Para algunas personas, un martirio, para otras una de las más bellas formas de expresión del ser humano, la matemática ha sido en general una disciplina parteaguas que provoca cualquier cosa menos indiferencia. En el libro La dimensión humana de la matemática, Roberto Markarian llega incluso a hacer una confesión que, si no tuviera un trasfondo un poco trágico, expresa con cierto humor todo esto: “Los profesores de Matemática somos vistos como los grandes verdugos del sistema educativo, como la auténtica traba para el avance en los estudios secundarios o universitarios”.

Más allá de que la probabilística, una de las ramas de la matemática, nos indica que efectivamente debe haber docentes de Matemática (y otras disciplinas) con alguna tendencia sádica, lo más frecuente es lo que Markarian deja claro en esta obra: quienes se dedican al estudio o la docencia de esta disciplina lo hacen sintiendo un gran placer y fascinación por ella, cosas que desearían poder transmitir a los demás. Lamentablemente, por algunas razones que Markarian aborda en algunos de los ensayos que componen La dimensión humana de la matemática, algo pasa que impide contagiar tal entusiasmo al alumnado y, más en general, a gran parte de la sociedad.

“Todo este libro está inspirado en el principio de que necesitamos un verdadero entendimiento generalizado del papel que la matemática ha jugado y juega en la sociedad en que vivimos”, dice en una parte del capítulo 2, denominado justamente “Aprendizaje y enseñanza de la matemática”. Markarian sostiene que para reducir la brecha que separa a algunas personas de la matemática es necesario “reivindicar el contenido cultural de la matemática”, así como presentarla como “la profunda historia y creación humana que en realidad es”. Más aún, lanza una invitación: “Los docentes y profesores de todos los niveles debiéramos saber aprovechar las múltiples facetas de la disciplina no sólo para entusiasmar a nuestros alumnos, sino para darles sus auténticas dimensiones”.

Cuando Markarian despliega a grandes rasgos estas distintas dimensiones, cada uno bucea en su pasado y constata que algunas de ellas brillaron por su ausencia en su trayectoria educativa. “La matemática es como un arte” que tiene diversos aspectos, como “la elegancia y limpidez de sus razonamientos” o la “sorpresa de los resultados”, que “muchas veces satisfacen nuestro sentido estético”. Que la matemática es “un lenguaje preciso y eficaz” tal vez sea una dimensión más evidente, pero Markarian defiende que también es “un eficaz instrumento para resolver cuestiones de la vida cotidiana o de la más sofisticada tecnología”. También resalta una dimensión, más lúdica, que refiere a la investigación matemática.

Markarian llama entonces a los docentes de los distintos niveles del sistema educativo a “impregnar la didáctica de la matemática de estos contenidos culturales, destacar la influencia de la matemática en la formación de los valores más ricos de la humanidad, de su profundo carácter histórico y evolutivo”, ya que está convencido de que “si ese espíritu caracteriza la enseñanza, su aprendizaje se verá facilitado”.

Si bien este es el tono que sobrevuela los seis capítulos del libro (“La ciencia matemática. Lo específico y lo general”; el ya mencionado “Aprendizaje y enseñanza de la matemática”; “Matemática y cultura. El sistema de numeración”; “Matemática y cultura. Los números en la recta”; “La matemática del caos y otros caos”; “José Luis Massera. Matemático y revolucionario”), cada uno hace énfasis en diversos aspectos, algunos más culturales, otros más directamente matemáticos, todos con la misma intención de acercar la fascinación por la disciplina.

El caos y el mundo en que vivimos

Dado que Markarian dedicó, y sigue dedicando, su producción matemática al campo de los sistemas dinámicos, reseñemos que el capítulo en que se trata este tema en particular (“La matemática del caos y otros caos”), lejos de resultar árido, se disfruta de principio a fin. Tras leerlo, uno siente que se le ha dado un pantallazo que le pone orden al caos con un lenguaje sencillo, que no por ello rehúye a presentar las complejidades inherentes al tema.

Sin embargo, hay otros caos del mundo en que vivimos a los que el libro también se asoma, ahora ya sin tantas certezas (entre otras cosas, porque aquí no estoy usando la palabra caos en su sentido matemático). Por ejemplo, en un pasaje Markarian señala que “se ha convertido en un verdadero problema la pretensión de planificadores y economistas de justificar la inversión social en ciencia con base en un cálculo de costo-beneficio”. Agrega que “en esta versión, la pertinencia social es juzgada por mediadores que, dado que ignoran aquello que deben evaluar, requieren de parámetros simples y contundentes para tomar decisiones” y señala que “las consecuencias que esta dinámica tiene sobre la comunidad académica son peligrosas y deben ser objeto de un análisis cuidadoso”.

En otro pasaje, Markarian sostiene que “a pesar de que la investigación fundamental se relaciona cada vez de manera más estrecha con la aplicación tecnológica y aun con la directamente productiva, es un tipo de actividad que resulta muy difícil de incluir en la programación de los planificadores: en general los resultados son inciertos y los itinerarios reales de la investigación pueden diferir mucho de las previsiones, el clima en que se desarrolla se aproxima mucho al de la producción cultural en general y provoca la impaciencia de políticos y empresarios interesados en medir la productividad inmediata, y más sin reducir costos y mejorar la gestión que en generar auténtica innovación”.

No sólo se adentra en el caos que ronda a las políticas científicas, sino también en otros que atraviesan nuestro tiempo. “Hay un proceso de descreimiento de la importancia del conocimiento abstracto, favorecido por las cuestiones económicas y sociales”, dice Markarian, “y también por la cultura del logro inmediato, de que lo bueno es lo que se puede consumir. Todo eso genera una especie de despreocupación y en muchos casos una desnaturalización del conocimiento matemático”.

En definitiva, en La dimensión humana de la matemática Markarian nos abre las puertas de la casa que ha sido su disciplina del conocimiento, nos muestra cómo, aun con varias limitaciones que aborda en distintos pasajes, nuestro cerebro es capaz de la proeza de darle sentido al mundo desde la ciencia, pero aún más nos deja en evidencia que todo aquello, aun cuando tenga la elegancia de la racionalidad y la pureza de la abstracción, está atravesado por la cultura, los intereses, el compromiso y, no olvidemos, por el placer de saber que podemos saber más de lo que sabemos.

Libro: La dimensión humana de la matemática. Editorial: Estuario. Autor: Roberto Markarian. 264 páginas.