científicos durante la explosión de un cohete, llamado VLS-1, en el puerto espacial de Alcántara. En Argentina, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) lidera el proyecto Tronador II, que tendrá su pista de lanzamiento en el sur de la provincia de Buenos Aires, y la empresa Tlon Space avanza en las pruebas para concluir el cohete Aventura I, con otro puerto para el despegue en la costa argentina.

En Uruguay, donde actualmente se debate la creación de una agencia espacial, se está captando el interés de diferentes actores del sector. Además de atraer empresas dedicadas a la tecnología satelital (como Satellogic y Epic Aerospace), se espera inaugurar en los próximos años un puerto espacial en el departamento de Rocha, mediante un proyecto que es impulsado por Tlon Space y que cuenta con el apoyo del gobierno nacional. Los lanzamientos volverán a cruzar el mar, partiendo de nuestro país hacia el espacio.

Una pista junto al mar

La construcción de nuevas instalaciones para el lanzamiento de satélites responde a la creciente demanda impulsada por los smallsats, compuestos por micro y nanosatélites (también llamados CubeSats), y por el emergente sector privado conocido como New Space. No obstante, esta decisión también está alineada con una estrategia para mejorar la eficiencia de los vuelos espaciales, permitiendo alcanzar la órbita adecuada en menos tiempo y con el menor consumo de combustible posible.

La elección del sitio para una base de lanzamiento es crucial, ya que determina las órbitas hacia las cuales se puede dirigir un cohete. En términos generales, existen tres tipos de órbitas: ecuatoriales, polares o heliosincrónicas (sincrónicas al Sol) e intermedias, y cada una de ellas requiere ubicaciones específicas para su optimización. Para lanzar hacia órbitas ecuatoriales, las bases deben situarse cerca del ecuador. Cuanto más alejadas estén de esa línea, van a tener una mayor demanda de energía para volar al espacio. Pocos países gozan de esta ventaja estratégica, como Francia, con la Guayana Francesa, y Brasil, con el Centro Espacial de Alcántara. Por su parte, las órbitas polares, que recorren el planeta en corredores norte-sur, y las de inclinación intermedia hoy representan el mercado de mayor expansión, debido a la necesidad de lanzar satélites pequeños, cuya población de la órbita baja del espacio (LEO, por sus siglas en inglés) está creciendo exponencialmente.

Pablo Vic, CEO y cofundador de Tlon Space, destaca las características geográficas de Uruguay y de la región para hacer lanzamientos: “La plataforma sudamericana es ideal porque, desde distintos puntos de su costa, es posible lanzar hacia el este o hacia el sur sin mayores inconvenientes si se selecciona adecuadamente el sitio del despegue. Este es un recurso natural muy valioso, compartido con Oceanía y América del Norte, que permite efectuar lanzamientos hacia órbitas semiecuatoriales y polares o heliosincrónicas, sobrevolando el océano en lugar de propiedades o áreas pobladas, y así evitar posibles accidentes”.

Los dos sitios elegidos por la empresa para instalar sus bases de lanzamiento, localizados en las costas argentina y uruguaya, tienen la capacidad de realizar vuelos desde órbitas heliosincrónicas hasta órbitas de plano semiecuatoriales.

“En las órbitas de bajo plano de inclinación respecto del ecuador, los lanzadores espaciales aprovechan la rotación terrestre hacia el este para ganar energía y velocidad suficiente para alcanzar las órbitas. Es por eso que Europa también elige lanzar sus satélites desde América, específicamente desde la Guayana Francesa. Además, cuando están en el espacio, tanto los satélites como los desechos espaciales se mueven hacia el este, por lo que lanzar en esa dirección facilita la colocación de las cargas en relación con los objetos que ya están en órbita”, explicó Vic. Añadió que, para los lanzamientos con órbitas polares, es ventajoso estar posicionados hacia el sur del continente.

Lanzamiento de Aventura1 desde la base móvil de pruebas de Tlon. Foto: gentileza Tlon.

Lanzamiento de Aventura1 desde la base móvil de pruebas de Tlon. Foto: gentileza Tlon.

Un sitio estratégico

La construcción de la base de lanzamiento en Uruguay servirá para hacer vuelos con el vehículo lanzador Aventura 1, que está desarrollando Tlon. Este cohete, de nueve metros de altura y un peso de una tonelada, está diseñado para transportar cargas de hasta 25 kilogramos hacia ubicaciones precisas en el espacio, donde se encuentran las constelaciones de microsatélites. Se espera que en sólo 15 minutos el cohete pueda alcanzar una órbita terrestre baja, superando altitudes de 200 a 800 kilómetros.

Las pruebas de vuelo del Aventura 1 comenzaron en 2020 con la segunda etapa del vehículo, que lleva al cohete hasta su destino final. En 2022 se ensayó en vuelo la primera etapa masiva, cuyo recorrido comienza con un despegue vertical y luego se va inclinando hasta que se separa la segunda etapa, que recorre unos 900 kilómetros hasta caer al mar. “La oportunidad de poder sumar los últimos componentes clave que hacen a un sistema lanzador terminado nos reorientó para programar el vuelo de prueba completo, con ambas etapas integradas, hacia el último trimestre de 2024”, adelantó Vic. El lanzamiento se llevará a cabo desde el sitio Malacara, que está operativo en la costa bonaerense, entre las localidades de Necochea y Miramar, Argentina. Con la integración de un nuevo puerto espacial en Uruguay, la empresa aspira a aumentar la frecuencia de lanzamientos.

El puerto espacial incluye un centro de ensamblaje del vehículo, donde se realiza el armado macro de los componentes básicos que llegan al puerto, y un centro de control, alejado del punto de lanzamiento, donde se llevan a cabo las operaciones de despegue y la coordinación del proyecto. Luego, se extiende el área de lanzamiento, con la plataforma ubicada muy cerca de la costa.

“Uruguay nos pareció importante desde el punto de vista comercial para una producción en cadena y para efectuar lanzamientos en forma masiva. Para ello, entre otros aspectos, necesitamos llevar a cabo operaciones de exportación e importación de manera dinámica”, señaló el directivo de Tlon. “El gobierno uruguayo mostró un gran entusiasmo por el proyecto y está interesado en colaborar en el desarrollo de toda la infraestructura necesaria, desde el punto de vista institucional, jurídico, legislativo y material. Estamos avanzando en este proceso tanto desde el lado del gobierno como desde la empresa”, añadió.

Vic destacó que Tlon es una empresa B, certificada por su compromiso con el bienestar ambiental, social y económico. “Entendemos que también será muy positivo el impacto humano en las áreas cercanas al punto de lanzamiento, ya que el proyecto requerirá profesionales capacitados y fomentará el desarrollo de conocimiento en la zona”, informó. En ese sentido, subrayó que el Centro Universitario Regional del Este, con sede en Rocha, será un socio importante en las actividades de la compañía.

Nuevo paradigma

La fabricación de nuevos cohetes y bases de lanzamiento está vinculada con el desarrollo de una nueva generación de satélites. Según Vic, “actualmente, hay una tendencia hacia la miniaturización de los componentes electrónicos, con menores costos y mayores capacidades de funcionamiento. Los satélites se están reduciendo de tamaño, con categorías que van desde los microsatélites (de entre 10 y 100 kilogramos) hasta los FemtoSat (que pesan entre 10 y 100 gramos), pasando por otras escalas intermedias”.

Este nuevo paradigma opera bajo una lógica distinta de la de los aparatos convencionales de gran tamaño. Los pequeños satélites forman enjambres de decenas, cientos e incluso miles de nodos, creando una red que trabaja de manera distribuida. A este segmento estará dirigido el lanzador Aventura I.

En Argentina, la Conae opera el Centro Espacial Punta Indio, donde se realizan vuelos suborbitales (que no llegan a órbita) para probar tecnologías en el marco del desarrollo del lanzador Tronador II, que transportará al espacio cargas útiles de hasta 500 kg. Próximamente también se espera inaugurar una nueva plataforma de lanzamiento en el Centro Espacial Manuel Belgrano, ubicado al sur de la provincia de Buenos Aires, desde donde se realizarán vuelos orbitales.

Un informe de la Conae, donde se detallan los alcances del Programa Inyector Satelital para Cargas Útiles Livianas (Iscul), que lleva adelante el programa de acceso al espacio, reporta que los ensayos con mayor riesgo de los vehículos experimentales se llevan a cabo en el paraje La Capetina, a orillas del Río de la Plata. En tanto, la Base Belgrano, “por su ubicación estratégica, permitirá realizar lanzamientos hacia el Polo Sur, con el objetivo de alcanzar la órbita sincrónica solar con la máxima eficiencia y el menor riesgo posible, al tener un recorrido despejado hacia el polo, volando siempre sobre el mar. Esta ubicación cumple con los requisitos de seguridad, asegurando que los vehículos lanzadores no sobrevuelen zonas habitadas desde el despegue hasta alcanzar la órbita”.

La agencia espacial argentina también apuesta a cubrir un mercado de pequeños satélites y a ponerlos en órbita con el Tronador II. La próxima misión de la serie SARE (Sistema Argentino de Alta Revisita), del programa de Arquitectura Segmentada, involucra la puesta en órbita de enjambres de pequeños satélites, con un peso de entre 100 y 250 kg, que poseen tiempos de producción y fabricación más reducidos que los actuales y requieren menores costos. Los nuevos satélites compartirán recursos, se comunicarán en el espacio y cooperarán entre ellos de forma autónoma, al combinar información de sus instrumentos.

“Con la arquitectura segmentada queremos explorar nuevas estrategias y metodologías de diseño y producción para sistemas de satélites operativos basados en smallsat, con funciones especializadas para proporcionar servicios de teledetección equivalentes o mejores que los sistemas actuales basados en estructuras satelitales monolíticas”, explicó Josefina Pérès, gerenta de Proyectos Satelitales de la Conae, en un comunicado de la agencia.

Con las inversiones previstas en Uruguay y Argentina, sumadas a las ya establecidas en Brasil y la Guayana Francesa, América del Sur se perfila para ocupar un lugar destacado en el selecto grupo de naciones que poseen instalaciones capaces de ofrecer servicios de lanzamiento, tanto propios como para terceros países, de manera segura y eficiente. Además, la región se posiciona como un referente mundial en el desarrollo y fabricación de satélites y de vehículos lanzadores, con proyectos que involucran a los sectores público y privado.