“Hay más filosofía y sabiduría en una botella de vino que en todos los libros”. La frase se le atribuye al francés Luis Pasteur, uno de los grandes de la microbiología, que trabajó específicamente sobre la fermentación de esta bebida a pedido de Napoleón III, quien estaba preocupado por las pérdidas económicas que se sufrían cuando el vino se echaba a perder.

Seamos o no consumidores de este jugo de uva fermentado por hongos, podemos tanto perdonar como entender el porqué de la exageración de Pasteur (quien además publicó en 1866 un libro, titulado justamente Estudios sobre el vino, dando a conocer el papel de las levaduras en la fermentación y otros secretos microbiológicos que suceden entre que se cosecha la vid y se sirve una copa). Aun así, la reciente publicación de un artículo científico agrega una nueva dimensión a toda esa sabiduría y filosofía encerrada en una botella de vino.

Los seres humanos llevamos miles de años produciendo bebidas alcohólicas a partir de la fermentación de diversos cultivos, entre ellos la vid Vitis vinifera. En todo ese tiempo nuestros conocimientos, cultura, filosofía y concepciones del mundo han ido cambiando. Como también lo han hecho las cosas a las que apelamos para que la vid nos dé sus mejores frutos. Encontrar pesticidas en el vino tal vez no nos hable tanto de sabiduría como de la filosofía detrás de ciertos procesos productivos. Y eso es justamente lo que hace el artículo titulado algo así como Evaluación de la concentración de pesticidas en vinos sudamericanos mediante cromatografía de líquidos acoplada a espectrometría de masas, firmado por Débora Fernandes, Giselle Maciel, Nayara Pereira, Cleber do Amaral Mafessoni, Nicole Folmann y Charles Haminiuk, y llevado adelante en el Laboratorio de Biotecnología de la Universidad Tecnológica Federal de Paraná, en Brasil.

Dado que “es común el uso de pesticidas en la vitivinicultura para controlar plagas y enfermedades”, pero teniendo en cuenta que los residuos de estos agroquímicos “pueden representar riesgos significativos a la salud, especialmente ante la exposición prolongada”, el equipo de investigadoras e investigadores se propuso ver si determinados herbicidas, fungicidas e insecticidas estaban presentes en vinos tintos embotellados y a la venta en el mercado brasileño de las variedades Merlot y Cabernet Sauvignon producidos en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. ¿Cómo les fue? A ellos bien, a los vinos no tanto. En los vinos de ambas variedades de uva de los cuatro países se encontraron restos de ocho de los 13 plaguicidas que buscaron. Vayamos ahora a más detalles de este trabajo.

Cuna del 10% de la producción de vinos... y de conocimiento original

En el trabajo queda de inmediato en claro por qué estudiaron qué pasaba con los vinos de estos cuatro países y de esas dos variedades de tinto en concreto. “Argentina, Brasil, Chile y Uruguay conforman la principal región productora de vino del continente”, señalan citando fuentes, agregando que “con una producción anual de aproximadamente 21,3 millones de hectolitros” lo que producimos entre los cuatro “representa más del 10% de la producción mundial” de vino. También sostienen que “entre las variedades de Vitis vinifera económicamente significativas en la región se destacan Cabernet Sauvignon y Merlot”.

Como dicen Débora Fernandes y sus colegas, “en Sudamérica el uso de pesticidas en la vitivinicultura está muy extendido”, en parte por el proceso de aclimatación de la vid (una planta que no es oriunda de nuestro continente) a los regímenes de “lluvias excesivas y altas temperaturas”. Como dato interesante, señalan que Brasil, el país del equipo de investigación, “se destaca por ser uno de los mayores consumidores de pesticidas” a escala global, un hecho que, dicen, está relacionado a la “intensificación de las prácticas agrícolas en el país”.

Claro que nadie recurre a los agroquímicos para hacerles mal a otros seres humanos, sino que lo que se busca es, entre otras cosas, “mitigar riesgos como pérdidas en la producción, aumentar la vida útil y la mejora de la calidad del producto”. Pero... como decía Newton, cada acción tiene su reacción. Los productos tóxicos para organismos (hierbas, hongos, insectos, etcétera) que afectan la vid pueden ir a parar al ambiente, perjudicando a otros organismos que no eran aquellos a los que estaban destinados. Y si quedan restos de esos pesticidas en la uva y, más aún, en el vino que se elabora con ella, los productores pueden embromar a aquellos a quienes querían deleitar con su tinto elixir.

“Pocos estudios han investigado la presencia de residuos de pesticidas de múltiples clases en vinos comerciales sudamericanos y sus implicaciones para los consumidores, destacando una brecha crítica de conocimiento”, señalan entonces Débora y sus colegas. Y eso es justamente lo que se propusieron hacer. “Hasta donde sabemos, este es el primer estudio en identificar pesticidas de múltiples clases en vinos comerciales de América del Sur”, dicen entonces y uno se imagina que para quien investiga saber que se está entrando en terreno ignoto debe ser más placentero que para un sommelier catar un vino delicioso de una nueva y pequeña bodega de un lugar recóndito.

Era de interés del equipo además ver si determinados pesticidas estaban más asociados a la producción de vino en algunos países o regiones —en el entendido de que las vides de distintas regiones deben enfrentar distintas presiones—, así como cuantificar los pesticidas en caso de que estuvieran en el vino embotellado y “evaluar el índice de riesgo asociado al consumo de las muestras de vino comercial” de los cuatro países.

Los vinos muestreados

Para su trabajo, entonces, seleccionaron “ocho muestras de vino” de las variedades Cabernet Sauvignon y Merlot de diversa procedencia: de Mendoza para los vinos de Argentina, de la Sierra Gaúcha para los vinos de Brasil, de la región de O’Higgins en el caso de los chilenos, y vinos producidos en Montevideo para el caso de los uruguayos. “Los criterios de selección incluyeron muestras provenientes del mismo viñedo en cada país, precio de venta al público de entre US$ 6 y USS 10, de cosecha de 2022”, explicitan en la publicación.

Las muestras, entonces, de estos ocho vinos de cuatro países fueron analizadas buscando una lista de 13 pesticidas que, de acuerdo a su uso en la región y en este cultivo, podrían estar allí.

Los pesticidas buscados

En concreto en el trabajo buscaron los herbicidas 2,4-D, tres tipos de Atrazina, Hexazinona y Picloram, los fungicidas Carbendazima, Fluxapyroxad y Tebuconazol, y los insecticidas Clorpirifos, Imidacloprid, Malaoxón y Malatión. Los residuos de estos pesticidas fueron buscados en las muestras de las ocho botellas de tinto mediante cromatografía de líquidos acoplada con espectrometría de masas, aplicando el extendido método denominado QuEChERS por la sigla en inglés de rápido, sencillo, barato, efectivo, robusto y seguro.

Pesticidas en los vinos sudamericanos

De los 13 pesticidas buscados, siete estuvieron presentes en las ocho muestras analizadas de Cabernet y Merlot de los cuatro países (Atrazina, Carbendazima, Clorpirifos, Malaoxón, Malatión, Picloram y Tebuconazole), mientras que el Fluxapyroxad estuvo presente en seis de las ocho muestras, no hallándose en las variedades Merlot de Argentina ni Uruguay.

A la hora de cuantificar qué tanto residuos de pesticidas había en los vinos, reportan que las concentraciones de Atrazina, Fluxapiroxad, Malaoxón, Malatión y Picloram “estaban por debajo del límite de cuantificación y, por lo tanto, no se pudieron cuantificar de manera confiable”. Y aquí entonces viene la primera señal de alerta para los vinos de Uruguay.

“En cuanto al pesticida Carbendazima, se observó variación significativa entre las muestras; sin embargo, concentraciones superiores al límite de cuantificación sólo estuvieron presentes en las variedades de Uruguay”, señalan en el artículo. Y hay más.

“Cabe destacar que los vinos uruguayos exhibieron las concentraciones más altas” de este fungicida “en las muestras de Cabernet Sauvignon y Merlot, con concentraciones de 21,87 microgramos por litro y 9,60 microgramos por litro, respectivamente”, reportan. “Además, nuestros hallazgos revelaron que los vinos Cabernet Sauvignon de Uruguay excedieron los límites de Ingesta Diaria Admisible y de Dosis de Referencia Aguda, lo que indica un riesgo potencial para la salud de los consumidores”, agrega el equipo de investigación.

Esta superación de los límites de Ingesta Diaria Admisible y de Dosis de Referencia Aguda también se dio para el caso del insecticida Clorpirifos de las “variedades de Merlot de Brasil y Chile”, que presentaron “niveles superiores a diez microgramos por kilo”, y para el caso del fungicida Tebuconazol “en la variedad de Cabernet Sauvignon de Brasil”.

Al ver los patrones por país, en el trabajo señalan que “las variedades de Merlot presentaron niveles más altos de residuos de pesticidas que las de Cabernet Sauvignon”. En el trabajo destacan luego que para el Cabernet Sauvignon “Brasil registró las mayores concentraciones de residuos de pesticidas, seguido de Uruguay y Argentina”, mientras que en el caso del Merlot “Brasil mostró los mayores niveles, seguido de Chile y Uruguay”.

Resumiendo entonces, sostienen que “se observa que Uruguay tuvo un uso predominante de Carbendazima, mientras que Brasil presentó las mayores concentraciones de residuos en ambas variedades, siendo el Tebuconazol el plaguicida más frecuentemente encontrado”.

¿Qué riesgo implica esto?

En el trabajo evaluaron “los riesgos para la salud en función de los valores de concentración promedio de los ocho pesticidas detectados”, presentando “los valores de Ingesta Diaria Estimada, Coeficiente de Riesgo e Índice de Riesgo tanto para hombres como para mujeres” para las muestras en los que se pudieron cuantificar (Tebuconazol para el Cabernet de Brasil y Argentina y el Merlot de Brasil; Carbendazima para el Cabernet de Uruguay; y Clorpirifos para el Merlot de Brasil y el de Chile).

Dicen entonces que de los ocho pesticidas encontrados, los valores de Ingesta Diaria Estimada iban entre los 0,63 a los 100,88 microgramos por kilo de peso corporal al día, “reportándose los valores más bajos para el Picloram y los más altos para el Tebuconazol”.

“Al analizar los valores del Coeficiente de Riesgo de forma individual, se encontró que tres plaguicidas presentaron valores superiores a 1, lo que indica un riesgo potencial para la salud del consumidor”, sostienen luego. Este fue el caso de la Carbendazima “en vinos de Uruguay para ambas variedades y géneros; Clorpirifos, presente en vinos Merlot de Brasil y Chile para ambos géneros; y Tebuconazol, encontrado en vinos Cabernet Sauvignon de Brasil, Chile y Argentina (excepto en mujeres en Argentina), así como en Merlot de Brasil para ambos géneros”.

Así las cosas, en el trabajo dicen que, “con base en estos resultados, todas las muestras de vino analizadas superaron el umbral de seguridad establecido (Índice de Riesgo mayor a 1), lo que sugiere que, según los parámetros de evaluación de riesgos, estos vinos no son seguros para el consumo regular por parte de ambos sexos”. Apa. Pero, entonces, el trabajo se muestra un poco ambiguo.

¿Es un riesgo o no es un riesgo?

Más adelante, al discutir un poco los altos niveles de Carbendazima encontrada en los vinos de Uruguay, el trabajo sostiene que eso puede obedecer “a que el cultivo de uva en el país se ve afectado con frecuencia por el mildiu polvoriento, el mildiu velloso, la antracnosis y la podredumbre negra, siendo la Carbendazima uno de los plaguicidas más utilizados para controlar la podredumbre del racimo”, y que “estas enfermedades fúngicas están fuertemente asociadas al clima y la temperatura del país, que se caracterizan por ser húmedos y templados”.

Y entonces se señala que “es importante destacar que, aunque en nuestros hallazgos se observaron niveles cuantificables de Carbendazima, estos valores no superaron los Límites Máximos de Residuos establecidos y se consideran seguros para los consumidores, por lo que no suponen ningún daño asociado a su consumo, lo que es un resultado positivo, ya que no sólo mitiga los posibles daños a los cultivos, sino que también cumple con los estándares establecidos por la EFSA” (la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria).

El pasaje que acabamos de citar se da un poco de bruces con el que decía que, tras hacer los análisis de riesgo, “todas las muestras de vino analizadas superaron el umbral de seguridad establecido (Índice de Riesgo mayor a 1), lo que sugiere que, según los parámetros de evaluación de riesgos, estos vinos no son seguros para el consumo regular por parte de ambos sexos”. Sin embargo, las cosas no son contradictorias: los límites máximos de residuos de pesticidas en los alimentos tal vez no estén acordes al riesgo que implican para la salud, sobre todo al observar efectos a largo plazo.

Como dicen también en el propio trabajo, se trata de una investigación “innovadora en la evaluación de las concentraciones de pesticidas en los vinos sudamericanos” que “proporciona información para mejorar los Límites Máximos de Residuos de pesticidas y promover la gestión segura de la viticultura”. Esa frase aparece en el resumen del artículo, pero, por alguna extraña razón, no viene a continuación de cuando dicen que los valores encontrados “no suponen ningún daño asociado a su consumo” y celebran que cumplen “con los estándares establecidos por la EFSA”.

Más allá de que la agroecología es deseable y necesaria, con los agroquímicos también hay espacio para trabajar y mejorar. Todo se trata de dónde, cuándo, cuánto, por qué y para qué. Que dos botellas de vino de Uruguay (y varias de los otros países) tengan tanto residuos de fungicidas debiera hacernos revisar un poco todos esos pronombres interrogativos. Todos seguramente queremos que los hongos no malogren la cosecha de uva, pero el precio de eso no debiera ser que el pesticida vaya a parar a nuestra lengua. Tal vez la filosofía y la sabiduría contenidas en las botellas, de las que hablaba Pasteur, nos ayuden a salir de esta trampa.

Artículo: Assessment of pesticides concentration in South American wines by liquid chromatography-tandem mass spectrometry
Publicación: Journal of Food Composition and Analysis (enero de 2025)
Autores: Débora Fernandes, Giselle Maciel, Nayara Pereira, Cleber do Amaral Mafessoni, Nicole Folmann y Charles Haminiuk.

Un trabajo preliminar

Si bien el trabajo es profundamente interesante y plantea un tema relevante, hay que destacar que se analizaron unas pocas botellas (dos de cada país. ocho en total) de solo cuatro productores de vino (uno de cada país).

Lo que aquí se reporta tal vez no represente al universo total de vinos producidos de ambas variedades de tinto en los cuatro países. Aún así, si en tan pocos casos se evidencian residuos de pesticidas, lo que corresponde ahora es hacer análisis más abarcativos y representativos de lo producido en cada uno de los países. Hay tarea por delante.