Una extraña criatura acaba de escaparse de una clínica escondida en una vieja mansión británica. Los encargados del lugar se niegan a decir qué es, pero en su jaula vacía hay juegos para niños y también un comedero con fruta suelta, como la que se daría al animal de un zoológico.

Sólo tras una persecución de varios días, que deja como saldo destrozos, pánico y muchas personas muertas, se sabrá la verdad: el fugado es Chad, un híbrido de humano y chimpancé que ha demostrado ser fuerte, agresivo e inteligente pero que actúa más por desconcierto que por maldad, al no entender bien su lugar en el mundo.

Esta es la premisa de la novela Quimera, de Stephen Gallagher, que tuvo una exitosa adaptación al formato de miniserie televisiva en los años 80 y cuyo argumento cuenta con el antecedente muy real de los bizarros intentos del científico ruso Ilya Ivanov por obtener un híbrido humano-chimpancé, para lo que inseminó tres hembras de chimpancé con esperma humano en la década de los 20 del siglo pasado.

Pensar en humanos y chimpancés cruzándose y dejando descendencia viable es sin dudas material de ciencia ficción, ya que se trata de dos especies con una divergencia temporal de más de seis millones de años, pero la hibridación no es un asunto nada absurdo ni fantasioso: se produce en la naturaleza continuamente y genera a veces casos igualmente impactantes.

Un ejemplo fue la aparición reciente de un híbrido entre zorro de campo y perro, en territorio cercano a Uruguay, que comentamos en esta misma sección. Estas especies divergieron hace 6,7 millones de años, aproximadamente el mismo tiempo que humanos y chimpancés, pero eso no les impidió dar a luz a su propia quimera cánida.

Para pensar en humanos cruzándose con otras especies no hay que acudir a la ciencia ficción, que desde La isla del doctor Moreau, de HG Wells, nos ha regalado imágenes grotescas de híbridos. Basta con ver nuestros genes. Entre el 1% y el 4% del genoma de los humanos actuales de ascendencia euroasiática tiene origen neandertal, otra especie humana extinguida cerca de 40.000 años atrás. Eso fue posible gracias a que entre 50.000 años y 45.000 años atrás, cuando Homo sapiens y Homo neanderthalensis se encontraron en Europa, muchos se fueron a los bifes (quizás literalmente, pero en este caso hablamos figurativamente de sexo) y tuvieron descendencia.

Se han encontrado incluso pruebas de la hibridación entre especies humanas distintas a la nuestra, como el hallazgo de los restos de una adolescente de hace 50.000 años que tenía madre neandertal y padre denisovano (los denisovanos son otros primos humanos, descubiertos hace relativamente poco, que vivieron en Asia).

Estos ejemplos suelen suscitar discusiones porque no todos los investigadores consideran a estos humanos especies separadas, lo que a su vez dispara el debate de los límites del resbaloso concepto de especie. ¿Cuál es el punto en el que dos grupos de animales, que se separan geográficamente y que van pasando por distintas transformaciones como resultado de su interacción con el ambiente a lo largo de los años, pasan a ser especies distintas? Es una pregunta difícil, que puede responderse con énfasis en la biología, la genética y la taxonomía.

Otros ejemplos de hibridación son más llamativos porque nos muestran que, en casos excepcionales, animales de géneros distintos, de poblaciones separadas y con evidentes diferencias físicas también pueden cruzarse y generar descendencia. En Uruguay tenemos muestras de ello, como ocurrió con un caso que incluye dos curiosos individuos que forman parte de una reciente revisión sobre híbridos en mamíferos marinos.

Manual del macho híbrido

Mientras filmaban en Isla de Lobos el documental Manual del macho alfa, que sigue las peripecias sexuales de los lobos marinos que habitan en el lugar, los realizadores Marcelo Casacuberta y Guillermo Kloetzer notaron algo extraño en uno de los ejemplares que documentaban. Se trataba de una hembra que mostraba algunas características de león marino (Otaria flavescens) y otras de lobo marino (Arctocephalus australis).

Lobos marinos y leones marinos conviven en la Isla de Lobos y suelen mezclarse, pero son animales notoriamente distintos. Los leones marinos, a los que suele llamarse “pelucas” por su melena, pueden triplicar el tamaño de los lobos, tienen el hocico achatado (en vez de fino, como el lobo marino) y un pelaje entre marrón y anaranjado. El lobo marino (también llamado lobo fino o lobo de dos pelos) es de pelaje más grisáceo y cuenta con dos capas de pelo.

Como Casacuberta y Kloetzer ya habían leído algo sobre posible hibridación entre lobos y leones marinos, prestaron atención especial a esta hembra de aspecto intermedio. La filmaron durante un rato y se dieron cuenta de que también tenía una cría, lo que resultaba interesantísimo en caso de tratarse efectivamente de un híbrido. Si bien puede darse que especies distintas se apareen y tengan descendencia, esta suele sufrir costos físicos, como problemas de salud o infertilidad. Este no era aparentemente el caso. La madre híbrida parecía haber dado a luz sin problemas.

Picados por la curiosidad, mostraron imágenes de los dos animales a un grupo de estudiantes que se encontraban en la isla realizando un muestreo. Para sacarse las dudas, las estudiantes las enviaron a su tutora, la bióloga Valentina Franco Trecu, que se especializa en el estudio de pinnípedos, la superfamilia de mamíferos carnívoros que incluye a lobos, leones y elefantes marinos, entre otras especies. De hecho, obtuvo gracias a su trabajo con estos animales el 17° Premio Nacional L’oréal – Unesco por las Mujeres en la Ciencia, que le entregarán el martes 11 de febrero.

Valentina fue hasta la isla, localizó a los dos animales y notó que efectivamente la hembra parecía un híbrido. Tenía algunos rasgos de león marino, como el color del pelaje y la forma del hocico, y otros de lobo marino, como las orejas y el tamaño. Cuando la vio con la cría, no tuvo dudas.

“La cría, que era un macho, tenía rasgos típicos de lobo fino, pero amamantaba de una hembra con muchas características de león marino; además era gigante, súper grande comparada con el tamaño de las otras crías de lobo fino que andaban en la misma zona”, recuerda Valentina.

Hasta ese punto, entre los pinnípedos, sólo se había confirmado genéticamente la hibridación entre especies distintas del mismo género, como ha sucedido dentro de Arctocephalus. Se sospechaba de hibridación entre leones marinos y lobos marinos gracias a la aparición de un ejemplar juvenil en Cabo Polonio, en la década de 1990, con rasgos bien típicos de ambas especies, pero sin que se realizara una comprobación genética o se constatara su fertilidad.

Por lo tanto, la aparición de esta madre y su cría ofrecía la oportunidad de confirmar un caso único a nivel mundial, que probaría sin duda alguna que estas dos especies, que divergieron hace aproximadamente tres millones de años, podían efectivamente cruzarse y dejar descendencia fértil. Eso fue lo que Valentina y sus colegas analizaron y describieron en un artículo publicado hace ya varios años, que reportó por primera vez mediante la genética la hibridación de dos géneros distintos de pinnípedos.

Cría híbrida (en rojo) y crías de lobo marino (en azul).

Cría híbrida (en rojo) y crías de lobo marino (en azul).

Foto: Valentina Franco

La parte del león

Observar cópulas de leones marinos y lobos marinos no es muy común –ni agradable, como veremos–, pero hay evidencias de que ocurre.

“Muchas veces se encuentran varias hembras muertas y aplastadas de lobos finos, y eso hace suponer, debido a que existen registros de este comportamiento, que son el resultado de algún león marino macho que intentó copular con hembras de lobo fino. En este proceso las aplastan y pueden morderles el cuello, por eso se da que se observen varias hembras muertas. Yo lo he visto, aunque no es nada frecuente”, explica Valentina.

Para que especies distintas, separadas por millones de años de evolución, puedan cruzarse, deben superarse varias barreras. Por eso estos episodios se dan en forma excepcional. Algunas de estas barreras son comportamentales y otras biológicas (lo que puede incluir diferencias hormonales, sincronización de celo, incompatibilidad cromosómica o genética, etcétera). En el caso de lobos y leones marinos, por ejemplo, hay una barrera morfológica muy clara, como deja en evidencia lo que sufren las hembras de lobo fino.

“Hay un tema de tamaño. Por eso, para que sea una cópula viable, el macho de león marino debe ser medio pequeño y la hembra de lobo fino bastante grande”, agrega Valentina. A la inversa, lobos marinos machos y leones marinos hembras es aún más inviable.

Para resolver el enigma de esta madre y su cría, Valentina y sus colegas sacaron muestras de piel de ambas para hacer análisis genéticos y tomaron medidas a la cría para realizar comparaciones morfológicas, que confirmaron que poseía características intermedias de las dos especies.

Sus estudios corroboraron que tanto madre como cría tenían una mezcla genética de lobos marinos y leones marinos –es decir, que se trataba de híbridos, tal cual sospechaban–, pero con una historia más compleja de lo que imaginaban.

La fábula del lobo y el león

Lo que la genética mostró es que la hembra híbrida fue producto de la cruza de una hembra de lobo marino y un macho de león marino o de un híbrido.

A su vez, esa hembra híbrida se cruzó exitosamente con un macho de león marino o con otro híbrido –los datos no permiten establecerlo con total certeza– y tuvo la cría que las investigadoras también analizaron. En resumen, lo más relevante es que lo que se veía físicamente se comprobó mediante la genética: los individuos tenían una mezcla de ambas especies.

El trabajo no se quedó allí. Aprovechando las muestras recogidas por Valentina para otras investigaciones hechas esos años, realizaron un análisis genético de 254 ejemplares de lobo marino y 83 de león marino que habitaban la isla, para corroborar si había otros individuos con mezcla genética.

Los resultados revelaron que únicamente otros dos ejemplares tenían algo de mezcla de ADN –en este caso, lobos marinos que poseían entre 10% y 15% de ancestría de león marino–, lo que demuestra que, si bien han ocurrido otros episodios de hibridación en el pasado, estos son muy poco frecuentes.

Por lo tanto, si bien estas dos especies conviven en el mismo sitio y la cópula de leones machos con lobos hembras es posible, la cruza parece estar contenida por algún mecanismo. Como vimos, las disparidades físicas parecen ser la principal barrera, pero también pueden influir las diferencias en las temporadas reproductivas: hay sólo unos pocos días de solapamiento a finales de diciembre y comienzos de enero.

Aun así, episodios tan extraños como este pueden darse y no se limitan sólo a los lobos marinos y leones marinos que se ven en nuestro territorio. Prueba de ello es un artículo reciente de investigadores de la Universidad de Quintana de Roo, en México, que cita estos ejemplos uruguayos entre muchos otros animales marinos, con el sugestivo título de Romeo y Julieta: ¿una historia de amor prohibido? Revisión de la hibridación en megafauna acuática clave. Los Montescos y Capuletos del agua, tal parece, también se atraen pese a todas las probabilidades en su contra.

It’s evolution, baby

Los autores del artículo realizaron una revisión exhaustiva de todos los trabajos que reportan casos de hibridación en mamíferos acuáticos y semiacuáticos, reptiles, tiburones y rayas, publicados hasta diciembre de 2023.

Lograron recopilar los registros de 80 híbridos distintos que involucran a 116 especies o subespecies, la mayoría pertenecientes a mamíferos acuáticos o tortugas.

Entre los casos más curiosos hay híbridos producto de cruza de delfines nariz de botella con seis especies de cetáceos distintos, entre ellos la falsa orca, dato que sin dudas cimentará aún más la reputación sexual de estos animales (conocidos por la curiosidad que muestran en el asunto, que excede los fines reproductivos).

Se han reportado también híbridos de una beluga y un narval, de un oso polar y un oso grizzly (que los autores consideran como animales semiacuáticos), de tortuga carey y tortuga cabezona, de tortuga carey y tortuga verde, e incluso un triple híbrido de carey, cabezona y verde.

Como vemos, el sexo se las ingenia para desbordar los envases prolijos con los que los seres humanos buscamos clasificar al mundo animal y pone a prueba los conceptos que usamos para definir qué es una especie.

Según los investigadores, hay una tendencia al aumento en los reportes de hibridación de la megafauna acuática. Si bien la explicación más probable es que hoy en día hay más especialistas y más metodologías que facilitan la detección de individuos híbridos –y por lo tanto hay más trabajos al respecto– los autores no descartan que incidan también factores humanos.

“Puede ser una consecuencia de la translocación de organismos y la modificación del hábitat por parte de los seres humanos y puede tener un impacto crítico en la conservación, especialmente de las poblaciones que ya están empobrecidas. La hibridación ha facilitado directa o indirectamente la extinción de muchas especies, pero también ha desempeñado un papel crucial en la evolución y adaptación de muchas otras. Es necesario determinar si la hibridación en este grupo es natural o un efecto colateral de las presiones antrópicas para comprender sus implicaciones en la conservación de la megafauna acuática”, advierten.

La hibridación como amenaza para la conservación de algunas especies se ha reportado por ejemplo en las cruzas de la tortuga cabezona y la carey, porque disminuyen el éxito reproductivo y la salud de poblaciones que ya de por sí tienen complicaciones.

En cuanto a su rol importante en la evolución y especiación (es decir, el surgimiento de nuevas especies), citan el caso del delfín clímene, nacido de la cruza entre otras dos especies de delfines.

A veces, que dos especies puedan copular y engendrar crías parece salido realmente del mundo de la ciencia ficción. Que eso pase con el delfín nariz de botella (cuya subespecie presente en Uruguay llamamos tonina) y la falsa orca, dos animales de tamaño y aspecto bastante distintos, y que comenzaron a divergir hace más de diez millones de años, puede resultar tan descabellado como pensar en la cruza de gorilas y humanos, especies con una divergencia temporal similar (aunque, por supuesto, también hubo una miniserie de ciencia ficción protagonizada por un híbrido gorila-humano, First born).

El resultado de la cruza de delfines nariz de botella y falsas orcas, hasta ahora, ha sido tan desastroso como el de la novela Quimera, con abortos repetidos y nacimientos de individuos con pocos meses de supervivencia y severos problemas de salud.

Los casos de hibridación de lobos y leones marinos son también curiosos, sorprendentes y hasta tan fantásticos como los de una ficción especulativa, pero han ocurrido ahí nomás, en las mismas costas donde miles de humanos locales y extranjeros se dedican a sus propios rituales de cortejo durante el verano. Fue justamente comparando en broma unos y otros, como hace la película Manual del macho alfa, que los ojos atentos de dos divulgadores y una científica pudieron descubrir este caso único.

Artículo: Romeo and Juliet: a forbidden love story? A review of hybridization in keystone, aquatic megafauna
Publicación: Animal Biodiversity and Conservation (2024)
Autores: Aidée Arriaga, Delma Castelblanco, Irma Aguilera, Judith Velarde, Carlos Niño, María del Pilar Blanco, Pierre Charruau y Valentina Islas.

Artículo: Sex beyond species: the first genetically analyzed case of intergeneric fertile hybridization in pinnipeds
Publicación: Evolution & Development (2016)
Autores: Valentina Franco, Carolina Abud, Matías Feijoo, Guillermo Kloetzer, Marcelo Casacuberta y Paula Costa.