“Desde una edad temprana, las mujeres y las niñas enfrentan desigualdades de género persistentes y barreras sistémicas en campos relacionados con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática (STEM) en los países del G20, particularmente en etapas avanzadas de la carrera profesional. Estas desigualdades existen a pesar del buen desempeño de las mujeres y las niñas en STEM”, comienza diciendo el informe Cambiando la ecuación: asegurando el futuro STEM para las mujeres publicado en 2024 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que además denuncia que si bien el problema está claro y documentado, “no se han observado progresos en la última década” al respecto.
Los datos globales son claros. Por ejemplo en ese informe se citan datos que indican que “las mujeres representan el 35% de los graduados universitarios en STEM” en 18 países del G20 que proporcionaron datos. La paridad se dio sólo en dos países, Sudáfrica e India, donde las mujeres graduadas fueron 47% y 45% del total respectivamente. Pero el asunto no es sólo ese: a medida que las carreras avanzan, las mujeres ven obstaculizado su progreso, de manera que tienen una menor representación en los grados académicos superiores o los lugares de decisión. Esto último es lo que sucede en nuestro país de forma más notoria: “en los niveles de entrada, el acceso de mujeres a la educación científica se ha acercado a la paridad, pero es en la permanencia y promoción donde se enfrentan a mayores dificultades”, sostenía la investigadora Victoria Prieto, integrante de la Comisión de Género de Investiga Uy en una nota de 2020.
Con ánimo de recabar datos de qué pasa con las brechas de género y estas carreras de tecnología, ingeniería y matemática (ya veremos más adelante por qué no hacemos tanto énfasis en la “S” que representa a la “ciencia” en la sigla STEM), con el objetivo obvio de intentar cambiar la pisada, nuestras investigadoras e investigadores le siguen hincando el diente al tema. Ejemplo de ello es la reciente publicación en un revista internacional del artículo Examinando el impacto de género en la selección y persistencia de carreras STEM en una universidad uruguaya sin barreras de acceso. Si el mismo trabajo se hubiera publicado en una revista local, el título no habría dado tanta vuelta y diría directamente en la Universidad de la República (Udelar).
Firmado por Mahira González y Maximiliana Cedréz, del Núcleo de Estudios Interdisciplinarios sobre Sociedad, Educación y Lenguaje en Frontera (NEISELF) del CENUR Noreste de la Udelar, y Tabaré Fernández, del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar, el trabajo arroja luz sobre varios aspectos y se destaca por haber estudiado qué pasaba con la generación completa que en 2018 se anotó en carreras de la Udelar. ¿Cuántas mujeres se anotaron en carreras de las áreas comprendidas por las STEM? ¿Cuántas abandonaron al primer, segundo, tercer o cuarto semestre de haberse anotado? ¿Hubo alguna diferencia de género tanto en elegir las carreras STEM como en persistir en ellas?
Para todas esas preguntas el trabajo arroja luz. Pero además tiene datos para hacerse otras preguntas: ¿pasa lo mismo en todos los campos definidos por la sigla STEM o hay diferencias entre esas cuatro áreas, es decir. entre la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática? ¿En todas las ciencias hay una brecha de género o tal vez haya una sigla más específica que defina mejor el asunto? Con todo eso en la mochila, salgamos ya mismo al encuentro de Mahira González y Maximiliana Cedréz.
Claves de esta investigación
- El trabajo señala que “la subrepresentación de las mujeres en las disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática)” se atribuye “a estereotipos de género históricos que asocian trabajos y carreras en los campos STEM principalmente con hombres”.
- Para ver qué pasaba en Uruguay, en este estudio se analizaron datos administrativos de los 23.239 estudiantes que ingresaron a todas las carreras de la Universidad de la República en 2018.
- Al dividir las carreras de acuerdo a los criterios para englobar a las STEM, puede verse que en las englobadas bajo “Ingeniería, Industria y Construcción”, 59% de quienes se anotaron fueron varones. En las englobadas bajo la etiqueta “Ciencias”, en cambio, 54% fueron mujeres.
- Sin embargo, dentro del total de estudiantes anotados, 62% fueron mujeres, por tanto en las carreras de “Ingeniería, Industria y Construcción” el apartamiento de un reparto de los cupos equitativo por género sería de 21 puntos porcentuales, mientras que en “Ciencias” sería de apenas 8 puntos porcentuales, lo mismo que pasó con las carreras bajo la categoría “Agraria”.
- Al analizar los datos, reportan que “las mujeres tienen la mitad de probabilidad de elegir carreras STEM” que los estudiantes varones.
- También encuentran que “las mujeres que son estudiantes de primera generación tienen menores probabilidades de elegir carreras STEM”.
- En cuanto a la persistencia, no habría un impacto del género en la cantidad: mujeres y hombres tienden a permanecer en porcentajes similares en las carreras STEM.
- Sin embargo, el trabajo encuentra una diferencia de género importante: para continuar estudiando en carreras STEM, las estudiantes requerían tener notas más altas de promedio que sus compañeros hombres, sobre todo en el primer semestre.
- Así, el trabajo llama a continuar realizando esfuerzos para acabar con las brechas de género, en especial en las áreas de “Ingeniería, Industria y Construcción”, así pensar estrategias que aumenten la permanencia de los estudiantes en general en sus carreras universitarias, y en particular de las mujeres en carreras STEM.
Persistir estudiando la educación y el género
¿Cómo surge esto de investigar la incidencia del género en la elección y persistencia en carreras STEM?
“Con Tabaré Fernández venimos trabajando hace años en la línea de Educación Superior. En mi tesis doctoral la variable dependiente son las trayectorias que continúan los estudiantes en los primeros años de Udelar, y entonces evalúo la persistencia, no en dos categorías, es decir si persisten o no persisten, sino en si tienen trayectorias normativas, desalentadas, inactivas o alternantes”, dice Mahira González.
“A su vez, nosotras venimos trabajando juntas también hace varios años, y un poco lo que nos unió es que las dos, tanto ella en su tesis de doctorado como yo en mi tesis de maestría, estábamos trabajando en torno a las trayectorias educativas, en particular con la persistencia”, agrega Maximiliana Cedréz. “La forma en la que medimos persistencia también es muy similar, sobre todo en relación al período de tiempo que contemplamos para considerar que un estudiante persiste o no, que abarca hasta el cuarto semestre, por lo que en paralelo empezamos a hacer diferentes trabajos, por ejemplo sobre el perfil que tienen los estudiantes al ingresar. Ahí empezamos a ver algunas características que se repetían o que eran tendencia en la Udelar”, sostiene.
El género y el anotarse en una carrera STEM
“Trabajando con Maximiliana una de las cosas que detectamos, que nos resultó muy interesante, fue esto de que las mujeres tienen la mitad de probabilidades de elegir una carrera STEM. En estadística, por lo menos en lo que hemos visto en datos sobre educación, encontrar algo que te defina a la mitad de la probabilidad, es un montón por lo que vemos que el género es una variable que está incidiendo muchísimo”, remarca Mahira.
En efecto, en el trabajo, tras descartar el peso de otras variables que inciden en las trayectorias de los estudiantes, reportan que “la elección de programas STEM es menos probable entre las mujeres”. Más aún, dicen que “se pudo identificar que el género es significativo para explicar la elección de una carrera STEM en una universidad gratuita sin otras barreras de ingreso que completar la Secundaria, demostrando que las posibilidades de elegir una carrera STEM se reducen a la mitad para las mujeres”.
“Ese fue el primer dato que me rompió los ojos. ¡Las mujeres tienen la mitad de chances de elegir una carrera STEM!”, comenta Mahira. “Y ahí, como ya veníamos estudiando la persistencia, nos propusimos estudiar si había una relación entre género y persistencia”, dice. Ya iremos a eso, pero antes, veamos más en detalle qué pasó con el inscribirse en las carreras consideradas STEM.
¿El problema se da igual en las cuatro letras de STEM?
Ya vimos que los datos globales de la inscripción de mujeres en carreras STEM no son los que se dan aquí. En países del G20 las mujeres son apenas 35% de quienes se gradúan en esas carreras, mientras que como reseña el trabajo de nuestras compatriotas, en lo que refiere a la “la participación femenina en las disciplinas STEM, los países latinoamericanos presentan una mayor paridad de género en comparación con el resto del mundo”. Agregan que “entre los países latinoamericanos con mayores logros en paridad de género” en STEM, Bolivia, Venezuela, Argentina y Paraguay tienen participaciones mayores al 50%, mientras “Uruguay, Brasil, Guatemala y Costa Rica” tienen tasas que “oscilan entre el 43% y el 49%”.
Llegamos entonces a un tema neurálgico en todo esto. Dada mi práctica profesional cotidiana, estoy acostumbrado a estar en contacto con quienes generan conocimiento científico. Y lo cierto es que en un amplio abanico de las ciencias no tengo que hacer un esfuerzo por visibilizar a las investigadoras. Más aún, me animaría a afirmar que en algunas disciplinas, nuestra ciencia tiene rostro femenino. ¿Será que la sigla STEM, acuñada en el Norte Global, no define bien lo que sucede en Uruguay? Veamos los datos del trabajo que analizó a más de 23.000 estudiantes que en 2018 se anotaron en la Udelar (siempre teniendo en cuenta que aquí no miraron quienes terminaban las carreras, sino lo que pasaba en los dos primeros años).
“La Tabla 3 revela que las únicas áreas con mayor matrícula entre los estudiantes varones son ingeniería, industria, construcción y servicios. Estos hallazgos coinciden con estudios previos que indican que los estudiantes varones eligen predominantemente carreras de ingeniería”, sostiene el trabajo, al tiempo que señala que “en consonancia con la literatura, existe una mayor presencia de mujeres en carreras relacionadas con la educación, las humanidades, las ciencias sociales y la salud”.
En esa Tabla 3 vemos claramente que del total de 21.328 jóvenes que comenzaron sus estudios en una carrera en la Udelar en 2018, las mujeres fueron mayoría en las áreas categorizadas por UNESCO de acuerdo a la Clasificación Internacional Normalizada de la Educación: “Educación” (35 mujeres, 11 hombres), “Humanidades y Artes” (547 mujeres, 269 hombres), “Ciencias Sociales y Educación Empresarial” (6.176 mujeres, 3.275 hombres, y por cierto, parece ser una categoría que suma papas con boniatos como muestra la gran cantidad de gente englobada), “Agricultura” (520 mujeres, 440 hombres), “Salud y Servicios Sociales” (3.880 mujeres, 1.215 hombres) y “Ciencias” (509 mujeres, 430 hombres).
Dicho de otra manera, la matrícula en Educación es 76% femenina, en Humanidades y Artes es 67% femenina, en Ciencias Sociales y Educación Empresarial 65% femenina, en Agricultura 54% femenina, en Salud y Servicios Sociales 76% femenina y en Ciencias 54% femenina.
Las únicas dos áreas con mayoría de inscripción masculina fueron “Ingeniería, Industria y Construcción”, (1.193 mujeres y 1.730 hombres) y “Servicios” (432 mujeres y 666 hombres), es decir 59% de mayoría de hombres en la primera y 61% en la segunda. La mayor diferencia de género se presenta justamente en lo que se engloba dentro de “Servicios”, por lo que tal vez la “S” de STEM deba cambiarse de “Sciences” a “Services”, al menos en Uruguay.
Sin embargo, aquí hay que agregar otro dato relevante: de los 21.328 jóvenes que comenzaron sus estudios en la Udelar en 2018, 62% fueron mujeres. Esto nos debería llevar a pensar que si mujeres y hombres se distribuyeran equitativamente en todas las carreras, sólo las carreras donde haya más o menos de 62% de mujeres serán impactadas por alguna brecha de género. Así las cosas, en orden descendente, las brechas negativas estarían entonces en Servicios (23 puntos porcentuales de diferencia respecto a un 62% de representación femenina), Ingeniería, Industria y Construcción (21 puntos de diferencia respecto a un 62% de representación femenina), y en último lugar Agricultura (8 puntos de diferencia respecto a un 62% de representación femenina) y Ciencias (también 8 puntos de diferencia).
Así las cosas, si la “S” de Ciencia permanece en STEM, entonces hay que agregar una “A” de Agricultura y una “S” de servicios. En lugar de STEM, en Uruguay, incorporando esa “A” y “S” extra, tendría más sentido hablar de STEAMS, o ASTEMS o TEAMSS.
Sin embargo, el trabajo no discrimina entre las disciplinas que están dentro de las “Ciencias”. Tratando de ver un poco qué pasa, recurrimos entonces a fijarnos en la categoría “iniciación” del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Queda claro que al SNI se ingresa por concurso y que allí ya están operando brechas de género, como la tijera invertida (que hace que a medida que aumentan los grados la proporción de mujeres descienda), el techo de cristal (que implica que las mujeres avanzan hasta cierto punto) o el suelo resbaladizo (con trabas que impiden que las mujeres, por ejemplo por la maternidad, no logren despegar en igualdad de condiciones que sus pares hombres), pero aún así, al tener a los investigadores e investigadoras agrupados por áreas, podemos ver si el género incide en todas las ciencias por igual. Volvamos a aclarar: al SNI ingresan además personas que ya terminaron su carrera, mientras que en este trabajo vieron qué pasaba con la inscripción y los dos primeros años de carrera.
En el grupo de las “Ciencias agrícolas”, dentro del que están subáreas como “Agricultura, Silvicultura y Pesca”, “Ciencias Veterinarias”, “Biotecnología Agropecuaria”, “Producción Animal y Lechería”, hay 150 personas en iniciación. 87 son mujeres y 63 son hombres, por lo que las investigadoras son 58% (un porcentaje no muy alejado del 62% de ingreso femenino a la Udelar en 2018). Si es por las ciencias agrícolas, la “S” de ciencia de STEM no aplicaría.
En las “Ciencias médicas y de la salud” del SNI, en iniciación, hay 84 personas, 55 son mujeres y 29 son hombres. Con 65% de mujeres, la “S” de STEM tampoco habla de esta área, que abarca disciplinas como “Ciencias de la Salud”, “Medicina Básica”, “Medicina Clínica” y “Biotecnología de la Salud”.
En áreas como las “Ciencias Sociales”, donde están disciplinas como la sociología, psicología, derecho, economía y negocios, ciencia política, ciencias de la educación, geografía económica y social, comunicación y medios, la mayoría es femenina (103 mujeres en 166, lo que da 62%), en “Humanidades” hay casi una paridad (32 mujeres y 33 hombres).
Ahora, al ir al área “Ingeniería y tecnología”, nuevamente vuelve la disparidad: de las 67 personas en iniciación, 29 son mujeres y 36 son hombres (55%). Parece entonces que la “T” de tecnología y la “E” de ingeniería de STEM están bien puestas. Sin embargo, cuando se especifica el área, hay sorpresas: en “Ingeniería del Medio Ambiente”, “Ingeniería Química” y “Biotecnología del Medio Ambiente” hay paridad. Y en el caso de “Biotecnología Industrial” y “Nanotecnología”, sólo hay mujeres (sin embargo son números pequeños, dos en cada caso). El panorama es distinto en “Ingeniería Eléctrica, Ingeniería Electrónica e Ingeniería de la Información” donde hay 14 hombres (73%) y sólo 5 mujeres, en “Ingeniería Mecánica” donde hay seis hombres (75%) y sólo dos mujeres, y en “Ingeniería civil”, donde figurar únicamente 3 hombres (100%).
Maximiliana Cedréz.
Foto: Alessandro Maradei
En el grupo de las “Ciencias naturales y exactas”, donde entran disciplinas como las “ciencias biológicas”, “ciencias de la computación y la información”, “Ciencias de la Tierra” y relacionadas con el Medio Ambiente, “matemáticas”, “ciencias físicas”, “ciencias químicas”, hay 197 personas en la categoría iniciación. 109 son mujeres (55%) y 88 son hombres. Ahora, en el subgrupo de las “Matemáticas”, en el SNI iniciación hay 10 (83%) hombres y 2 mujeres. Al mirar en las “Ciencias físicas”, encontramos 14 hombres (77%) y 4 mujeres. En “Ciencias de la computación y la información”, los números son pequeños por lo que mejor no fiarse mucho de ellos: 2 hombres (66%) y una mujer.
Allí vemos que la “S” de ciencia de STEM, en Uruguay, enmascara en realidad datos más concretos: hay sí un tema con la matemática y con algunas ingenierías (no todas), y dentro de las ciencias, los hay con la física, así que habría que cambiar la “S” por una “F” de física, o por una “P” si usamos la sigla en inglés. De allí lo del título: TEMP, tecnología, ingeniería, matemática y física en inglés, o, en español, FTIM.
“Si excluyéramos la 'S', como decís, tendríamos números más robustos, porque podríamos hablar de una diferencia mayor todavía de hombres y mujeres”, comenta Mahira.
“En su momento, cuando estuvimos discutiendo el término STEM como tal, cómo lo íbamos a definir y cómo íbamos a hacer la selección de las carreras, una de las cosas que cuestionamos fue justamente si el término lo podíamos adaptar a Uruguay y sus características. Esperábamos diferencias más marcadas que las que encontramos, y creo que en parte eso puede tener que ver con lo que decís”, agrega Maximiliana. “Podemos seguir cuestionando el término, y podemos seguir cuestionando las carreras que se incluyen o no, pero para este trabajo, que era inicialmente comparativo y para explorar, nos parecía que tenía sentido poder incluir a las ciencias como aparecen en la definición de STEM”, sostiene.
“Hay carreras como las que hicimos nosotras, Ciencias Sociales, en las que una entra al salón y no se siente como sapo de otro pozo. Pero eso es algo que efectivamente pasa en otras disciplinas. En otros países tal vez pasa en mayor grado, pero también nos pasa a nosotros”, explica entonces Maximiliana.
“Si se tratara sólo de preferencias, y que a la mayoría de las mujeres les aburrieran las matemáticas, o la física, o la ingeniería, no sería un problema. El problema es que haya un estereotipo que se esté fomentando desde la primera infancia que lleve a que las mujeres elijan menos ese tipo de carreras. Ese es el problema y eso es lo que se teoriza desde distintos lugares”, enmarca Mahira. “Por ejemplo, desde la Unesco se ha mostrado que las mujeres, desde que son niñas, sienten que son menos buenas, tanto en ciencias como en matemáticas, que los varones”, agrega.
“Sobre si hay que cambiar para el caso uruguayo el uso del STEM, habría que ver bien qué pasa carrera por carrera, pero de acuerdo a los antecedentes que también se citan en el trabajo, varias de las disciplinas que componen el concepto STEM son mejor remuneradas. Capaz que justo Biología es muy similar a Sociología, y capaz que ahí entramos en un área más discutible, pero hay otras disciplinas que sí son mejor remuneradas y que tienen un campo laboral que es más demandado donde se dan sí esas brechas de género”, agrega luego Mahira.
La variable remuneración entonces podría estar jugando. Y de ser así, ya no es que hay menos mujeres en áreas STEM, o la relación entre la ciencia y el género en sí no sería el problema, sino que habría que ver dentro de todas las carreras que permiten, tras recibirse, obtener mejores remuneraciones, cómo incide la variable género, y no sólo en las STEM. Pero eso quedará para más adelante.
Vayamos a otro problema que aborda el trabajo: qué pasa una vez que las mujeres deciden comenzar una carrera STEM, o TEMP. ¿Continúan asistiendo en los dos primeros años más o menos que los hombres?
No sólo hay que llegar, sino también persistir
En el trabajo señalan que esperaban, de acuerdo a sus hipótesis, que las mujeres tuvieran “menos probabilidades de persistir en las carreras STEM que los hombres”, pero reportan que esa hipótesis “no se sustenta, ya que el análisis no revela diferencias estadísticamente significativas entre géneros en cuanto a la persistencia”. Más aún, dicen que en esas carreras “la matrícula de mujeres es inferior a la de hombres (4,4 puntos porcentuales al ingreso)”, pero que “esta diferencia disminuye a medida que avanzan los semestres, tendiendo a una representación casi igualitaria en el cuarto semestre debido a la mayor permanencia de las mujeres”.
En efecto, las mujeres en carreras STEM tienen una alta persistencia: representan 46,40% del total de inscriptos en ellas, pasando a ser en el primer semestre 46,13%, en el segundo 46%, en el tercero 47% y en el cuarto 48,50%. Así las cosas, podemos decir que si bien el trabajo reporta la mitad de probabilidades para que una mujer se anote en una carrera STEM, una vez que lo hacen, persisten en mayor porcentaje que sus compañeros hombres. Sin embargo... eso tiene un costo.
“Un gran problema que tenemos en la Udelar es que en el primer semestre perdemos gran parte de los estudiantes que se inscribieron. Por tanto es relevante ver qué es lo que pasa en ese primer semestre, por qué se caen tantos estudiantes y qué puede ayudar a que permanezcan”, sostiene Maximiliana. “Cerca del 25% deja de asistir antes del primer parcial. Y el promedio de calificaciones que se obtiene en el primer semestre incide mucho en la decisión de seguir estudiando o no, tanto en hombres como mujeres”, dice Mahira. “Pero además, vimos que en las carreras STEM la interacción entre ser mujer y el promedio de notas es significativa, lo que quiere decir que esto en la mujer impacta más todavía. A la hora de decidir seguir estudiando o no, para la mujer es más importante el hecho de cómo le fue en el primer semestre”, señala.
Los datos del trabajo son elocuentes: en 2018 se anotaron 23.239 estudiantes en la Udelar. Al finalizar el primer semestre ya eran 17.094 (26,55% dejaron de concurrir) y al finalizar el segundo eran 15.314 (respecto al inicio, dejó de ir el 44,11%).
“Al examinar la relación entre las clasificaciones y el género, fue posible identificar que si bien el género no es significativo en la explicación de la persistencia, su interacción con el promedio de calificaciones en todas las carreras, y especialmente en las STEM, sí lo es”, dicen en el artículo. “Eso hace más grave aún esta relación entre el género y las carreras STEM”, comenta Mahira. El trabajo lo dice con claridad: “las mujeres requieren una calificación superior para persistir, principalmente en carreras STEM”, y al respecto plantea diferentes hipótesis.
“En este caso particular de las carreras STEM y las mujeres, puede tener que ver con la autopercepción o con el estereotipo que hay sobre la mujer, y que además están muy subrepresentadas. Es decir, el asistir a una facultad que está ampliamente masculinizada, donde en las clases hay muy pocas mujeres, y si además está el problema cultural o social de si tenés o no que estar ahí, el hecho de no estar alcanzando un alto rendimiento académico puede desmotivar tu trayectoria”, conjetura Maximiliana. “Seguramente el no alcanzar un buen rendimiento las desmotive en otras facultades, pero por ejemplo en la Facultad de Ciencias Sociales no les pasaría lo mismo, porque se da el caso inverso, cerca del 80% de los estudiantes son mujeres”, enfatiza.
“En realidad en el momento que me pongo a analizar esto fue a partir de la conversación con una docente del CENUR, Elisa Rocha, que es matemática. Me interesó mucho cómo había sido su vivencia en una carrera que es muy masculina. Y ella me decía que siendo mujer continuamente tenés que estar demostrando que tomaste una decisión válida, que sos suficiente y que podés con esa carrera”, relata Mahira. “Está claro que si tenés una nota alta eso es un buen indicador de que sí sos adecuada para esa carrera. Entonces como que tiene sentido que nos hayan dado los resultados que nos dieron”, agrega.
¿Y entonces?
Les pregunto qué quieren que pase con el trabajo. Es claro que hacen esto con el afán de generar conocimiento, pero siendo investigadoras tan comprometidas como las veo con la educación, supongo que no pretenden que esto quede en una simple descripción de un fenómeno. ¿Cómo sigue esto? ¿O qué quieren que pase?
“Yo quiero dos cosas. Aparte de que se trabaje a nivel de la universidad, quiero que se trabaje esto también a nivel social”, dice Mahira. “Dejemos de vincular más a los varones con el ámbito de la ciencia y las matemáticas que a las mujeres. Dejemos de asumir que el varón tiene más interés en las ciencias, en las matemáticas y demás que la niña, y socialmente incentivemos un acercamiento de ambos géneros por igual. Desde la escuela, desde las familias, como sociedad, dejar de asumir eso de que la niña sea la aplicada y el niño sea el inteligente, eso para mí sería fantástico”, afirma.
“A nivel de la Udelar, además de aplicar en la educación media políticas de apoyo a la transición, deberíamos pensar en cómo acercamos a las mujeres a las carreras de ingeniería, matemática, física, cómo hacemos que se sientan parte, que se sientan cómodas. Hay que trabajar en esos dos sentidos, por un lado socialmente, en general, desde la primera infancia, y por el otro, desde las políticas de apoyo a la transición y apoyo en los primeros años universitarios, repensar cómo se siente la mujer en este tipo de disciplinas”, redondea Mahira.
“Creo que si algo nos permite ver este trabajo, como otro montón precedentes, es que la Universidad, justamente por las características que tiene de no tener barrera de ingreso, podría hacernos pensar que cualquiera elegiría una carrera de ingeniería o una carrera de matemática, independientemente de su género. Pero vemos que eso efectivamente no pasa. Entonces, evidentemente, hay otros factores culturales, o estereotipos que tienen larga data, y que todavía siguen teniendo un impacto al momento de que pensemos nuestras profesiones o elijamos nuestras carreras y nos anotemos en ellas”, dice por su parte Maximiliana.
“Creo que hay que seguir trabajando a nivel social, pero también a nivel de programas y políticas. El impulso de 'Mujeres en la ciencia' me parece espectacular. Hay que empezar en las escuelas y seguir en educación media, con diferentes programas, poder mostrar en realidad que la participación de las mujeres puede estar y debería estar, creo que es una forma de empezar a romper con estereotipos. La educación es un gran lugar para que impulsemos eso.
“También son fundamentales las políticas. Más allá de las políticas de transición, tenemos que pensar qué podemos hacer desde la Udelar cuando los estudiantes ingresan. Sabemos que del total que ingresan, más del 20% se nos va a ir. Tenemos que pensar qué hacer para que se queden. Y en particular, en las facultades donde la persistencia de las mujeres es más compleja, pensar algún tipo de mentorías o de referentes mujeres para apoyarlas académicamente, si el que les vaya bien es un factor que incide tanto para que se queden”, expresa Maximiliana. “Y ni que hablar de formar redes internas para que sientan también que esas facultades son su lugar de pertenencia y se pueda apostar a la persistencia. Porque muchas veces las notas que tienen son iguales a las de sus compañeros varones, pero optan por irse. Entonces creo que hay también componentes emocionales o de integración que siguen teniendo un impacto”, redondea.
En estas páginas frecuentemente nos fascinamos con la ciencia que hacen nuestras investigadoras. Este es otro caso. Si hay alguna niña o adolescente leyendo esto, que sepa que tiene todo para ser ella quien nos fascine en el futuro con esa hermosa e incansable búsqueda del conocimiento que es la ciencia.
Artículo: Examining gender impact on the selection and persistence of STEM careers in a Uruguayan University without access barriers
Publicación: Cogent Education (julio de 2025)
Autores: Mahira González, Maximiliana Cedréz y Tabaré Fernández.