En esta historia están implicados Cuqui y Cristina, lo que podría dar la idea de que tratará de política regional, diplomacia sudamericana, el Mercosur o incluso algunos de los recientes acontecimientos judiciales del otro lado del charco. Nada más lejos de eso. Es más bien una aventura de descubrimiento de especies, tanto en la taxonomía como en el campo, aunque tenga alguna relación muy lateral con lo político.
Para entender por qué circulan en esta nota dos nombres con ese peso geopolítico regional hay que retroceder a 2023, cuando un grupo de herpetólogos de Argentina, Brasil y Uruguay se propusieron desenredar la compleja taxonomía de algunas ranas del género Physalaemus. Más específicamente se centraron en Physalaemus albonotatus y Physalaemus cuqui, nombres que se dieron a unas ranitas que habitan en regiones chaqueñas y mesopotámicas de Paraguay y Argentina, y que históricamente han generado confusiones por su gran parecido morfológico (como ha ocurrido también con otras especies de este género).
A Physalaemus cuqui se la describió para la ciencia en 1993, pero no en homenaje al entonces presidente uruguayo Luis Lacalle Herrera y su popular apodo, sino a la esposa de Fernando Lobo, el investigador argentino que realizó el hallazgo. Lobo es un tipo con sentido del humor. Para justificar su decisión escribió: “El nombre de esta especie corresponde a una secuencia arbitraria de letras que casualmente coincide con el apodo de mi esposa”.
En el trabajo de 2023, los investigadores de Argentina, Uruguay y Brasil realizaron un minucioso análisis taxonómico, morfológico, acústico y genético para llegar a dos conclusiones importantes. En primer lugar, concluyeron que Physalaemus cuqui es en realidad la misma especie que Physalaemus albonotatus. Por lo tanto, no corresponde seguir usando ese nombre (que desaparece así de esta historia y de la taxonomía, para infortunio de la esposa homenajeada). Sin embargo, Lobo estaba en lo cierto en algo: había dos especies involucradas, pero no de la forma en que él creía.
Taxón, taxón, qué grande sos
El segundo hallazgo, ligado al anterior, es más relevante para este relato: descubrieron que algunas de las poblaciones de esta rana presentes en el Chaco húmedo, consideradas hasta ahora como Physalaemus albonotatus, correspondían en realidad a una especie nueva para la ciencia, separada geográficamente de la anterior y con diferencias tanto en el canto como en su genética.
El registro de esta nueva especie para la ciencia llegó más o menos al mismo tiempo que la asunción de Javier Milei en Argentina, con sus anuncios de recortes y despidos en el sistema científico. Quizá por eso los investigadores argentinos de ese trabajo contraatacaron con lo que pudieron, en este caso la taxonomía: llamaron a la nueva ranita Physalaemus cristinae, en homenaje a la contribución a la ciencia de la expresidenta argentina Cristina Fernández. Decían, textualmente, que lo hacían “en reconocimiento a sus extraordinarios aportes al mejoramiento del sistema educativo y científico en este país”, y entre dichos aportes destacaban el aumento de presupuesto nacional para la ciencia.
Como a algunos anfibios de este género se les suele llamar “ranitas lloronas”, el descubrimiento de esta nueva especie se prestó para algunos chistes en los medios en Argentina, e incluso para invertir la intención del homenaje. Abundaron títulos como “Bautizan a rana llorona en honor a Cristina Kirchner” o “Cristina, la rana llorona que descubrió el Conicet”.
No mucho después de ese registro, investigadores uruguayos descubrieron con sorpresa que Cristina (la ranita) cruzó el charco y se convirtió también en nueva integrante de nuestra fauna. Para saber cómo, la historia salta ahora a Bella Unión.
Tres hombres y una ranita
A Gabriel Rodríguez algunos le dicen, en broma, el Cocodrilo Dundee de Bella Unión, debido a su pasión por los animales y su actitud temeraria para poder observarlos de cerca. Como pasa un montón de horas por día trabajando con maquinaria agrícola en el campo, tiene oportunidades de sobra para toparse con toda clase de especies y fotografiarlas. Fue esta pasión, especialmente la que siente por anfibios y reptiles, la que lo juntó con otros dos jóvenes muy bicheros de esa zona del departamento de Artigas: el profesor de biología Sebastián Gómez Barboza y Gonzalo Rodríguez, estudiante de la carrera de guardaparques en Los Arrayanes.
Sebastián sabe, gracias a sus estudios y a su muy temprana vocación por los animales, que Artigas es un gran lugar para toparse con especies poco frecuentes en el resto del territorio.
“Yo veía que mucha gente fomentaba el valor del área protegida Rincón de Franquía, y eso, sumado a los conocimientos que yo traía desde mi niñez, hizo que desde chico fantaseara: ¿será que al estar en este punto podré ser un privilegiado y encontrar especies raras?”, cuenta Sebastián. Pudo cumplir ese sueño hace poco con sus registros del águila pampa (Busarellus nigricollis), rara vez vista en Uruguay, y luego demostró en otras ocasiones que aquello no fue casualidad. Por ejemplo, en esta historia.
Tras juntarse a hacer recorridas por Artigas y comprobar que “comenzaban a aparecer todo tipo de bichos”, Sebastián, Gabriel y Gonzalo crearon el grupo Reptiles y Anfibios del Norte, en el que comparten registros de la zona.
Un día, en uno de sus recorridos en solitario cerca de su casa, por la zona de Alcoholes del Uruguay (ALUR) en Bella Unión, Gabriel encontró de casualidad una ranita relativamente pequeña, de tonos marrones y verdes, que le llamó la atención. Aunque, según el cuento de Sebastián, habría que decir que “la rana lo encontró a él”. Gabriel le tomó una foto y la envió a sus compañeros, que supusieron que se trataba de una ranita gato (Physalaemus gracilis).
Para los que vivimos al sur del río Negro, la ranita gato es una presencia frecuente y grata. Es muy común escuchar su canto, parecido a un maullido muy fuerte, en las cunetas de los balnearios. También se asemeja a un llanto de bebé, lo que ha hecho que en la región se la conozca además como ranita llorona. El hallazgo ya era muy interesante porque la especie no está registrada para esa zona, pero los tres se llevaron una sorpresa aún mayor.
Cuando Gonzalo Rodríguez le envió la foto al investigador Claudio Borteiro, este le respondió que no era esa especie, sino probablemente una nueva para Uruguay: la mencionada Physalaemus cristinae, la ranita recién registrada para la ciencia en 2023. Claro que la foto no resultaba suficiente para confirmarlo. Era hora de volver a salir al campo primero y de trabajar en el laboratorio después.
Producto de ese trabajo combinado es un artículo reciente que lleva la firma de Gabriel Rodríguez, Sebastián Gómez Barboza y Gonzalo Rodríguez, responsables del grupo Anfibios y Reptiles del Norte, más Diego Barrasso, del Instituto de Diversidad y Evolución Austral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet, Argentina), y Francisco Kolenc y Claudio Borteiro, de la Sección Herpetología del Museo Nacional de Historia Natural de Montevideo.
Gabriel Rodríguez y Sebastián Gómez Barboza junto al herpetólogo Gabriel Laufer.
Foto: Sebastián Gómez Barboza
Yo canto para que se escuche mi voz
Para despejar todas las dudas, Sebastián, Gabriel y Gonzalo necesitaban encontrar otros ejemplares de la especie para tomar muestras genéticas y también registrar su canto. La tarea quedó en manos nuevamente del incansable Gabriel, que volvió a meterse entre los canales de riego de la caña de azúcar con el objetivo de repetir el encuentro.
Un día de lluvia, pudo escuchar el canto buscado y dio con varias ranitas de la especie que había fotografiado. Grabó con su celular el canto y también capturó algunos individuos (con los permisos correspondientes) para sacarles muestras y realizar el estudio genético.
Tanto el análisis genético como el acústico (el del canto) confirmaron que los ejemplares correspondían efectivamente a Physalaemus cristinae, a la que Sebastián y sus colegas aluden con el nombre común “ranita gato norteña”. Su canto es prácticamente idéntico al de la ranita gato que solemos escuchar en el sur, aunque distinto al de otras más parecidas morfológicamente y más cercanas geográficamente en Uruguay, como la ranita perro (Physalaemus cuvieri). El nombre común de esta rana emparentada ya da pistas: en vez de a un gato, su canto hacer acordar al ladrido de un perro.
Sin embargo, Physalaemus cristinae tenía otro capítulo sorprendente que agregar a esta historia, tan casual que a los propios investigadores les costó creerlo.
Salto a Salto
Cuando el manuscrito del artículo estaba casi listo, muchos meses después del hallazgo en Bella Unión, Sebastián consiguió trabajo en Salto y se mudó a la misma casa en la que vivió diez años atrás, a pocas cuadras del río Uruguay en el barrio Saladero.
“Un miércoles en que había llovido, llego y escucho en un pastizal frente a casa un canto muy parecido al de la ranita nueva, pero pensé que me equivocaba, porque en ese momento sólo teníamos el registro de Bella Unión, a 125 kilómetros. Supuse que era la ranita de cuatro ojos (Physalaemus biligonigerus), que yo nunca había visto”, cuenta Sebastián. Grabó su canto y se lo mandó a Gabriel Rodríguez, quien opinó que se trataba de la misma rana detectada en Bella Unión, la de Cristina. Como el resto del equipo no estaba seguro y lo creía improbable, Sebastián lo dejó pasar.
Al miércoles siguiente, sin embargo, la ranita insistió con su canto. “Me dije que tenía que resolver la duda de una vez por todas. Me calcé unas chinelas, me metí con la cámara en el baldío y me puse a buscar en medio de un coro tremendo de escuercitos. Y la encontré, era nomás la especie nueva”, agrega con asombro. Para alguien acostumbrado a meterse en busca de animales por lugares recónditos, inaccesibles y lejanos a su hogar, aquello parecía casi una broma.
Sebastián y sus colegas agregaron a su trabajo el hallazgo de Physalaemus cristinae en Salto y se quedaron procesando unas cuantas interrogantes. ¿Por qué una ranita que nadie había visto ni escuchado hasta entonces –recientemente descripta para la ciencia, además– aparecía de pronto en más de un punto en el litoral uruguayo?
Rema, rema
Cabe la posibilidad de que esta ranita esté presente en Uruguay desde hace mucho tiempo y que simplemente nadie la haya detectado hasta ahora, pero los autores del trabajo lo creen poco probable.
“Debe señalarse que (algunos de) los autores realizaron un muestreo intensivo en una amplia área geográfica del norte de Uruguay en los alrededores de Bella Unión entre 1999 y 2004, y que hubo muestreos esporádicos adicionales hasta 2019”, señala el artículo. Esta especie no estuvo entre las registradas en la zona.
“Es poco probable que Physalaemus cristinae haya pasado desapercibida dado su notable canto y su morfología externa distintiva”, continúa el texto, que además destaca que en Salto la especie “se encontró dentro del área urbana”.
Sebastián agrega que en el relevamiento de biodiversidad que se hizo en 2020 en el predio de Salto Grande y zonas adyacentes, en el que participaron biólogos con experiencia como Gabriel Laufer y Noelia Gobel, tampoco se la detectó del lado uruguayo (sí del argentino, aunque, como dijimos, era confundida por entonces con Physalaemus albonotatus).
¿Por qué, entonces, apareció ahora en el noroeste de Uruguay? Todo indica que, al igual que algunos argentinos descontentos con las últimas elecciones en su país, la rana cruzó el charco en los últimos años.
Las localidades reportadas en ALUR y Salto están separadas por aproximadamente 125 km entre sí, pero muy cerca del río Uruguay (a 2,0 km y 0,8 km, respectivamente), “lo que lleva a plantear la hipótesis de que al menos dos eventos de dispersión distintos de Physalaemus cristinae a través de este río podrían haber ocurrido en años recientes”, dice el artículo.
Esto concuerda con la ubicación de varias localidades cercanas de Argentina en las que se encuentra la especie. Aunque el río Uruguay puede parecer un obstáculo insalvable para esta ranita, quizá haya contado con la ayuda de la grave sequía que afectó la región entre 2019 y 2022, que generó bajantes históricas del río en esa zona, apunta el artículo.
La similitud en la diversidad de la fauna de anfibios del lado argentino y del uruguayo en esa región respalda la hipótesis de que el río no es una barrera imposible de cruzar para estos animales, agrega. Lo ocurrido con esta ranita podría sustentar esta hipótesis si se logra confirmar que efectivamente cruzó el río en estos años.
Tal cual indica el trabajo sobre el final, “la extensión de la distribución actual de Physalaemus cristinae en Uruguay, y el destino de estas poblaciones muy probablemente recién establecidas (incluyendo su extinción o expansión), merecen estudios futuros”. Desconocemos aún el grado de amenaza de esta nueva especie para el país, pero su aparición en zonas de actividad agrícola y ambientes urbanos ameritan al menos un ojo atento.
La ranita busca al jugador
A Sebastián, por ejemplo, muchas cosas le dan curiosidad. “Con estos hallazgos se abre un abanico nuevo para que continúen otras investigaciones”, señala. Por ejemplo, sostiene que con análisis genéticos que mostraran su afinidad con las poblaciones argentinas podrían confirmar que su llegada a nuestro país es reciente. “También entender mejor qué pasa acá, porque tenemos un vacío entre el barrio Saladero de Salto y Bella Unión. ¿Qué pasa en el medio? ¿Hay poblaciones de esta rana? Nuestra hipótesis es que cruzó el río hace poco en dos lugares distintos, pero no monitoreamos el espacio entre los dos puntos en que apareció en Uruguay”, dice.
Si se realizan nuevas investigaciones, quizá la ranita gato norteña nos depare más sorpresas. “Para mí todo lo ocurrido es una locura, porque Physalaemus cristinae se constituye como especie en 2023, Gabriel la encuentra en Bella Unión unos meses después y yo en Salto en marzo de 2025. ¿Será que estaba y no la encontrábamos, o que ingresó y se está expandiendo súper rápido?”, se pregunta Sebastián.
Lo que les ocurrió a él y sus colegas es una muestra de cuán impredecibles pueden resultarnos a veces los animales. “Hace por lo menos cinco años que vengo monitoreando los anfibios de Rincón de Franquía. Me jugaba la plata a que si encontraba un bicho nuevo iba a ser ahí, y lo terminé encontrando en Salto, en la casa donde viví ya hace diez años y en la que nunca noté nada raro”, concluye.
Los animales no buscan que los descubran, claro está. Esta ranita no anduvo persiguiendo a los autores del trabajo, pero la naturaleza siempre premia a quienes tienen ojos y oídos sintonizados con el mundo natural, incluso en ambientes urbanos o muy intervenidos.
En términos muy rioplatenses, no se trata de que la pelota busque al jugador, sino de que el jugador esté muy atento a lo que pasa en la cancha.
Artículo: A new addition to the frog fauna of Uruguay, Physalaemus cristinae Cardozo et al., 2023 (Anura, Leptodactylidae)
Publicación: Cuadernos de Herpetología (mayo de 2025)
Autores: Gabriel Rodríguez, Sebastián Gómez, Gonzalo Rodríguez, Diego Barrasso, Claudio Borteiro y Francisco Kolenc.