En su segunda estadía en Uruguay, en 1833, Charles Darwin decidió realizar varias incursiones por el departamento de Maldonado en compañía de dos guías, don Francisco González y su ayudante Morantes.

Como si fueran una suerte de dupla a lo Quijote y Sancho Panza con conocimientos locales, ambos guías iban a caballo generosamente armados de sables y pistolas, algo que a Darwin le pareció una precaución exagerada. Sin embargo, lo primero que supo al partir fue que el día anterior, en ese mismo camino, había sido degollado otro viajante.

Darwin hizo en aquella ocasión un par de visitas a la Laguna del Potrero en Maldonado, en la cabecera de lo que hoy es la Laguna del Sauce, más grande en nuestros tiempos que en los de Darwin debido a los cambios provocados por la represa que se construyó allí en 1945.

Entre el 25 y 26 de mayo de 1833 Darwin recorrió la zona con el objetivo de ver “hermosas aves”, pero hizo al final bastante más que eso. Colectó algunos ejemplares de peces en la laguna y luego los guardó en “espíritu de vino” para que se conservaran durante el largo viaje del Beagle.

Al igual que muchísimo material que Darwin fue recogiendo en esta zona, los peces que encontró en Uruguay llegaron a Inglaterra y fueron descritos como nuevas especies para la ciencia gracias al trabajo posterior de otros investigadores. En este caso, el de Leonard Jenyns en 1842, que nombró a la especie que encontró en la Laguna del Potrero como Callichthys paleatus (actualmente Hoplisoma paleatum).

Hoy en día llamamos comúnmente a esta especie, y a muchas otras de la misma subfamilia que se han descrito desde entonces, como bagres limpiafondos, coridoras, tachuelas o bagres acorazados, y las conocemos bien gracias a que son muy populares en peceras y acuarios.

Darwin no podía imaginar entonces que los peces que colectó pasarían a ser de los más comunes entre acuaristas de todo el mundo, incluso en su Europa. Tampoco conocía las muchas características asombrosas de estos animales y mucho menos su curiosa y única estrategia de reproducción sexual, cuya descripción habría escandalizado a la pacata sociedad victoriana a la que pertenecía.

En su viaje a Inglaterra, la etiqueta del lote que contenía los cinco ejemplares de esa especie que colectó Darwin se extravió, y durante mucho tiempo su origen no fue claro. Hoy sabemos que el sitio en el que se halló la especie (y otros cuatro peces nuevos para la ciencia) fue Maldonado, gracias a un minucioso trabajo que el investigador argentino Pablo Calviño publicó en 2020.

Calviño también participó en un reciente artículo que une el viejo hallazgo de Darwin con el registro reciente de una nueva especie de bagre limpiafondos en el noroeste de Argentina, para el que fue fundamental la colaboración uruguaya y que nos obliga a saltar ahora al presente para hablar de otra colecta de peces.

Coridora la exploradora

La expedición y colecta de peces que el biólogo argentino Felipe Alonso y sus colegas hicieron en el noroeste de la cuenca del Plata, en la pendiente atlántica de la cordillera de los Andes, no fue tan peligrosa como la de Darwin en Maldonado, pero también concluyó con hallazgos sorprendentes.

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Urkumayu micracanthus (A), Urkumayu gladysae (B) y Urkumayu petracinii (C).

Cinco especies de limpiafondos de la subfamilia Corydoradinae, entre ellas la descubierta por Darwin (Hoplisoma paleatus), habitan el noroeste argentino. Sin embargo, Felipe se topó en sus muestreos con una sexta especie que le llamó la atención, colectada en pequeños tributarios en la cuenca alta del río Bermejo en la selva de Yungas, a 500 metros de altura.

“Resultaba muy parecida a Hoplisoma paleatum, con una coloración muy similar, pero a la vez presentaba varias diferencias notables. Por ejemplo, los individuos eran más estilizados y tenían las aletas más cortas”, cuenta Felipe desde Salta. Además, la zona en la que fue hallada se encuentra bastante lejos de los puntos de distribución más cercanos de Hoplisoma paleatum, que habita sólo en la porción más austral de la cuenca del Plata.

Para entender bien estas diferencias necesitaba comparar los peces colectados con ejemplares de limpiafondos de otras regiones, comenzando por Maldonado, el lugar de donde Darwin colectó los individuos con los que se describió la especie. Allí es donde entra en la historia el investigador uruguayo Wilson Serra, del Museo Nacional de Historia Natural, en cuya sección de Ictiología se conservan varios ejemplares de Hoplisoma paleatum y otras especies de limpiafondos presentes en Uruguay.

En Uruguay tenemos por ahora cinco especies registradas, contando la que encontró Darwin. Las dos más abundantes son Hoplisoma paleatum y Hoplisoma longipinne. “Son los clásicos limpiafondos que te venden en muchas veterinarias, y que se encuentran en ambientes naturales en Uruguay. Por lo general son juntados en arroyitos a la vuelta de Montevideo, desde el parque Rodó al parque Rivera, ideales para peceras porque son muy resistentes”, dice Wilson. ¿Qué tan bien está esto? “Eso no es legal en realidad, pero como no tienen pelos o plumas, no generan tantas pasiones. En teoría tienen la misma protección que las otras especies nativas, no se podría capturarlos en la naturaleza para vender”, apunta Wilson.

Los hallazgos en el noroeste argentino derivaron en dos artículos recientes firmados por investigadores de Argentina, Uruguay, Paraguay y Alemania, entre ellos los mencionados Felipe Alonso, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, y Wilson Serra, del Museo Nacional de Historia Natural de Montevideo. Gracias a un extensivo análisis morfológico y genético, pudieron describir un nuevo género de esta subfamilia de peces sorprendentes y también una nueva especie, hermanada con la que Darwin halló en Maldonado hace 192 años.

_Hoplisoma osvaldoi_ en vista lateral (A) y dorsal (B) en la que se ve el símbolo de Batman.

Hoplisoma osvaldoi en vista lateral (A) y dorsal (B) en la que se ve el símbolo de Batman.

Foto: Felipe Alonso

Juntos y revueltos

El equipo de Felipe, Wilson y colegas se ha especializado en “chusmear” en profundidad en los parentescos de las especies que estudian y sacudir los “árboles genealógicos” de especies (filogenias) establecidos, como ya hicieron con las fantásticas austrolebias.

En este caso, al estudiar la anatomía y genética de las especies que recolectaron en la región andina de la cuenca del Plata, y compararlas con las de 153 especies de esta subfamilia, se toparon con algunas sorpresas.

“Descubrimos que un grupito de especies del noroeste de Argentina formaba un linaje totalmente separado de todas las otras, bien diferenciado, y que, paradójicamente, la especie más cercana en parentesco a estas estaba en la zona de San Pablo, en Brasil, muy lejos geográficamente. Por eso decidimos crear un género nuevo para estas especies, porque no encajaban dentro de los ya establecidos, ni morfológica ni genéticamente”, dice Felipe.

Llamaron a este nuevo género Urkumayu (que en quechua significa algo así como “río de montaña”, por el ambiente en el que viven) y agruparon allí a tres especies que previamente estaban bajo el género Hoplisoma: Urkumayu gladysae, Urkumayu petracinii y Urkumayu micracanthus.

Que especies tan emparentadas queden tan separadas geográficamente resulta raro a primera vista, pero puede obedecer a varios motivos. “Eso se da por fenómenos históricos relacionados con cambios en la geología y el clima, y factores como la dispersión y la extinción de especies, o puede ser producto de vacíos de información. Quizá en el medio hay especies relacionadas a estas que no fueron incluidas en nuestros análisis o que aún no han sido descubiertas”, aclara Wilson.

Esta misma situación curiosa se dio con la especie que despertó sospechas en Felipe, por resultarle parecida y distinta a la vez que Hoplisoma paleatum. Sus análisis revelaron que se trataba de una nueva especie para la ciencia, pero “hermana” de la que halló Darwin. “Evolutivamente es mucho más cercana a Hoplisoma paleatum que a las especies de este otro género nuevo, Urkumayu, que están en la misma zona”, aclara Felipe.

Llamaron a esta nueva especie Hoplisoma osvaldoi en homenaje a Osvaldo Fernández Santos, acuarista argentino que hizo muchas contribuciones al conocimiento de peces en ese país.

Si uno la ve desde arriba, la especie tiene una mancha dorsal que los autores comparan con el símbolo de Batman. Su patrón de coloración se disimula con el fondo de piedras de los ríos que habita, lo que le permite pasar inadvertida ante depredadores que la observan desde esa perspectiva, como podría ocurrir con algunas aves y mamíferos.

Foto del artículo 'El secreto sexual del bagre limpiafondos: biólogos rioplatenses registraron una nueva especie de este sorprendente animal'

Foto: Felipe Alonso

Sin embargo, vista de costado presenta una coloración con mucho contraste, con manchas cuadradas gris oscuro sobre un fondo dorado. Este patrón podría actuar como una señal visual disuasoria frente a posibles depredadores, que anuncia la presencia de veneno (lo que se conoce como aposematismo). Y efectivamente estos bagres limpiafondos cuentan con glándulas de veneno en las espinas pectorales, como han comprobado dolorosamente muchos pescadores o acuaristas que les han metido manotazos descuidados.

Lo más llamativo, dicen Felipe y Wilson, es que esta coloración es idéntica a la del ya mencionado Urkumayu micracanthus, con el que convive en el mismo ambiente pero con el que no tiene una relación evolutiva cercana. Ambos han evolucionado “imitándose” entre sí, algo que tiene su ventaja “porque los depredadores aprenden a evitar un solo patrón de coloración”, dice Felipe.

Horario de protección al limpiafondos menor

Los bagres limpiafondos son mucho más que peces de bigotes emblemáticos y costumbres alimenticias que los vuelven limpiadores estrella de las peceras. Tienen algunas características notables, que obligan a mirarlos con otros ojos.

El nombre común “bagre acorazado” no es casual. Estos peces poseen una doble fila de placas óseas imbricadas, superpuestas como las tejas de un tejado, que forman una armadura que los protege pero les permite a la vez tener mucha movilidad.

También son capaces de respirar aire atmosférico, gracias a una adaptación evolutiva de la última porción de su intestino, que está altamente vascularizada y funciona en forma análoga a un pulmón. Eso les permite sobrevivir en ambientes con muy baja concentración de oxígeno disuelto, en los que suelen emerger para respirar, al revés de lo que ocurre generalmente en peces. Podría decirse que es una suerte de Aquaman a la inversa, para equilibrar las referencias a superhéroes.

Si hablamos de “curiosidad”, sin embargo, es otra de sus características la que se lleva el premio: su forma única de reproducción sexual. Hablar del sexo de estos bagres obliga, a partir de este momento, a despojarse de todo antropocentrismo y manejarse con la delicadeza de quien manipula materiales radioactivos. Incluso Darwin, que no tuvo reparos en estudiar durante años el sexo de los percebes, animales hermafroditas que tienen el pene más largo (con relación al cuerpo) de todo el reino animal, se habría visto en dificultades para explicarlo a la comunidad científica de su tiempo.

Tal cual cuentan Felipe y Wilson en un artículo de difusión publicado recientemente en los Documentos de divulgación del Museo Nacional de Historia Natural, esta subfamilia de bagres tiene un modo de reproducción único conocido como “bebido de esperma”, cuyo procedimiento es exactamente tal cual sugiere el nombre.

El macho eyacula en la boca de la hembra, que ingiere el esperma y, una vez que atravesó su sistema digestivo, fecunda los huevos que mantiene adheridos a las aletas pélvicas, cerca del ano. Luego, sale nadando y pega con las aletas pélvicas los huevos en alguna planta o, si está en cautiverio, en el vidrio del acuario. Fueron justamente los acuaristas los primeros en percatarse de esta estrategia de reproducción, hasta ahora sólo observada en el reino animal en los peces de esta subfamilia.

“Mucha gente se negaba a creerlo; decía que era muy loco, imposible, y que los espermatozoides no podían sobrevivir al pasaje por el tracto digestivo”, cuenta Felipe.

Los experimentos que se han realizado desde entonces, que van desde el estudio de la movilidad de los espermatozoides de estos peces al uso de colorante para rastrear el viaje del esperma, han aportado nuevas evidencias sobre esta práctica. El equipo rioplatense apunta en la misma dirección y buscará ahora estudiar más en detalle esta estrategia de reproducción.

Hay posibles razones por las que evolucionó esta forma de reproducirse y, al contrario de lo que podría suponer una burda interpretación antropocéntrica, apuntan a las hembras como protagonistas. Para entenderlo, hay que recordar que la mayoría de las especies de peces tienen fecundación externa. La hembra libera sus huevos en el agua y el macho hace otro tanto con su esperma, produciéndose la fecundación en ese medio.

“En este caso, la hembra tiene más posibilidades de elegir el macho que fecundará sus huevos. Como la hembra compromete mucha más energía que el macho en la reproducción, porque los ovocitos, al ser más grandes, son más costosos energéticamente para producir que el esperma, tiene interés en elegir muy bien con quién va a dejar descendencia. Acá, si un macho no le gusta, no se toma su esperma y evita así que fecunde sus huevos. Tiene mucho más control sobre la paternidad de su progenie”, explica Felipe.

Durante sus millones de años de existencia estas especies contaron con tiempo suficiente para generar estrategias reproductivas novedosas, pero no mecanismos que las hagan resistentes a las amenazas recientes que las acechan.

Marcos Mirande y Guillermo Terán colectando _Hoplisoma osvaldoi_ y _Urkumayu micracanthus_ en Argentina.

Marcos Mirande y Guillermo Terán colectando Hoplisoma osvaldoi y Urkumayu micracanthus en Argentina.

Foto: Felipe Alonso

Si me voy antes que vos

Hoplisoma osvaldoi acaba de ser registrada para la ciencia pero ya está en problemas, como bien señala uno de los artículos de los investigadores. Aunque de acuerdo a los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) hay evidencias como para darle el estatus de “vulnerable” (VU), el equipo está reevaluando actualmente su situación para ver si amerita considerarla “en peligro” (EN).

Esto se debe a que por el momento su distribución geográfica es muy restringida, lo que la pone en riesgo de extinción completa en caso de producirse un evento extremo, una posibilidad no muy lejana considerando el contexto.

“Los lugares donde la registramos están en medio de la selva y hay algunas áreas protegidas muy cerca, pero son parte de una zona que también tiene mucho impacto de la agricultura, deforestación, explotación petrolera e impacto de pueblos cercanos”, señala Felipe.

Peor es la situación para otras dos de las especies analizadas en sus trabajos. Urkumayu petracinii y Urkumayu gladysae están en “peligro crítico” (CR) debido al impacto que sufren los ambientes restringidos en los que viven, como el desecho de aguas cloacales, basureros a cielo abierto, uso de agroquímicos y extracción de agua para riego. La primera, de hecho, tiene altas posibilidades de extinguirse en el corto plazo debido a la construcción de una autopista que pasó por encima del sitio en el que fueron colectados los primeros ejemplares y que desvió el curso del río, y a la toma de agua para consumo humano en las cabeceras de este mismo río (que casi lo seca completamente durante los meses estivales), sumado a la contaminación de la ciudad. En sus conclusiones, el estudio “subraya la importancia crítica de conservar estos ecosistemas”.

Al igual que los parentescos entre algunos de estos peces, esas amenazas específicas pueden estar ubicadas lejos geográficamente y ser sin embargo muy cercanas a nosotros. En el mismo departamento donde Darwin colectó los primeros ejemplares de Hoplisoma paleatum, Maldonado, hemos tenido varios ejemplos de cómo la construcción de rutas, pistas y relleno de escombros en sitios sensibles pueden poner en peligro la biodiversidad local. Y, tal cual nos enseñan algunos de los protagonistas de esta historia, incluso los charcos privados de oxígeno y aspecto poco impresionante, o los pequeños cursos de agua que persisten en medio de las ciudades, pueden guardar a veces auténticas maravillas naturales.

Artículo: Anatomía morfofuncional, comportamiento natatorio y conservación de especies de Corydoradinae del Noroeste de la Cuenca del Plata
Publicación: Acta Zoológica Lilloana (junio de 2025)
Autores: Felipe Alonso, Guillermo Terán, Gastón Aguilera, Wilson Serra y Juan Mirande.

Artículo: Integrative phylogeny of Corydoradinae (Siluriformes: Callichthyidae) with an emphasis on northwestern La Plata species, including descriptions of a new genus and species
Publicación: Zoologischer Anzeiger (noviembre de 2024)
Autores: Felipe Alonso, Guillermo Terán, Gastón Aguilera , Martín Montes, Wilson Serra, Pablo Calviño, Héctor Vera, Yamila Cardoso, Stefan Koerber y Juan Mirande.

Las otras amenazas: la ciencia en tiempos de Milei

Para el biólogo argentino Felipe Alonso, descubrimientos como los mencionados en este artículo generan fascinación y apelan a nuestro sentido de lo maravilloso, pero también tienen un valor estratégico para nuestras sociedades.

“Este tipo de investigaciones, que revelan la diversidad biológica de nuestros territorios y permiten comprender sus dinámicas ecológicas y evolutivas, son fundamentales para el desarrollo soberano de nuestras naciones”, dice.

Sin embargo, no sólo las especies que los protagonizan están bajo amenaza. “En Argentina los científicos y científicas estamos atravesando una crisis sin precedentes. El actual gobierno de extrema derecha encabezado por Javier Milei ha emprendido un brutal ajuste que incluye el desmantelamiento sistemático del sistema científico-tecnológico nacional. Los salarios han perdido más del 40% de su poder adquisitivo en menos de dos años, con un arrastre acumulado superior al 100% en los últimos ocho”, advierte.

“El financiamiento para la investigación ha sido prácticamente anulado, volviendo inviable el trabajo científico cotidiano. A esto se suman ataques verbales permanentes por parte de funcionarios y seguidores del gobierno, en una campaña de desprestigio público que recuerda peligrosamente a otros procesos autoritarios en el mundo, como el actual resurgimiento de políticas anticientíficas en Estados Unidos bajo la figura de Donald Trump. En este contexto asfixiante, cada vez más científicos y científicas argentinas se ven obligados a emigrar o renunciar a sus cargos, generando una nueva y dolorosa fuga de cerebros que hipoteca el futuro del país”, agrega Felipe.

Como si todo esto fuera poco, sobrevuela también la amenaza del espionaje.

Una reciente investigación periodística publicada por Hugo Alconada Mon en La Nación reveló documentos de un Plan de Inteligencia Nacional elaborado por la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), que apunta al espionaje de activistas ambientales y científicos que trabajan en áreas sensibles como conservación, biodiversidad y cambio climático.

“Este tipo de prácticas, propias de regímenes autoritarios, son absolutamente inaceptables en un Estado democrático y configuran una amenaza directa a la libertad de investigación, de expresión y de organización social. Dejar de invertir en ciencia no sólo compromete nuestra capacidad de generar conocimiento, sino que también profundiza la dependencia económica, tecnológica y política, incrementa la desigualdad social y nos condena a perder nuestras riquezas naturales sin haberlas siquiera conocido. Como advirtió el premio Nobel argentino Bernardo Houssay: ‘Los países ricos lo son porque dedican dinero a la investigación científica y tecnológica. Los países pobres lo son porque no lo hacen’. Y seguirán siéndolo si abandonan su ciencia”, concluye Felipe.