Esta historia comienza con los mismos personajes que un relato policial: un grupo de víctimas, un asesino y un equipo de investigadores. La diferencia es que en este caso el suspenso no lo aporta la identidad del victimario sino la incertidumbre a la hora de detenerlo.

A principios de 2022, el equipo de trabajo de la Quinta Capurro (Canelones) notó que algunas de las palmeras de este espacio patrimonial se encontraban enfermas o muertas, con las palmas caídas y resecas. Los funcionarios, extrañados por esta situación, hicieron lo lógico en cualquier historia de este tipo: una “autopsia” en busca de pistas sobre la causa de muerte.

El culpable quedó expuesto en poco tiempo. Dentro de las hojas muertas de las palmeras Phoenix canariensis (que no es nativa de Uruguay, pero tiene una larga tradición histórica y paisajística en el país vinculada a la inmigración canaria) había cientos de larvas que se estaban comiendo la planta por dentro.

Con ayuda de integrantes de la Cátedra de Entomología del Departamento de Protección Vegetal de la Facultad de Agronomía pudieron identificar que se trataba de un insecto asiático llamado comúnmente picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus), que no había sido hallado hasta entonces en Uruguay ni en ninguna parte de Sudamérica.

Junto con la Dirección de Patrimonio de Canelones iniciaron un trabajo detectivesco para descubrir si este invasor estaba matando también a palmeras de otras zonas del departamento. Los resultados fueron preocupantes. Hallaron cientos de ejemplares afectados por el picudo rojo en muchas localidades y encontraron como probable origen de la invasión al departamento la introducción de tres palmeras en octubre de 2021, algo no comprobado aún.

Desde entonces, el picudo rojo ha continuado su marcha triunfal en otros departamentos del país. Para 2024 ya estaba en Montevideo, Canelones, Maldonado, Florida, Flores, San José, Colonia y Lavalleja. Puede parecernos una invasión relámpago y muy reciente, pero es sólo un capítulo más de una historia muy vieja, cuyo capítulo más preocupante para Uruguay puede estar por llegar.

La amenaza roja

El picudo rojo es originario del sudeste asiático, pero lleva 50 años de conquista mundial gracias al comercio de palmeras infectadas y a su gran capacidad reproductiva. Usando el pico del rostro que les da su nombre común, las hembras perforan la corteza de las palmeras o los pecíolos, forman un agujero en el que pueden depositar más de 300 huevos y luego tapan el orificio. Al crecer, las larvas que nacen allí forman galerías dentro de la planta, a medida que se alimentan de ella, y la van secando.

Cuando los picudos rojos llegan a la adultez, cerca de la primavera, se dispersan mediante el vuelo para encontrar nuevas anfitrionas. En otros países se ha registrado que algunos ejemplares son capaces de viajar hasta 60 kilómetros en un día con ayuda de vientos fuertes.

A este insecto se lo encontró por primera vez fuera de su distribución natural en 1975, en Japón. En la década de 1980 se comprobó que estaba provocando daños importantes a las palmeras datileras del golfo Pérsico, y desde entonces se ha extendido rápidamente por el norte de África, Europa (está en 18 de los 21 países con costa mediterránea), varias regiones de Asia e incluso en algunos países de América Central y el Caribe.

Si bien se lo ha registrado en más de 40 especies de palmeras distintas, en Uruguay demostró una gran predilección por la palmera canaria Phoenix canariensis. Esto ya sería de por sí una mala noticia para el país, porque esta es una especie muy abundante y tradicional en el ornato público, con ejemplares de más de 150 años, pero la preocupación más grande es lo que pueda ocurrir con nuestras palmeras nativas. Especialmente con los palmares de butiá (Butia odorata) de Rocha y Treinta y Tres y los de yatay (Butia yatay) de Río Negro y Paysandú, ecosistemas únicos del país de gran valor ecológico, paisajístico, patrimonial y sociocultural.

En este contexto, las palmeras canarias plantadas a los costados de las rutas uruguayas podrían convertirse en una pista de alta velocidad para el picudo rojo en dirección a estos palmares, cuya conservación ya está desafiada actualmente por la ganadería (el sobrepastoreo no permite la regeneración del palmar) y la industria arrocera, como ocurre por ejemplo en el palmar de San Luis. Para peor, hay otras posibles amenazas en ciernes.

Picudo rojo en Canelones.

Picudo rojo en Canelones.

Foto: Francesca Mollica (NaturalistaUy)

Éramos pocos y parió el picudo

Mercedes Rivas, ingeniera agrónoma y docente de la Facultad de Agronomía radicada en el CURE (Centro Universitario Regional del Este) de Rocha, advierte desde hace años los riesgos que acechan a los palmares de Rocha. Desde 1999 trabaja en la conservación y el uso sustentable de los palmares de butiá, y desde 2020 integra la Comisión Honoraria Departamental de Protección del Palmar, como delegada del CURE.

En los últimos años, incluso antes de que el picudo rojo se detectara en Uruguay, comenzó a preocuparse por otro coleóptero de características similares y que parece estar afectando a algunos ejemplares de los palmares de Rocha: el taladro de tronco (Rhinostomus barbirostris), que, a diferencia del rojo, es un insecto autóctono.

Conocemos su presencia en los palmares de Rocha gracias a la tesis de maestría del entomólogo Juan Pablo Burla, también del Departamento de Sistemas Agrarios y Paisajes Culturales del CURE, que relevó los coleópteros presentes en el palmar. “Al final eso terminó resultando sumamente útil, porque después llegó el picudo rojo a Uruguay, y uno de los pocos que sabían sobre el tema en el país pasó a ser él”, destaca Mercedes desde Rocha.

Aunque el tema está aún bajo estudio, Mercedes asegura que en los últimos años notaron que algunas palmeras de butiá en las que encontraron este insecto se estaban secando y muriendo.

“Hasta hace poco no habíamos notado que estuvieran generando problemas”, sostiene Mercedes. Es lógico, porque al tratarse de un coleóptero nativo asociado a la palmera de butiá, que ha coevolucionado con ella, es esperable que exista una suerte de equilibrio. “Ahora tenemos que estudiar más y entender si está produciendo daños, y si esto ocurre por alguna clase de desequilibrio ecológico o porque hay muchas palmas que están viejas y débiles”, dice Mercedes. Otro picudo nativo asociado a palmeras es el picudo negro (Rhynchophorus palmarum), del mismo género que el picudo rojo y de similar comportamiento, que no ha sido registrado aún en los palmares de butiá de Rocha pero que aparentemente ha producido algunos daños del lado brasileño, según aseguraron a Mercedes algunos de sus colegas norteños.

Al mismo tiempo que los especialistas estudian este panorama incierto con especies nativas de coleópteros, el picudo rojo se acerca a Rocha. Ya se ha encontrado en las cercanías de Piriápolis y fue detectado también en Villa del Rosario, en Lavalleja. Además, aunque el picudo tenga predilección por la palmera canaria ya quedó claro que no tiene problema en alimentarse de las palmeras nativas, cuenta Mercedes. En Montevideo y Canelones ya se la registró en las butiá y pindó (Syagrus romanzoffiana), dos de las seis especies nativas de palmeras del país.

Gerardo Grinvald, director de Equitec, empresa certificada en el control del picudo rojo, va más allá. Asegura que también ha tenido que intervenir palmeras de las otras cuatro especies nativas, que son la yatay (Butia yatay), la yatay poñi (Butia paraguayensis), la yatay rastrera (Butia lallemantii) y la caranday (Trithrinax campestris), aunque con mucha menos frecuencia que las palmeras canarias.

En resumen, desde que se lo detectó en el país, hace tan sólo tres años, el picudo rojo se extendió a ocho departamentos y se está acercando a Rocha, donde se suma a las amenazas que ya ponen en entredicho la supervivencia de los emblemáticos palmares de butiá. Para evitar que se siga expandiendo, distintos organismos y especialistas están trabajando en Uruguay. Sin embargo, como advierte Mercedes, estos esfuerzos no están resultando suficientes ni están correctamente coordinados. Es hora de dar un paso más, antes de que sea demasiado tarde.

Haciendo palmas, y arriba y arriba

En setiembre de 2024, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) aprobó un plan de contingencia para el picudo rojo que prevé una serie de medidas para impedir su expansión. Entre ellas se encuentran acciones preventivas como la endoterapia, que consiste en la inyección de insecticidas en el tronco de palmeras sanas para evitar que el picudo rojo se instale, y también las acciones de control, como eliminación de aquellas palmeras ya afectadas. Esto último implica chipear las palmas y quemarlas o enterrarlas a dos metros de profundidad para evitar que los picudos adultos que quedan allí vuelen hacia otras palmeras.

En teoría esto impediría al menos el avance de este insecto, pero Mercedes explica que en la práctica las medidas no se están cumpliendo. Hay muchísimas palmeras moribundas y llenas de picudos que están quedando en pie y se están convirtiendo en focos de dispersión.

Parte del problema, según Mercedes, es que hay muchos actores con distintos grados de responsabilidad en el asunto. El MGAP supervisa y coordina el plan de contingencia, pero para saber a quién le corresponde aplicar las medidas sanitarias hay que ver primero dónde están ubicadas las palmeras infestadas.

Si están en el ornato público o caminos vecinales, deben actuar las intendencias; si se encuentran a los costados de las rutas, es tarea del Ministerio de Transporte y Obras Públicas; si están en predios estatales, dependerá de cada organismo (enseñanza pública, entes autónomos, etcétera); y si están en tu predio, corren por tu cuenta y costo. Y eso, como aclara Mercedes, es un gran problema. Realizar un tratamiento preventivo o deshacerse de una palmera infectada tiene su costo, y el Estado no ofrece por ahora una asistencia concreta en los casos en que ocurre en predios privados. “Creo que debe haber un incentivo para que la gente pueda hacer endoterapia o eliminar las palmeras si ya están afectadas”, explica Mercedes.

El taladro de tronco, insecto nativo, en Cerro Largo.

El taladro de tronco, insecto nativo, en Cerro Largo.

Foto: Andrés Costa (NaturalistaUy)

La falta de manejo centralizado podría agregar otros problemas. Hay que asegurarse de que todos los actores involucrados usen métodos efectivos y que no perjudiquen a las plantas. Además, la acción de podadores particulares y con poca o nula preparación para tratar palmeras infectadas también puede convertirse en factor de dispersión del picudo.

El GACH de los picudos

El otro gran problema es lograr una coordinación efectiva entre tantos niveles. Por ahora se están haciendo muchas cosas en forma aislada. Por ejemplo, el CURE y la Dirección Departamental del MGAP en Rocha marcaron todas las palmeras canarias que están en las rutas que llegan a Rocha para monitorear la posible llegada del picudo, y varias intendencias han hecho también trabajos de endoterapia en las palmeras del ornato público.

“Hay mucha gente preocupada, pero no hay un marco rector que guíe todos los esfuerzos y planifique el control; queda a la buena de Dios lo que pueda o no pasar. El plan de contingencia puede ser muy completo pero no obliga a nadie”, asegura Mercedes.

Por eso mismo, insiste en algo que mucha gente se ha tomado a chiste: “Tiene que haber un GACH (Grupo Asesor Científico Honorario) de esto, alguien que ordene la cancha, porque esto no será la covid pero se trata del patrimonio biológico, genético, paisajístico y cultural del país; es decir, los palmares nativos tienen un montón de valores, pero también en los casos de las palmeras exóticas entra en juego el valor cultural de la ciudad, porque uno no se puede imaginar algunas plazas o rutas sin las palmeras. Yo creo que hasta afecta el turismo, y sin embargo la gravedad del tema no parece estar realmente en la cabeza de quienes toman las decisiones”, enfatiza. Si no se coordina en forma urgente, advierte, el futuro es claro: a la larga nos quedaremos sin palmeras y exportaremos un gran problema a los países vecinos, porque, como ya vimos, Uruguay ha sido la puerta de entrada de este insecto invasor al continente.

El plan de contingencia ideado para combatir al picudo rojo deja en claro lo que está en juego. Advierte sobre el futuro de los palmares de yatay en Paysandú, los de yatay poñi del norte de Rivera y los ejemplares dispersos de la palma pindó, asociados al monte ribereño y de quebradas, pero sube el tono de alerta cuando se refiere a los palmares de butiá de Rocha. Considera que su aporte “económico, cultural e histórico” (además del ecológico) “es invaluable”. Entonces, ¿qué es lo que más urge hacer hoy en día para evitar la crónica de una muerte anunciada?

Con tu línea Maginot

Mercedes Rivas es realista. A esta altura no espera erradicar el picudo rojo de Uruguay, pese a que hay antecedentes. En Islas Canarias lo lograron. En 2016 se convirtieron en el primer territorio del mundo en eliminar a este coleóptero invasor, pero lo hicieron con un esfuerzo sostenido y que implicó mucho dinero, además de contar con la ventaja de combatir al insecto en el territorio acotado de sus islas, no en el continente. En una década inspeccionaron más de 700.000 palmeras y trataron cerca de 210.000, con un costo de nueve millones de euros.

En Uruguay, reconoce Mercedes, es impensable aplicar endoterapia y otros tratamientos asociados a todas las palmeras de Rocha. Pero sí es urgente cortar el camino al picudo rojo para que no llegue a los palmares nativos. “Hay que eliminar todas las palmas que quedan enfermas, y hacer endoterapia y tratamientos preventivos a todas las que se pueda. Y lo otro es realizar estudios, porque nos estamos manejando con datos sobre el ciclo de vida de esta especie que corresponden a otros países, con otras condiciones ambientales”, dice.

Para comenzar a develar algunas de estas incógnitas, el departamento que integra está pensando ya en proyectos de investigación para estudiar al picudo rojo en forma más sistemática y también posibles formas de control biológico. “Además es importante realizar estudios sobre la incidencia y el control del taladro de tronco y el picudo negro”, agrega Mercedes.

Para detener al picudo rojo, tal cual dijo el entomólogo Mark Hoddle de la Universidad de California, se precisa movilizar a miles de personas.

Hoddle llegó a Uruguay enviado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y elaboró un informe en diciembre de 2024. En él, asegura que el plan de manejo del picudo rojo en Uruguay está poco desarrollado, carece de recursos suficientes y tiene inadecuados programas de vigilancia para detectar infestaciones en nuevas áreas. Sin embargo, cree que se puede erradicar en un plazo de cinco a siete años con “apoyo financiero, logístico y técnico adecuado”.

Hoddle también considera pertinente hacer análisis genéticos para entender cómo y por dónde ingresó este invasor a Uruguay y advierte también que “el establecimiento del picudo rojo en Rocha podría ser devastador y probablemente tendría impactos catastróficos en los bosques nativos de palma de butiá, una característica icónica del patrimonio natural de Uruguay”.

“En este momento falta conciencia. Somos por ahora el único país sudamericano que tiene al picudo rojo. Nosotros no sólo tenemos que defender nuestras palmeras. ¿Queremos mañana ser los responsables de difundirlo en Argentina, Brasil, Paraguay? Sería hasta un papelón internacional no estar haciendo lo que hay que hacer para tratar de erradicarlo o disminuir su presencia lo más posible. Y eso requiere esfuerzo continuo y dinero”, concluye Mercedes.

Tenemos a buena parte de la región deslumbrada por la invasión de los escarabajos alienígenas de la serie El eternauta, a juzgar por la atención mediática que ha suscitado. Es un buen momento para recordar que otra invasión de escarabajos muy real se está desarrollando frente a nuestros ojos y que también amenaza con cambiar radicalmente nuestro paisaje.