Las arqueólogas Maira Malán y Elena Vallvé empezaron hace unos cuantos años una investigación en la costa del departamento de Colonia, y han puesto sus ojos en la desembocadura del arroyo Sauce, próximo a Juan Lacaze.

El proyecto que llevan adelante se desarrolla en el marco del Programa de Investigación Arqueológica y Desarrollo de la Dirección de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Educación y Cultura. Las profesionales no sólo recaban información sobre el pasado más remoto de esta zona del país sino que siguen “la cuenta de la historia” y también se paran en el presente con desarrollo de un proyecto de arqueología experimental donde los locatarios ponen sus manos en la arcilla y replican particulares artefactos cerámicos que han quedado como legados.

Malán, que siente un afecto especial por esa zona ya que allí pasó su infancia y adolescencia, explicó a la diaria que la costa del departamento de Colonia “es muy rica e importante en relación a las poblaciones y ocupaciones que se desarrollaron” y al ser “una puerta de entrada al continente americano, históricamente ha sido una zona con mucho movimiento”.

Al momento de zambullirse en esa tarea, Vallvé y Malán apelaron a la bibliografía existente, que aborda los diversos yacimientos arqueológicos ubicados en esa zona, y a las crónicas e historias que dan cuenta de un agitado peregrinar de barcos españoles y portugueses por esas aguas. Las arqueólogas también tratan de poner el foco en generar conocimiento sobre “el momento del contacto” entre los integrantes de los pueblos originarios y los europeos que hicieron pie en el lugar.

“Se daba como un hecho que de un plumazo españoles y portugueses habían borrado a los integrantes de los pueblos originarios, y que de pronto sólo quedaron los europeos”, comentó Vallvé.

Cerámicas realizadas por Armando Romero, ceramista lacazino.

Cerámicas realizadas por Armando Romero, ceramista lacazino.

Foto: Ignacio Dotti

Para Malán una apuesta del trabajo que llevan adelante es “pensar en una cuenta larga de la historia”. La investigadora explicó que si bien la localidad de Juan Lacaze se identifica con las industrias y su historia arranca con el saladero de Francisco de Medina en 1786 “parecía que para atrás no había pasado nada y que este espacio hubiese estado vacío”.

Al respecto, la investigación trajo resultados que “nos hacen ver que en la zona del arroyo Sauce y sus puntas rocosas, Artilleros y Juan Lacaze, hay una ocupación permanente de al menos 1.500 años, y quizás si seguimos haciendo dataciones podemos remontarnos aún más lejos en el tiempo, porque existen dataciones concretas de poblamientos más antiguos” a lo largo de la costa del río de la Plata.

Algunos de los estudios de datación se hicieron en materiales arqueológicos de la colección de René Mora. Ambas arqueólogas han desarrollado un meticuloso trabajo de estudio de los materiales y de los registros escritos. “Una de las últimas dataciones se hizo sobre un pedacito de campana de cerámica, que a nivel arqueológico ya se sabe que es un tipo de materialidad presente desde hace 2.000 años hasta el momento del contacto de los pueblos originarios con los europeos. Esa datación dio que el objeto había sido construido entre el 1.500 y el 1790 de nuestra era”, comentó Vallvé.

Y observó que “en ese momento ya andaban los españoles, los portugueses, ya había criollos y estas personas estaban construyendo un tipo de piezas con una carga simbólica muy compleja, que son identitarias, propias de un pueblo, y que parecen ser como una resistencia cultural: 'seguimos haciendo estas piezas que nos identifican a pesar de que hay un montón de gente poblando esta zona que no tiene nuestra cultura'”.

Arqueología aplicada

Además del proyecto en la ensenada del arroyo Sauce y en la colección Mora, Malán y Vallvé, con el apoyo de la Agencia Nacional de Innovación e Investigación, llevaron a cabo una investigación aplicada “que tiene foco en el trabajo en el territorio y en el desarrollo local” de Juan Lacaze.

En esa línea, las arqueólogas trabajaron en este último tiempo en un proyecto específico de investigación arqueológica “aplicada al desarrollo turístico”, donde “nos propusimos identificar valores patrimoniales que puedan ser convertidos en procesos turísticos, también vinculado a lo industrial”, que fue una actividad económica que distinguió a esa localidad durante más de 100 años.

Vallvé explicó que “hacer investigación para publicar paper en revistas especializadas para que lo lean los colegas está bueno pero no resulta suficiente”. Y agregó que “la publicación es una parte del trabajo y la otra parte es el involucramiento de la sociedad para la cual trabajamos y deberíamos trabajar, porque ellos son los dueños del patrimonio arqueológico, y algunos de ellos los conocen y otros no tanto”.

Cerámicas realizadas por talleristas en 2020

Cerámicas realizadas por talleristas en 2020

Foto: Ignacio Dotti

Para las profesionales, hay mucha avidez por conocer “acerca de la arqueología y de los pueblos originarios, porque cuando empezamos a contar la gente se interesa”. “Cuando empezás a contar las particularidades que tiene el registro arqueológico de esta zona y en especial de Juan Lacaze eso aporta mucho a ese sentido de identidad que la población lacazina que la desindustrialización ha puesto en conflicto”.

Concebida de esa manera, la arqueología aporta “a la identidad, a que hay cosas para valorar” y a la generación de propuestas “que se puedan generar de turismo cultural”. “La arqueología no solo sirve para saber qué pasó hace mil o dos mil años sino también para que la gente se la apropie y le pueda dar diferentes usos”, resumió Vallvé.

Ese proyecto también concibe la participación de los locatarios en talleres donde se realiza difusión de los conocimientos obtenidos por las investigadoras y en los cuales también se confeccionan réplicas de esos artefactos cerámicos que distinguieron a los antiguos habitantes de ese recodo de la costa platense.

Las campanas zoomórficas “son unas piezas cerámicas muy particulares que evidentemente no fueron utilizadas en lo doméstico: son huecas, tienen orificio y están rematadas por una escultura con una forma animal, especialmente aves”, que resultan muy comunes en las provincias de los litorales uruguayo y argentino.

En Uruguay estas campanas aparecen desde Salto Grande hasta el Santa Lucía” y han sido asociadas “a los grupos históricos chanás timbúes, básicamente por la ubicación en los cuales aparecieron estos artefactos”, aunque advierten sobre los riesgos de utilizar las viejas clasificaciones para ubicar a los diversos pueblos originarios en determinados lugares del mapa del actual Uruguay.

Las arqueólogas destacaron que la mitad de las campanas halladas en el actual territorio uruguayo justamente aparecieron en la ensenada del arroyo Sauce. “Hemos logrado cuantificar esos artefactos, y realmente aquí hay un epicentro, que puede estar relacionado a la fabricación de esos artefactos o a que existía un centro donde se hacía uso de ellas”, destacaron.

Como esas piezas hoy se encuentran en colecciones y no existe mucha información del contexto, “apuntamos a contribuir a nivel tecnológico para ver cómo se construían estas piezas”, dijo Vallvé.

Comentó que al ver las particulares condiciones de las piezas propusieron llevar a cabo un taller de arqueología experimental junto a la ceramista lacazina Laura Romero, quien junto a su padre -Armando, ya fallecido- había trabajado en la generación de réplicas de esos artefactos”.

Malán consideró que la arqueología experimental “aporta mucho de la investigación sobre sí misma, porque permite cotejar y poner a prueba” y también desde “lo vivencial, la gestualidad, lo que permite dar vida a las piezas”. “A nivel arqueológico te abre la cabeza ir viendo cómo se construye una pieza, y aparece una integración de los conocimientos transdisciplinarios, que ayuda a redimensionar el paisaje cotidiano y a ver esa continuidad, esa cuenta larga en la historia”.

Malán destacó que el paisaje de la actual ciudad de Juan Lacaze ha sido “habitado desde hace mucho tiempo, sigue siendo habitado y nosotros somos una parte de esa historia”. “No nacimos con las fábricas textil y papelera, y no vamos a morir con ellas; hay una historia previa y nosotros la seguiremos”, concluyó Malán.

La colección arqueológica René Mora

El paisaje costero del departamento de Colonia registra “un continuum de ocupación humana desde la prehistoria hasta la actualidad, incluyendo asentamientos de grupos cazadores– recolectores, ocupaciones portuguesas y españolas de la época colonial, establecimientos de colonias de inmigrantes europeos durante los siglos XIX y XX y complejos industriales de principios del siglo XX”, explican las arqueólogas Elena Vallvé y Maria Malán.

La sostenida presencia de hombres y mujeres en estas tierras está relacionada “con el aprovechamiento de la costa debido a su potencial económico y logístico”.

El proyecto Arqueología Costera Colonia Sur, del Ministerio de Educación y Cultura, en el cual trabajan ambas profesionales, “se ocupa de la investigación y gestión del patrimonio arqueológico de la margen izquierda del Río de la Plata entre los arroyos Cufré y Riachuelo, área que presenta un registro arqueológico abundante, variado y peculiar, que sin embargo no había sido abordada ni sistemática ni integralmente hasta hace unos pocos años”.

Las profesionales comentan que existen museos y colecciones privadas en el departamento de Colonia que alojan "en su acervo material arqueológico proveniente del área de estudio, conformando un importantísimo patrimonio con gran potencial tanto como fuentes para la investigación como por su valor pedagógico. Dentro de ese conjunto, las arqueólogas destacan la Colección Arqueológica René Mora, que cuenta con más de 27.000 piezas y "constituye una de las colecciones más importantes del país, consultada históricamente por investigadores nacionales y extranjeros en el marco de diferentes proyectos".

La Colección Mora contiene registros que se inician en 1956 y culminan en la década de 1990 en la que fallece René Mora: "cuenta con un acervo documental asociado a los hallazgos muy poco común en colecciones pertenecientes a aficionados.

Se trata de una información sumamente descriptiva, en lugar de interpretativa como era común entre los coleccionistas de la época, y que va más allá de la mera anotación de procedencia genérica de la pieza". Las investigadoras destacan que la "documentación incluye descripciones de procesos (de extracción de material en campo y de manipulación en “el taller”), características de la adquisición en el caso de haber sido hallada por terceros, así como croquis de estratigrafía y contexto de hallazgo, mapeo y dibujo de piezas".

La mayoría de los materiales que contiene esa colección fueron hallados en Juan Lacaze y zonas aledañas, "constituye una especie de relicto de sitios que han sido ya destruidos por la urbanización o la explotación minera, así como una fuente de información de base para el abordaje sistemático de sitios aún preservados".

La colección Mora estuvo abierta al público hasta la década de 1990. Durante varios años Malán y Vallvé han desarrollado un puntilloso trabajo de estudio, sistematización y conservación de los materiales. Actualmente ese acervo se encuentra alojada en las instalaciones de la Biblioteca Rodó a la espera de contar con un lugar adecuado en el cual pueda exhibirse esos valiosísimos objetos que dan cuenta de la lejana presencia humana en estas tierras.

René Mora (1920-1993) fue un prolífico y destacado referente cultural en Juan Lacaze. Dibujante técnico en las industrias textil y papelera, refinado diseñador y fabricante de baldosas que adornan numerosas viviendas de la ciudad, cronista, narrador, activo miembro de la Biblioteca Rodó, investigador de las actividades humanas en el pasado pasado, fueron algunas de las tareas que desarrolló Mora a lo largo de su vida.

Mora, un autodidacta de la arqueología, realizó excavaciones en diferentes puntos del país. Uno de ellos fue la desembocadura del Arroyo Sauce, al oeste de Juan Lacaze, que "es reconocido especialmente por la particularidad de la cerámica, que se hace visible durante las grandes bajantes que le siguen a eventos importantes de tormenta.

De allí provienen la mayoría de las campanas zoomorfas registradas hasta el momento para la costa Platense, entre las cuales la conocida como 'ñacurutú'", así como "recipientes cerámicos, con variadas formas y decoración y piezas líticas pulidas de diversos tamaños, detallan las investigadoras.